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Graduación evolutiva de los signos del iris

Independientemente de que los signos del iris cambien o no con el paso del tiempo, existen ciertas normas de diagnóstico que ayudan a valorar el grado de evolución del desorden o desequilibrio sospechado a través de la observación de determinados signos. En general, esta graduación se puede hacer por la tonalidad o tipo de coloración que se observa en el signo del iris.

La valoración de la gravedad de un signo siempre tendrá una orientación de topoestabilidad, es decir, de relación del signo con el sector que ocupa. Cuando estos signos son muy abundantes, especialmente observables en casos de inflamaciones (estados agudos), la indicación puede ser de tipo más global, por afectación general del sistema. Sin embargo, jamás podremos considerarlos signos topolábiles.

Normalidad

Cuando ninguna modificación del color del estroma acompaña a un signo estructural del iris, podemos considerar, por regla general, que la alteración sólo indica una insuficiencia, pero no existe ningún tipo de agudización, cronicidad o tendencia degenerativa. Esto es especialmente cierto en iris con densidades flojas, lo que se traduce en gran abundancia de signos de escasa relevancia diagnóstica específica.

Aunque es realmente difícil establecer las fronteras entre un signo normal y otro anormal, se podría decir que los signos normales tienen el color básico de la estructura del iris. Evidentemente, ciertos signos, como es el caso de las criptas, nunca podrán ser considerados normales, ya que su propia estructura conlleva un cambio en la coloración interior que presenta el iris (color oscuro).

Estado agudo

Los signos de estado agudo forman el primer eslabón de la cadena de graduación patológica del iris. Se presentan como signos de color claro, brillante y limpio, y se forman cuando el tejido del iris está hinchado, sobreelevado o edematoso. El color blanco indica estado agudo, catarral de irritación o inflamación. En los iris azules, se observará a menudo el color blanco límpido, mientras en otros iris azules y en todos los pigmentarios, las señales blancas puras no aparecen nunca, adoptando una tonalidad amarillenta u ocre. Finalmente, en los iris densamente pigmentados, estas señales pueden no ser detectables, a pesar de que el estroma del iris se encuentra afectado por el citado estado catarral. A pesar de ser muy ilustrativo, es erróneo hablar de señales de color blanco, debiéndose mencionar una coloración más clara en ciertos sectores del iris. Existen muchos tipos de signos (hilos de plata, pelo peinado, aflojamientos, líneas de curación, etc.) que presentan una coloración usualmente más clara que el iris; serán explicados en su capítulo correspondiente. Sin embargo, en este apartado nos referiremos a ellos con una visión global de todos, y como factor de diagnóstico específico dentro de cada signo observado. Los signos claros los forma la presencia de un edema o hinchazón de determinadas zonas del iris. René Bourdiol hizo, en su admirable libro, una comparación muy acertada con el color blanco de la espuma del mar al estudiar la formación de los colores del iris; nos puede recordar este edema. Los signos claros son los que tienen una relación más directa con la hipertonía neurovegetativa, dentro de los diferentes signos que pueden observarse en el iris. Esta hipertonía neurovegetativa sería, en principio, la responsable del estado de hipertonía orgánica del sector afectado. En este sentido amplio se debe entender el concepto de inflamación, irritación o catarro; es decir, en el sentido de hiperfunción del órgano o sector orgánico afectado. De esta manera, un sector con un signo de agudización tenderá a mostrar una sintomatología florida, con eliminaciones catarrales, hipermovilidad o exceso de función en general. Es lo que muy acertadamente la Escuela Francesa de Iridología Renovada denomina «signos en +».

Tradicionalmente, las señales agudas se han descrito como de tipo catarral. Ahora bien, como toda interpretación irídica, también habremos de comprender el concepto de catarro en un sentido amplio de tendencia patológica, sin confundirlo burdamente con el catarro respiratorio. Al referirnos a catarro, no queremos denotar una infección bacteriana o vírica de un órgano determinado, sino un tipo de proceso de presentación de los síntomas. Desde este punto de vista, el catarro podría ser nasofaríngeo, pulmonar, intestinal, genital, o de cualquier otro órgano, y se manifestaría por la presencia de una hipersecreción de las glándulas mucosas inflamadas y una hiperfunción eliminadora de los órganos afectados. El producto de excreción de la patología catarral es la mucosidad, también entendida en su concepto más amplio, como una forma de eliminación catarral.

Evolución de los signos del iris


La profundidad de la lesión en el tejido del iris nos marca el color y la gravedad del signo.

