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El iris y la edad del individuo

El iris infantil

La observación del iris de niños de corta edad no sólo es tremendamente difícil de realizar, sino que en muchos casos consigue resultados decepcionantes… salvo que hagamos un estudio a largo plazo. ¿Quién no ha oído decir alguna vez que «todos los niños nacen con los ojos azules»? Algo tiene de cierto, ya que hasta los cuatro o cinco años de edad la pigmentación del iris no adquiere su tonalidad definitiva. Al igual que otros muchos sistemas orgánicos, en la infancia hay procesos de desarrollo de órganos vitales que no se acaban hasta una edad mayor. El iris es uno de ellos.

Además de todo esto, los niños, por naturaleza, tienen unos párpados más regordetes, que a menudo obstaculizan la exploración fotográfica y con lupa o microscopio. Esto es especialmente evidente en niños recién nacidos o con pocos meses de vida. En estos casos, la densidad del iris está bastante conformada, pero existe ausencia de una pigmentación, que se forma hasta los cinco o seis años de vida.

El niño es, además, difícil de explorar. Su natural inquietud y sorpresa hacia la luz, el aparato fotográfico o el microscopio hacen que la tarea de explorar un iris infantil (hasta los tres o cuatro años de edad) sea harto compleja. Cuando se enfoca bien una señal, el niño se mueve y estropea la exploración. Con frecuencia además resulta muy difícil conseguir que el niño permanezca con el ojo enteramente abierto.

En muchas ocasiones presentan, sin embargo, signos importantes, como pigmentaciones, coloraciones, debilidades determinadas, aun sin padecer ningún proceso de enfermedad importante. En estos casos convendrá hacer un estudio familiar para observar si estas debilidades son heredadas.

El iris linfático-alérgico

Hay cierto tipo de niños, generalmente con ojos azules, que tienen una disposición especial en el iris; ésta nos indica una tendencia a la sobrecarga linfática o a procesos alérgicos. En unos casos, se puede observar una zona bastante ancha de la piel oscurecida, delatando una deficiente eliminación por la piel. Este fenómeno suele indicar una tendencia alérgica (asma, bronquitis espástica, dermatitis alérgica, conjuntivitis, incluso jaqueca). En otros casos, observamos la presencia de nódulos linfáticos claros, con fibras brillantes e hipertónicas. Este segundo tipo de signos indica el potencial estado de congestión linfática corporal.

Este tipo de iris, en sus dos variantes, es bastante frecuente en muchos niños que padecen otitis, sinusitis, amigdalitis, fiebres de repetición, o problemas de una índole estrictamente alérgica, como tos espástica, asma bronquial, colitis alérgica del lactante, erupciones en la piel, etc.

Muchas anomalías congénitas no se observan en el iris: he conocido niños con enanismos, malformaciones genitales o síndrome de Down, que carecían de signos inequívocos de su enfermedad.

El iris senil

En el extremo opuesto de la vida, encontramos los iris de las personas ancianas, que suelen presentar una serie de características diferenciales opuestas en muchos casos a las que hemos citado en los niños.

En primer lugar, el tono neurovegetativo suele ser de predominio parasimpático y débil, lo cual se manifiesta por una tendencia a la miosis (contracción de la pupila) y debilidad de los reflejos pupilomotor y consensual; éstos pueden estar casi abolidos, sin que ello indique necesariamente un problema neurológico. La falta de tono energético del anciano se muestra en el iris con este signo que, de aparecer en personas de menor edad, hará sospechar un «envejecimiento» prematuro del sistema de equilibrio neurovegetativo.

El color del iris del anciano suele tener una tonalidad mate (parecida a la que provoca lavar repetidamente un pantalón tejano), perdiendo el brillo que habitualmente se observa en personas de corta edad, a partir de los cuatro o cinco años.


BCB, 21 meses, varón, iris derecho. Sin otra patología previa, posteriormente desarrolló conjuntivitis, rinitis y bronquitis de repetición, especialmente por alergia al pelo de gato. Iris infantil de constitución linfática con una debilidad constitucional e hipertonía neurovegetativa en el área comprendida entre las 2 y las 4h, que se corresponde con la zona de linfáticos cefálicos.


QCG, 73 años, varón, iris izq. Se trata del abuelo de BCB (foto anterior), quien presenta también una constitución linfática con características similares. La pupila está discretamente deformada entre las 7 y 9h. Presenta además un arco senil incipiente que se corresponde con un cuadro de microtrombosis cerebral y enfermedad de Alzheimer incipiente que marcan una arteriosclerosis relativamente importante.


FBI, 92 años, varón, id. Vegetariano, falleció cuatro años después por síndrome de la clase turista tras haberse sometido a una intervención por fractura de fémur. Se trata de un iris con una densidad buena en el que se marca especialmente la presencia de numerosos rayos solares, indicando sobre todo una cierta dificultad digestiva. Aunque se observan signos de esclerosis (indicios de arco senil), es sorprendentemente escaso para la edad avanzada del paciente, lo que se corresponde con su asombrosa lucidez mental.

El borde periférico del iris y los anillos adyacentes suelen verse afectados por alteraciones en la transparencia de la córnea, especialmente por los denominados arco senil y anillo de colesterol. Sin embargo, éstos no son los únicos fenómenos que podemos observar, ya que en muchas ocasiones encontramos la presencia de pterygions, unos nódulos fibrovasculares de color blanco; a veces hay algún vaso sanguíneo en su interior, que se localiza exclusivamente en el lado nasal del iris, sin llegar a confluir, por regla general, con los conductos lacrimales. Estos nódulos fibrovasculares sobresalen por encima de la córnea y no se pueden considerar signos irídicos. Su significado diagnóstico aún no está aclarado, si es que tiene alguno. Estas alteraciones en la transparencia de la córnea dificultan en muchos casos la lectura de los signos del iris, ya que nos tapan zonas o sectores en los que se deberían representar los signos de las enfermedades que el paciente manifiesta.

La pigmentación general del iris también suele perder su tonalidad brillante con el paso de los años, pero, a cambio, suele presentar una mayor pigmentación, ya se trate ésta de una heterocromía central o de manchas pigmentarias toxínicas o toxémicas.

En la observación de la esclerótica se pueden observar pigmentos amarillentos, por reabsorción de microhemorragias vasculares, y la presencia de numerosos capilares sanguíneos con diferentes signos de interés en la esclerología.

La exploración de la persona anciana no es, ni mucho menos, tan difícil como la de los niños de corta edad; pero sí lo es más que la de un adulto normal. Los ancianos abren con más dificultad los párpados, puesto que los tienen más amplios y arrugados, y además en algunas ocasiones les falta el tono energético necesario para mantenerlos bien abiertos durante un período relativamente prolongado de tiempo. El lagrimeo es más frecuente, y la capacidad de resistencia a la iluminación, menor que en los adultos. Además, en algunos casos se ha de añadir el temblor no intencionado que surge con la edad, y que en tomas macrofotográficas o con la observación al microscopio hacen más difícil la lectura de los signos del iris.

El gran libro de la iridología

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