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3. La vejez en los tiempos romanos

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Los romanos hablaron mucho de ancianos porque la vejez representó para ellos un problema bajo todos los aspectos: demográfico, político, social, psicológico y médico. Se conoce que, en tiempos de Justiniano, la esperanza de vida al nacer era de 30 años, a los 30 la esperanza era de 20 y a los 60 años, de 5 años. La proporción de mayores de 60 años estaba entre 5 y 8%. El número de ancianos no cesó de aumentar y en el siglo III d. C. entre 7 y 8% de la población de Roma tenía 60 años o más, aumentaba a 10% en la periferia y bastante más en las provincias. Igual que en Grecia, los hombres eran más numerosos puesto que la mortalidad femenina asociada al embarazo y al parto era muy elevada.

Los romanos eran prácticos, solo luchaban por el poder, no por la religión, la ideología o la raza; admiraban lo grande y noble. Poco dados a generalizar, hablaban más de los ancianos que del envejecimiento, de hecho, De senectute, la obra de Cicerón, es más un compendio de ejemplos individuales que un tratado sobre el envejecimiento. Los romanos criticaron a los individuos, no a un grupo de edad y salvaguardaron la complejidad, las contradicciones y la ambigüedad de la vejez, sus miserias y su grandeza.

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