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La tablilla, o la primera tableta

La transición de las tablillas de arcilla al papiro como soporte de escritura (formas que coexistieron durante dos mil años) revela hasta qué punto la forma y el contenido del libro se han influido mutuamente en su desarrollo. El uso de la arcilla para registrar información apareció en Sumeria (hoy Irak), un pueblo que pasó de ser una cultura nómade a una cultura urbana entre 8500 y 3000 a. e. c. A medida que los sumerios se fueron asentando en aldeas y se fue conformando un sistema de reinos, comenzó a surgir la necesidad de llevar un control del comercio, así como de registrar la información sobre su sistema de gobierno. La escritura cuneiforme se desarrolló en el sur de la Mesopotamia alrededor de 2800 a. e. c. gracias a la confluencia de la disponibilidad material, el desarrollo lingüístico y la utilidad que esta ofrecía. (5) Los sumerios habían dependido de la arcilla durante un largo período, ya que era un material abundante y renovable que se podía encontrar en el Tigris y en el Éufrates, los dos ríos que le dan el nombre a la Mesopotamia (“entre dos ríos” en griego); la utilizaban en la arquitectura y en la alfarería. Dado que aquella región carecía de cantidades significativas de piedra o de madera, los pueblos contaban con técnicas altamente desarrolladas para tamizar y trabajar la arcilla y para crear con ella objetos de larga duración. De esta manera, se convirtió en un material propicio para elaborar un soporte para la escritura.

Para llevar registro de sus cuentas los sumerios utilizaban al principio pequeñas fichas de arcilla de diversas formas, que en algunos casos agrupaban con hilos. A partir del año 3500 a. e. c., aproximadamente, comenzaron a emplear pequeños sobres esféricos de arcilla, o bullas, para guardar las fichas. Cada bulla tenía grabada en su exterior la forma de la ficha para indicar el contenido de las esferas selladas (véase figura 1). (6) En lugar de asociar tres fichas de forma cónica con tres ovejas, por ejemplo, este sistema asociaba tres impresiones de fichas con las propias fichas, un nivel de abstracción necesario para dar el salto de representación de la lengua oral a la lengua escrita. Dado que las impresiones representaban a los objetos, ya no era necesario que el recibo actuara también como contenedor, de modo que unas 3.200 bullas pasaron a ser una superficie sólida, una forma que gradualmente se fue achatando hasta convertirse en la tablilla de arcilla que funcionaría como dispositivo portátil de registro durante miles de años.


Fig. 1. (a) Bulla de arcilla, Museo del Louvre SB1940 (ca. 3300 a. e. c.); (b) tablilla cuneiforme, Museo Metropolitano de Arte (MET) 11.217.19 (ca. 2041 a. e. c.); (c) pergamino (ca. 2500 a. e. c.); (d) jiance o jiandu, Museo del Instituto de Historia y Filología, Academia Sinica 128.1 (ca. 95 e. c.); (e) manuscrito en hoja de palma/poth ī (ca. 200 a. e. c.); (f) quipu (ca. 1500 e. c.). Ilustración de Mike Force para Lightboard.

Alrededor del año 3100, comenzaron a incorporar diseños inscriptos con un estilete para indicar los bienes que representaban las inscripciones de las fichas, y así nació un sistema de escritura pictográfica sobre arcilla. (7)

Si bien la impresión sobre la arcilla funcionaba bien, el medio no estaba preparado para el dibujo, debido a la resistencia de la arcilla húmeda a la punta del estilete y a la dificultad de estandarizar los dibujos (tu oveja y mi oveja probablemente se vean muy distintas si dibujamos diferente). Para trabajar sobre las posibilidades que ofrecía la superficie de la arcilla, los sumerios desarrollaron un estilete especial con forma de cuña (de ahí cuneiforme, del latín cuneus, o “cuña”), hecho con otro material que tenían en abundancia: juncos, que podían partirse y pelarse con facilidad para elaborar esos implementos biselados.

Con el estilete en una mano y la tablilla húmeda en la otra, el escriba presionaba un borde del junco sobre la superficie de la arcilla en un ángulo oblicuo, utilizando diferentes formas de las cuñas para hacer los caracteres, transformando así a la escritura pictórica en la escritura silábica. La transición de las formas que representaban palabras a los signos que representaban sonidos tuvo el beneficio adicional de reducir la cantidad de caracteres que se necesitaban para transmitir información. En lugar de una correspondencia uno a uno entre un dibujo y un objeto o una idea, el lenguaje ofrecía la posibilidad de abstraerse de los objetos que representaba, y ese conjunto fonético de caracteres se adaptó para representar otras lenguas orales de la región durante el segundo milenio a. e. c., lo cual facilitó la expansión de la escritura a lo largo de Oriente Próximo.

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