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Un canal en el campus

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Un cálculo técnico, un canje político y la preocupación por el papel de una televisión que empezaba seriamente a arquear las cejas de su entorno social, convencieron a Panamericana de promover un canal educativo. Ellos no se resignaron a llevar encima un número tan agorero como el 13 y apenas pudieron convencer al Ejecutivo de liberar la frecuencia 5 (véase, en el capítulo VI, el acápite “La inocencia perdida”) destinada, según ley, a fines que el Estado determinara, ofrecieron en canje auspiciar una frecuencia cultural.

Tras decisiones postergadas y vacíos burocráticos, el 13 nació el 30 de agosto de 1967. En 1963 se había nombrado un directorio simbólico en el que estaban, entre otras personalidades, el arzobispo de Lima y el ministro de Educación y Cultura, y se había creado una empresa, Panamericana Asociación de Fomento Cultural, que demoró algunas temporadas en hacer funcionar los viejos equipos del 13 para programar enlatados diplomáticos y transmitir clases con profesores enviados por la cooperación internacional norteamericana. Ante la insuficiencia de esta práctica y lo engorrosa que resultaba para los Delgado Parker absortos en sus planes de conquista del mercado latino, sus socios Lindley los pusieron en contacto con Antonio Pinilla, creativo de la agencia de publicidad Provenza que les había manejado la campaña nacionalista de Inca Kola y, sobre todo, fundador y rector de la Universidad de Lima desde 1962. En abril de 1968 se establecería la Escuela Superior de Cine y Televisión, antecedente de la actual Facultad de Comunicación, y esta podía ser la sede natural de un canal como el 13.22

Gerenciado por Enrique “Paco” Pinilla, y con Luis Revilla como jefe de producción, el canal 13 de la Universidad de Lima se armó en tres aulas del Pabellón B. La donación incluía equipo de emisión, dos viejas cámaras de torreta, una antena y los servicios del técnico Manuel Serpa. No había transmisor en el paquete, así que se contaría con un equipo de microondas para enviar la señal de la pequeña torre hacia la planta del 5. Esta carencia de transmisor propio fue fatídica, pues cada vez que Panamericana tenía ocupados sus otros equipos de microondas recogía el equipo estacionado en la Universidad de Lima y lo tomaba prestado por unos días, cancelando abruptamente la programación. Aunque el 13 logró frenar dicha costumbre, esta fue una de las razones por las cuales las emisiones del precario canal se limitaron a los días laborables.

Sin ingreso publicitario y con modesta infraestructura, el 13 limitó su horario a dos horas y luego a tres horas diarias, entre 6 y 9 de la noche. El mayor porcentaje de la programación consistía en enlatados de la USIS norteamericana, de Transtel y también de la Unión Soviética. De la modesta producción en vivo no todo era de casa: el canal donaba horas a varias instituciones públicas como la Junta de Asistencia Nacional (JAN), el municipio, el Instituto Nacional de Cultura (INC), y gremios y colegios profesionales. Los programas hechos en casa, con profesores y alumnos de la Escuela como Pedro Flecha, Marco Gallardo, Vladimir Bucanovich, Carlos Barbachán, Roberto Alva, Enrique Reyes, Oscar Kantor, María Esther Pallant, Luciano Talledo, y muchos otros que lanzaban ideas, sin tiempo de ensayo ni pilotos de prueba. Hubo noticieros internacionalistas como El mundo, variedad de pequeño auditorio como Media hora, entrevistas, debates juveniles, ciclos documentales como el de Personalidades peruanas, medias y cuartos de hora especializados como Karate en el 13 o La fiesta brava en el 13, que conducía el médico de la Plaza de Acho Pedro Gutiérrez; informes de salud, de economía, de la bolsa, del estado de la cuestión en cualquier área, incluyendo la política, pues la poca sintonía del canal lo hacía pasar de largo ante los ojos de los censores.

Con muchas paras técnicas forzadas, con muy escaso presupuesto y con una programación flexible que hacía difícil su divulgación por la prensa, el canal llegó a su fin durante el terremoto del 3 de octubre de 1974. La escala no fue cataclísmica pero el movimiento fue el suficiente como para causar una desviación en la antena que los técnicos de Panamericana dejaron sin corregir. Accidentalmente, casi como había llegado al campus, feneció el canal 13 de la Universidad de Lima.

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