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7 LA GUERRA CONTRA PARTIA
ОглавлениеLa estancia de Trajano en Atenas fue, sin duda, relativamente breve, lo justo para permitir al sexagenario emperador recuperarse tras el viaje por mar, tomar nuevas medidas y realizar más nombramientos. Le estaban esperando embajadores enviados por el rey Cosroes, que le «pidieron la paz y le ofrecieron presentes», informa Dión, «pues, al oír hablar de la partida de Trajano, el rey se sintió aterrado, ya que este tenía por costumbre cumplir sus amenazas. Así pues, se tragó su orgullo y le suplicó que no le hiciera la guerra. Le pidió, además, que se concediera Armenia a Partamisiris. Le escribía que había depuesto a Axidares porque no había resultado satisfactorio ni para los romanos ni para los partos». Trajano no dio ninguna respuesta oficial, ni por escrito ni de viva voz, a excepción de un ominoso comentario: «Las relaciones amistosas se deciden con hechos y no con palabras. Cuando llegue a Siria, emprenderé las acciones apropiadas».1
Ya se habían tomado disposiciones sobre los principales mandos en el Este. Cuadrato Baso, que había gobernado Capadocia-Galacia durante varios años tras haber prestado un excelente servicio en las dos guerras dacias y en el gobierno de Judea, fue transferido en ese momento a Siria. Su sucesor en Capadocia fue M. Junio Homulo. No sabemos mucho sobre Homulo, excepto que había sido cónsul el 102, siendo ya, por tanto, bastante mayor por aquellas fechas, y había tomado la palabra en el Senado en los juicios de los dos procónsules de Ponto-Bitinia defendidos por Plinio, haciéndolo con «sutileza, agudeza y elegancia» en el segundo caso. Una anécdota recogida en la HA da a entender que el elocuente Homulo estaba en buena relación con el emperador: «Dijo a Trajano que Domiciano era, desde luego, una mala persona, pero que tenía buenos amigos, mientras que el soberano que confía la república a hombres de mala conducta es tanto más odiado, porque es mejor soportar a un hombre malo que a muchos». En cuanto al Ponto-Bitinia, Plinio, enviado especial de Trajano, había muerto para entonces—probablemente el año anterior, el 112, después de pasar menos de dos en el cargo—y había sido sustituido por otro legado consular, Cornuto Tertulo. La provincia era demasiado importante para los movimientos de tropas llegadas del Danubio al frente del Este como para encomendarla a un procónsul anual.2
La nueva provincia de Arabia continuó en manos de su primer gobernador, C. Claudio Severo, a pesar de hallarse en el cargo desde que Cornelio Palma había anexionado el reino nabateo el año 106 y haber sido elegido cónsul mientras ocupaba su puesto. Egipto tuvo un nuevo prefecto el 112 o el 113,M. Rutilio Lupo, que sucedió a Ser. Sulpicio Símil. En otras zonas más remotas hubo también gobernadores nuevos. Minicio Natal fue nombrado legado de Panonia Superior. Una de sus legiones, la I Adiutrix, partió para el Este, donde quedó al mando de Platorio Nepote, amigo y coetáneo de Adriano. Pompeyo Falcón, otro de sus amigos, fue enviado, posiblemente, a gobernar Mesia Inferior. No está claro quién era el gobernador de Mesia Superior y Dacia, la reciente adquisición. Tampoco se sabe con certeza si Claudio Liviano seguía siendo prefecto de la Guardia y estaba, por tanto, con el emperador. Se le menciona junto con Seneción, Emilio Papo, Platorio Nepote, Acilio Attiano y Turbón como uno de los amigos particulares de Adriano en el momento de la expedición contra los partos. Al ser griego, de Licia, Liviano habría sido un candidato apropiado para servir en el Este, pero no ocupaba ya ningún cargo al finalizar la guerra, momento en que Attiano servía como prefecto de la Guardia al lado de Trajano. Es probable que Liviano fuera sustituido pronto por Sulpicio Símil, quien ocupó supuestamente el lugar de Attiano en Roma cuando este marchó para unirse a Trajano en el Este.3
