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CAPÍTULO 7
Amor de mi vida

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Buenos Aires, 5 de octubre de 2002

Amor de mi vida:

Te escribo esta carta con motivo de tu cumpleaños. Dadas las circunstancias que nos separan físicamente, creo que mis sentimientos por escrito son el mejor regalo que puedo darte. Tantos años compartiendo la vida, tantos años soñando juntos... no han sido en vano, porque lo que siento por vos, día a día, es el único motivo de mi vida misma.

Tenés que saber, mi tesoro, que desespero por esta larga separación, pero sé que mientras yo viva, seguirás ahí esperando mis cartas. Una por semana, como siempre, salvo en ocasiones especiales como los cumpleaños o nuestro aniversario... ¡entonces, tiramos manteca al techo y lo nuestro es una fiesta literaria!

Hoy estoy bien, animado, contento, silbo desde la mañana y hasta canturreo un tanguito por lo bajo. ¿Y sabés por qué? Porque anoche volví a soñarte, ¡qué novedad!, dirás de este viejo loco... pero la cosa es que otra vez te tuve entre mis brazos y vos sabés viejita, que eso me descoloca el corazón de su sitio habitual. Anoche me dormí pensando en vos, en la joven del sur emprendedora y con sueños ocultos, de quien me enamoré hace tanto tiempo. Me viniste a visitar fresca, frágil, picarona y creo que te soñé así por lo que me pasó ayer a la tarde, cuando estaba tomando mate en la vereda, sentado en el banquito de mimbre ¿viste? Dale, déjame que te cuente, vida mía... como dice el bolero.

Eran cerca de las cinco de la tarde, en ese momento vos y yo nos reíamos divertidos en nuestro mundo interior. Comentábamos el trajín de la calle y el ida y vuelta del viento sur, que le volaba todo a la gente al doblar la esquina (¡mmm, el viento sur!, acordate que acá es frío, que viene de La Patagonia, no como el de ahí que es seco y cálido), cuando de pronto se detuvo un auto importado color bordó con una hermosa mujer al volante. Bajó su vidrio eléctrico y con buenos modales me preguntó cómo ir al sur, así nomás, ¡al sur!, ¿viste? y yo no sé si por la edad o por qué, pero creo que se me cruzaron los cables de la razón y los del oído, que deben pasar cerquita, y enseguida se me ocurrió pensar que la señora quería ir ¡al sur de Tenerife!, que quería llegar a tus pagos... ¿a vos te parece? ¡Si, ya sé que es una locura! , pero ¿qué querés que haga?, me hice un lío... Igual, me hizo tanta ilusión creerlo así que la cuestión fue que carraspeé un poco, me acomodé la corbata roja de pajarita, como gesto de educación, y me dispuse a explicarle cómo llegar ¿Qué pierdo diciéndole cómo ir? –pensé– si conoceré el camino, ¡Ay mi madre!

Me levanté del banquito con calma para no caerme (viste que a veces me mareo y todo me da vueltas), le hice una reverencia leve y simpática con mi gorra de paño gastado, y le di todas las indicaciones pertinentes para que llegase a destino, sin ningún problema.

Pero ¿vivió usted allí?, ¿cómo conoce tanto aquella zona?

¡Qué casualidad!, preguntarle justo a usted –me dijo incrédula la señora, creyendo que hablábamos del lugar a donde ella quería ir en realidad–.

–¡Y sí!, viví algún tiempo allí, aunque después me echaron mija, pero no olvidé nunca el camino, ¿como los perros vió, que siempre saben cómo volver? –le aclaré. Cuando yo era joven rondaba por esos lados para ligar con mi novia. Parecía un auténtico boludo...

¡Estaba tan enamorado! Fíjese usted que cuando veía aparecer las primeras plataneras, ¡me moría de nervios! Y me repetía: “ya falta poco para llegar, dale brillo a los zapatos y métete la camisa dentro, ¡ponte presentable, muchacho!” Mirá vos, lo que son las cosas

¿eh?, una elegante señora para frente a mi casa, me pregunta por una calle y...me devuelve un pedazo de vida.

–¿Y si dejo el auto acá y me voy en colectivo, no será mejor?

¿Plataneras dijo?

–Eh sí, estee... en colectivo ehhh...

–¿Plataneras de bananas? C r eo que m e voy a pe r de r , mejo r me tomo un remise...

–Sí, de bananas, o de plátanos, allá se dice plátano…, en colectivo, o en guagua, ya que estamos le doy unas clasecitas de canario auténtico ¿eh?, como yo...

–Ah pero ¿usted no es de acá?, perdóneme, mejor le pregunto a otra persona...

