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LAS HUELLAS DEL DISENSO Y RESISTENCIA CIVIL

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La visión de una Galicia pasiva y resignada fue construida a partir del análisis de la documentación producida para consumo público por las autoridades franquistas y por la ausencia de insubordinación popular después de 1936, pero la extensión de la desobediencia y de las expresiones de descontento es mayor de lo que previamente se podía imaginar.

Una de las tareas más importantes que debían acometer los gobernadores civiles era asegurarse la adhesión inquebrantable de la población y la paz social. De ese entusiasmo dependía su continuidad en el puesto y futuros ascensos en el cursus honorum. De esta manera, la norma era que en sus informes anuales declarasen una adhesión generalizada. Sin embargo, son tantos los matices que relatan y las contradicciones en las que incurren que todo parece indicar que los descontentos abundan y que las disidencias son percibidas, de una o de otra manera, por las autoridades. Que había un descontento masivo y un ambiente frío para con el régimen por las diversas imposiciones políticas contrarias a los intereses de los pequeños propietarios agrícolas, por la corrupción rampante y por la escasez material en la que se circunscribía la vida cotidiana es indiscutible y fácilmente perceptible al revisar la documentación interna de las diferentes autoridades franquistas, que contradice los comentarios triunfalistas que reinan en la prensa. Los propios jefes provinciales de Falange reconocían en sus informes la preocupación por la impopularidad del «Movimiento» entre la población rural gallega.

El jefe provincial de la Falange en A Coruña lo reconoce sin miramientos en un informe interno que envía a la sede central del partido en 1942, con motivo del día de la fiesta de la Victoria:

como quiera que me imagino que tanto la prensa local como las de otras provincias hablará en tonos encomiásticos, creo mi obligación informarte de la frialdad helada del ambiente (...) en el desfile militar fueron escasísimos los vítores y aplausos, siendo todos ellos a cargo de la Sección Femenina y de los grupos de Militares que tenían lugares reservados para presenciar el paso de las Fuerzas.50

En el extremo contrario se sitúan los órganos de prensa clandestinos, la mayoría vinculados al Partido Comunista, que ensalzan cualquier episodio de resistencia por parte del campesinado gallego en términos de rebelión (como las detenciones de labradores que se negaban a entregar las requisas).51 La realidad está justo en medio. Multitud de casos relatados en la documentación interna de Falange, junto a comentarios vertidos por las autoridades en ámbitos que entendían como privados, desmienten el panorama de una opinión popular identificada con los presupuestos del Partido Único y del régimen, como ya hemos apuntado al tratar de la influencia de la Segunda Guerra Mundial. Nada más irreal que el dibujo de una «comunidad nacional» que se trazaba de puertas para afuera. Nada más lejano tampoco que un campesinado imbuido de ideología comunista dispuesto a acabar con las requisas mediante la lucha directa contra las autoridades como primer paso hacia el fin de la dictadura.52

Había muchas razones para la protesta, pero esto no constituyó una base para un levantamiento general. Esto es evidente. Lo que requiere consideración es conocer las razones para la evaluación y descripción de los patrones del disenso. En el capítulo anterior nos hemos referido a los rasgos históricos que la conflictividad muestra en la Galicia rural, con lo que hemos tratado de poner los pilares para proceder a la caracterización de dichos patrones sin caer en simplicidades, acudiendo a lógicas de actuación y comportamiento. Como vimos, y como parece confirmar el estudio de la etapa franquista, la elección de una conducta que guarda una apariencia próxima a la resignación, junto a la elección de los modos de protesta más «escondidos», tiene relación con la eficacia represiva del Estado, que convierte otras opciones directas de protesta en irracionales.53

Lo que se constata es que, a pesar del miedo y las sanciones, algunas personas se negaron a obedecer ciertas normas y mantuvieron una posición renuente y repetida de desobediencia en momentos en que dicho comportamiento era definido como delito. Y esto los convirtió en «disidentes», en los protagonistas de la resistencia civil, porque el franquismo los tildó de tales al entender que todo acto o actitud fuera de lo establecido constituía una muestra de «no conformidad» con el sistema. Las comunidades rurales van a defender aquello que consideran sus derechos de esta manera, evidenciando su no conformidad. En su día a día muestran su indignación y descontento, aunque no actúan de modo que pongan en riesgo el orden establecido. Entendemos así el término disenso en un sentido amplio y comprensivo de toda forma de desacuerdo y actitud negativa, que puede transformarse en apatía, desobediencia civil, protesta o posición contraria, y que convive con el consentimiento respecto a otros aspectos.