Una imponente constelación de hombres importantes acompañó, sin duda, al emperador en calidad de comites. Entre ellos iban, quizá, Cornelio Palma y Publilio Celso, los dos hombres honrados hacía muy poco con un segundo consulado, el primero el 109, y el segundo aquel mismo año. Dión menciona que ambos habían sido distinguidos, además de Seneción, con estatuas públicas, «pues los apreciaba muy por encima de los demás». Los servicios de Seneción en las guerras de Dacia y el éxito de Palma en la anexión de Arabia están bien documentados. El motivo de la distinción otorgada a Celso no se conoce aún con claridad. El biógrafo de la HA nombra a los tres en relación con Adriano en aquel momento; a Seneción, como uno de sus amigos íntimos; a Palma y Celso, como enemigos suyos. De los otros hombres a quienes Trajano otorgó un segundo consulado, uno, Laberio Máximo, había caído en desgracia; tras haber desempeñado una función importante en la primera Guerra de Dacia, había resultado sospechoso de alta traición y se le había desterrado a una isla. No obstante, su yerno Brutio Presente recibió un destino con mando como legado de una de las legiones de Siria, la VI Ferrata, tras varios años de actividad pública, de la que se había retirado entre reproches afectuosos de Plinio. Laberio fue uno de los dos únicos senadores que, según se sabe, sufrieron destierro bajo Trajano; el otro fue el aristócrata de sangre azul Calpurnio Craso, sospechoso ya de haber planeado un golpe contra Nerva y que, supuestamente, lo había vuelto a intentar bajo Trajano. También él fue confinado a una isla.4
Otros que recibirían mandos importantes fueron dos cónsules recientes, Julio Máximo Manliano, sucesor de Adriano como legado de Panonia Inferior, y Catilio Severo, amigo de Plinio y elegido recientemente colega de Adriano en el colegio de los VIIviri epulonum. Catilio, un «colonial», aunque no del oeste —era originario de la colonia Apamea, en Bitinia—, se acababa de casar, según parece, con Dasumia Pola, la adinerada viuda de Domicio Tulo, un enlace ventajoso para él. Los Dasumios de Córdoba estaban emparentados con Adriano. De los demás comandantes, Lusio Quieto, el formidable jefe de clan norteafricano que había prestado insignes servicios contra los dacios, volvía a hallarse con Trajano al mando de sus auxiliares moros. En cuanto a Adriano, la influencia de Plotina le aseguró, según afirma la HA, un nombramiento en el equipo de Trajano como legatus «en el momento de la expedición a Partia», probablemente como legatus Augusti pro praetore y comes del emperador.5
El grupo del emperador debió de haber partido de Atenas bastante antes de finalizar el año. La ruta de Trajano, recogida sumariamente por Dión, le llevó a través de las provincias de Asia y Licia. De allí se embarcó rumbo al principal puerto de Siria, Seleucia de Pieria, cerca de la desembocadura del río Orontes, a donde llegó en diciembre según el cronista bizantino Juan Malalas. El mismo Malalas, cuya historia está centrada en Antioquía, señala la presencia de Adriano: Trajano «partió con una gran fuerza de soldados y senadores y puso vela al este. Entre los senadores se encontraba Adriano, pariente político suyo por su hermana». Trajano llegó de allí a Antioquía el 7 de enero del 114, pasando por el delicioso parque de la colonia de Dafne, también según Malalas. La información es bastante verosímil, si exceptuamos el detallado relato que le precede sobre una supuesta toma de Antioquía por los «persas», liberada por sus propios habitantes siguiendo indicaciones dadas por Trajano. Aunque el relato de Malalas contiene algunos detalles bastante convincentes, la presencia en él de fantasías de ese tipo hace peligroso preferirlo a otras fuentes. Pero la narración alternativa, y de calidad superior escrita por Arriano—la última parte de su Historia de los partos—solo se ha conservado en fragmentos; y tampoco se conserva completo Casio Dión, que utilizó la obra de Arriano. El resumen de Dión escrito por Xifilino, complementado con algunos extractos del texto completo de Dión, solo ofrece un esbozo. Así pues, la cronología de la guerra de Trajano es incierta en varios aspectos importantes.6
Durante la primera parte del año, mientras se reunían las fuerzas romanas, o, quizá, poco después de su desembarco en Siria, Trajano hizo una dedicación a Zeus Casio, el dios de la montaña próxima a la desembocadura del Orontes, con una parte de los despojos de Dacia. La ofrenda iba acompañada de una inscripción en verso compuesta para él por Adriano—según Arriano, que la cita en parte, y de la Antología Palatina, en la que se ha conservado el texto completo—: «Trajano, descendiente de Eneas, hace una ofrenda a Zeus Casio—el soberano de la Tierra—del botín tomado a los getas». Si Zeus concedía otra victoria, se le prometían más despojos de los soberanos arsácidas de Partia. Se supone también que Trajano consultó al oráculo de Júpiter de Heliópolis (Baalbek) para preguntarle si regresaría a Roma una vez concluida la guerra; la respuesta, dada en un complicado batiburrillo, fue negativa.7
