Читать книгу Pink - Lili Wilkinson - Страница 11

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Si pudieras ir al supermercado y comprar personas como si fueran paquetes de Doritos, Alexis y sus amigos estarían en la sección gourmet. Todos combinaban con todos, como en un catálogo de moda. Había tres chicas menudas y perfectas: Alexis, con su pelo cortito de color rubio platino; Vivian, una chica malaya elegante y sofisticada que tenía la manicura más espectacular que he visto nunca; y Ella-Grace, la de las trenzas castañas que hablaba francés y japonés. A su lado, me sentía una giganta sucia y patosa. Una giganta sucia y patosa con nada interesante que decir.

Los tres chicos eran altos y fornidos, como si practicasen remo o algún otro tipo de deporte pijo, estilo lacrosse o waterpolo. Llevaban vaqueros entallados, con arrugas y raspones perfectamente medidos, camisetas de marca y el pelo artísticamente despeinado. Parecían ser los novios de las tres chicas, y se llamaban Caleb, Cameron y Connor, aunque no me quedó claro quién era quién. Estaban sentados en una mesa de pícnic cercana, y hablaban de qué universidad ofrecía el mejor máster en Administración de Empresas y cómo le había ido a Nueva Zelanda en el último partido de críquet.

Las chicas eran espantosamente simpáticas. Me preguntaron cómo me había ido el primer día y se ofrecieron a dejarme apuntes o a ayudarme con la Física y, en general, eran tan brillantes, alegres y llenas de energía que me costaba creer que no fueran tontas de remate. Me sentía culpable solo por hablar con ellas; me aterrorizaba que Chloe irrumpiese en cualquier momento, dejase caer la ceniza del cigarrillo sobre aquellas visiones de perfección rosa y las redujese a la nada.

—Ava, ¿cómo era tu otro colegio? —me dijo Alexis.

Sentí que me ruborizaba.

—Eh… Estaba bien. El nivel era mucho más bajo.

Ella-Grace se rio, una risa como una catarata.

—Normal —dijo—. Pero te aburrías, ¿verdad? Por eso has venido aquí.

Asentí. Por eso y porque quería llevar el jersey rosa, faldas y lápiz de labios. Y hablar con gente común y corriente sobre cosas comunes y corrientes, como chicos, programas cutres de televisión y el resto de cosas que Chloe odiaba.

—Aun así, echarás de menos a tus viejos amigos —añadió Vivian con una sonrisa comprensiva.

Asentí de nuevo, casi esperando que la ceniza se derramara sobre nosotros cual lluvia divina y vengativa.

Alexis dejó escapar un gritito, el tipo de sonido que podría emitir Bambi al descubrir a una criatura del bosque sola y especialmente necesitada de su afecto y su amistad. Me rodeó con los brazos y me apoyó la cabeza en el hombro. Yo me tensé sin quererlo. ¿Por qué me tocaba? ¿Se daría cuenta de que me gustaban las chicas?

¿Podría notarlo de algún modo?

Olía a verano, a manzanas y madreselva. Deseé ser ella.

—No te preocupes —dijo—. Somos tus nuevos amigos. Te cuidaremos.

Por un momento, pensé que iba a echarme a llorar. ¿Cómo podían ser tan simpáticos? ¿Cómo sabían que yo merecía la pena? ¿Y si no era lo suficientemente inteligente o elegante o… normal? ¿Y si se enteraban de la existencia de Chloe?

—¿Sales con alguien? —preguntó Ella-Grace.

Di un bote. ¿Acaso me leía la mente?

Abrí la boca para responder, pero no tuve ni idea de qué decir, así que la cerré. Genial, mis nuevos amigos se debían de creer que era un pez. ¿Qué podía decir? Era un momento clave de mi nueva vida, una gran decisión. ¿Realmente podía refutar la existencia de Chloe sin más? ¿Era lo que de verdad quería?

—No —dije al fin.

Vivian dio una palmada.

