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Años de novela 1966

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Paula, primera heroína de 1966, bajo su fachada de rutina, prometía grandes mejorías. Por eso los Delgado Parker la llevaron en un paquete de muestra hacia México. Saby Kamalich y Ricardo Blume, el tándem estelar del folletín limeño, se reunían por primera vez en una novela de Panamericana (aunque coincidieron 100 veces en otras tablas) ante la mirada paternal del primer actor Luis Álvarez, cuyo desdén por la televisión se colaba en sus gestos dándoles un matiz de enfado muy apreciado por los directores. Saby, guapísima, actriz repleta de técnicas pero con su voz desnuda de teatralidad, con un dejo de ningún lugar que luego se fundiría frescamente con el de María Ramos, sabía mejor que nadie construir ese estado de “fragilidad irrompible”, de perenne turbación de la víctima de mil absurdas calamidades, de ese ser que acusa todos los golpes de los malos y acata todos los mandatos del destino, porque siendo tan tonta en su interior tiene una coraza de acero, de orgullo y de principios. A su lado, los solemnes característicos de formación teatral se deshielaban y los galanes encontraban ocasión para un romance abstracto y sublimado, en el que casi se podía dejar de extrañar la mera sensualidad, que no es que Saby careciera de ella, sino que el género no le pedía que la hiciese explícita.

Saby Kamalich estuvo muy atareada en 1966. En marzo protagonizó La voz del corazón con José Vilar, tan buen galán de alcoba como comediante de salón, y en junio recibió en el triángulo de El precio del orgullo, primera novela estelar programada interdiario y por la noche, a dos flamantes contratos del canal: al español Jorge Mistral, fugado del cine mexicano y de varios rodajes itinerantes, y a Vlado Radovich, quien, tras la extenuante aventura fílmica de Taita Cristo, regresaba al 5 en principio a actuar y poco después a dirigir novelas y ser el productor ejecutivo de la fábrica entera. Siendo novela fina, los directores Roberto Airaldi y Fernando Luis Casañ proscribieron el apuntador. Gloria Travesí debía escribir entre 35 y 40 páginas por capítulo y la infaltable botella de pisco de Mistral deprimió a Radovich37 hasta que recibió un encargo mayor: protagonizar al lado de Saby Se solicita una enfermera, primera novela dirigida por el importado Manolo Calvo (hermano de Armando) y colocada poco después en el mercado mexicano. Se descontinuó allí tras pocos capítulos, pero aquí gustó al punto de ser repuesta en 1968. Saby siguió más atareada que los otros. Compareció en Un sueño de amor, argumento de Queca Herrero coprotagonizado con el argentino Orlando Sacha, firme postulante al star-system, y la colombiana Mariela Trejos, su pareja de entonces, que llegó a Lima jalada por los hermanos King y descubrió casi por accidente apreciables dotes dramáticas. También estuvo en Yaniré, dirigida por Mario Rivera, con Alberto Sánchez-Aizcorbe y el debut de su hermana Inés.

El clan Ureta produjo dos novelas en 1966: El pecado de los Bromfield, con Gloria Travesí, Fernando Larrañaga y Violeta Bourget, y Perfidia, con Elvira Travesí, Gloria María Ureta, Fernando Larrañaga y el debutante Alberto Sánchez Aizcorbe. Elvira dejó el clan para protagonizar con Sacha La loba, con argumento de C.C. Martin, seudónimo mantenido meses en reserva hasta que se supo que escondía a la española Carola Yonmar (véase, en este capítulo, el acápite “Pelando cebollas”). El año se clausuró con la novela más exótica del 5, La red, romance en una casba de cartón montada por Alberto Terry para satisfacer las pretensiones experimentales del director español José Caparrós, entusiasmado con los fáciles laberintos; pero en realidad un pretexto para colocar a Jorge Mistral el quepis de Pepe Le Moko. Lo acompañaba Ofelia Lazo, entonces impensable Natacha.

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