Trajano tenía que enfrentarse a Armenia. Antioquía no era el lugar más prometedor para lanzar una expedición hacia allí. Es probable que el emperador decidiera evitar cruzar Anatolia en invierno, pero, en cualquier caso, en Antioquía se hallaba mejor situado para evaluar la situación e informarse sobre la posición del Imperio parto, en general, y de Mesopotamia, en particular. El pequeño reino de Osroene, situado al otro lado mismo del Éufrates, volvía a hallarse en manos de un soberano natural del país, Abgaro, que al parecer lo había comprado a Pácoro unos años antes, información que constituye la última huella del viejo rey en fuentes escritas, aunque en los años 115-116 se siguieron acuñando monedas suyas. «Al llegar Trajano a Antioquía, Abgaro le envió dones y un mensaje de amistad», informaba Dión, «pero no apareció en persona. Temía tanto a Trajano como a los partos e intentaba mantenerse neutral. Por ese motivo no acudiría a consultar con el emperador».8
El objetivo de Trajano el 114 era la ciudad de Satala, en el norte, aguas arriba del Éufrates, en Armenia Menor, que había formado parte del Imperio durante más de cincuenta años. Allí se reunieron los refuerzos llegados de las provincias danubianas. Se trataba de una larga marcha desde cualquier punto de vista—unos setecientos sesenta kilómetros a través de un territorio difícil—, y debió de haber costado siete semanas, por lo menos. De camino a Satala, Trajano obtuvo un éxito temprano: una fuerza romana dirigida por el propio emperador o por uno de sus principales comandantes cruzó el Éufrates más allá de Mitilene, se introdujo en territorio «enemigo» y capturó Arsamósata, a orillas del río Arsanias (Murat su), un afluente del Éufrates por el este. Arsamósata era una de las principales ciudades del reino de Armenia. Trajano estableció su corte en Satala, donde recibió dignatarios como un rajá indio: «Los sátrapas y príncipes acudieron a visitarle llevándole presentes, uno de los cuales fue un caballo que había sido adiestrado para obedecer; se arrodillaba sobre los bracillos y colocaba la cabeza bajo los pies de quien estuviera a su lado», informa el relato de Dión. Eutropio y Festo, dos cronistas del siglo IV, mencionan algunos de los reyes que le homenajearon: los soberanos de los iberos del Cáucaso, de los colcos, de los bosforanos y de los saurómatas. Amazaspo, pariente del rey de los iberos, prestó servicio en las fuerzas romanas. Trajano nombró un nuevo soberano para los albanos, vecinos orientales de los iberos. También sabemos que Anquíalo, rey de los heniocos y los maquelones, y Juliano, rey de los apsilas, fueron confirmados por Trajano en sus pequeños reinos. La ceremonia de la «asignación de reinos»— regna adsignata—se conmemoró, como era preceptivo, en las monedas imperiales. En ellas aparecen tres hombres con túnicas cortas y pantalones de pie ante Trajano, que lleva su coraza y se sienta en un tribunal con el prefecto de la Guardia y un lictor a su lado. El emperador extiende la mano hacia el bárbaro, situado en segundo plano, que alza ambos brazos en señal de saludo.9
Sin embargo, Partamasiris, el nuevo parto nombrado para ocupar el trono de Armenia Mayor y cuya investidura había promovido Trajano mediante el casus belli, no hizo acto de presencia pero «escribió a Trajano atribuyéndose el título de rey». Al negarse el emperador a responder, volvió a escribirle sin utilizar el título real y pidiendo que se le enviara a Homulo, gobernador de Capadocia. Trajano envió en su lugar al hijo de Homulo, que servía a las órdenes de su padre como tribuno laticlavo. Luego, el emperador se desplazó desde Satala hacia el este, a Elegía, a donde llegó Partamasiris, que sería recibido por Trajano ante el tribunal imperial. El rey «saludó a Trajano, se quitó la corona y la puso a sus pies, esperando que le fuera devuelta. Pero las tropas reunidas en ese momento aclamaron a voces a Trajano como