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Del rollo al acordeón al códice

Dado este gran abanico de antecedentes, ¿de dónde proviene el códice, esa estructura omnipresente que todos reconocemos? ¿Cómo pasaron los hacedores de libros del rollo continuo al volumen encuadernado y por qué? Existen diferentes maneras de responder estas preguntas dependiendo del material que se usara para elaborar los rollos. En China, la resistencia y la maleabilidad del papel llevaron al desarrollo en el siglo VIII de los Sutra, libros plegados cuyo nombre proviene de la producción de ejemplares de sutras budistas. Los rollos se plegaban hacia adelante y hacia atrás, manteniendo el mismo ancho, de modo tal que se formaba un acordeón (véase figura 2). Aquellos libros plegados facilitaban la lectura, ya que permitían el acceso a cualquier parte del texto. Su rol fue central tanto en la difusión del budismo en Asia como en la adopción del códice en China. De hecho, el término “rol” es un legado del rollo, una referencia a los rollos donde se escribían los papeles de los actores durante el Renacimiento. (53)


Fig. 2. (a) Díptico con tabletas de cera (ca. 800 a. e. c.); (b) un cuaderno o libreta de hojas de pergamino (ca. 55 a. e. c.); (c) acordeón/concertina (ca. 700 e. c.); (d) encuadernación mariposa (ca. 800 e. c.); (e) encuadernación de plegado inverso (ca. 1200 e. c.); (f) encuadernación cosida (ca. 1300 e. c.). Ilustración de Mike Force para Lightboard.

El libro plegado, conocido también como acordeón o concertina, era un volumen chato y rectangular, y su altura era la misma que la de los rollos que lo habían precedido, dado que las hojas de papel que se usaban tenían, por lo general, la misma extensión que el brazo de quien elaboraba el papel. Es posible, también, que el formato haya devenido del manuscrito de hoja de palma, o poth ī, transportado por los monjes entre la India y China desde principios de la era común. Aquellas enseñanzas hinduistas y budistas, producidas en diferentes tipografías y lenguas, fueron copiadas y memorizadas por los escribas de Asia como forma de devoción. Los sutras se escribían con una técnica temprana de intaglio sobre hojas de palma secas aplanadas, pulidas y recortadas en rectángulos. El texto se inscribía con un estilete, luego se le pasaba tinta u hollín y el excedente se limpiaba, dejando así las marcas más oscuras. (54) Las hojas estaban encuadernadas al estilo de las cortinas venecianas: encajadas en placas de madera del mismo tamaño y forma que las hojas, con uno o varios orificios que atravesaban el conjunto y una cuerda que pasaba por ellos de modo tal que las hojas quedaran aferradas (véase figura 1). El nombre “sutra” está asociado a esa forma: deriva de la raíz protoindoeuropea syū,“unir, coser”, que derivó en el sánscrito sūtram, que significa “hilo [o] cuerda”. (55) Aquel volumen se asemejaba al libro acordeón chino y adoptaba la forma de escritura vertical establecida en el jiance.

El ejemplo más antiguo de impresión sobre plancha xilográfica también proviene de China. El Sutra del diamante, un rollo de casi cuatro metros y medio impreso en 868 e. c. a pedido de Wang Jie, fue elaborado sobre una serie de planchas de madera tallada que contenían tanto ilustraciones como texto. (56) Las planchas se impregnaban con tinta y luego se colocaba una hoja sobre ellas, sobre la que se hacía presión para transferir la tinta al papel. Ese tipo de impresión, conocida como xilografía, era muy fácil de transportar y podía ser realizada por una sola persona (a diferencia de los primeros tipos móviles, que requerían de una prensa pesada y varios artesanos para operarla). Tenía además el beneficio de permitir la reproducción de una amplia secuencia de páginas en forma simultánea.

