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2. Envejecimiento saludable

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En 1990, la OMS planteó un concepto de envejecimiento saludable centrado principalmente en la salud física, mental y social y, en consecuencia, similar a la definición tradicional de salud. En este escenario el envejecimiento saludable se enfoca en mantener una buena salud (física, mental, social) a través de un estilo de vida saludable y ser físicamente activo. Se establece como una de las probables trayectorias al envejecer, con unas bases biológicas cada vez más claras y se establecen relaciones con desenlaces en morbilidad y en mortalidad.

Una de las primeras definiciones de envejecimiento saludable propuesta por la OMS en 1990 lo describe como un proceso complejo de adaptación a los cambios físicos, sociales y psicológicos a lo largo de la vida. Inicialmente, se planteó bajo un modelo biomédico, con tres dominios principales: la salud física que incluye elementos como la función fisiológica, pulmonar, el metabolismo de la glucosa, la composición corporal, la función endocrina, las hormonas sexuales y los marcadores de función inmune; la capacidad funcional que involucra aspectos como la fuerza, el equilibrio y la locomoción), y el dominio cognoscitivo que integra diferentes elementos de las funciones mentales superiores.

Sin embargo, al igual que ocurre con el envejecimiento exitoso, no hay consenso sobre su significado, lo que dificulta las comparaciones, la medición y el resultado de los programas de intervención. Peel et al. (2004) realizaron una revisión sistemática en la que subrayan la necesidad de establecer un estándar para definir y cuantificar el concepto y, a pesar de las diferencias, según los autores hubo consenso en que el envejecimiento saludable un proceso de optimización de las oportunidades para mejorar y preservar el bienestar físico, social, mental, la salud, la independencia y la calidad de vida, que dura toda la vida; es un resultado de salud positivo, multidimensional y debería medir la capacidad de funcionar bien y adaptarse a los desafíos ambientales.

A partir de los años noventa, y todavía recientemente, se han propuesto diversas teorías sobre el envejecimiento saludable. Franco et al., (2009) plantean que la vida y el envejecimiento son prácticamente sinónimos y uno no puede ocurrir sin el otro, pero a diferencia del envejecimiento, la mala salud no es una condición sine qua non de la vida. En este contexto, definen el ‘fenotipo de envejecimiento saludable como la condición de estar vivo, a la vez que los sistemas de control metabólico, hormonal y neuroendocrino están altamente conservados a nivel orgánico, tisular y molecular. Además, se caracteriza por un mayor grado de complejidad fisiológica en aspectos de funcionamiento tales como la variabilidad de la frecuencia cardiaca, la estructura neuronal y la arquitectura ósea, que se asocian con un cuerpo biológicamente más joven. El fenotipo de envejecimiento saludable representa la reserva óptima y la resiliencia biológica para responder y adaptarse a factores estresantes ambientales diarios, lo que se traduce en la ausencia de condiciones médicas (por ejemplo, ECV, demencia, cáncer) y la presencia o mantenimiento de otros aspectos importantes del funcionamiento humano (por ejemplo, función física). Este fenotipo es multidimensional, dependiente de la edad y del género, y está determinado por la interacción entre los genes, la impronta epigenética y los factores ambientales. Posteriormente, Mathers et al. en 2014 establecieron la guía de biomarcadores de envejecimiento saludable que contempla cinco grupos de biomarcadores con sus respectivas dimensiones e instrumentos de evaluación.

Con base en esta guía, Lara et al. (2013) plantean que el envejecimiento saludable es la capacidad de participar socialmente, ser productivo y funcionar independientemente tanto a nivel físico como cognitivo. Después de una evaluación de la literatura, estos autores seleccionaron las siguientes dimensiones: salud fisiológica y metabólica, capacidad física, función cognitiva, bienestar social y bienestar psicológico, a fin de caracterizar el fenotipo de envejecimiento saludable. Posteriormente, propusieron un modelo de cinco grupos de biomarcadores: función fisiológica (función cardiovascular y pulmonar, metabolismo de la glucosa y composición corporal); función endocrina (marcadores del eje hipotálamo hipofisiario, hormonas sexuales y hormonas de crecimiento); capacidad física (fuerza, locomoción, equilibrio y destreza); función cognoscitiva (memoria, velocidad de procesamiento y función ejecutiva), y función inmune (factores inflamatorios). Según los autores este modelo puede distinguir entre ancianos saludables y no saludables y valorar los cambios con el tiempo.

A su vez, la Comisión Europea (2011) incluye varios elementos como el funcionamiento (capacidad individual y sistemas corporales subyacentes), bienestar, actividades y participación, y enfermedades (incluidas las enfermedades no transmisibles, fragilidad, trastornos de salud mental y oral). También indica la necesidad de abarcar la resiliencia, la capacidad de adaptarse fisiológica, psicológica y socialmente en diferentes momentos del curso de la vida. Plantea que el fenotipo de envejecimiento saludable permite que las personas se den cuenta de su potencial físico, social (económico, cultural, espiritual y cívico) y el bienestar mental, y tiene como objetivo extender la esperanza de vida saludable, los años de vida saludable y la calidad de vida de todas las personas a medida que envejecen.