La dura represión acabó con muchas de las posibilidades de una rebelión, pero la protesta descansó en una cultura popular autónoma que no era factible (o, cuando menos, no era fácil) reprimir. En ella se encuentran muchas muestras cotidianas de descontento, ya difuso y excluido, ya articulado y verbalizado, con la situación sociopolítica imperante, que si bien pocas veces se traducía en un posicionamiento consciente y comprometido de oposición al régimen, requería la toma de decisiones y la realización de acciones que en ningún caso remiten a la pasividad, a la resignación o al acatamiento. El grado de resistencia parece estar definido por las posibilidades existentes en cada momento, que podían ir desde acudir a reuniones esporádicas con otros vecinos para escuchar Radio Pirenaica o la BBC, lo que ya era considerado acto de conspiración por el régimen franquista, hasta la colaboración con la guerrilla. Se trata, si se quiere, de actuaciones de mantenimiento de niveles de autonomía con respecto a un Estado cada vez con más presencia y con medios para ejercer un fuerte control de la vida cotidiana.

Actualmente contamos con algunos trabajos que se acercaron al estudio de los indicadores de la resistencia civil de la población española.54 Haciendo un balance, podría señalarse que estos estudios concluyen que

durante los años de la posguerra, y a pesar de los «apoyos» institucionales y sociales de los que dispuso el Nuevo Estado, la mayoría de los españoles mostraron un acatamiento aparente del régimen como consecuencia de la completa desarticulación de la sociedad civil por la coerción social y el control estatal de los medios de información, extendiéndose la apatía política entre la población (...) relegada al ámbito de la vida privada (...) Sin embargo, dentro de este amplio sector de la sociedad caracterizado por su pasividad existía tanto un «apoyo difuso» a la dictadura, como una «disidencia» que se manifestaron puntualmente en los momentos de máxima tensión política y social en el país (...) Detrás de esa diferencia subyacía un creciente malestar motivado fundamentalmente por los problemas más inmediatos a los ciudadanos (...) (Sánchez Recio et al., 1995: 89).

Lo mismo ocurre en el rural gallego. Lo que emerge es lo que ha verbalizado I. Kershaw (1983: 154) en su análisis de las opiniones y actitudes de la población alemana hacia el Tercer Reich, y es la compatibilidad de la «no satisfacción» en aspectos económicos, sociales o de políticas concretas con una «aceptación» genérica del sistema. Como los sistemas de poder son múltiples, la resistencia a un nivel puede significar subordinación a otros. Por eso, debe identificarse la existencia de un abanico de estrategias específicas de resistencia en ámbitos locales y cotidianos, como bien han señalado L. Abu-Lughod (1990) y M. Richards (1999).

La amenaza popular hacia al sistema estuvo fuera de todo cuestionamiento, ya que la autoconservación individual o familiar fue lo primero, casi lo único en las fases iniciales del régimen. Pero el disenso fue una constante que se evidencia a través de muchas actuaciones que ponían en cuestión el discurso social dominante y las formas de control establecidas. Esta coexistencia proporciona una explicación a la pregunta de por qué actitudes de discrepancia no se convirtieron necesariamente en actividades de oposición, circunscribiéndose a la esfera de la resistencia civil. De la naturaleza de las formas de crítica y descontento recogidas durante el periodo de la posguerra en el rural gallego se extrae una característica en común: el disenso era fragmentario. El repudio y la no conformidad con algunas áreas de actividad del régimen convivieron con la aceptación y el consentimiento activo en otras.

El disenso popular fue transformado a veces en apatía, resignación, confusión y desespero, como atestiguan las fuentes, fue percibido por las autoridades franquistas, que actuaron para su desactivación. Las muestras de disconformidad no deben ser desmerecidas, primero porque incomodan o asustan a las autoridades; segundo porque las identidades personales pueden ser preservadas a través de actos de no conformidad en contra del «asalto» estatal por controlar la esfera privada; y, tercero, y sobre todo, por la evocación que hacen de una actuación que puede ampliarse, multiplicarse y radicalizarse.55

