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Presentación
ОглавлениеComenzando el siglo XXI los gobiernos progresistas, o de centro izquierda, de Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Argentina han intentado, a través de la reforma de las legislaciones que regulan los medios de comunicación, una mayor participación en la producción y distribución de materiales culturales, en principio, para ampliar la cantidad de voces con llegada extendida a la sociedad. La constitución brasileña de 1988 enarboló el principio que los medios de comunicación no pueden caer bajo el dominio de monopolios u oligopolios. Este compromiso político de la restauración democrática, con ecos en toda Sudamérica, que los partidarios de estos gobiernos electos veían como una parte instrumental del proceso de superación de las políticas de las dictaduras, formó parte de un controversial esfuerzo para superar la desigualdad en Latinoamérica. Los triunfos electorales posteriores a ese ciclo, y maniobras parlamentarias, que nuevamente colocaron en las residencias presidenciales a accionistas de corporaciones oligopólicas, ponen en evidencia el desafío que los gobiernos populares constituyeron para las burguesías dominantes. En un giro netamente conservador, el electorado en la Argentina dijo tener memoria del neoliberalismo pero optó por Mauricio Macri; en Ecuador Lenin Moreno se planteó como el continuador de las políticas populistas de Rafael Correa, pero luego inició el trámite para cambiarse de nombre; Sebastián Piñera, otro gran empresario, volvió al poder en Chile y en Brasil Dilma Rousseff no logró resistir a un golpe (institucional) de Estado (y como por si eso fuese poco, encarcelaron a Lula da Silva con una causa armada por los detentores del poder). Más que vientos de cambio se trató de un verdadero vendaval.
Hubo un tiempo que fue hermoso, o estuvo cerca de serlo. Quizás mucho más cerca que otros momentos de la historia argentina. Desde el retorno al sistema democrático, sin dudas. ¿Qué pasó que en pocos años todo pareció volver al punto de partida? Algunos explican que en época de crisis las propuestas políticas progresistas son acompañadas por el electorado, mientras que en momentos de estabilidad o bonanza económica las pasiones se enfrían, la cabeza se resetea y los pueblos se sienten seducidos por discursos pro libertad de mercado, hoy envasados con un bello marketing empresarial que de vender productos sabe bastante. ¿La respuesta debe ser buscada en una explicación que concluya en los “ciclos” exclusivamente? No creo en los determinismos del estilo “ya tuvimos varios años de gobiernos de tal o cual signo político, ahora le tocará a los otros”. Porque a esa explicación le falta sustento, es fundamentalista, suena al “origen del hombre” contado en la Biblia. Le falta un entendimiento general de los procesos que, por ejemplo, poco a poco llevan a las mayorías a creer lo contrario que creían ayer u olvidar aquello que juraron nunca olvidar.
Hoy juegan un rol esencial en esta distribución / imposición de saberes y opiniones los medios masivos de comunicación. Y, como empresas, esos medios se encuentran en pocas manos. Es decir, solo basta para que sus dueños, que tienen mucho poder, difundan determinadas ideas, para modificar el clima social en derredor de un gobierno o sector político/social. Asimismo, nada de esto es lineal, ante esta propuesta de los que mandan está la de los trabajadores de la comunicación popular y comunitaria, la cual intenta promover un diálogo democrático, crítico y plural. Desde ya que decir todo esto es mucho más sencillo que desentrañarlo, indagarlo, mediante una investigación. Para eso está el trabajo profundo de Alejandra García Vargas, aquí presentado como libro.
Este libro se sustenta en una sólida investigación de doctorado, en la que se utilizan diversos recursos metodológicos de forma rigurosa (como el análisis bibliográfico y audiovisual y las entrevistas), con una voluntad polémica que hoy se echa de menos. Destaco el trabajo teórico realizado, recordándonos que los Estudios Culturales pueden sernos útiles para el análisis audiovisual.
La autora elabora tipologías y clasificaciones que clarifican la exposición del análisis. Elementos que podrían iluminar los estudios audiovisuales realizados en otras partes de la Argentina y que trabajan con corpus similares (programas o films que repiten el mismo tono en los debates y perspectivas sobre historia regional, las elucubraciones contrafácticas y las diferentes configuraciones de la “identidad”).
Se trata de una investigación que abordó las interpretaciones y representaciones sobre la ciudad de San Salvador de Jujuy en un corpus audiovisual local. Una parte importante de esos contenidos fueron producidos bajo el amparo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (n° 26.522). Aunque pasible de críticas por izquierda, la LSCA pateó el tablero de la distribución de espacios radioeléctricos en la Argentina. Hizo poner nerviosos a los poderosos, y eso siempre es bueno. La ley abrió una serie de discusiones que estaban vedadas hasta hace poco tiempo, los alcances en la regulación de la propiedad de los medios masivos y la participación de aquellos alternativos en el espectro, como los más importantes. Una ventana de esperanza para aquellos comunicadores que nos formamos en el dilema de “acomodarnos” ideológicamente en un medio grande o vivir de changas (o, prácticamente lo mismo, dedicarnos a la docencia). Hoy hemos vuelto a la Edad Media. Aunque guardamos una luz de esperanza, recordamos que algunas cosas que actualmente vemos de lejos fueron posibles hace muy poco.
El trabajo de Alejandra se aloja en el terreno de los estudios de caso que brindan elementos para reflexionar sobre los procesos socioculturales y comunicacionales. Como ella misma lo advierte temprano, elude dos riesgos: 1) dar información sobre un caso que no aporta a una discusión más amplia, 2) utilizar al “caso” como mera ilustración de la teoría. Su investigación posee un sustento teórico fuerte (aunque, como muchos hemos tenido que hacer durante el proceso de volver libro una tesis, las referencias teóricas se han reducido para una divulgación con llegada a un público más amplio) que se inserta decididamente en un debate contemporáneo mediante los programas, series, films y productos audiovisuales que analiza, con la construcción social del espacio urbano como objetivo. Es uno de los puntos más importantes de su estudio la diferenciación entre las cartografías audiovisuales como sentido de ciudad con raíz y como ciudad de los trajines. Dos tipos de construcción que, aunque son de plano completamente diferentes, no están exentas de aristas polémicas.
No voy a reproducir aquí el lamento típico de quienes vivimos en el interior del país, sobre el ser soslayados, dado que es inconducente y ubica a gran parte de los argentinos en un papel de víctimas a la espera de una redención mágica (que parecería alimentar la resucitación de esporádicos y espontáneos proyectos de traslado de la Capital al interior). Por lo contrario, quiero recalcar que la rigurosidad de la investigación de Alejandra, presentada en este libro, la coloca en un lugar de referencia de los estudios de comunicación argentinos. Lo hizo en y desde Jujuy, lo cual sin dudas le imprimió un sello local. Sin caer en patéticos localismos defensivos (que sí detecta en audiovisuales de su corpus), ella inscribe su indagación en el amplio campo de la comunicación.
El trabajo de campo lo realizó entre 2011 y 2015, a eso se deben las aclaraciones de la “coda” sobre los súbitos cambios en las plataformas de acceso a los contenidos digitales durante el gobierno de Cambiemos. El reemplazo de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) por el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) y las modificaciones mortíferas de la LSCA, supusieron la modificación completa del contexto en que Alejandra hizo su investigación. O bien, como ella destaca, se trata de “una restauración de las situaciones y condiciones productivas anteriores a la LSCA”. Un regreso del gélido clima, muy distinto del cálido tiempo que fue hermoso.
Javier Campo
Tandil, marzo de 2020