Debido a la técnica de presión y al poco espesor del papel de morera, solo se utilizaba un lado de la hoja, dado que podía estropearse la cara impresa si se hacía presión sobre ella. Es probable que aquella restricción haya llevado al desarrollo de las encuadernaciones pegadas de la concertina. (57) Para la encuadernación mariposa (siglo IX al XIII), se imprimían hojas individuales con dos páginas enfrentadas, plegadas al medio, apiladas y pegadas sobre el doblez. Esta técnica resulta en un códice cuyo folio abierto tiene la apariencia de una mariposa con las alas desplegadas sobre los folios cerrados a ambos lados (véase figura 2). Desafortunadamente, también deja dos páginas en blanco entre cada par impreso, una característica que distrae la concentración del lector y lo lleva a leer por encima. (58) Con el fin de crear una experiencia de lectura ininterrumpida, los impresores desarrollaron la encuadernación de plegado inverso (siglos XIII al XVII). (59) Las hojas se plegaban hacia afuera, de modo que el texto aparecía a ambos lados, luego se apilaban y se perforaban orificios sobre los bordes sin pegar del pilón (véase figura 2). Quienes manufacturaban los libros pasaban ganchos gruesos de papel por los orificios para sostener las páginas, luego pegaban el lomo y lo envolvían con un papel grueso y resistente de modo que lograban un bloque más fuerte y escondían los lados en blanco de la página dando lugar así a la primera encuadernación pegada o perfecta.

Dado que el pegamento atraía insectos, la encuadernación pegada eventualmente dio lugar a la técnica más asociada a la encuadernación china y japonesa: la encuadernación cosida. Esta técnica empleaba el mismo sistema de plegado que la encuadernación de plegado inverso, pero en lugar de pegar las cubiertas se pasaba un hilo por una serie de orificios en el lomo dando lugar así a un patrón geométrico decorativo. Además de atraer menos insectos, la encuadernación cosida era más fácil de reparar, ya que el hilo se podía retirar sin dañar las hojas (véase figura 2). (60) Este tipo de encuadernación fue la más común hasta principios del siglo XX, cuando el libro chino comenzó a parecerse más al códice.

Los griegos y los romanos tenían su propia estructura similar al acordeón antes de la introducción del papiro o el papel: las tablillas de cera. Las tablillas ya se empleaban en el siglo VIII a. e. c. en la antigua Grecia (que las había tomado prestadas de los asirios, quienes las utilizaban desde el siglo XIV a. e. c.). (61) Para fabricar estas tablillas se tallaba una depresión rectangular en una tableta de madera y se la rellenaba con cera. Se la conocía como pugillares, un nombre que deriva de pugnus, o puño, lo cual sugiere que aquellos “manuales” proporcionaban una superficie de escritura sólida y portátil que se podía sostener con una sola mano, de un modo muy similar al lector electrónico de hoy. (62) También demarcaban en forma clara los límites de la pagina. Hoy encontramos un dispositivo muy similar en los negocios de curiosidades: la pizarra mágica que tanto intrigaba a Sigmund Freud (una superficie engomada protegida por una capa de celofán), sobre la cual uno puede escribir mensajes secretos con un estilete plástico o con la punta retraída de un bolígrafo y luego “borrarlos” fácilmente después de leerlos levantando la superficie de celofán. Las primeras tablillas de cera también se utilizaban para enviar mensajes secretos. Según Heródoto, cuando el rey exiliado Demarato quiso avisar a Esparta de un ataque persa (ca. 480 a. e. c.) talló el mensaje en una tablilla de madera y lo cubrió con cera para que no pudiera ser interceptado. El aviso llegó a sus lectores, quienes al principio quedaron perplejos ante la pizarra en blanco. Según Heródoto, fue la reina Gorgo quien tuvo la idea de raspar la cera, lo cual develó el mensaje a tiempo para dar aviso al pueblo. (63)

Las tablillas de cera se inscribían con un estilete que tenía un extremo afilado y el otro chato, de modo que uno podía borrar los errores. Tal como sugieren algunas piezas de arte antiguas, quienes escribían calentaban el estilete con los labios para facilitar la escritura. Las tablillas se podían utilizar en forma individual, pero a menudo se las entrelazaba con cordeles de cuero de a dos o en polípticos que agrupaban hasta diez tablillas. En los casos en que se unían más de dos tablillas, ya fuera de un extremo al otro o a lo largo de un mismo borde, las tabillas del medio podían ser inscriptas en ambas caras. (64) El agrupamiento de tablillas, conocido por los romanos como códice, hace referencia al soporte de madera, si bien el término también se empleaba para referirse a tablillas de otros materiales, como marfil y hueso. (65) Las representaciones de aquellas tablillas en las vasijas griegas sugieren que no se las aferraba como a nuestro códice de hoy, con la bisagra en el medio, sino más bien como una laptop, con una bisagra horizontal entre dos superficies de escritura (véase figura 2).

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