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Sueño profundo y memoria

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Durante el sueño profundo, además de la limpieza, el cerebro clasifica los recuerdos y almacena los más útiles.

En un día promedio, suceden muchas cosas. Escuchas las noticias, lees un libro, vas a trabajar, hablas con amigos, te conectas a las redes sociales o escuchas música. En otras palabras, cargas el cerebro con un torrente de posibles recuerdos. Algunos son útiles, pero otros se pueden descartar. Mientras duermes (sobre todo durante el sueño profundo) el cerebro decide qué recuerdos almacenar y cuáles descartar.

Es un poco parecido a organizar las fotos y los videos en tu teléfono. Almacenarlas exige mucha memoria, por eso cuando se empieza a llenar, tienes que editarlas. Cuando borras videos y fotos inservibles tienes espacio para nuevos.

Incluso comparado con una computadora moderna, el cerebro puede almacenar una cantidad asombrosa de información; según una estimación reciente su capacidad de almacenamiento ronda los 1,000 terabytes, o sea, mil millones de megabytes. Una computadora con esa capacidad guardaría unos dos mil millones de libros o 500,000 películas.

Pese a que tenemos una capacidad sorprendente para recordar cosas, no queremos guardar más basura de la necesaria. Por eso, durante la noche, los recuerdos importantes que están en el hipocampo (que los almacena a corto plazo) pasan al córtex prefrontal (que los almacena a largo plazo, una especie de disco duro). Con el tiempo, se borran los recuerdos que se quedan en la bodega a corto plazo.

Así que si eres estudiante, es importante dormir bien antes de un examen. Desvelarte estudiando es contraproducente porque olvidarás todo lo que memorizaste de último momento. A lo mejor contemplas dormir poco en la semana y reponerte el fin de semana. Desafortunadamente no funciona, porque para consolidar los recuerdos deben transcurrir 24 horas de haber acontecido.

A medida que envejecemos disminuye nuestra capacidad para dormir profundo, lo que puede explicar por qué nuestra capacidad de recordar empeora.

En un estudio reciente, investigadores de la Universidad de California, Berkeley,¹ estudiaron la memoria de 18 jóvenes (en sus veintes) y 15 adultos mayores (en sus setentas), todos saludables, en el laboratorio de sueño. Antes de acostarse, les pidieron memorizar pares de palabras y evaluaron los resultados.

Los conectaron a una máquina de EEG, que midió su actividad cerebral mientras dormían. A la mañana siguiente volvieron a evaluar cuántas palabras recordaban.

Los participantes mayores tuvieron 75% menos tiempo de sueño profundo que los jóvenes, y su capacidad para recordar los pares de palabra fue 55% peor.

Los escaneos cerebrales también mostraron que en la noche los jóvenes son más eficientes a la hora de cambiar sus recuerdos del hipocampo, o almacén de corto plazo, al córtex prefrontal, o largo plazo.

Un descubrimiento alentador fue que aplicar “estimulación transcraneal de corriente directa” —una pequeña descarga eléctrica a la superficie cerebral— mejoraba el sueño profundo de los participantes mayores, así como sus resultados en la prueba de memoria. En todo caso, como descubrirás en el capítulo 6, hay métodos más sencillos que dichas descargas para mejorar el sueño profundo.

Duerme en un dos por tres

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