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PRESENTACIÓN

Reflexiones para un cambio de ciclo

La Comunidad Valenciana transcurre por el último tramo de un ciclo que sin duda desembocará en una profunda transformación de sus estructuras y su paisaje productivo, geográfico y humano. Los sectores industriales tradicionales, la producción de bienes de consumo, que hasta ahora han sustanciado la personalidad económica valenciana, están a las puertas de acometer un cambio forzados por la presión del mercado. El textil y el calzado viven una situación de retraimiento e incertidumbre. Y si se trata del rutilante sector cerámico, que ya debiera considerarse tradicional, sólo hay que proyectarle la tenue sombra del protocolo de Kioto para que sus empresarios contrapongan la necesidad de deslocalizar la producción para poder sobrevivir. A este escepticismo industrial se le añaden los últimos coletazos de una agricultura residual que no ha producido, ni siquiera propiciado, la agrupación de propiedades que necesitaba el campo para ser competitivo ni su mentalización empresarial. Y fuera de esa perspectiva calamitosa sólo existe el motor turístico de Benidorm, cada vez más sujeto a las turbulencias del mercado, y un territorio litoral en proceso de consumición residencial para sustentar al sector de la construcción y retroalimentar el consumo. El momento impone una seria reflexión sobre qué modelos habría que establecer para encauzar los potenciales en el nuevo ciclo y qué lugar debería de ocupar la Comunidad Valenciana en relación a su entorno.

Nuestro país es una pieza fundamental de esa realidad que hemos convenido en definir como Arco Mediterráneo. Desde Almería hasta el Lazio se ha consolidado un espacio económico, un nuevo eje económico europeo, que conecta con el eje tradicional Londres-Milán y que requiere atención, visión de futuro, cooperación institucional, acción concertada de actores públicos y privados y nuevas formas de gestión del territorio. Y en todos esos planos la posición estratégica ocupada por la Comunidad Valenciana debería merecer mayor atención, un nuevo impulso y más respeto. Mayor atención, porque la Comunidad Valenciana puede desempeñar un papel de rótula que articula el conjunto del Arco Mediterráneo y éste, a su vez, con los ejes Lisboa-Madrid-Valencia, Madrid-Alicante con su prolongación hacia el Sur y el futuro eje Valencia-Zaragoza-regiones francesas. Mayor impulso, porque su consolidación reclama una apuesta estratégica liderada por los diferentes gobiernos para consolidar factores básicos de competitividad para reforzar la estructura policéntrica de ciudades, para mejorar los niveles de cohesión social y para impulsar estrategias de cooperación interregional. Mayor respeto (con nuestra memoria colectiva y con las generaciones futuras), porque de proseguir con el modelo desarrollista hoy imperante, existe el riesgo cierto de deterioro irreversible de espacios litorales y periurbanos, de banalización y desaparición de paisajes culturales y de sobreexplotación y contaminación de recursos.

Se trataría de saber aprovechar las ventajas que ofrece una determinada posición geográfica, de superar déficit históricos y de intentar superar los inconvenientes derivados de nuestra relativa posición periférica en el nuevo contexto europeo. Ya no se trata únicamente de gestionar recursos, sino de demostrar capacidad para liderar proyectos compartidos y para afrontar el reto geopolítico de la cooperación interregional y transnacional, constituyendo núcleos interregionales fuertes y creíbles (desde el punto de vista de localización geopolítica y desde el punto de vista de la creación de masas críticas) ante las instituciones comunitarias y ante el gobierno central. Éste es un país de ciudades con escaso diálogo entre sus representantes. La última –y fracasada– experiencia del proyecto de comarcas centrales no es más que una expresión más de preocupante acantonamiento de ciudades y provincias. Más allá de la asociación mancomunada o consorciada para la gestión de residuos o de ciclo integral del agua, la regla es la ausencia de marcos de cooperación entre ciudades y entre territorios próximos homogéneos, así como el escaso desarrollo de estrategias supramunicipales de promoción y planificación.

La formación y el aprendizaje permanente se han convertido en uno de los pilares básicos en la estrategia de creación de empleo. En este punto la Comunidad Valencia requiere de amplios consensos y renovados esfuerzos, puesto que nuestros competidores más inmediatos disponen de mejores niveles de formación de su población.

En el nivel de ordenación física del territorio, el centro real de decisión sigue residiendo en la escala local y las consecuencias son bien conocidas por todos. La ausencia de planificación territorial y de gestión integrada del territorio, explica en gran medida la persistencia de tendencias de crecimiento desordenado y de modelos especulativos y depredadores del territorio. Centenares de decisiones sobre ordenación física del territorio tomadas en cada uno de los municipios –la clave está en los municipios– da como resultado la generalización de tendencias de crecimiento sectorial desordenado y procesos territoriales segmentados, incompatibles con el concepto de «gestión prudente del territorio» que inspira la Estrategia Territorial Europea.

En estos procesos, y en ausencia de directrices e iniciativas de ámbito regional y de falta de enfoques estratégicos, la influencia de los contextos específicos y la necesidad de financiación de los ayuntamientos tienen un papel decisivo. En la mayoría de ocasiones la política (territorial) sigue al dinero y no al revés. Con las excepciones conocidas, los gobiernos locales siguen a las iniciativas de los promotores y no a la inversa. A estos procesos de desarrollismo histérico, circunscrito a los límites de cada término municipal, algunos representantes públicos –acantonados en el argumento del empleo o envueltos en la bandera del patriotismo hidráulico– los definen como progreso o desarrollo. Mientras tanto, sectores industriales completos asisten indefensos al progresivo deterioro de su posición en un mercado internacional cada vez más adverso e imposible si no media el concurso de los poderes públicos.

Ya nada es igual que hace veinte años. Las cosas ocurren muy deprisa y la profundidad de los cambios económicos, sociales, culturales o demográficos, son de tal envergadura que obligan a seleccionar algunos grandes objetivos e impulsarlos de forma colectiva. Esas preocupaciones han movido al periódico El País, a través de la visión de solventes especialistas, a realizar varios números monográficos sobre los retos que tiene planteados el País Valenciano. Durante los últimos cuatro años, con ocasión de la celebración del 9 de Octubre, se han abordado cuestiones relacionadas con la dinámica territorial, con los procesos y conflictos en curso y con los desafíos inmediatos. Con nuestras debilidades y fortalezas, en fin, en este contexto incierto y a la vez sugerente que nos ha tocado vivir. Este libro, con un prólogo y un epílogo elaborados expresamente, recoge una amplia selección de esas reflexiones y análisis con el objeto de enriquecer un debate que ya no admite moratorias.

JOAN ROMERO

MIQUEL ALBEROLA

Los límites del territorio

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