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COMARCAS CENTRALES: UNA VENTANA A LA MODERNIDAD

Josep Sorribes1

Defender que los nuevos entes de gestión local o comarcas de gestión se articulen como Consorcio de Ciudades a fin de evitar que la «comarca» ahogue el pretendido renacimiento urbano, tiene no sólo bastante lógica y coherencia con las ideas expuestas sino también un precedente de interés: las comarcas centrales.

Hay quien opina que el tema de las comarcas centrales (por favor, olvidémonos de lo de «cuarta provincia») fue en su origen una iniciativa de Unitat del Poble Valencià en su continuado intento de obtener representación en las Cortes del Palacio de Benicarló. El hecho incuestionable es que existe un Consorcio de las principales ciudades del área (VIII y IX de la propuesta), fondos del programa Urban, un reciente informe de la ocde, bastantes estudios globales y sectoriales, los inevitables y necesarios apóstoles de la causa (encabezados por Cebrià Molinero), una cierta dinámica empresarial...

De alguna manera, el proyecto de las Comarcas Centrales prefigura un modelo de gobierno del territorio que tiene algunas semejanzas con lo que aquí hemos defendido. Y decimos proyecto porque el tema de las Comarcas Centrales está todavía muy verde y hay quizá más argumentos para el escepticismo que para la euforia. Existen ciertamente razones objetivas que dificultan la maduración del proyecto. En primer lugar, estamos hablando de un área muy extensa, de relieve abrupto y baja densidad lo cual, en principio, juega en contra de la intensificación de los flujos internos en el ámbito de referencia. Sin embargo, la importante mejora de las comunicaciones viarias en curso puede cambiar con relativa facilidad la tendencia puesto que estamos ante un área económicamnete muy activa, diversificada y con niveles significativos de especialización (industrial, terciaria o de ocio según los casos).

Otro obstáculo más difícil de superar es la clara inadecuación de la legislación vigente. Ya se sabe que eso del vino nuevo en odres viejos es un invento que funciona mal. Además, la consolidación del proyecto de las comarcas centrales tendría un efecto de «contagio» que llevaría a cuestionar con rapidez las fórmulas actuales de organización y gobierno del territorio y ello no creo que sea del agrado del stablishment. De todas formas, el principal enemigo está dentro y pertenece, cómo no, a la inercia mental de los propios implicados. Mi dedicación este primer año del milenio a un género de difícil catalogación (mezcla de libro de viajes, historia, sociología, economía y urbanismo de las ciudades valencianas) me ha obligado a viajar bastante y a hablar con unos y otros. Y casi siempre que salía a conversación el tema de las comarcas centrales, las posturas incrédulas o a la defensiva eran lo más frecuente.

La barrera entre el mar y la montaña era recurrente en esta última (quizá por ello hemos optado por dividir en dos las comarcas centrales) y, especialmente, en el caso de Alcoi donde, ironías de la historia, dicen que Gandia está muy lejos y es otro mundo, cuando fueron alcoyanos los primeros colonizadores de la playa de Gandia y cuando sin el tren de los ingleses la historia industrial de Alcoi hubiera sido muy diferente. Y en Ibi están mucho más interesados en su rápido desarrollo industrial que en temas más «intangibles». Pero tampoco en Dénia se detecta un gran entusiasmo. Más receptivos parecen en La Costera, La Vall d’Albaida o La Safor, con Gandia como ciudad más activa y un Alfonso Rus en Xàtiva de trayectoria incierta e imprevisible.

Visto el panorama y siempre que los recursos lo permitan, no tendría demasiadas dudas sobre la prioridad: información y marketing. Hay que inclinar la balanza hacia la ilusión y restar argumentos a los escépticos. Hay que convencer a propios y extraños de que el proyecto es viable y puede generar sinergias y externalidades positivas en muchas vertientes. Y que, además, es un proyecto que, a pesar de los pesares, es la vanguardia y la esperanza de la renovación del gobierno del territorio en el País Valenciano. Hay que vencer recelos y cantonalismos y ello es siempre muy difícil y obra de más de una generación.

En otro orden de cosas, el proyecto de las comarcas centrales no se puede permitir el lujo de llevar en el furgón de cola el fardo de una administración local ineficiente que no está a la altura de las circunstancias. Por ello sería de gran utilidad que, aunque de momento se realize sólo a escala comarcal, empezaran a funcionar mancomunidades planteadas con rigor y ambición. Para aquellos que piensen que la reforma del gobierno del territorio sólo tiene sentido desde la potenciación de las ciudades y del sistema de ciudades, tratar el tema de las Comarcas Centrales desde la frivolidad del fácil escepticismo es hacer un flaco favor a la utopía necesaria.

1 Josep Sorribes es profesor del Departamento de Estructura Económica de la Universitat de València.

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