Читать книгу Las teorías literarias y el análisis de textos - Adriana Azucena Rodríguez - Страница 10

Un comentario

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Se ofrece, como ejemplo, el fragmento de un comentario sobre el cuento “La intrusa” de Jorge Luis Borges, basado en este método. Nótese cómo se señala el rasgo lingüístico predominante, la hipótesis sobre la intención del autor, la argumentación que trata de comprobar esta hipótesis en la intriga, en el manejo del tiempo y de los personajes, así como la crítica de apoyo de la tesis.

“La intrusa”: Perturbadora del orden-reestablecedora de la paz

En esta obra, Borges adopta un uso lingüístico que, a pesar del realismo que distingue este cuento de sus obras más relevantes de carácter fantástico, hace énfasis en la incertidumbre: “Dicen…”, “alguien la oyó de alguien…”, “variaciones y divergencias…”. Una posible razón de este uso es que el autor pretendió mostrar el mecanismo del mito: su actualidad y su presencia aun en situaciones recientes. ¿Cuál es el mito que Borges pretendió reconstruir? El orden universal centrado en las relaciones fraternales, puesto en peligro a causa de una emoción primigenia: la envidia, que propicia uno de los sacrificios más reconocidos dentro de la cultura, la destrucción del objeto disputado. Así, el personaje femenino, la Juliana, encara dos polos del conflicto planteado por el autor: por una parte, es la posesión que desencadena una lucha que se creería un delito; por la otra, es el objeto ideal a sacrificar puesto que mantiene su pureza ruin y palpable, casi necesaria en los primitivos cultos realizados con violencia. Recordemos que las historias de rivalidad entre hermanos guardan parte de nuestra esencia ancestral: Caín y Abel, Tristán e Isolda, fundan mitos que implican un desgarre entre el equilibrio moral o de convivencia y la seducción ejercida por un objeto particular. El texto que aquí se propone juzga, bajo su perspectiva, otra de las facetas del mismo conflicto, y es interesante revisar el comentario que Rodríguez Monegal hace de él:

La historia se basa en un suceso real. Borges cambió un poco el tiempo y lugar para hacerla más remota y primitiva: para evitar toda insinuación de homosexualidad, hizo de los protagonistas hermanos. […] El Epígrafe sólo indica (y con algún error) la alusión bíblica. Se trata de un pasaje de II Samuel 1, 26 (y no de Reyes como indica Borges) en que se menciona el amor de David por su hermano Jonathán:

¡Angustiado estoy por ti, oh hermano mío, Jonatán!

Muy dulce has sido para conmigo;

maravilloso fue tu amor hacia mí.

Sobrepujando el amor de las mujeres (Rodríguez, Ficcionario)

En la narración de Borges estamos situados en medio de un ambiente muy cercano a la leyenda: una región aislada de la inmensa provincia argentina, en la que habitaron según las disímiles versiones perfiladas por el narrador, los Nilsen, hermanos a quienes el tiempo va cubriendo de olvido y al mismo tiempo de historias que el pueblo teje alrededor suyo. Ambos se perfilan como seres cercanos a los héroes de tragedia por los que la comunidad siente fascinación: su figura y personalidad los delimitan del resto de los hombres, además de que su ascendencia les imprime un carácter exótico conveniente para la formación popular de la leyenda.

El conflicto se adivina inevitable desde el planteamiento. Sabemos que el equilibrio fraternal va a romperse, el lector no sólo lo espera, sino que lo desea, junto con los vecinos del pueblo. La fractura del orden es uno de los actos catárticos de más impacto para el espectador. La modesta presencia de Juliana Burgos implica un incremento de suspenso al anunciar los sucesos siguientes y el desenlace. La envidia se hace evidente en la imitación de las acciones del hermano menor, Eduardo, quien “los acompañaba al principio”, y se hace patente al tomar a otra mujer que no podía encajar en el esquema perfectamente establecido de sujeto, objeto de disputa y rival (la complejidad del problema no toleraría una solución tan simple), por lo que este nuevo elemento sale de inmediato. René Girard explica el fenómeno de rivalidad explorando el mito de Edipo a la manera de Freud: “El rival desea el mismo objeto que el sujeto. Y esto no por convergencia accidental. El sujeto desea al objeto precisamente porque el rival lo desea. Deseando tal o cual objeto el rival se lo designa al sujeto como deseable” (La violencia y lo sagrado).

Advierte Leo Spitzer, antes de cerrar el capítulo introductorio de Lingüística e historia literaria, que el crítico debe estar en guardia ante la tentadora posibilidad de utilizar, en el estudio de un autor, el mismo detalle que se localizó en otro; la pista que nos permite entender una obra artística no puede aplicarse mecánicamente a otra obra de arte. El crítico incrementará su destreza para encontrar la pista a fuerza de repetidas experiencias de “sacudidas” con autores totalmente diferentes.5

Las teorías literarias y el análisis de textos

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