Читать книгу El regalo de Navidad del señor Mendieta - Alver Metalli - Страница 12

VI

Оглавление

El padre Quintero retiró la manga de la sotana dejando al descubierto una piel suave y amarillenta, ajada por muchas estaciones. El brazo delgado se apoyó en la mesa y los dedos huesudos sujetaron la lapicera.

“Se acercan. Son ellos”.

Fue todo lo que escribió.

El sacerdote dobló la hoja por la mitad. La volvió a doblar e introdujo el rectángulo de papel en un sobre. Lo cerró. Se levantó con esfuerzo, acompañando la silla hacia atrás. Durante algunos segundos, pareció buscar un equilibrio más firme. Después abrió la puerta de la sacristía y se asomó a la penumbra del templo. La oscuridad ocultaba el boquete en la pared junto al altar. Trató de llamar la atención de la anciana de la casilla de vigilancia.

–Sara –la llamó cuando ella lo miró–. Mándame a Jaramillo. Dile que deje cualquier cosa que esté haciendo.

Volvió a sentarse frente al escritorio. La espera se mezcló con pensamientos y oraciones. Lo interrumpieron unos alegres golpes en la puerta. El niño entró saltando y continuó en la sacristía el juego que había empezado fuera. Se detuvo frente al cura sin intimidarse.

–Jaramillo, escucha bien lo que te voy a decir –le recomendó el anciano sacerdote.

Dos ojos avispados se clavaron en él.

–¿Ves este sobre?

El niño asintió.

–Debes llevarlo a la calle Copilco. A esa librería donde ya fuiste, esa con la vidriera grande, llena de libros de colores. ¿Te acuerdas?

Jaramillo asintió de nuevo.

–Debes entregárselo a la señora. Es personal. Solamente a ella, no lo olvides.

El niño movió una vez más la cabeza, pero esta vez en señal de negación.

–Si está ocupada con un cliente, espera que termine y el cliente se vaya, y después se lo das. ¿Has comprendido bien?

Jaramillo tomó el sobre con una mano y la barrita de melaza con la otra, salió de la sacristía y se alejó saltando.

El regalo de Navidad del señor Mendieta

Подняться наверх