Por otra parte, la OMS en su Reporte sobre salud y envejecimiento (2015) hace énfasis en que el envejecimiento saludable es algo más que la ausencia de enfermedad y para la mayoría de los ancianos lo más importante es mantener la capacidad funcional, debido a que muchas personas presentan una o más afecciones que están bien controladas y tienen poca influencia en su capacidad de funcionamiento. Por tanto, la OMS considera el envejecimiento saludable en un sentido amplio centrado en la persona y basado en el curso de la vida y en perspectivas funcionales, lo define como el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez. El eje central de esta definición es la funcionalidad, compuesta por elementos relacionados con la salud que permiten a una persona ser y hacer lo que es importante para ella, en las esferas física y mental, las cuales son influenciadas por el entorno y las interacciones de cada individuo con este.

La capacidad funcional comprende los atributos relacionados con la salud que permiten a una persona ser y hacer lo que es importante para ella. Se compone de la capacidad intrínseca de la persona, las características del entorno que afectan esa capacidad y las interacciones entre la persona y esas características. A su vez, la capacidad intrínseca es la combinación de todas las capacidades físicas y mentales con las que cuenta una persona. El entorno comprende todos los factores del mundo exterior que forman el contexto de vida de una persona e incluye, desde el nivel micro hasta el nivel macro, el hogar, la comunidad y la sociedad en general. En el entorno se encuentran una serie de factores que abarcan el entorno construido, las personas y sus relaciones, las actitudes y los valores, las políticas de salud y sociales, los sistemas que las sustentan y los servicios que prestan.

El envejecimiento saludable refleja la interacción permanente entre las personas y los entornos que habitan y considera la vejez como parte de una trayectoria continua de habilidades y capacidades. El ajuste entre el entorno y la persona tiene en cuenta a la persona y sus características de salud y capacidad; las necesidades y los recursos de la sociedad; la naturaleza dinámica e interactiva de la relación entre los ancianos y los entornos que habitan y los cambios que se producen en las personas y en los lugares con el tiempo.

Más recientemente se ha insistido en la necesidad de articular el envejecimiento saludable y la equidad. Sadana et al. (2016), en una extensa revisión bibliográfica sobre la superposición de ambos temas, en la cual privilegian las publicaciones a partir de 2005 de países de ingresos bajos, medios y altos y la evidencia generada por la Comisión de la OMS sobre Determinantes Sociales de la Salud, aplicable al envejecimiento y la salud en todo el curso de la vida, basados en datos de 194 países, destacan las diferencias en la salud de los ancianos y consideran tres temas fundamentales: primero, los factores multinivel que contribuyen a las diferencias en el envejecimiento saludable, en todos los contextos; segundo, políticas o puntos de entrada potenciales para la acción que podrían servir para reducir inequidades en salud, y, tercero, nuevas áreas de investigación para abordar la causa de las inequidades persistentes y las lagunas en la evidencia sobre lo que se puede hacer para aumentar el envejecimiento saludable y la equidad en la salud.

Se propone un enfoque que reúne varias teorías que ayudan a identificar los factores que contribuyen a los niveles y la distribución de la salud en edades más avanzadas: a) causación biomédica (privilegiando la dotación genética, las funciones corporales y la atención médica); b) causalidad social (donde la posición social determina los niveles de salud y su distribución a través de factores intermedios); y c) perspectivas del curso de la vida (reconoce la importancia del tiempo y la trayectoria para comprender los vínculos causales entre las exposiciones y los resultados en el curso de vida de un individuo, a través de las generaciones y en las tendencias de salud y supervivencia de la población). Juntos, estos niveles forman un marco ecosocial, multinivel y multidominio para resaltar factores y vías plausibles hacia un envejecimiento saludable e identificar puntos de entrada para reducir las inequidades en la salud.

Una investigación sobre envejecimiento saludable, llevada a cabo por el grupo de Investigación en Gerontología y Geriatría de la Universidad de Caldas, establece la frecuencia del fenotipo de envejecimiento saludable de acuerdo con tres modelos (integrativo, biomédico y psicosocial) e identifica los factores predictores en cada uno de ellos. El modelo integrativo incluye salud fisiológica y metabólica, capacidad física, función cognoscitiva, bienestar psicológico y bienestar social (ver figura 7.3). El modelo biomédico incluye tres dimensiones: salud fisiológica y metabólica, función física y función cognoscitiva. Finalmente, el modelo psicosocial incluye función cognoscitiva, función psicológica y función social.


Figura 7.3 Dimensiones e indicadores de envejecimiento saludable

Fuente: Curcio, CL, Giraldo A, Gómez JF. Fenotipo de envejecimiento saludable en personas mayores de la ciudad de Manizales. Biomédica, 2020; 40 (1).

Este estudio presenta los primeros resultados de prevalencia del fenotipo de envejecimiento saludable en ancianos colombianos. 12,3% según el modelo integrativo que incluye las cinco dimensiones; 15,5% según el modelo biomédico el cual incluye tres dimensiones (salud fisiológica y metabólica, función física y función cognoscitiva), y aumenta a 66,3% según el modelo psicosocial que incluye función cognoscitiva, función psicológica y función social. Para los tres modelos los predictores independientes de envejecimiento saludable son tener buena y muy buena autopercepción de salud y tener satisfacción con el ingreso. Además, en el modelo psicosocial ser casado también predice envejecimiento saludable.

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