Valga como muestra la actuación de los vecinos de Toiriz, del municipio lucense de Pantón. Ellos decidieron invadir la zona repoblada con su ganado para inutilizar los trabajos de repoblación llevados a cabo por el personal del Patrimonio Forestal ante la decisión de repoblar incluso las 150 hectáreas que la comunidad había conseguido preservar de la repoblación (otras 201 hectáreas habían sido consorciadas forzosamente para reforestar). El informe del ingeniero jefe de Patrimonio en Lugo demuestra el alcance de dicho acto de resistencia:

... el 21 de diciembre de 1954 se produce la primera invasión en zona repoblada. A partir de esa fecha, con ostentosidad, pues llegaron a hacer fiestas, se repite la entrada de ganado en el monte con la excusa de una anterior licencia de pastoreo (...) sufriendo la guardería forestal toda clase de abusos por parte de los paisanos, hasta tuvo que retirarse para evitar el empleo de armas, (...) a partir del día 21, siguieron enviando toda clase de ganado al monte (...) arrancando ellos mismos los pinos salvados de la boca del ganado.

El grado de preocupación que se transmite es evidente, junto con el efecto de ratificación personal y colectiva de los vecinos de Toiriz (de ahí la «ostentosidad» y la realización de festejos que acompañaron a sus actuaciones). El ingeniero reconoce también la repercusión que en otros lugares próximos habría tendido la movilización «... en Reiriz y Chave [O Saviñao], se organizaron colectas entre los vecinos con el fin de oponerse a la repoblación, aprovechándose de los rumores circulados como consecuencia de los incidentes ocurridos en el cercano monte de Ferroedo de Pantón, estando pendientes de su resolución los lugares de toda la comarca» (Molina, 1999).

Son muchas y muy variadas las muestras de resistencia civil, pues todas aquellas acciones y actitudes que muestren ausencia de colaboración y consentimiento para con las disposiciones del poder remiten a este concepto al ser acciones y actitudes que revelaban la incapacidad de los proyectos del franquismo para imbuir de sus principios a la población rural: la realización de motines, el rechazo de suscripciones, la difusión de rumores, la fidelidad a las ideas republicanas o democráticas, etc. Incluidos en él fenómenos antisociales como el robo de poca monta, la apatía, la indisciplina y la negativa a trabajar, etc. Algunas de ellas, y otras más, son las que Ramón García Piñeiro, siguiendo a Scott, define como «protestas populares de baja intensidad» (García Piñeiro, 2001: 351). Para F. Sevillano se trata de «no más que formas de supervivencia, mientras que otras fueron manifestaciones pasivas de malestar social, que no expresiones activas de resistencia, mostrando los límites del disentimiento político» (Sevillano, 2003: 165), con lo que las remite a un plano prepolítico con el que no concordamos, como hemos señalado.

Por la variedad de muestras que conforman la resistencia civil es necesario ordenar y catalogar los casos recogidos, con la finalidad de conseguir una mejor comprensión del caso gallego en concreto y, así mismo, posibilitar una comparación con otras realidades españolas y europeas. A eso dedicaremos el siguiente capítulo.

1 Los intentos más logrados de estudios globales en J. de Juana y X. Prada (2006) y A. Míguez (2009). Sobre la represión a nivel provincial y en diferentes zonas de Galicia o a nivel sectorial, véanse M. X. Souto (1987); E. Grandío (2001); X. Prada (2004); A. Rodríguez Gallardo (2006); D. Lanero (2006) y D. Pereira (2011). El proyecto interuniversitario «Os nomes e as voces», dirigido por el catedrático de la USC Lourenzo Fernández Prieto, cuenta con la base de datos más completa y actualizada sobre los nombres, cifras y lugares de represión en Galicia (nomesevoces.net). Según el «Informe de Resultados: víctimas de Galicia (1936-1939)» (www.nomesevoces.net/gl/informes), se han documentado un total de 12.253 represaliados, ya mediante procesamientos judiciales, ya vía asesinatos. Un total de 9.020 personas fueron sometidas a procesos militares y el cómputo de penas de muerte ejecutadas y muestres extrajudiciales arroja la cifra de 4.699 víctimas. El 80% de estas víctimas mortales tenían entre 19 y 45 años.

2 Numerosos autores se han acercado a aspectos de conflictividad laboral para advertir la resistencia política en el periodo tardo-franquista. Por lo tanto, en el ámbito urbano y obrero se permite una relación clara entre conflictividad, con medidas puntuales y próximas, y una ulterior concienciación contra el sistema político que en el mundo rural parece no ser lícito realizar. Sobre la conflictividad laboral existe una extensa bibliografía que abarca la prácti-ca totalidad de la geografía española, véanse C. Molinero y P. Ysás (1998b); T. M. Ortega López (2003); R. Reig (1999); X. Doménech Sampere (2002); R. García Piñeiro (1990); J. Gómez Alén (1995).

