Читать книгу María Kumbá - Ana Gloria Moya - Страница 13

¡Ay Santa María de los Buenos Ayres…!

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¡Qué encanto el suyo! ¡Qué aque­larre de colores, sonidos y aromas paseaban por sus mal trazadas calles! Para ese entonces, estrenaba orgullosa su condición de capital del Virreinato, y qué americana se perfilaba a su pesar.

Fue amada desde siempre, desde el mismo día en que la parieron los sueños de aquellos locos españoles que, después de tantos días salobres, la fundaron a la orilla de un río.

Todas las savias que confluyeron para engendrarla, pugnaban por dejar su sello. Negros vendedores ambulantes pregonaban sonrientes su mercadería, contorneándose al ritmo de su música interior. La burbujeante chispa andaluza se adivinaba tras rejas y mantillas que escondían fingidos recatos. Algunos faroles iluminaban pretensiones francesas que, atildadas, reinaban en las tertulias. Marinos ingleses, codiciosos, miraban las riquezas que sesteaban en las calles, relamiéndose zorrunamente. Todo, todo era un remolino de vida palpitante en ese puerto que aún no tenía conciencia de su importancia.

Se había acostumbrado a ser el pariente pobre de Méjico y Perú que, rezumantes de oro y plata, pretendían imitar la nobleza europea. De ellos no saldría el primer grito de libertad. Sería esta parte indómita y solitaria del continente la que primero conjugaría la vida sin sumisiones.

María Kumbá

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