imperator», signo tradicional de victoria. Partamasiris, aterrado, lo consideró un insulto y una señal de la fatalidad que le amenazaba. Dio media vuelta como para huir, pero le rodearon; suplicó una audiencia privada con el emperador, pero fue rechazado. Furioso, abandonó el campamento, pero se le ordenó regresar al lado de Trajano, quien, delante del ejército, dijo al rey que expresara sus deseos de forma que todos pudieran oírlo. Partamasiris «declaró que no había acudido por haber sido derrotado sino por voluntad propia. Creía que no debía ser tratado injustamente, sino que debía recuperar su reino, como Tiridates lo había recibido de Nerón». Trajano replicó que «no entregaría Armenia a nadie, pues pertenecía a los romanos y tendría un gobernador romano. Los cortesanos armenios de Partamasiris fueron obligados a quedarse, pues desde ese momento eran súbditos de Roma. A él se le permitió regresar con sus compañeros partos y una escolta de la caballería romana. La humillación del rey parto de Armenia se representó en varias emisiones de monedas que llevan la leyenda rex Parthus: el parto aparece acercándose a Trajano de rodillas y con las manos extendidas. Sin embargo, lo que ocurrió después fue una especie de borrón sobre la reputación de Trajano: durante su viaje—probablemente mientras regresaba a Partia—, el depuesto monarca fue asesinado en circunstancias desconocidas.10
Quedaban algunos combates por librar. Brutio Presente, legado de la legión VI Ferrata, se encontró con una nevada de medio metro en las montañas al este del lago Van. Unos guías nativos proporcionaron a sus hombres raquetas para la nieve. Aquella experiencia debió de haberle resultado a Presente demasiado penosa, al menos, el siguiente puesto registrado en la inscripción que reseña su cursus honorum es el de curator de la vía Latina, posiblemente una especie de permiso retribuido. No obstante, antes de finalizar la guerra se hallaba ya de vuelta en el Este. La hazaña de las raquetas para la nieve aparece recogida en un fragmento de las Parthica de Arriano, obra que trataba con cierta extensión de la guerra de Trajano. Es posible que Arriano hubiera obtenido un destino como oficial de caballería y formara parte del Ejército de Armenia el año 114. A su vez, Lusio Quieto hizo así mismo campaña contra los mardos, al este del lago Van, según afirma una fuente reconocidamente tardía. También fueron «vencidos» varios reyes más; algunos de ellos se sometieron por decisión propia, lo que significaba que fueron tratados por Trajano como «amigos», y otros se entregaron sin librar batalla. Armenia Mayor fue organizada como provincia romana—o, más bien, pudo haber sido anexionada a Capadocia, de la que Galacia se separó en ese momento. Catilio Severo habría sido nombrado ya, posiblemente, legado de Capadocia-Armenia Mayor antes de concluir el año 114. Las fuentes hablan también de un procurador de Armenia Mayor llamado T. Haterio Nepote. La nueva conquista animó al senado a hacer realidad una antigua propuesta: Trajano recibiría oficialmente el título de Optimus, ‘el mejor’. El emperador había hecho honores a su fama al marchar a pie con sus hombres durante toda la campaña, vadeando ríos con ellos y enviando, a veces deliberadamente, informes falsos sobre ataques inminentes del enemigo para que los soldados se mantuvieran en buenas condiciones.11
Sin embargo, la guerra estaba lejos de concluir. La anexión de Armenia significaba que la siguiente sería Mesopotamia. Trajano y los ejércitos se desplazaron hacia el sur, y Nísibis y Batnas fueron tomadas rápidamente, lo que indujo al Senado a concederle por votación el título de Pártico. Trajano, sin embargo, no lo aceptó. Sabía demasiado bien que le esperaban muchos más combates. «Tras dejar guarniciones en lugares oportunos, marchó a Edesa, donde vio a Abgaro por primera vez». Abgaro no podía seguir manteniendo la neutralidad:
En parte por miedo a Trajano, y, en parte también, convencido por su hijo Arbandes, un hermoso joven que obtuvo el favor de aquel, acudió a encontrarse con el emperador en el camino, le presentó excusas y obtuvo su perdón, pues tenía un poderoso intercesor en el muchacho. Así pues, trabó amistad con Trajano y lo agasajó en un banquete, durante el cual hizo que su hijo bailara una danza de los bárbaros.
