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Capítulo 5 VOLVER AL CENTRO DEL UNIVERSO

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Quizá el tema más prominente en los evangelios —los cuatro relatos de la vida de Jesús—, sea el incesante conflicto entre Jesús y los líderes religiosos. Aunque es fácil identificar sus diferencias de perspectiva e interpretación de la ley, no es fácil redondear la idea de por qué dichas diferencias ocasionaron que los fariseos, saduceos y maestros de la ley odiaran a Jesús. No podían simplemente decir que no estaban de acuerdo con él, era más que eso. Lo odiaban. No solo desearon su muerte, sino que orquestaron su arresto y ejecución. Aunque a nosotros nos parezca una reacción exagerada, como le pareció a Pilato, en realidad tenían una buena razón para despreciarlo.

Ellos vieron lo que nosotros pasamos por alto.

Los líderes del templo no veían a Jesús como iniciador del judaísmo 2.0. Entendieron correctamente que Jesús era una amenaza para todo lo que valoraban. ¡Todo! Si lo que Jesús afirmaba era verdad, señalaba una nueva versión del mundo, y el fin de su mundo como lo conocían.

Los lectores modernos de la Biblia ven a Jesús como una extensión de las Escrituras judías (nuestro Antiguo Testamento). Los líderes judíos en tiempos de Jesús no lo veían como una extensión o cumplimiento de nada. Nosotros vemos a Jesús como el resultado del Antiguo Testamento; sus detractores del primer siglo lo veían como un hereje que quería cambiar todo.

En ese punto, tenían razón: Jesús estaba presentando algo nuevo.

Una de las declaraciones más ofensivas de Jesús está registrada en el evangelio de Mateo. Si lo has leído, lo más probable es que la hayas pasado por alto. Pocos la notamos. Durante una de sus muchas disputas con los líderes religiosos acerca de las implicaciones de una violación del sabbat, Jesús, refiriéndose a sí mismo, declaró:

Pues les aseguro que aquí hay algo más importante que el templo.1

Indignante, ¿no?

¿No?

¿No habías notado esa declaración?

Eso pensé.

Para los judíos del primer siglo, nada ni nadie era más importante que el templo. Si hubiera habido algo más importante, el templo no habría tenido razón de ser. Era inútil. Aunque hay lugares que consideramos especiales, quizá sagrados, nuestra conexión emocional con esos lugares, no son nada en comparación con lo que los judíos sentían (y en algunos casos siguen sintiendo), por su templo. Para los judíos del primer siglo, el templo era todo. Era el centro del mundo; no solo de su mundo, sino del mundo entero.

El templo era el epicentro de la vida religiosa judía. Era el hogar legítimo de la ley oficial. El templo era la presencia de Dios en la Tierra. Compararse uno mismo con el templo, o sugerir que cualquier cosa era más importante que el templo, reflejaba una extraordinaria arrogancia, ignorancia o locura. Que alguien afirmara ser más importante que el templo era una blasfemia digna de la muerte. Una amenaza al templo era una amenaza a la nación. La población judía habría muerto antes que permitir que este inmueble sagrado fuera profanado o amenazado.

Habrían dado su vida.

No es una exageración.

Para muestra, un botón.

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