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2. Tiempo y envejecimiento

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En este contexto, el tiempo se ha estudiado especialmente desde dos perspectivas: en primer lugar, los cambios relacionados con el tiempo (de la célula a la sociedad) y, en segundo lugar, el reconocimiento de que los cambios son influenciados por y en interacción con transformaciones en diferentes niveles. Es lo que se denomina asociaciones erróneas del tiempo como causa regular del envejecimiento y la cronologización del envejecimiento y del curso de vida.

Se argumenta que los estudios en gerontología generalmente inician con la definición de su problemática en términos de edad cronológica y presentan sus resultados en diagramas donde la interrelación en dos ejes muestra los cambios en ciertas características en función de la edad. Tal visualización supone que el proceso de envejecimiento puede ser clara e inequívocamente relacionado con la edad cronológica. La identificación cronológica de los ancianos presupone una organización del curso de la vida en la cual el tiempo cronológico se ha convertido en una importante perspectiva instrumental, conceptos tales como grupo de edad, normas de edad, gradiente de edad, estructura de edad, cohorte de edad, perfil de costos por edad, enfermedades asociadas a la edad y todas las tablas en la cuales la edad está asociada con características particulares han pasado a ser tan generalizados que su significado rara vez se pone en tela de juicio.

Actualmente, se reconoce que la combinación de factores como la edad, el periodo y la cohorte ejercen influencia en el envejecimiento. La diferenciación por edad es lo que significa actuar de acuerdo con la edad, es un proceso de socialización. Gradación por edad es la forma en que se asignan roles en la sociedad de acuerdo con la edad. Estratificación por edad es la posición de una persona en una estructura de edad la cual afecta conducta y actitudes.

Muchos autores argumentan que, a pesar de que se admite que la edad cronológica es un pobre indicador de envejecimiento, esto no ha implicado muchos cambios en la práctica de la investigación, de la cual ha resultado una acumulación de datos relacionados con la edad y no un mejor conocimiento del fenómeno en sí.

Las generalizaciones en torno a la edad calendario presuponen un concepto causal del tiempo y, como el tiempo siempre está presente, algunos efectos inevitables pueden conectarse con él. Sin embargo, se asume que los efectos ocurren sostenida y universalmente de acuerdo con el ritmo del reloj. Este concepto causal del tiempo no genera conocimiento que explique por sí mismo las diferencias que existen entre seres humanos de la misma edad, ni permite la comprensión de que el envejecimiento es un concepto generalizado que se compone de muchos procesos específicos. Es cierto que todas las relaciones causales son también relaciones temporales o relaciones que trabajan en el tiempo, pero es erróneo identificar la causalidad con el tiempo o reducir el proceso de envejecimiento a los efectos causales del tiempo.

La edad cronológica es uno de los ítems más utilizados, si no el más usado, para dar información acerca de un individuo. Desde este conocimiento por sí solo, se pueden hacer un sorprendentemente elevado número de proposiciones o predicciones de carácter general acerca de la anatomía, fisiología, psicología y conducta social. Pero la edad cronológica es solamente un índice; un conjunto no relacionado de datos puede correlacionarse con la edad sin que haya relaciones intrínsecas o causales entre ellos. No obstante, el análisis explícito de conceptos de tiempo en el estudio del envejecimiento ha sido escaso y es claro que causalidad y tiempo permanecen injustificablemente conectados y distorsionan el análisis del tiempo y del envejecimiento.

Pese a lo anterior, se han producido algunos intentos de emancipar el estudio del envejecimiento de este tiempo cronológico “externo” para desarrollar una perspectiva de tiempo “intrínseco” del proceso de envejecimiento. Para ello se ha utilizado el concepto de entropía, entendida como la medida de la capacidad de cambiar con el tiempo, pero siempre hacia el desorden. Cuando se alude al envejecimiento como proceso normal durante la vida de cualquier ser humano, más allá de la edad, deben considerarse cambios biológicos, cronológicos, psicológicos culturales y sociales que constituyen las diferentes edades de un individuo.

Edad biológica: Se corresponde con el estado funcional de los órganos comparado con patrones estándar para una edad, por tanto, es un concepto fisiológico. Hace referencia al ciclo vital potencial de cada ser humano, es decir, al sustrato biológico que se tiene en un momento determinado; la edad biológica es influenciada por el paso del tiempo, el estado de salud existente y las condiciones y el estilo de vida de cada anciano. Este concepto tiene en cuenta los cambios físicos y biológicos que se van produciendo en las estructuras celulares, de tejidos, órganos y sistemas. El deterioro progresivo de este sustrato biológico genera la vulnerabilidad característica al envejecer y torna al anciano en un ser más susceptible de enfermar y morir. El envejecimiento biológico se caracteriza por ser un proceso inevitable y gradual, de cambios degenerativos y adaptativos, que ocurren en los organismos multicelulares, a partir de la edad en que culmina su desarrollo. Este proceso conduce a una progresiva pérdida del rendimiento funcional, así como a un descenso en la capacidad de resistir a los factores estresantes del medio ambiente.

