Читать книгу El libro expandido - Amaranth Borsuk - Страница 12
ОглавлениеEste antiguo medio, la tablilla, adquiere proporciones épicas en el imaginario popular. El término remite a la imagen de Charlton Heston en su papel de Moisés sosteniendo los diez mandamientos en dos tablas de piedra del tamaño y la forma de dos pequeñas lápidas. Si bien es verdad que en la Mesopotamia se tallaban textos sobre piedra, se cree que, dado que dicho material escaseaba en la región, se utilizaba solamente para registrar sucesos importantes. (8) La tablilla de arcilla era mucho más modesta: la mayoría eran lo suficientemente pequeñas como para entrar en la mano del escriba y la forma, generalmente rectangular con un ligero abombamiento convexo, sugería la palma de la mano que las formaba (véase figura 1). Las tablillas cuneiformes eran altamente portátiles, podían ser tan pequeñas como una cajita de fósforos y no más grandes que un teléfono celular. Se las podía escribir sobre varias caras y apoyar en una superficie plana para ser consultadas o para su almacenamiento. Algunas se curaban en hornos, pero la mayoría se dejaba secar bajo el sol.
A medida que se hacía más necesaria la existencia de documentación escrita vinculada a las leyes, el comercio, la religión y la historia cultural, también aumentaba la necesidad de especialistas que pudieran leer y escribir. Así nacieron los escribas, aunque en los comienzos se los consideraba más transcriptores que autores. Existe una notable excepción, y es el caso de la princesa y sacerdotisa sumeria Enheduanna, quien compuso una serie de poemas a Inanna, la diosa de la luna, en los cuales era ella misma quien le hablaba en lugar de hacerlo en nombre de un rey:
Mi señora,
¿cuándo te apiadarás de mí?
¿Hasta cuándo lloraré mis oraciones en pena?
Soy tuya,
¿por qué me apuñalas? (9)
Su nombre aparece tanto en estos poemas como en las tablillas de los himnos religiosos que compuso, lo cual la convierte en la primera autora que se conoce. (10) Los escribas eran en su mayoría jóvenes varones provenientes de familias de clase alta a quienes se les asignaba un importante estatus por la habilidad que poseían y por la educación que habían recibido, acorde a la tarea que se les encomendaba. (11) Las escuelas de escribas proporcionaron muchas de las tablillas que han sobrevivido hasta el día de hoy: copias hechas por los estudiantes sobre discos de arcilla, cuya forma circular las diferencia de los documentos oficiales.
El incremento en el caudal de escritura también llevó al desarrollo de archivos para guardar esos textos. La colección más importante, la del rey asirio Asurbanipal de Nínive, del siglo VII a. e. c., incluía más de 30.000 tablillas con un sistema de indexación temático, que fue la base fundacional de las bibliotecas modernas. Gracias a que el material utilizado era la arcilla, las tablillas sobrevivieron al gran incendio que destruyó la ciudad en 612 a. e. c., si bien se cree que una infinidad de pergaminos y tablillas de cera sí se perdieron. (12) Dicha colección constaba de cartas y documentos gubernamentales, pero también de textos astronómicos, matemáticos, médicos y científicos, así como de proverbios, canciones, épicas y mitos. Los escritos se encontraban repartidos en diversas salas, cada una con una tablilla junto a la puerta que indicaba qué temas se podían encontrar allí. A diferencia de las bibliotecas de hoy, aquella colección no fue desarrollada pensando en un bien común, sino como símbolo de la reputación y logros en erudición del rey Asurbanipal. Existe evidencia que sugiere que la biblioteca también era consultada por sacerdotes, profesionales y miembros de la clase culta (algunas tablillas están inscriptas con amenazas a potenciales ladrones, que exigen que las tablillas prestadas sean devueltas el mismo día). (13)
Tal vez la tablilla cuneiforme más famosa de la colección del rey Asurbanipal sea un fragmento de una traducción asiria de la épica Gilgamesh, conocida como “la tablilla sobre el diluvio”, la cual causó una revolución cuando se tradujo en la década de 1860 por la similitud de su narrativa a la historia bíblica del Génesis. (14) Gilgamesh se originó como una serie de poemas de alabanza al rey de Uruk (ca. 2700 a. e. c.), que lo elevaban al estatus de mito. La combinación de los mismos dio lugar a un largo poema épico que narraba las aventuras del rey Gilgamesh y su belicoso compañero Enkidu. En sus aventuras hay guerra, rivalidades, romance y hermandad, todos componentes de lo que podría ser una gran road movie.
La versión de Gilgamesh encontrada en Nínive, escrita en doce tablillas, fue empleada para la mayor parte de las traducciones contemporáneas y revela mucho sobre el modo en que la estructura de la tablilla dio forma a la literatura. Para facilitar la lectura, los escribas a veces dividían el texto en secciones con líneas horizontales (que se hacían fácilmente presionando el borde del estilete sobre la arcilla) y sangraban la línea de apertura de la sección subsiguiente. También utilizaban una marca especial para separar las palabras y para indicar que una palabra era un nombre. Asimismo, desarrollaron un sistema de marcas determinantes que categorizaban las palabras a las que se referían (por ejemplo, personas, lugares, divinidades o materiales específicos). Dicho sistema era particularmente fascinante en tanto las marcas no se pronunciaban, sino que servían como una especie de metadato para desambiguar palabras con múltiples sentidos posibles.
