Читать книгу México obeso - Antonio López Espinoza - Страница 24
Conclusiones
ОглавлениеEl título de este trabajo planteaba la pregunta de si tenemos los consumidores la culpa de los problemas de obesidad que hoy afecta a siete de cada diez mexicanos.
De acuerdo con los argumentos presentados en el texto, la respuesta parece obvia: No tenemos la culpa, pues la obesidad de ninguna manera puede verse ya como una consecuencia de decisiones individuales que la persona tiene que asumir; por el contrario, es resultado de un sistema alimentario fraguado en arenas muy distintas a su entorno, donde la obtención de utilidades monetarias está por encima de cualquier otra cosa. En este sistema, los grandes conglomerados transnacionales han explotado en contra de la nutrición humana, su genética que hoy lo predispone a la obesidad. Esto lo ha hecho con la complacencia de Estados permisivos, que lejos de obligar a las empresas a que asuman sus responsabilidades, se conforman con programas superficiales que no atacan de fondo el problema.
La complicación actual es que el sobrepeso y la obesidad se han convertido en pandemia mundial que amenaza la estabilidad económica de los países, de los gobiernos y de las mismas empresas que lo han provocado. Desgraciadamente, la mayoría de los gobiernos, en particular el de México, han respondido de manera restringida para combatir la enfermedad, limitándose a medidas paliativas que no tocan los intereses de las empresas. Estas por su parte, intentan realizar acciones de empresa social, más como estrategia mercadotécnica, que intentando combatir de fondo el problema; de hecho sus acciones van encaminadas en delegar en el consumidor y en la sociedad la responsabilidad de las acciones.
Pero analizando bien la problemática, debemos reconocer que sí somos de alguna forma culpables de nuestra obesidad; en primer lugar, porque permitimos como sociedad que alguien externo a nuestro entorno sea el que decida qué, cuándo y cómo comemos; segundo, porque no exigimos con nuestro poder como consumidores, que las empresas asuman una visión distinta respecto a la prioridad entre nutrición y lucro, y que nuestros gobiernos protejan ante todo a su ciudadanía; y, tercero, porque habiendo alternativas de alimentación tradicionales y mucho más sanas, las hemos despreciado en aras de lo fácil y que está de moda.
Por eso, claro que somos corresponsables de lo que nos pasa, de manera que si seguimos sin alzar la voz para exigir nuestros derechos, el problema de la obesidad no será solucionado de fondo, sino que al contrario, se convertirá en una enfermedad cada vez más grave, donde los principales perjudicados seremos nosotros y nuestras familias.