Estado subagudo

Es el segundo grado de la evolución patológica, y para muchos autores sería el producto del empeoramiento y persistencia de los signos agudos. Esto es probable debido a que son signos que afectan a la coloración y no a la estructura. Si un estado agudo catarral no consigue realizar correctamente la eliminación de la mucosidad, ésta se almacena en el interior, provocando un inicio de cronicidad en el desorden corporal; es lo que se denomina el estado subagudo, en el que se alternan las manifestaciones de tipo eliminativo, generalmente nunca completas, y el inicio de cronicidad, con insistencia de los síntomas de enfermedad, y periodicidad de su presentación. Los signos subagudos también son de coloración clara (más clara que el color base del iris), al igual que los signos agudos; sin embargo, presentan un aspecto más desgastado y han perdido el tono brillante y la limpieza que poseían los anteriores. Algunos autores dicen que es como si se hubiera pasado un papel de lija sobre la señal, adquiriendo un tono mate y algo sucio. Las tonalidades grisáceas pueden hacerse más perentorias. En los iris azules este hecho es muy destacado, aunque en los más pigmentados la diferenciación entre agudo y subagudo es mucho más dificultosa. Este signo aún denota hiperfunción neurovegetativa, pero ésta puede alternarse con estados de hipofunción por agotamiento orgánico –existe una hiperfunción vegetativa, pero el órgano ya no responde ante el exceso prolongado de estímulo–, en un fenómeno típico de tolerancia, similar al que se provoca con los medicamentos o en los adictos a drogas. El ejemplo más claro es el que Jensen denomina gastritis hipoclorhídrica hipertónica, que citaremos en el capítulo correspondiente a la zona del estómago.

Estado crónico

En el tercer grado de la cadena patológica, encontramos los signos crónicos, fruto de la evolución de los dos estados anteriores. Los signos de cronicidad se manifiestan por un oscurecimiento progresivo de los signos y la presencia de pigmentos adyacentes, que pueden considerarse de tipo toxémico.

Es muy característica la pigmentación de los bordes de las lagunas, aunque los signos de cronicidad no se limitan a ellas, sino que pueden afectar a cualquier signo estructural. Los signos crónicos son más oscuros que el resto del estroma, y su mecanismo de formación indica que la cronicidad está inevitablemente ligada a un aumento de la carga toxémica del sector u órgano, que es incapaz de eliminarla correctamente. De hecho, este concepto es el tradicionalmente aceptado por la Medicina Naturista. El color de la pigmentación nos indica qué tipo de órgano eliminador es el más sobrecargado, como se explica en el capítulo sobre pigmentos del iris.

Mientras la toxemia circunscrita indica esa acumulación de catabolitos sin eliminar, el oscurecimiento de las señales advierte de cierto grado de lesión en el tejido. Las señales oscuras lo son porque están excavadas («signos en –», de la Escuela Francesa Renovada) y la iluminación no penetra bien en su interior; además, su misma excavación las aproxima a la capa pigmentaria que recubre la zona posterior del iris. Con todo ello, podemos llegar a ciertas conclusiones interesantes sobre la terapéutica cuando observemos una señal de cronicidad. Por ejemplo, el tipo de eliminación que se ha de provocar para hacer más efectivo el tratamiento (dependiendo del tipo de toxemia circunscrita): si tenemos una pigmentación de origen renal, lo mejor será estimular la eliminación renal, y no la digestiva, aunque ésta nunca esté de más. En cuanto a los signos oscuros (negruzcos), al indicarnos una posible lesión en el tejido nos orientan sobre el grado de afectación y hasta qué punto podemos forzar la eliminación en el órgano que padece un desequilibrio crónico. Un órgano con lesiones importantes habrá de tratarse con sumo cuidado, ya que al provocar una crisis curativa de eliminación podemos, en realidad, desencadenar una crisis destructiva del tejido y, por ende, una cronicidad aún más irreversible. En estos casos siempre es conveniente establecer terapias derivativas. Por regla general, el estado crónico indica que la capacidad de curación total está muy reducida, aunque no es imposible; suele cursar con un estado de hipotonía neurovegetativa (salvo en las reagudizaciones). El estímulo de la función neurovegetativa (con hidroterapia, por ejemplo) puede ser un buen método de tratamiento, siempre que el órgano con la afección crónica tenga suficientes reservas de energía para recuperarse, aunque sea levemente.

Estado degenerativo

Es el estadio final de la serie patológica, y se presenta como una señal crónica, a la que se han añadido signos claros de reagudización permanente. No tienen por qué delatar un cáncer, aunque esta patología es el ejemplo más ilustrativo del proceso degenerativo del cuerpo. Sin embargo, los signos degenerativos añaden a los signos crónicos la presencia optativa de señales toxínicas (diátesis o tendencia cancerínica). No es difícil confundir un estado degenerativo y una señal crónica con «líneas de curación», por lo que insistimos en que la prudencia en el diagnóstico y la experiencia clínica son fundamentales en Iridología. El estado degenerativo presenta la suma de señales de destrucción tisular (lagunas o criptas, aunque especialmente éstas últimas), de acumulación tóxica (manchas pigmentarias toxínicas y/o toxémicas) y de actividad (señales «agudas», aunque muchas veces de carácter sospechoso, como radiales vascularizadas, radiales aberrantes o transversales). En estos casos, la orientación terapéutica irá encaminada, en primer lugar, a suprimir el estado de hipertonía neurovegetativa, que provoca que la degeneración cobre fuerza y energía; y en una segunda fase, después de que se haya estabilizado el proceso, habría que tratar la afección como lo haríamos ante cualquier otro problema de tipo crónico.

El gran libro de la iridología

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