Los escribas desarrollaron un sistema de rastreo para obras que ocupaban varias tablillas. En algunos casos, por ejemplo, utilizaban el reverso de la tablilla para consignar un resumen, un colofón con el nombre del escriba y/o del propietario, el título de la obra (por lo general, su primera línea), y la primera línea de la tablilla subsiguiente (conocida como íncipit) si el texto continuaba. En realidad, los términos colofón e íncipit provienen de los estudios de manuscritos, y si bien nos son útiles para mapear las convenciones cambiantes del libro, no son términos que los creadores de estos textos hubieran utilizado. La palabra colofón (en griego, “remate, terminación”) nos sugiere el uso de una pluma y tinta para cerrar un texto con datos sobre su producción en la última página. La palabra íncipit, por su parte, que en latín significa “aquí comienza”, era utilizada por los escribas al principio de un texto para mencionar lo que seguía.
El rollo de papiro
Así como los sumerios desarrollaron un libro con los materiales que tenían a mano, los egipcios recurrieron a su propio río para conseguir un soporte para la escritura: el papiro, una planta que crece solamente en el valle del Nilo y a la que le daban múltiples usos (como material de construcción, para la vestimenta, incluso como alimento). La primera escritura egipcia aparece sobre piedras inscriptas con jeroglíficos que datan del cuarto milenio a. e. c. (15) Seguramente muchos lectores conocerán los jeroglíficos como un sistema en el cual dibujos de figuras y objetos se combinan para representar cosas (pictogramas), ideas (ideogramas) y sonidos (fonogramas). (16) Los jeroglíficos eran inscripciones sobre los muros de templos y obeliscos que proporcionaban registros religiosos e históricos, pero también se los encontraba en fragmentos de cerámicas como anotaciones efímeras. Al aumentar la necesidad de generar documentación, los egipcios comenzaron a buscar una superficie de mayor portabilidad para la escritura y desarrollaron un material ideal utilizando el papiro como materia prima: un papel que era al mismo tiempo suave y flexible y cuyo tamaño podía adaptarse a las necesidades de cualquier documento.
Para escribir en su superficie, desarrollaron una tinta negra soluble al agua a base de carbón y una tinta roja extraída de hierro oxidado, además de una lapicera hecha de juncos similar a un pincel que permitía una transcripción suave y rápida y que gradualmente fue transformando los jeroglíficos en un sistema de escritura conocido como hierático. Una de las tantas maneras en que la forma material influyó en el contenido fue a través del característico trazo en sentido vertical ascendente y descendente del hierático, que algunos eruditos asocian con una preocupación por evitar la perforación del papiro. (17) El grosor uniforme de la línea sugiere una presión sostenida, a diferencia de las pinceladas gruesas hacia abajo y las pinceladas delgadas hacia arriba que se asocian a la caligrafía sobre papel y pergamino. Posiblemente también se le atribuya al uso de la propia lapicera de junco, un pincel suave con una punta fina. Cualquiera sea el caso, durante los mil quinientos años en que prevaleció el uso del papiro, los escribas sacaron provecho del medio que habían escogido.
Plinio el Viejo (23-79 e. c.) nos proporciona en su Historia natural una explicación útil, aunque limitada, de la elaboración del papel en el antiguo Egipto (una descripción que tomó directamente de Teofrasto). (18) La planta cyperus papyrus, cuya explotación excesiva en el antiguo Egipto la llevó al borde de la extinción hacia fines del primer milenio de la era común, consiste en ramilletes de tallos largos y triangulares (de hasta cinco metros de alto) con hojas largas y finas en los extremos. Para elaborar el papiro, se cortaban los tallos de un largo uniforme, se les extraía el exterior verde y se hacían cintas con la médula de la planta. De acuerdo con Plinio, la médula se rebanaba en tiras que iban en tamaño descendente (debido a la forma triangular del tallo) y la sección más pequeña se descartaba. No obstante, según estudios contemporáneos, en algunos casos los tallos se pelaban cuidadosamente hacia adentro en forma espiralada, (19) de modo que se obtenía una superficie más amplia y continua con menos desperdicios. En ambos métodos, las tiras se disponían en dos capas (una en sentido horizontal y la otra en sentido vertical) y se las golpeaba hasta que las fibras se fusionaban, utilizando su savia como adhesivo. Las planchas resultantes tenían entre 20 y 30 centímetros de alto por entre 20 y 25 centímetros de ancho, un tamaño similar a las hojas de impresión de hoy. Luego se dejaban secar y blanquear bajo el sol y más tarde se pulían con un trozo de piedra o caracola, lo cual dejaba una superficie blanca y lisa con algunas marcas naturales.
