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PARTE I FRONTERAS, MIGRACIÓN Y SEGURIDAD NACIONAL: LA INMIGRACIÓN LATINA EN ESTADOS UNIDOS ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ CHRISTIAN ÁLVAREZ GÓMEZ LEIDY SANABRIA PAGOTES

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Estados Unidos comparte con México límites territoriales que discurren a lo largo de unos 3326 kilómetros. Es en este espacio donde mejor se evidencia la articulación de las economías de los dos países, que hace de Estados Unidos el principal socio comercial de México y de este el tercer socio comercial de Estados Unidos (Guillén, 2005, p. 159). A través de esta extensa frontera se escenifica, asimismo, un incesante tránsito de bienes y personas desde ambos lados de la frontera –institucionalizada mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)–, y tienen lugar complejos intercambios sociales, comerciales y culturales que la constituyen en la frontera más transitada del mundo. Según Guillén (2005, p. 159), anualmente se producen más de 360 millones de cruces [legales] a través de los puestos de conexión para personas, vehículos y ferrocarriles. Por su parte, Peschard (citado por Benítez y Rodríguez, 2005, p. 80) estima que suceden entre 400 000 y 600 000 cruces ilegales por año, principalmente de personas provenientes de México, Centroamérica y el Caribe.

De esta forma, la frontera sur constituye para Estados Unidos un desafío mayor de seguridad, por cuanto representa la disyuntiva entre garantizar la integración económica y social con su vecino –es decir, permitir la flexibilidad en el tránsito legal y eficiente de personas, bienes y capitales–, y garantizar la vigilancia fronteriza para prevenir el ingreso de actores y factores que representen riesgos para su seguridad nacional, la seguridad pública de su población y la soberanía de su territorio.

La zona presenta, entonces, un complejo entramado de intercambios sociales, culturales, laborales y comerciales entre las poblaciones de ambos lados de la frontera, que se desarrollan junto con fenómenos extendidos de ilegalidad –migración irregular, narcotráfico, violencia sistemática, crimen organizado, corrupción de las autoridades locales–. Así,

[…] Las comunidades fronterizas se encuentran separadas tanto por las medidas de seguridad como por las condiciones de seguridad. Al sur de la frontera, la espiral del crimen organizado ha convertido a los Estados del norte de México en una de las regiones más violentas del planeta. Al norte de la frontera, la “guerra contra la droga”, la “guerra contra el terror”, y un creciente sentimiento antiinmigrante han impulsado la construcción de muros y la multiplicación de la presencia de guardias, espías y soldados. (Isacson y Meyer, 2012, p. 7)

Dada su extensión, se trata de una frontera porosa en la cual ninguno de los dos Estados logra mantener un control total sobre los cruces de bienes y personas, por lo cual el ingreso irregular de inmigrantes y el tráfico ilegal de bienes son una constante. De esta forma, la zona se constituye en uno de los principales corredores en el mundo para el tránsito de personas y el tráfico de drogas ilícitas y armas. Por ello, la seguridad se constituye en la preocupación mayor de la agenda bilateral y condiciona todas las dinámicas fronterizas entre los dos países.

Además, dada la amplitud de los fenómenos que se perciben como amenazas esenciales para la nación norteamericana, Estados Unidos ha securitizado la cuestión migratoria, asumiendo el ingreso irregular de los no nacionales a su territorio como un riesgo para su seguridad nacional e imponiendo, en consecuencia, normas y medidas rígidas –incluso de corte militar– para regular el libre tránsito de personas a través de la línea divisoria. Todo ello se combina con posiciones nativistas extendidas entre amplios sectores del electorado de los estados del sur de la Unión, que observan con desconfianza al extranjero latinoamericano y exigen medidas policivas y punitivas contra el migrante irregular, algunas de las cuales pueden ser catalogadas como xenófobas.

Migraciones y seguridad: un reto para el siglo XXI

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