3 Así, por ejemplo, mientras que noruegos y holandeses fueron tratados con «más benevolencia», los belgas tuvieron que soportar una interferencia total en su vida cotidiana (Moore, 2000).

4 Para la Europa oriental, véase A. Braun (1989).

5 Un recorrido histórico por las formas de resistencia del agro gallego, en H. Hervés Sayar et al. (1997) y en X. Jardón Pedras et al. (1997).

6 Una visión de conjunto del movimiento agrarista en Galicia, en M. Cabo (1999) e I. Román (1999), y en A. Bernárdez (2005).

7 En la teoría de la práctica de Pierre Bourdieu, el concepto habitus designa un sistema de disposiciones duraderas y generativas que, al integrar las experiencias del pasado, funciona en todo momento como una matriz de percepciones, apreciaciones y acciones adquiridas de manera inconsciente en las experiencias de sociabilidad. P. Cornnerton, por su parte, habla de «memorias-hábito», subrayando que la memoria, o la tradición, es transmitida de maneras no textuales y no cognitivas. P. Bourdieu (1988) y P. Connerton (1989).

8 Esta es la manera empleada por los campesinos portugueses de Couço, como indica Paula Godinho, para reactualizar su memoria de resistencia. Usan la oralidad, la conversación y los encuentros, ya organizados, ya fortuitos. P. Godinho (2001).

9 Las formas de protesta del agro gallego son las mismas que las detectadas en la Ale- mania rural a raíz de la implantación de la política agraria nazi o en el Portugal salazarista. I. Kershaw (1983); J. Stephenson (1997); I. Fonseca, D. Freire y P. Godinho (en prensa).

10 La Sociología ha reconocido el papel de las conciencias colectivas como estructuras simbólicas encargadas de atribuir sentido a la realidad y definir y orientar comportamientos, igual que las nuevas vías de la Historia Social, entre ellas la Historia de la Vida Cotidiana Alemana, dan cuenta de que los «ciudadanos corrientes», cuando entran en la escena de los acontecimientos, lo hacen de acuerdo con y a partir de su propia esfera de significados. A. Lüdtke (1994).

11 Sobre el concepto de «valoraciones fuertes», véase C. Taylor (1994). En palabras de Habermas, «nuestra voluntad está fácticamente determinada por deseos y valores; determinaciones ulteriores solo se realizan en atención a las opciones en la elección de los medios o bien en la fijación de los fines» (1991: 36).

12 Como ejemplifica J. Ugarte perfectamente para las realidades vasca y navarra (1998).

13 Sobre visiones estereotipadas y el debate teórico alrededor del concepto de «comunidad rural», véase G. Giménez (1990), y sobre el mito de la decadencia de las comunidades rurales, R. Domínguez Martín (1998).

14 Más que probada es la influencia de la ciudad en el rural y la permeabilidad de las comunidades rurales gallegas, gracias a trabajos como el de L. Fernández Prieto (1996). El estudio de Luisa Passerini sobre los operarios turineses evidencia las características de la cultura de resistencia propia de otro tipo de comunidad, la obrera. L. Passerini (1984).

15 Esa visión idealizada es la que difundieron estudiosos como Robert Redfield (1989), que destacaba la homogeneidad, la autosuficiencia y la armonía de las relaciones intracomu-nitarias. Una crítica a esta visión, en X. L. Balboa (1996).

16 Las comunidades rurales cuentan con sus propios mecanismos de corrección de desigualdades y de cohesión social, explicables en razón de lo que Scott denomina «ética campesina de la subsistencia». Esta noción, contrapuesta a la ética del trabajo y del beneficio propio de las sociedades industriales, delimita lo que es específicamente característico del comportamiento económico campesino (aquello que Scott designa como «principio de seguridad-primero»). Tal principio se manifiesta a través de dos mecanismos ideológicos: la in-sistencia en la reciprocidad y el derecho a la subsistencia del campesino (Scott, 1976: 13-35).

17 Este lucense, de profesión notario, fue falangista de primera hora y al comenzar la Guerra Civil formó parte de la sección de prensa extranjera de la Delegación de Prensa y Propaganda. Posteriormente será redactor jefe de Radio Nacional de España.

