Читать книгу Ver más allá de la coyuntura - Alfredo Falero - Страница 11
5. El desafío del lenguaje para la construcción de teoría
ОглавлениеSi los saltos tecnológicos –como el que se vive actualmente– presionan a la innovación del lenguaje, puede pensarse lo mismo en el campo de las ciencias sociales con la teoría social. La capacidad de manejo del lenguaje en teoría es clave en el entendido de que la riqueza conceptual, el análisis, la explicación, las aperturas a campos de análisis se sustentan en tal capacidad. Cualquier delimitación conceptual estará siempre sujeta a los límites y las posibilidades del lenguaje. La generación de un concepto, que adquiera capacidad explicativa, está condicionada a su potencialidad enriquecedora para marcar determinadas características del objeto de estudio, evocar connotaciones de la disciplina, sugerir determinados despliegues sociohistóricos, entre otros elementos.
En esta dirección es que se ha sugerido la necesidad y conveniencia de articular diversos lenguajes, es decir, aquellos propios de la racionalidad científica con aquellos ajenos a ella. Una búsqueda que implica apelar a la metáfora, a la literatura, por ejemplo. “Se trata de avanzar en la búsqueda de sentidos, pero en el marco de otros parámetros de significación y de orden, de conformidad con esa fuerza del lenguaje que se recobra en la poesía”. Y trayendo al filósofo Ernest Fischer recuerda Hugo Zemelman (2007: 57) cómo “la lengua del poeta suelta los orígenes, conjuro de una mágica unidad de palabra y realidad”, algo así como “regresar a la vida en el lenguaje que es la vida del lenguaje” (véase también Zemelman, 2005).
Se deriva de lo anterior –se acuerde o no con la argumentación indicada– la necesidad de liberar al lenguaje de las ciencias sociales de prisiones que no lo habilitan a colocarse con capacidad de dar cuenta de problemáticas que van emergiendo. El lenguaje es la base para la organización de la observación de la realidad social, para plasmar ángulos de acercamiento a ella. En el estudio de procesos sociales de América Latina, debe dar cuenta de una construcción, debe marcar la complejidad de agentes sociales y su despliegue considerando el desafío de no caer en significados preestablecidos o aprisionados para captar realidades sociohistóricas diferentes.
Por ejemplo, las modalidades de relacionamiento entre movimientos sociales y gobiernos de izquierda y progresistas pueden llevar a recurrir acríticamente a la idea de cooptación en todos los casos porque es una noción disponible. O agentes críticos del campo popular en el Río de la Plata pueden caracterizar el comportamiento de un movimiento sindical como “peronización” porque alude a una realidad históricamente conocida y cercana. Sin embargo, en muchos casos probablemente no sean tales términos los que den cuenta de una realidad más compleja.
La problematización de estos aspectos es necesaria en el entendido de que existe una lucha simbólica para establecer sentidos a nociones y conceptos. Piénsese, por ejemplo, cuando se habla de democracia. El término puede dar cuenta de consideraciones opuestas; puede aludir a una cuestión de mero procedimiento o abrirse como proceso transformador del Estado y la sociedad, puede marcar una tendencia a reproducir un orden social o alternativamente el ámbito que hace posible la activación de una potencialidad transformadora, de posibilidades alternativas. Todo ello debe verse como una invitación a no “cosificar” conceptos, a potenciar la creatividad sin quedar atrapados en cercos disciplinarios.
Otro ejemplo: si se apela a la teoría sociológica para examinar procesos de integración regional, se verá que se requieren conceptos que vayan más allá de la tradición estadocéntrica de la sociología, pero que, al mismo tiempo, la contemplen de modo de registrar la tensión entre proyectos y dinámicas de agentes que trascienden fronteras. Frente a posiciones reduccionistas provenientes de las relaciones internacionales, la teoría abre posibilidades de lo alternativo más allá de las evidencias empíricas inmediatas, por ejemplo, al abrir el abanico de agentes participantes y otros escenarios posibles (i. e.: y visualizar mejor lo que implica comunidad de intereses en tensión con lo que implica comunidad de pertenencia).
Hay una diferencia entre abstracción sobreimpuesta y capacidad anticipatoria a partir de lo potencial cuando se trabaja con procesos sociales. Nuevamente se utilizan aquí libremente algunas ideas de Zemelman y nuevamente se está ante problemas de captación de la realidad. Que un concepto adquiera capacidad de visualización de lo real y también de lo potencial, pero, al mismo tiempo, no sobreimprima capacidades o atributos que el investigador “quiera” encontrar forma parte de la conciencia de la investigación (cap. 2), hace a la guía de lo que polémicamente designamos como “objetividad” (aunque está claro que no se trata de “neutralidad” que, por supuesto, no existe) y hace, finalmente, a la capacidad de potenciar el lenguaje más allá del campo específico para disponibilizarlo como cantera de lo categorial.
Nunca esto escapa de cómo una comunidad local de ciencias sociales determina el perfil, pero se asume la existencia de ciertas bases comunes de razonamiento y de construcción de conocimiento que trascienden las posibles diferencias. Para colocarlo en términos polares: el estudio de procesos sociales exige, por un lado, alejarse de la mera narración histórica desprendida de la contención de parámetros teórico-metodológicos y, por otro, evitar que estos deglutan cualquier capacidad de integrar la indeterminación y reduzcan en lógicas categoriales el accionar de los sujetos.
En suma, el lenguaje es la base para la organización de la observación de la realidad social, permite plasmar ángulos de acercamiento a ella, pero al mismo tiempo proyecta límites sobre la teoría social. Ser consciente del punto habilita a abrir algunas temáticas hacia el futuro: en primer lugar, que el poder impide ver las cosas de otro modo, así que las limitaciones del lenguaje también deben verse como limitaciones de poder (por ejemplo, del poder institucional). En segundo lugar, las prácticas y experiencias de los movimientos sociales –dicho sea de paso, una noción eurocéntrica que se universalizó como concepto tanto como para hablar hoy despreocupadamente de “sociología de los movimientos sociales”–, al mostrar que otra realidad es posible, desafían los límites del lenguaje y posibilitan proyectar la teoría en articulación con los despliegues del sujeto en diferentes realidades. Y, finalmente, en tercer lugar, está la necesidad de integrar dosis de imaginación que ningún programa de computación posibilita. Esta es la parte de arte, que también tiene la construcción teórica. La imaginación entendida como la capacidad de crear imágenes puede operar estableciendo nexos y abriendo la formulación conceptual.