Читать книгу La voz sola - Ana María Martínez Sagi - Страница 77
ОглавлениеJUAN MANUEL
La noche es oscura
y larga.
Las bocas de los cañones
vomitan metralla.
Mandan ametralladoras
mensajes de duras balas.
La piel seca de la tierra
la destrozan y la rasgan
en sus fuertes explosiones
las granadas.
En las trincheras, las lenguas
brillantes y plateadas
de las bayonetas hienden
la noche hostil y cerrada.
El frío clava sus dardos
de hielo en las carnes pálidas;
sus alfileres la lluvia
y el cansancio sus tenazas.
¡Qué noches éstas, luchando
sin tregua en las avanzadas!
La Muerte, en ronda incansable,
sobre la tierra de España.
La ametralladora muerde
peines repletos de balas:
quien levante la cabeza,
¡qué chorro de sangre cálida!
—¡Madre, madre, me han matado!
—grita una voz muy quebrada—.
Juan Manuel cierra los ojos
para beberse las lágrimas;
mira al compañero muerto
y de la trinchera salta
con cuatro bombas de mano
en busca de la venganza.
Camina erguido y heroico
con la frente levantada.
Los proyectiles dibujan
su perfil de cobre y brasa.
«Juan Manuel: ¡detén el paso!
—le gritan los camaradas—.
Juan Manuel: ¡la sangre tuya
será el precio de la audacia!».
Y él sigue, loco y valiente,
con su perfil de medalla,
rozando la muerte fría
que en silencio le acompaña.
En la trinchera enemiga
las cuatro bombas estallan.
Salta la ametralladora
la red de las alambradas.
«¡Vengada queda tu muerte!
Compañero: en paz descansa».
Juan Manuel gira en redondo
sobre la tierra de España;
cae, el corazón abierto,
como una roja granada.
Su sangre caliente abría
regueros de lumbre clara.
Juan Manuel: ¡sobre tu carne
dejó sus besos el alba!
(Nuevo Aragón, 7 de febrero de 1937)