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CONEXIÓN MONTSERRAT 1

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León Trostki estuvo en Barcelona. Fue a finales del año 1916. Llegó a la ciudad tras una peripecia peninsular que empezó en Irún, siguió en San Sebastián y Bilbao, para continuar en Madrid y Cádiz, desde donde se subió a un tren para ir a Barcelona. Allí se reunió con su familia, con la que poco después partiría en barco a Nueva York. En total fueron cinco días los que estuvo Trotski en Barcelona. Lev Davídovich Bronstein –así se llamaba Trotski en su vida civil, fuera de la revolución– le dijo a Sofía Casanova, enviada especial de ABC en San Petersburgo que consiguió entrevistarle en 1917: “Conozco España; es un hermoso país, del que tengo buenos recuerdos, aunque la policía comme de raison me trató mal. Visité Madrid, Barcelona, Valencia. Mi amigo Pablo Iglesias estaba a la sazón en un sanatorio. Sentí dejar España”. Sus palabras parecen indicar, al contrario que otras fuentes, que estuvo también en Valencia. Sorprende, sin embargo, la ausencia en su enumeración de las demás ciudades: San Sebastián, Bilbao y Cádiz. Por algún motivo Trotski renunció aquel día a ser exhaustivo en su relato, tal vez no consideró necesario mencionarlas, o simplemente las había olvidado. Es rigurosamente cierto, no obstante, que tuvo numerosos incidentes con las autoridades españolas. De hecho, Trotski llegó a España tras haber solicitado asilo en varios países, el cual, naturalmente, le fue negado. Se vio obligado a abandonar Francia, donde vivía refugiado, debido a las acusaciones del Gobierno francés de ser el instigador de un motín que los soldados rusos habían iniciado en Marsella. Europa estaba sumida en la Gran Guerra, y ante la escasez de tropas francesas, varias unidades rusas combatían en Francia. La Revolución Rusa, al mismo tiempo, estaba empezando a cocinarse y en el interior del ejército ruso ya se habían formado esas primeras asambleas que luego serían conocidas como soviets. El 30 de octubre de aquel año Trotski fue depositado en Irún sin que las autoridades españolas supiesen demasiado bien quién era ese ruso en apariencia tan peligroso, más allá de un revolucionario al que a menudo creían anarquista, situación que a Trotski –que en algún momento llegó incluso a definirse como pacifista para evitar mayores embrollos– le hacía mucha gracia. En Madrid fue detenido y encarcelado durante tres días en la Cárcel Modelo, para después ser conducido a Cádiz. Fue allí donde de alguna manera se fraguó la posibilidad de exiliarse a los Estados Unidos y para ello viajó a Barcelona, desde donde zarparía el barco que había de llevarle a Nueva York. Su paso por España tuvo algo de disparatada aventura llena de situaciones que podrían perfectamente haber inspirado, en caso de haber sido más conocidas, una película de Berlanga.

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