18 El Progreso, 18 de julio de 1943.

19 Documentos Inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Tomo III, informe de DGS, del 7 de abril de 1942.

20 Archivo General de la Administración (en adelante, AGA). Presidencia. Informes de la JPF de Lugo. Parte de abril de 1946. Caja 51/20674.

21 Tal fue el caso de D., que fue vocal de la Hermandad de Ribadeo «toda a vida», al mismo tiempo que dio cobijo en su casa a un fuxido más de tres años, o de excombatientes laureados del ejército sublevado que fueron protagonistas de la lucha contra las repoblaciones forestales de sus montes vecinales. Entrevista a J.A.D.L. (Cubelas, Ribadeo).

22 AGA. Presidencia. Parte mensual de la Secretaría General de Movimiento (en adelante, SGM) de julio de 1940. Lugo. Caja 51/20533.

23 Documentos inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Tomo III. Pontevedra. Informe de la Dirrección General de Seguridad (en adelante, DGS), 7 de abril de 1942.

24 Documentos inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Tomo III. Coruña. Informe de la SGM, 4 de enero de 1942. Esta sensación estaba también muy presente en el caso de la ciudad de Vigo, tanto porque igualmente había una colonia inglesa importante afincada allí, como porque sabían de la existencia de lazos económicos de algunos grupos de comerciantes de la ciudad olívica con Inglaterra. AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM, de diciembre de 1941. Pontevedra. Caja 51/20560. Que los grupos burgueses de las ciudades se mostraran aliadófilos no es extraño. Como demuestra Óscar J. Rodríguez (2007) para el caso de la oligarquía almeriense, esta afinidad no era incompatible con la adhesión al franquismo, sino que sencillamente denotaba los fuertes intereses que había para que se normalizaran las relaciones con Inglaterra.

25 AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM de diciembre de 1942. Lugo. Caja 51/20593; Parte mensual de la SGM de diciembre de 1941. Pontevedra. Caja 51/20560.

26 AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM de julio de 1942. Lugo. Caja 51/20593.

27 AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM de enero y febrero de 1943. Lugo. Caja 51/20615; Informes sobre el orden público de Lugo. Parte de la Jefatura local de Valadouro de mayo de 1940. Caja 51/20533; Parte mensual de la SGM de enero de 1945. Lugo. Caja 51/20674.

28 En las autoridades también se dejaba sentir que el triunfo aliado en la guerra podía cambiar el status quo en España, en forma de falta de moral e incluso intentos de confraternizar con el «otro bando». Es el caso de alguno de los guardas del penal de Santa Isabel, en Santiago, que mejoran el trato y se acercan a los presos políticos allí detenidos realizando comentarios exculpatorios de su posición y actitud (Pillado, 2002: 285). El proceso de desfascistización, como ha subrayado Ismael Saz (1999), tiene su punto de arranque en 1942 y su fin en 1945, con el giro de la política franquista en el nuevo marco internacional.

29 AGA. Presidencia. Delegación Nacional de Provincias. Caja 51/20639.

30 «Durante el pasado mes de abril hay que señalar un recrudecimiento de la propaganda clandestina, tanto monárquica como comunista, siendo de destacar esta última por la variedad de publicaciones y los distintos procedimientos empleados para su entrega», reconocía el jefe de Falange de A Coruña en los informes elevados a la Jefatura Nacional en 1947. AGA. Presidencia. Informes de la SGM. A Coruña. Parte de abril de 1947. Caja 51/20586.

31 De igual manera que lo son en la generación de consentimiento, como ha señalado y demostrado Miguel Angel del Arco a partir del estudio de la Andalucía oriental. El autor señala que la gran autonomía de actuación de que dispusieron los poderes locales y provinciales bajo el franquismo dio pie a una gestión selectiva de políticas y recursos que sirvió para ampliar las bases de apoyo social del régimen, además de para reprimir a los vencidos. Véase M. A. del Arco (2007).

32 Arquivo Histórico do Reino de Galicia (en adelante, AHRG). Gobierno Civil (en adelante, GC). Secretaría General. Negociado 1.º Administración Local (en adelante, Adm. Local). G-2936.