Los egipcios adherían las hojas por los extremos con una pasta de almidón hasta que obtenían un rollo de veinte, que se podía recortar de modo tal que obtuvieran rollos más cortos de acuerdo a lo que necesitaran y que fueran más fáciles de manipular. (20) Los rollos por lo general se escribían de un solo lado y en columnas, de modo tal que al dejarlos abiertos se podía ver una porción estrecha de texto, algo similar a lo que ocurre con el periódico. Las dos capas de médula generaban un grano natural en el papel que dictaba el modo en que el papiro se podía escribir y enrollar: con el grano en sentido horizontal en el interior y el grano en sentido vertical en el exterior para evitar rajaduras en la hoja cuando esta era enrollada. (21) Una vez que el rollo se secaba la curvatura quedaba fija, lo cual dificultaba enrollarlo en sentido contrario, por eso los escasos hallazgos de textos en el reverso generalmente se deben a una reutilización del papiro más que a una continuación del texto (véase figura 1).
Una de las características del papiro es que era durable, podía extenderse adhiriendo hojas y permitía que se hicieran correcciones en el texto, lo cual no se podía hacer sobre la arcilla dura. La superficie suave hizo posible el desarrollo de la escritura hierática y el uso del pincel facilitó el desarrollo de la ilustración a color, de la que los papiros ofrecen bellísimos ejemplos. Entre los más conocidos se encuentra una colección de textos que facilitaban el pasaje al más allá, al que los antiguos egipcios se referían como “el libro para la salida al día”. Conocido popularmente como El libro egipcio de los muertos, esta colección de doscientos sortilegios escritos originalmente sobre los muros de las tumbas y en sarcófagos fue codificado alrededor del 1700 a. e. c., cuando comenzó a escribirse sobre rollos de papiro para el funeral de los muertos. (22) El orden y la cantidad de sortilegios variaban de rollo en rollo, y el diseño reflejaba el estatus de su propietario: desde versiones con elaboradas ilustraciones diseñadas especialmente para los ricos, quienes seleccionaban sus sortilegios preferidos e incluso estaban representados en ellos, hasta modelos prefabricados anónimos con espacios para el nombre del muerto. (23)
El rollo de papiro contiene elementos precursores al códice y a los dispositivos de lectura digitales contemporáneos. De hecho, el rollo de papiro (scroll en inglés), que permitía que se pudiera escribir en forma continua en columnas sobre una superficie que podía llegar a tener entre nueve y doce metros de largo, le da el nombre al verbo que hoy usamos para el movimiento horizontal o vertical en un texto que se extiende más allá de los límites de la pantalla. Muchos de los sistemas de rastreo que se utilizaban en el papiro luego fueron utilizados también en el códice. El contenido o las primeras palabras de una obra, así como el nombre de su creador, se escribían en el borde exterior del rollo, a modo de una incipiente portadilla. Sin embargo, el hecho de que dicha información estuviera ubicada en el borde más frágil significó que gran parte de esa información se perdiera con el tiempo. (24) Los escribas egipcios aprovecharon la variedad de tintas e incorporaron rúbricas en sus obras, empleando la tinta roja para destacar palabras e ideas importantes, así como para indicar el comienzo de nuevos párrafos. En la impresión cuneiforme no era posible marcar ese contraste. Los escribas griegos y romanos adaptaron la rúbrica a sus manuscritos y dicha estrategia se mantuvo hasta los primeros libros impresos. Los encabezados, las glosas y los títulos, al igual que los puntos y las rayas que se empleaban para separar las secciones y las oraciones, podían ir en rojo. En todos los casos, los escribas desarrollaron técnicas para facilitar la lectura del texto escrito, una de las características que convierte al libro en un dispositivo no solo de almacenamiento, sino también de recuperación.
Si bien el papiro facilitó el desarrollo de la escritura y de la ilustración, no era un material de archivo ideal ya que se volvía frágil al secarse, atraía a los insectos y era sensible a la humedad, especialmente en los climas europeos. Es por esa razón que muy pocos rollos de papiro han llegado intactos hasta nuestros días. Otra desventaja de la forma enrollada es su tendencia a cerrarse. Eso requería que los lectores tuvieran que sostenerlo con ambas manos, o que tuvieran que colocar objetos pesados para evitar que el rollo se cerrara, acciones que hoy nos resultan incómodas, pero que, según los investigadores, se convirtieron en un hábito común entre los lectores egipcios. (25) Aquella normalización en las prácticas de lectura no debería ser olvidada. Desde el punto de vista del siglo XXI, nuestro propio libro códice está tan normalizado que a veces cuestionamos las propiedades de lo que “hace a un libro” cuando algo afecta las expectativas que tenemos sobre nuestra experiencia de lectura sin darle demasiada importancia al hecho de que leer en una dirección en lugar de en otra, el hábito de leer un texto entre líneas en silencio y el de colocar el título y el nombre de un autor en la tapa de un libro son todos comportamientos adquiridos.