—¡Pues ya tenemos primera misión como tus nuevas mejores amigas!

Las chicas fruncieron los labios y me observaron con la cabeza ladeada.

—Aaron —dijo Ella-Grace.

—Demasiado emo —respondió Alexis.

—Dario.

—Demasiado bajo.

—Luke.

—Gay.

—¿En serio? Eso explica su gusto exquisito con los zapatos. ¿Y Vincent?

—Está saliendo con Marissa-Jane.

—Qué pena. Es muy bueno en química inorgánica.

—¡Ah! —Alexis se levantó de un brinco—. Ethan.

—Ethan. —Vivian asintió y sonrió.

—¡Ethan! —Ella-Grace me guiñó el ojo.

Todo iba demasiado rápido.

—¿Quién es Ethan? —pregunté.

—Alto, guapo, atlético, buen estudiante —dijo Alexis—. Muy buen candidato, ¿no crees, Cam?

Se acercó a la mesa de pícnic donde estaban sentados los chicos. Cameron levantó la cabeza al verla y le pasó un brazo perezoso por la cintura.

—¿Eh?

—Ethan y Ava. Parfait, n’est-ce pas?

Mais oui, ma chérie. —Cameron sonrió, de nuevo en plan modelo de catálogo, y ella se inclinó para besarlo.

—¡Qué emoción! —dijo Vivian—. Tenemos que hacer que os conozcáis. Lo mismo tenéis alguna clase juntos. O te puedes unir al programa de tutorías que hace con los niños de la escuela primaria. Al club de debate no va porque tiene remo los miércoles.

¿Hacía voluntariado con niños?

—El musical —declaró Alexis mientras volvía a nuestro lado—. Ava tiene que estar en el musical.

Hubo un coro de asentimientos. Comencé a sentir una ligera náusea.

—¿Un musical? ¿Como El fantasma de la ópera? —pregunté.

Alexis asintió.

—Pero este año es Bang! Bang! Todos nosotros vamos a actuar y he visto que Ethan también se ha apuntado al casting de la semana que viene.

—Tienes que apuntarte, así podrás conocerlo —dijo Ella-Grace.

Tragué saliva.

—¿Un casting? ¿De cantar?

—No te preocupes. —Alexis le restó importancia—. Seguro que te cogen. Tengo un presentimiento.

Yo también tenía un presentimiento. Uno malo. Intenté imaginarme lo que diría Chloe si le contase que iba a participar en un musical de colegio. Cantando. Bailando. No la veía capaz de pronunciar palabra siquiera.

—Es perfecto —dijo Alexis—. Ambos estaréis en el musical, ensayaréis juntos y quedaréis los fines de semana. Y yo me aseguraré de que todo va según el plan. Será como en Emma.

—Claro, porque como todo salió estupendamente en Emma… —mascullé con una voz casi inaudible.

A la frente perfecta de Alexis le salió una arruga.

—Bueno, todo salió bien al final.

Chloe odiaba a Jane Austen. Más aún de lo que odiaba Disney, el McDonald’s y Harry Potter. Decía que todos los personajes de Jane Austen eran superficiales y burgueses, y que les importaba un comino la injusticia social o la abolición del sistema de clases. Y que las mujeres eran antifeministas porque todo lo que querían era casarse y obedecer a los hombres. Cuando descubrió que yo tenía una copia de Orgullo y prejuicio en la estantería, soltó una cita de Mark Twain, algo así como que una biblioteca sin libros era mejor que una biblioteca donde estuvieran los libros de Jane Austen.

Recordé cómo había torcido el gesto al ver el libro, cómo lo había tomado entre los dedos índice y pulgar, como si fuera algo medio podrido. Lo tiró a la papelera con un movimiento desdeñoso de muñeca. Quise rescatarlo, pero sabía que no podía volver a ponerlo en la estantería, así que lo dejé pasar. Todavía lo echaba de menos.

—Vale —dije—. Lo haré. Me presentaré al casting del musical.

Pink

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