Trajano se quedó prendado del efebo, que llevaba pendientes de oro: «Te culpo por no haber acudido a mi presencia y no haberte unido a mi expedición y compartido la dureza del trabajo; me encantaría arrancarte por eso uno de tus pendientes», dijo a Arbandes. Otros vasallos partos no fueron tan complacientes, sobre todo un tal Manno, y Mebarsapes, soberano de Ardiabene.12
Trajano regresó a Antioquía para pasar el invierno. Al comenzar el nuevo año se produjo un desastre: Antioquía sufrió un violento terremoto que causó la muerte a un gran número de habitantes; la víctima más destacada fue uno de los consules ordinarii del año 115, M. Pedón Vergiliano, que, al parecer, ejercía su cargo in absentia. El propio Trajano salió por una ventana con solo heridas leves, «guiado por cierto ser de estatura sobrehumana», según Dión. Como las réplicas del terremoto continuaron durante varios días, el emperador se instaló a la intemperie, en el hipódromo de la ciudad. Carecemos de cualquier información sobre cómo se las apañaron Plotina u otros miembros de la casa imperial, fuera de la mención específica de Malalas, quien dice que «Adriano, antes de iniciar su reinado, se hallaba con el emperador Trajano por estar emparentado con él por matrimonio cuando la gran ciudad de Antioquía sufrió la cólera de Dios—por aquellas fechas era senador—». Al hablar del terremoto, Malalas informa también sobre el martirio de Ignacio, obispo de Antioquía, que «había incurrido en la ira del emperador por haberle insultado». Según una tradición firmemente establecida en la Iglesia, Ignacio fue enviado a Roma para ser ejecutado. Ahora bien, mientras el resumen de Dión escrito por Xifilino nos ofrece un largo relato del desastre, Malalas, paradójicamente, es menos detallado sobre este dramático acontecimiento ocurrido en su ciudad natal, aunque nos proporciona una fecha precisa: el sábado 13 de diciembre, dos años después de la llegada de Trajano al Este. Sin embargo, el 13 de diciembre del 115 no fue sábado. Además, Pedón, el consul ordinarius del año 115 muerto en el terremoto, fue sustituido por un cónsul sufecto a principios de año, aunque su colega siguió en el cargo durante algún tiempo. Se han realizado alambicados intentos para defender la fecha dada por Malalas, pero generan dificultades innecesarias. Resulta más verosímil aceptar que Pedón seguía siendo cónsul cuando se produjo el terremoto, probablemente en enero del 115. Es bastante verosímil que Malalas inventara o supusiera la fecha del 13 de diciembre en la idea de que el terremoto tuvo lugar en torno a una semana antes del martirio de Ignacio, de quien sabía que había muerto en tiempos del emperador Trajano, conjeturando que había sido condenado en Antioquía durante su estancia allí. La fiesta del santo se conmemoraba en Antioquía el 20 de diciembre.13
La guerra debía continuar; tras una larga descripción del terremoto, DiónXifilino prosigue afirmando que, «al comenzar la primavera, Trajano se apresuró a penetrar en territorio enemigo». El año 115 fue, al parecer, testigo de toda una serie de batallas. El emperador fue objeto de otras cuatro aclamaciones imperiales, por lo menos. El carácter escueto de las fuentes hace difícil saber con seguridad dónde combatieron las fuerzas romanas y en qué orden lo hicieron. Su primer objetivo fue Adiabene, el reino situado al otro lado del Tigris, «un distrito de Asiria frente a Nino [Nínive]». Durante el invierno se habían talado árboles en los bosques de los alrededores de Nísibis y se habían construido botes desmontables que fueron transportados en carros para construir un puente de pontones sobre el Tigris. Después de cruzar el río con la oposición del enemigo, los romanos conquistaron toda Adiabene, continúa Dión, quien añade que «las plazas de Arbela y Gaugamela, junto a las que Alejandro había derrotado a Darío, se hallan en este país». Es posible que Trajano hubiera pensado en ese contexto histórico. Sin embargo, todavía no se había producido el enfrentamiento con el rey de los partos, el equivalente al Darío persa. En otro extracto, perteneciente evidentemente al relato de esa acción, Dión atribuye a Lusio Quieto la toma de Síngara, en Mesopotamia, en la vertiente meridional de la cordillera que corre más allá del río Caboras. El dominio de Mebarsapes, soberano de Adiabene, se extendía, quizá, al oeste del Tigris hasta aquel punto avanzado.14
