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EL TEMPLO DE LA PROSPERIDAD

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El templo se beneficiaba de diferentes fuentes de ingresos, el más importante era el impuesto del templo. Los hombres judíos mayores de veinte años debían pagar medio siclo de impuesto anual al templo, equivalente al salario de un día y medio de trabajo. No era una cantidad enorme, pero no se limitaba a los hombres que vivían cerca del templo.

Este impuesto se exigía a cada hombre judío, independientemente de dónde viviera. En el primer siglo, había millones de judíos diseminados por todo el imperio romano y más allá.6 Existía un elaborado sistema para recolectar, resguardar y transportar el impuesto del templo a Jerusalén. Los hombres judíos podían pagar el impuesto en centros de recolección ubicados en las principales ciudades del imperio romano y sus alrededores, o podían pagarlo directamente en el templo. Josefo hace referencia a una ciudad con uno de dichos centros, Nísibis, ubicada en la actual Turquía. La siguiente cita, nos da alguna idea de cuánta riqueza se recolectaba y transfería hacia Jerusalén desde las ciudades recaudadoras:

… pues hacían uso de estas ciudades como una tesorería, desde donde, en el momento oportuno, lo recaudado era transferido a Jerusalén; y decenas de miles de hombres realizaban el transporte de esas donaciones, por miedo al pillaje de los llamados partos7

Josefo es famoso por sus exageraciones, pero, aunque fueran solo mil judíos babilonios los asignados a proteger el convoy de los impuestos, sería un ejército de tamaño medio. Todo esto para apoyar la actividad que se llevaba a cabo, en ese lugar de apenas 150 metros cuadrados en Jerusalén. La suma exportada fuera de las provincias romanas que se embarcaba a Jerusalén, era tan grande que hizo que los gobernadores romanos propusieran leyes para prohibir que los judíos pagaran el impuesto en sus ciudades. En algún punto, el senado romano, en un esfuerzo por mantener la riqueza judía en la capital, aprobó una ley para prohibir la exportación de plata. Sin embargo, los judíos siguieron pagando el impuesto en el imperio romano y sus alrededores.

Eso fue solo el principio.

Para el siglo I, a los judíos se les prohibía acuñar su propia moneda. Los rabinos a cargo de la tesorería del templo, se vieron forzados a buscar una moneda extranjera que se aproximara al valor de un siclo o medio siclo. Escogieron monedas de plata acuñadas en la ciudad de Tiro.8 Los didracmas y tetradracmas tirios se aproximaban mucho al valor del antiguo siclo y medio siclo judíos. En los días de Jesús, el templo solo aceptaba la moneda tiria. Eso era un problema para los contribuyentes y una oportunidad para los recaudadores de impuestos. Los judíos viajaban desde todo el mundo para visitar el templo. Pocos de ellos llevaban consigo monedas tirias. Para remediar este problema, había mesas en el patio del templo donde los cambistas tomaban cualquier moneda que un adorador pudiera traer y la cambiaban por siclos tirios. ¿Y quién crees que determinaba el tipo de cambio? Las autoridades del templo, por supuesto. Los adoradores no tenían más opción que someterse a la tasa publicada.

Así que además de los impuestos que fluían desde todo el mundo civilizado, el personal del templo había descubierto otra forma de aumentar los ingresos. Fue esta práctica, junto con la venta de animales para el sacrificio, sobrevalorados y de segunda clase, lo que llevó a Jesús a ejercer su autoridad mesiánica de aquella forma tan inolvidable. En un extraño giro, indudablemente fueron treinta monedas tirias de plata, sustraídas del erario, las que el sumo sacerdote usó para pagarle a Judas.

El poder, la política y las utilidades relacionadas con el templo judío del primer siglo, fueron la tormenta perfecta. Se convirtieron en la receta perfecta para la corrupción. Agrega religión a la mezcla y la receta dará pie a una extraordinaria hipocresía (algo que Juan Bautista y Jesús señalaron y condenaron constantemente). A pesar de todo eso, el templo seguía siendo muy importante para la cultura judía del primer siglo. Algo realmente importante. Pero Jesús declaró ser más importante que el templo.

Eso era notoriamente escandaloso.

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