Читать книгу Pink - Lili Wilkinson - Страница 8

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En mi antiguo instituto, la espera en clase antes de que llegase el profe era una mezcla entre un baile y un documental de animales salvajes. Los alumnos se tiraban comida entre sí, se daban manotazos y pegaban gritos. Las chicas se despatarraban en los pupitres y cantaban con los cascos puestos; los chicos nos tiraban de las gomas del sujetador y emitían gruñidos. Al fondo, un par de adolescentes de género indeterminado se exploraba mutuamente las amígdalas.

Chloe y yo solíamos entrar con el segundo timbrazo, nos sentábamos cerca de la ventana y poníamos cara de estar aburridas y muy poco interesadas. Chloe sacudía los dedos con delicadeza, como si tirase la ceniza de un cigarrillo invisible.

Entonces, el profesor o la profesora entraba, enrojecía y empezaba a gritar nombres por encima del guirigay; nosotros no nos molestábamos ni en responder y él, o ella, no se molestaba en tachar nuestro nombre de la lista.

Ese mismo momento, pero en el Billy Hughes, fue como ir a un spa. Todos parecían contentos y relajados. Los chicos y las chicas hablaban unos con otros, como si realmente fueran miembros de la misma especie. La mayoría llevaba tazas de té o café; me pregunté si había alguna cocina que los alumnos pudiésemos usar. Todo era muy maduro. El aire olía a café, a perfumes caros y sutiles, y a colonia de chico. Inspiré profundamente. Era el olor del conocimiento, el éxito, el logro.

—Hola.

Me giré. Una chica bajita y rubia, con unos ojos azules enormes y el tipo de nariz que las famosas pagan millones por tener, me sonreía con una dentadura blanca y perfecta.

—Me llamo Alexis —dijo, y extendió la mano.

En una película, ese sería el momento en el que yo diría algo inapropiado y la chica superpopular me fulminaría con una sola mirada.

—Ava —balbuceé—. Yo soy Ava.

Le estreché la mano tímidamente, sintiéndome muy mayor. ¿Qué clase de adolescentes van por ahí dando la mano? En mi antiguo centro, nos presentábamos con un gruñido indeterminado y un ligero movimiento de cabeza.

—¡Como Ava Gardner! —dijo la chica—. Qué genial.

Parpadeé. Hasta ahora, Chloe era la única persona que había dicho eso. Bueno, Chloe y gente de la edad de mi abuela.

—Te gustará estar aquí, estoy segura —dijo Alexis, entrecerrando los ojos con una picardía adorable.

¿Cómo lo sabía? ¿Sabía acaso que no solía llevar jerséis rosas de cachemira? Y… ¿se daría cuenta de que era una lesbiana casi gótica? Ojalá no. Alexis era la primera persona con la que hablaba en el Billy Hughes y deseaba con todas mis fuerzas que no fuese la última.

El profesor entró y todos nos sentamos. No había oído ningún timbre. A lo mejor ni siquiera había.

—Buenos días, Matthew —dijo Alexis.

El profesor asintió en su dirección.

—Hola, Alexis.

Llamar a los profesores por su nombre, café, ningún timbre, darse la mano, que todo el mundo fuera maduro, serio y disciplinado… Por un momento me olvidé del jersey rosa y de la posibilidad de que Me Gustasen los Chicos. Solo estaba feliz de estar en un centro en el que ser inteligente no se considerase un signo de inestabilidad emocional.

Pink

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