Читать книгу La voz sola - Ana María Martínez Sagi - Страница 74

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DESALIENTO

A Elisabeth Mulder, con mi gratitud

por su generosa comprensión.

Hay días en que siento

que la Vida es cansancio, es hastío y negrura.

Me vence el desaliento

y me rinde mi cruz de amargura.

¡Imploramos en vano! ¡Imploramos en vano!

Nuestras voces se pierden ignoradas y solas.

Hundida estoy en medio del Océano

y a merced de las olas.

Como es leve y pequeña mi voz cansina,

la Vida no la advierte.

Pasa el hombre a mi lado, tampoco la adivina:

¡la voz de él es tan fuerte!

Rutas llenas de zarzas, llenas de abrojos,

¡siempre lo mismo!

Se me cierran de espanto los ojos

por no ver este abismo.

No sé por qué habrá sido, ni qué mano

sembró espinas en todas mis sendas.

¡Qué tengo que hacer, hermano,

para que me entiendas!

Para que mi acento sea comprendido,

para que en tu alma mi canto se ahonde,

tú que pasas siempre arrogante y erguido,

¿qué he de hacer? ¡Responde!

Me he mostrado siempre tal cual soy. Te he dado

el alma y la vida:

Hombre que a la tierra vives apegado,

¡en tu carne un día se abrirá mi herida!

(Suplemento Femenino de Las Noticias, 6 de marzo de 1931)

La voz sola

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