Edad cronológica: Es la edad calendario, es decir, el número de años que una persona ha vivido; generalmente se asocia a la edad biológica porque entre mayor cantidad de años se tenga, es mayor la vulnerabilidad. Tiene un valor social o legal más que biológico. El tiempo en sí no tiene ningún efecto biológico, más bien los cambios ocurren en el tiempo. Así, la vejez cronológica se fundamenta en la vejez histórica real del organismo, medida por el transcurso del tiempo. La ventaja de la objetividad de la edad cronológica se encuentra con el inconveniente del impacto que tiene el tiempo para cada persona, según como haya sido su forma de vivir, su salud y condiciones de trabajo. Sin embargo, el envejecimiento no puede ser simplemente conceptualizado como el logro de una mayor edad cronológica. Esto no implica que el tiempo cronológico no sea una herramienta analítica importante o que se deba prohibir. Hay que tener en cuenta que su significado es limitado y su uso sirve para evadir la pregunta acerca de Qué es el envejecimiento.

A partir de la edad cronológica, en 1980 las Naciones Unidas fijaron los 60 años, como la edad de transición al grupo de ancianos en los países en desarrollo y 65 años en los desarrollados. En la medida en que aumenta la esperanza de vida y son más numerosas las cohortes de ancianos de mayor edad, se empiezan a perfilar subgrupos más definidos, como son: los ancianos ‘jóvenes’ quienes tienen 74 años o menos, los ‘intermedios’ entre 75 y 84 años, los mayores de 80 años o el grupo de los muy ‘viejos o viejos’ viejos (oldold), los mayores de 90 años o antepasados (ancients) y los que sobrepasan los 100 años o centenarios. A pesar de la ausencia de consenso, estas subdivisiones han permitido ir reconociendo, de forma paulatina, grupos de riesgo y tendencias de la evolución natural de condiciones específicas para cada grupo de edad.

Edad psicológica: Es el conjunto de capacidades conductuales de adaptación a las situaciones cambiantes del medio ambiente, a medida que trascurre el tiempo. Está condicionada por los factores del pasado, del presente y del futuro de cada individuo. En función de ella la vejez se define de acuerdo con los cambios cognitivos, afectivos y de personalidad a lo largo del curso de vida. El desarrollo psicológico no cesa con el proceso de envejecimiento, la capacidad de aprendizaje, el rendimiento intelectual, la creatividad, las modificaciones afectivas-valorativas del presente, pasado y futuro, así como el crecimiento personal se mantienen durante toda la vida.

Edad social: Es el conjunto de roles y hábitos sociales de un individuo con respecto a los miembros de la sociedad de la cual forma parte. En la adolescencia se tiene edad social para ser estudiante, en la edad adulta, por lo general, se es empleado y se tiene edad social para trabajar, al envejecer se tienen los roles de abuelo y jubilado, entre otros.

Edad funcional: Se define como la capacidad para mantener los roles personales y la integración del individuo en la comunidad, para lo cual es necesario mantener unos niveles razonables de capacidad física y mental, por tanto, se expresa a través del nivel de competencia conductual y comportamental.

A través de múltiples experiencias pasadas y nuevas, el anciano va realizando un ajuste de todas sus edades a un mismo nivel. Cuando esto no se presenta, se corre el riesgo de desarrollar un desfase y afectar el bienestar general, por ejemplo, se puede estar acorde con la edad psicológica y biológica, pero presentar una discrepancia en la edad social, por la falta de aceptación de la pérdida del rol laboral al jubilarse.

En las sociedades occidentales se asume el envejecimiento como proceso negativo, el ser viejo es sinónimo de deterioro, menoscabo, disminución y pérdida. Esto hace que se mire el envejecimiento como evento final, como periodo en el que se expían culpas y como proceso de preparación para la muerte. Además, existe una visión estereotipada del anciano como una persona con múltiples problemas físicos, mentales, funcionales y sociales que llega a convertirse en una carga, especialmente, por la pérdida de su producción económica. Esta visión del envejecimiento como pérdida implica que se vive mirando hacia el pasado y no hacia el futuro, puesto que si se hiciera esto último se consideraría el envejecimiento como un proceso de cambio y no necesariamente de menoscabo o deterioro.

El viejismo o senilismo, el odio a todo aquello que sea viejo, es una tendencia en el mundo contemporáneo. Debido a la prolongación de los años de vida, a los nuevos tipos de organización social industrial y al avance de la medicina moderna en todas sus especialidades se ha construido una cultura que rinde culto a la juventud y en la cual el proceso de envejecimiento se asocia a lo “patológico”. De la misma manera que en otras épocas la ancianidad representaba un periodo importante de la vida, la noción de juventud se tornó en el siglo veinte en un ideal que marginalizó e hizo invisible la vejez, estereotipo que se refuerza cada día en escuelas, medios de comunicación, en sitios de trabajo y aún en las instituciones de atención al anciano. La comunidad está de espaldas a la situación que se está viviendo; el crecimiento notable de la franja poblacional mayor de 60 años, y aún falta mucho por aprender acerca de ellos. Un axioma que debe ser una constante es: “Aprender como envejecer, aprender mientras se envejece y aprender de los que envejecen.”

Salud del Anciano

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