33 Arquivo Histórico Provincial de Lugo (en adelante, AHPL). GC. Adm. Local. Sig. 12.708.

34 AHPL. GC. Adm. Local. Sig. 12.699.

35 AHRG. GC. Secretaría General. Negociado 1.º Adm. Local. G-2808.

36 AGRO, marzo de 1949.

37 AHRG. GC. Expedientes de municipios. Sig. 2768.

38 AHPL. GC. Adm. Local. Sig. 12.699.

39 AHPL. GC. Adm. Local. Sig. 12.703.

40 AHPL. GC. Adm. Local. Sig. 12715.

41 AHPL. GC. Adm. Local. Sig. 12.697; 12.702; 12.707; 12.710.

42 AGRO, febrero de 1949.

43 AGRO, noviembre de 1946.

44 El conflicto generacional es mucho más importante en la Alemania nazi, donde se ha-bla de una «guerra en cada hogar», a pesar de que no provocó una resistencia abierta porque la gente se vio enredada en la «trampa ideológica» que identificaba las medidas autoritarias que el nazismo implementaba con las que cualquier cabeza de familia debía tomar para asegurar el bienestar y alimentación de los suyos (Wilke, 1987: 21).

45 M. señala «... había mucho miedo y los padres se lo pasaron a los hijos». Entrevista a MLG (Seivane, Abadín).

46 Entrevistas a MDG (Seoane, Friol); GRS (Foz); ML-Q. R. (Friol) y CAG (reproducida en Prada y Soutelo, 1997: 636).

47 Basta recordar la actitud del maestro Gregorio Sanz, uno de los personajes más significados en el auge político y cultural de la República en Ribadeo y principal defensor del agrarismo, que tras ser condenado dos veces a muerte y pasar cinco años en prisión optó por olvidar su pasado y negarlo cuando el régimen ya había terminado. Su experiencia en la prisión la relata en primera persona en G. Sanz García (1986).

48 Su historia de vida ha sido recogida por Jardón et al. (1997b).

49 Un amplio estudio sobre la colonización en J. M. Cardesín Díaz (1985).

50 AGA. Presidencia. Informes mensuales sobre la provincia de A Coruña. Informe de abril de 1942. Caja 51/20586.

51 Son abundantes las referencias a estas acciones [«Enérgica protesta de los campesinos de Lugo contra la rapiña falangista», en Mundo Obrero, 25 de marzo de 1948. «Galicia. Motín de campesinos contra la Fiscalía de Tasas y la Guardia Civil», Mundo Obrero, 6 de mayo de 1948], razón por la que la Fiscalía de Tasas publicaba «con alarmante regularidad listas de sanciones aplicadas a pequeños comerciantes y campesinos en todas las provincias españolas». El PCE hace llamamientos al campesinado para que «oculten sus cosechas, que se nieguen a declarar lo recogido y para que echaran del campo violentamente a los ladrones de las Comisiones de Requisa falangista» [«Las listas diarias de multas y expoliaciones», en Mundo Obrero, 20 y 27 junio de 1946] (Santidrián, 2002: 387).

52 Sobre la creación de esta imagen de una población en comunión con el régimen sin ningún atisbo de fisuras, véase J. Gracia (2004).

53 La República Democrática Alemana, igual que Galicia, fue caracterizada por su aparente estabilidad, eficiencia y aquiescencia política, en contraste con las turbulentas historias nacionales de Checoslovaquia y Polonia. Según los estudios realizados para explicar esta distinta idiosincrasia, como el de M. Fulbrokk (1993), la explicación está en la capacidad represora del Estado y no en una pretendida diferencia de la mentalidad de la población de la RDA con respecto a la de sus países vecinos.

54 Entre ellos, véanse G. Sanchez Recio, R. Moreno Fonseret y F. Sevillano Calero (1995); R. Reig (1999); A. Cenarro Lagunas (2001); J. L. Ledesma (2001); C. Molinero y P. Ysás (1998b).

55 El miedo a la «propagación» del disenso está siempre presente en la documentación interna, pues las autoridades eran conocedoras de que desenvolvían su labor en un ambiente de descontento tal que cualquier acto de resistencia civil podría servir de «mecha». En un informe, el ingeniero de la Brigada de Lugo del Patrimonio Forestal del Estado explicita cómo el posible triunfo de un ayuntamiento lucense contra la política de repoblación forestal podría llevar «anexa la suspensión de todos los trabajos de repoblación en la provincia (...) por la repercusión que el hecho tendría en el ambiente campesino opuesto en principio en todas partes a esta iniciativa del Caudillo». AHPL. Fondo de la Delegación Provincial de Agricultura, San Breixo, 1943. La cursiva es nuestra.

La derrota de lo épico

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