–¡Ay mi niña!, no se preocupe, conozco bien Buenos Aires, llevo mil años aquí..., tiene usted un buen trecho, pero no se va a perder, mire que es fácil, y el 252 la deja cerca. Camine hasta... No, mejor se toma acá a dos cuadras el 327... ¡Si habré soñado con cuando viajaba en la guagua para noviar con mi mujer!

–¡Ah, se casó con ella al final!

querida si, me casé... (Le aclaré de nuevo ¿viste?) Pero hace muchos años que nos separamos, aunque nos carteamos todo el tiempo. Ella es mi amor. La que iba a buscar todos los domingos, con mi camisa adentro... a la que le llevé flores, bombones...

–Ah, qué lindo, ¿entonces el 327 acá a dos cuadras? ¿Y me bajo en...?

–... ¡En Santa Cruz!, ¿dónde te vas a bajar, mi niña?, en la Plaza de España y después coge usted alguna guagua que vaya para el Sur... una vez le regalé un libro de poemas...

–...Bueno no se preocupe, ¿Santa Cruz?, ¿en la Patagonia? Espere, creo que usted no me entendió bien, yo quiero ir al sur de la provincia de Buenos...

–Por eso, para ir al Sur de la isla usted coge una guagua, que ahora deben ser más modernas que antes, no donde leí que eran a gas, ¿a gas?, y que tienen aire acondicionado..., se baja primero en la Plaza de España de Santa Cruz y ahí mismito pregunta por la parada para Adeje, Los Cristianos, Playa de La Américas, Los Gigantes, Puerto Santiago... ¿a dónde quiere ir usted concretamente?

–Esteeee , deje, deje, no importa, ¿una qué cojo? ¿Una guagua?, ¿una guagua no es un bebé?, ¡ah, no!, eso es en Chile, bueno, no importa, en serio, ya me arreglo, ¡gracias igual, ha sido usted muy amable!... es que estoy muy apurada.

–¡Qué cosa estos porteños...siempre apurados!... ¡qué lindos los años que viví soñando!, y...fueron como cincuenta. No, ¡más! ¿Qué estoy diciendo? Fue casi toda la vida porque a ver, ¡mmm! espere

que pienso...yo me casé a los 21 y después de eso eh... Enrique tendría tres o cuatro años cuando me fui y Eloy no había nacido...bah, no sé si es Eloy o Yaiza, porque antes no se sabía lo que venía...y yo llevo acá unos cincuenta años y ¿tanto ya? ¡Ñós muchacha! Ni un solo día dejé de pensar en ella. Nunca dejé de hablarle, de sentirla, de amarla... yo no dejé un sólo día de... ¡Señora!... ¡la parada del colectivo es para el otro lado!, ¡señora, se va a perder! ...bue, ya no me escucha ¡qué macana, che! Porque... digo yo querida, vos y yo, lo nuestro digo, vendría a ser como un amor platónico ¿no es cierto? Claro, un amor platónico en serio, de verdad. Sí, sí, no son fáciles como la gente cree. Parecen cómodos, más económicos ¡seguro!, con menos problemas de convivencia... Pero nosotros sabemos que no es tan así. ¿Te acordás de aquella vez que nos peleamos durante tres meses? ¡La pelotera que se armó! Y, el problema fue el mismo que el de un amor convencional ¿eh?: ¡los celos! Me volví loco, me enfermé cuando dejaste de aparecer en mis sueños. Pensé que te habías enamorado de otro hombre. Aquellas semanas sí que fueron una pesadilla... Pero bueno, no hablemos de esas cosas, hablemos del presente, del futuro. De todo lo que tenemos por delante para disfrutar uno del otro.

Mi amor, mi luz, no olvides que estamos de fiesta, que cumplir años a nuestra edad es una bendición del cielo. Que ¡por fin! llegás a los setenta y que por eso este pibe de setenta y dos te regala con estas palabras todo lo que tengo: mi vida.

Ah, mi querida, y no te preocupes por la vejez, porque me está pareciendo que el final del camino se hace más ancho para los viejos como nosotros. Los que queremos seguir soñando despiertos. Los que nunca pudimos realizar el sueño de estar con la persona amada... pero querida mía, no nos pongamos mal que estamos de festejo.

Además, supongo yo que será un beneficio que nos otorgan a los que nunca dejamos de amar, a los que mantuvimos, como nosotros, un auténtico amor platónico, ¿no es cierto...?

Elvira de mi corazón, feliz cumple vida. Y no olvides que te amo eterna e infinitamente.

Tuyo por siempre, Salvador

El Risco

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