Es probable que tras haber dejado fuerzas importantes a orillas del Tigris con órdenes de avanzar hacia el sur, el propio Trajano regresara al oeste para dirigir un ejército aguas abajo del Éufrates con intención de atacar Ctesifonte, capital de los partos. En Dura Europos, antigua fundación macedónica, se erigió un arco triunfal en su honor. Doscientos años más tarde, el «tribunal de Trajano» se podía ver todavía en Osogardana, un punto inferior del curso del Éufrates. Durante la campaña, Trajano tenía que seguir atendiendo a los asuntos del Imperio. A finales del verano debió de haber requerido su atención un asunto del que, casualmente, hay documentación: ciertos tumultos producidos en la metrópoli egipcia de Alejandría. Habían vuelto a estallar disturbios entre la comunidad griega y la numerosa minoría judía. La animosidad entre las dos comunidades era muy antigua, y ambos bandos enviaban a menudo delegaciones a Roma para conseguir el respaldo imperial. Poco antes de su marcha de Italia, se había apelado en este sentido a Trajano, quien, según una versión griega de Alejandría conservada en papiro, había favorecido a los judíos. Los disturbios habían obligado al prefecto Rutilio Lupo a intervenir contra estos. En un edicto del 13 de octubre del 115, Lupo aludía a una «batalla entre romanos y judíos». El prefecto pedía contención a los griegos y anunciaba que el emperador había enviado un «juez» para examinar el caso.15
Trajano había proyectado unir el Éufrates al Tigris mediante un canal para trasladar sus barcos al otro lado de la estrecha franja de tierra entre ambos ríos, pero se le aconsejó que no lo hiciera y optara, en cambio, por remolcarlos. «Luego cruzó el Tigris y entró en Ctesifonte, al parecer, sin encontrar resistencia. Cosroes había huido, pero Trajano se apoderó de una de sus hijas y del trono real. Era el momento de saborear el triunfo. Los partos habían derrotado a Craso y al triunviro Antonio, que habían sido vengados solo en parte por la victoria de Ventidio, el único romano en celebrar hasta entonces un triunfo de Parthis. Augusto había restablecido el prestigio de Roma y recuperado los estandartes perdidos, si bien por medio de la diplomacia y no de la guerra. Partia y Armenia, la manzana de la discordia, habían seguido causando problemas a Roma, y hasta entonces ningún ejército romano había llegado a la capital parta.16
«Tras haberse apoderado de Ctesifonte, fue aclamado imperator y se le confirmó el título de Pártico», informa Dión. Los Fasti Ostienses del año 116 proporcionan una fecha: el 20 o 21 de febrero «el emperador Trajano envió al Senado despachos con laureles, razón por la que se le dio el nombre de Pártico». Es muy defendible la hipótesis de que Trajano eligió deliberadamente el aniversario de su acceso al trono, el 28 de enero, para entrar en la capital enemiga, suponiendo que hubiera tiempo para enviar aquel mismo día partes que pudiesen llegar al Senado al cabo de tres semanas y media. El Senado votó nuevos honores a Trajano. Entretanto se celebraron durante tres días juegos circenses. La ceca imperial no reparó en gastos al proclamar «la conquista de Partia» (Parthia capta) y la sumisión de «Armenia y Mesopotamia al poder del Pueblo Romano». Iba a crearse una nueva provincia; Mesopotamia meridional, llamada Asorestán por sus soberanos iraníes; sería la provincia romana de Asiria. Trajano bajó por el Tigris y por el curso común de los dos ríos en una inmensa gabarra imperial adornada de oro y celebró «conferencias» a bordo, según recoge un fragmento de las Parthica de Arriano.17
Tras vencer a Atambelo, soberano del pequeño reino de Mesene, en la isla del Tigris (en la actual comarca de Basora), el emperador logró llegar al inicio del Golfo Pérsico. Al ver un barco que se hacía a la vela rumbo a la India, lamentó ser demasiado viejo para seguir las huellas de Alejandro hasta ese país. No obstante, escribió al Senado, quizá en los despachos mencionados en los Fasti Ostienses con fecha del 6 de mayo, diciendo que había llegado más lejos que Alejandro. Aquella pretensión podía sostenerse, desde luego, con el argumento sofístico de que el punto de partida del emperador español había sido el río Betis. Trajano, sin embargo, se refería probablemente a su campaña en Armenia, y podía haber incluido en el mismo cálculo su conquista de Dacia. El Senado respondió que «debía tener el honor de celebrar triunfos sobre todos los pueblos que quisiera, pues, debido al gran número de los mencionados en sus frecuentes partes, los senadores no eran siempre capaces de entender ni tan siquiera pronunciar correctamente sus nombres». El interés de Trajano por Alejandro—que casi podría considerarse una obsesión—se puso aún más de manifiesto al ofrecer en Babilonia un sacrificio a la sombra del rey. Pero, a diferencia de Alejandro, Trajano no había logrado derrotar al Gran Rey en el campo de batalla.18
