Читать книгу La voz sola - Ana María Martínez Sagi - Страница 73

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CANTO DE ESTÍO

Se cerraron los ojos,

estos ojos míos cándidos y claros.

Huyeron de los tuyos,

negros y embrujados,

encendidos en la calma de la tarde,

en la hoguera del deseo y del pecado.

Y mis manos blancas

—barrera de carne, dique, valla, obstáculo—

cortaron tu avance,

cerraron el paso

de aquella acometida de caricias,

de mimos y de abrazos.

El aire era de fuego,

estabas embriagado de verano,

triunfaba la Natura sensualmente,

enervaba el perfume de los campos

y quemaba tu aliento

y quemaban tus manos.

¡Oh, tu hondo despecho!

¡El dolor por el capricho no logrado!

¡El extraño contraste de tu carne

encendida y mi carne como el mármol!

En tus ojos obscuros anidaban

la ira, el rencor y el desencanto.

Es fría, insensible, cruel y dura,

no tiene corazón, pensaste acaso.

Y no obstante, no obstante, niño-grande,

cuando tu beso audaz y apasionado

hubo un iris divino en el alma…

y un ligero temblor en los labios…

(Suplemento Femenino de Las Noticias, 11 de julio de 1930)

La voz sola

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