Estando en Babilonia, se informó al emperador de que durante su viaje de ida y vuelta al Golfo había estallado una rebelión en «todos los territorios antes conquistados». Más aún, a finales de la primavera o principios del verano, había comenzado un levantamiento masivo de los judíos en tres provincias romanas, la Cirenaica, Egipto y Chipre. En Armenia, Catilio Severo hubo de hacer frente a un parto llamado Vologeses, quien consiguió un armisticio antes de iniciarse la batalla. Trajano le ofreció una parte de Armenia a cambio de paz. Entretanto envió a dos generales, Máximo y Quieto, contra los insurrectos de Mesopotamia. Máximo, de rango consular y, quizá, gobernador de Mesopotamia, fue derrotado y muerto. Quieto, con su caballería mora, tuvo más éxito, y recuperó Nísibis, así como la ciudad de Edesa, que fue reducida a cenizas. La gran ciudad griega de Seleucia del Tigris, próxima a Ctesifonte, fue también saqueada por los comandantes legionarios Erucio Claro y Julio Alejandro. Trajano se dio perfecta cuenta de la imposibilidad de hacer realidad su sueño de igualar las conquistas de Alejandro. En Ctesifonte se celebró una gran ceremonia, y Partamaspates, príncipe parto, hijo renegado de Cosroes, fue coronado rey por la gracia de Roma. El acontecimiento fue debidamente celebrado en acuñaciones imperiales, con monedas en las que el emperador coloca una diadema sobre la cabeza del vasallo arrodillado, con la leyenda «Rex Parthis datus»,‘Rey dado a los partos’.19
La rebelión de la diáspora judía estaba alcanzando en ese momento proporciones alarmantes. En la Cirenaica, donde había habido durante varios siglos una numerosa población judía, los rebeldes, encabezados por un hombre llamado Andreas—identificable, quizá, con el Lukuas que, según Eusebio, había sido proclamado rey por los rebeldes judíos—, «estaban desbaratando», según Dión, «a romanos y griegos». Dión habla de horribles atrocidades cometidas supuestamente por los insurgentes y calcula en doscientos veinte mil la cifra de muertos. En la propia Cirene fueron arrasados varios templos y otros edificios públicos, y hasta las carreteras que llevaban a la ciudad fueron «levantadas y destrozadas». Desde la Cirenaica, las huestes judías pasaron a Egipto, donde sus correligionarios se alzaron en su ayuda. En Chipre, a cuyo dirigente judío da Dión el nombre de Artemio, los insurgentes causaron aún más muertes que en la Cirenaica (la cifra aportada por Dión es de doscientos cuarenta mil). Salamina, su principal ciudad, fue saqueada. En el valle del Nilo, la cronología de la sublevación se puede calcular por los recibos de los impuestos recaudados de los judíos—aplicados por Vespasiano tras la destrucción del templo, el año 70—; ninguno lleva fecha posterior al 18 de mayo del 116. El prefecto Lupo no pudo hacer frente a la crisis; los judíos derrotaron a una legión, según atestigua un vívido informe contenido en una carta escrita sobre papiro. Hubo que movilizar a la población egipcia nativa, que luchó con un entusiasmo feroz, atenuado por el temor a los «impuros judíos», y obtuvieron una victoria a las afueras de Menfis. Trajano envió nuevas tropas mandadas por Marcio Turbón, prefecto de la flota del Miseno, que había acudido a Siria para la guerra. Turbón participó personalmente en la campaña de Egipto y la Cirenaica, en la que se dio muerte a «muchas decenas de miles de judíos». Una inscripción de Berito (Beirut) conmemora a uno de los oficiales del cuerpo expedicionario de Turbón, un ciudadano de la colonia, «enviado en la expedición a Chipre con un destacamento» como tribuno de la legión VII Claudia de Mesia Superior y condecorado por Trajano.20
En Mesopotamia había también una numerosa comunidad judía que se remontaba a la época del exilio babilónico. Según Eusebio, «Trajano sospechaba que los judíos de aquel lugar atacarían igualmente [...] y ordenó a Lusio Quieto limpiar de ellos la provincia. Quieto reunió sus tropas y masacró a una gran multitud de judíos». Las fuentes no permiten conocer con claridad hasta qué punto los levantamientos de Cirenaica, Egipto y Chipre estuvieron coordinados con el estallido de la resistencia en Mesopotamia. Es posible que el rey de los partos incitara a los judíos cirenaicos—que, al parecer, tomaron la iniciativa—para crear un «segundo frente». El terremoto de Antioquía pudo haber tenido también algún efecto al ser interpretado por los judíos como una señal de inminente condena del poder imperial. Además, el hecho de que los judíos tuvieran un rey significa, seguramente, que abrigaban expectativas mesiánicas. En cualquier caso, la rebelión de la diáspora contribuyó notablemente a obligar a Trajano a abortar el plan de ampliación de sus conquistas.21
De vuelta al norte, Trajano se encargó personalmente del sitio de la ciudad de Hatra, construida en el desierto, que también se había liberado del yugo romano. Sus fuerzas consiguieron zapar una parte de la muralla, pero la ulterior carga de la caballería fue repelida. El propio emperador estuvo a punto de ser herido cuando cabalgaba por delante de ella. A pesar de haberse «despojado del uniforme imperial para evitar ser reconocido», el enemigo lanzó sus flechas contra su figura majestuosa y mató a uno de sus equites singulares». El calor, las moscas y la fuerte incomodidad resultaron excesivos. «Así pues, Trajano se marchó y, poco después, su salud comenzó a deteriorarse».22
Trajano seguía decidido a restablecer la situación y emprender otra expedición al interior de Mesopotamia. Pero hubo más noticias malas: en Dacia había estallado la guerra. El hombre elegido para ocuparse de la situación allí era Julio Cuadrato Baso, gobernador de Siria desde el comienzo de la expedición contra los partos. Trajano nombró como sucesor de Baso en Siria a Adriano, quien volvió a tener, por fin, un mando consular y verdaderas responsabilidades, aunque no hay muchas pruebas directas de lo que hizo como legado en Siria. Flegonte, su liberto literario, debía de hallarse con él, pues en uno de sus libros, Sobre las maravillas, recoge el caso de una mujer que cambió de sexo el año 116. El suceso ocurrió en la ciudad siria de Laodicea Marítima, y el propio Flegonte vio a la persona en cuestión. Amiano Marcelino menciona de paso otra historia según la cual Adriano recibió un vaticinio de las «fuentes parlantes de Castalia», en Dafne, a las afueras de Antioquía. Aunque el suceso se sitúa en el contexto de su anterior carrera, la noticia de la HA acerca de una respuesta similar en el santuario de Zeus Niceforio es de esta época pasada en Siria, si es que no se trata de una invención. Abundando en el tema, la HA informa de otros dos asuntos relativos a la situación de Adriano a finales del año 116 o principios del 117. Sus «enemigos» Palma y Celso despertaron sospechas de haber tramado un golpe, lo cual supuso «una garantía» de la futura adopción de Adriano, quien fue designado, además, para un segundo consulado por influencia de Plotina, el año 118, en calidad de ordinarius. Este hecho tuvo lugar, probablemente, en enero del 117, y «sirvió para hacer de su adopción un resultado previsto». Pero todavía fue mucho más sorprendente otra nominación para el consulado. Lusio Quieto, el moro, fue nombrado repentinamente senador, se le concedió un consulado sufecto—en algún momento del año 117—y se le nombró gobernador de Judea, probablemente con una legión adicional, dado su rango consular. Era evidente que Trajano deseaba estar seguro de que los judíos no seguirían en su país el ejemplo de la diáspora.23
La idea de que Adriano se convirtiera en sucesor de Trajano encontró, sin duda, una amplia oposición que fue, probablemente, el origen de los «extendidos rumores» recogidos por la HA. Según aquellos rumores «había sobornado a los libertos de Trajano, había cultivado su amistad y había mantenido frecuentes relaciones sexuales con ellos cuando formaba parte del círculo íntimo de la corte». Pero Trajano seguía sin dar ningún paso más.
Muchos dicen [informa la HA] que pretendía morir sin sucesor, siguiendo el ejemplo de Alejandro de Macedonia. También dicen que su intención era aconsejar al Senado por carta de que, si le ocurría algo, los senadores deberían dar un princeps a la República romana, y añadía algunos nombres entre los que elegir al mejor hombre.
La enfermedad del emperador se agravaba. Trajano estaba convencido de haber sido envenenado. En realidad, según informa Dión—que recoge la noticia del supuesto envenenamiento—, había sufrido un ataque, se hallaba parcialmente paralizado y padecía hidropesía. A finales de julio o primeros de agosto del año 117, convencido probablemente por Plotina y su amada sobrina Matidia, emprendió el viaje de vuelta a Roma acompañado por las augustas y Arriano, prefecto de la Guardia. El séquito imperial tuvo que detenerse en Selinunte de Cilicia. Trajano estaba demasiado enfermo para continuar. Adriano se había quedado en Siria ocupando su lugar y a la espera de noticias.24