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Conclusiones

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Si bien algunos estudios de CVRS que se han publicado evalúan el impacto de la obesidad sobre la propia salud, no hemos podido localizar algún estudio con individuos sanos y obesos. La recopilación de datos de preferencias puede complementar la información de CVRS, proporcionando información valiosa sobre las percepciones de los individuos obesos, de las preferencias y de su salud actual y otros estados de salud potenciales. Según la manera en cómo los individuos perciben y valoran su salud, se puede influir en las decisiones de tratamiento y posiblemente en los resultados de esta.

Algunas asociaciones con el aumento de índice de masa corporal son la disminución psicológica de bienestar, la reducción de la integración social, la estigmatización y la baja autoestima. Además, la obesidad también tiene efectos negativos sobre el estado funcional, incluyendo el ausentismo laboral, la productividad, el dolor corporal y la depresión (Seidell, 1998). Los informes de un paciente, incluyendo síntomas, estado funcional y la calidad de vida percibida –sobre todo este último–, se utilizan cada vez más junto con las medidas clínicas en los estudios de intervención para evaluar la pérdida de peso (Patrick y Chiang, 2000). Estos resultados incluyen informes de los signos y síntomas, los impactos sobre el estado funcional, percepciones por el bienestar, y las evaluaciones de la calidad de vida.

Es importante señalar que anteriormente fueron creadas medidas específicas de peso para su aplicación a poblaciones severamente obesas en diferentes culturas, pero debido a que las actitudes hacia la obesidad y la pérdida de peso tienen diferente relevancia y sensibilidad a través de diferentes culturas, existe una clara necesidad de medidas que no solo evalúen la calidad de vida (QoL) en una amplia gama de personas que tienen sobrepeso y obesidad, sino que también lo hagan con inclusión específica y simultánea de los artículos en las múltiples culturas.

Si bien ha habido un mayor enfoque en los resultados adicionales, tales como el bienestar y función psicosocial, hay una relativa escasez de investigaciones sobre la CVRS. Estos resultados de salud son de interés creciente en relación con el peso y el estilo de vida. Al respecto, varios estudios han encontrado que la obesidad, por una parte, se asocia con una menor calidad de vida percibida (Jones y Sutton, 2008; Cameron et al., 2011); y por otra, un índice de masa corporal (IMC, kg/m2) se ha relacionado con las puntuaciones más bajas en los dominios físicos, sociales y emocionales de la CVRS (Karlsson et al., 2007). Los individuos con IMC más altos tienden a reportar puntuaciones más bajas en las medidas específicas de peso (Cash et al., 2012), tales como el impacto del peso sobre la calidad de vida. Por su parte, la pérdida de peso también ha estado estrechamente vinculada a la mejora de la CVRS relacionada con el peso (Kolotkin et al., 2001).

Recientemente, la investigación se ha centrado en el cambio de comportamientos para modificar la calidad de vida, pero aún falta mucho por trabajar. Varios estudios han sugerido que la actividad física puede ser un objetivo primario. En este punto, por lo menos una revisión sistemática ha apoyado una fuerte asociación entre la actividad física y CVRS (Bize, Johnson y Plotnikoff, 2007). Aunque con la investigación de la sección transversal se ha demostrado anteriormente que la actividad física y el IMC se asocian con la calidad de vida específica de la obesidad, todavía está por verse si los cambios en la actividad física y el peso se asocian con cambios en la calidad de vida específica de la obesidad.

Otro dato interesante que sugiere la literatura es que pueden existir diferencias de género para las asociaciones de peso y de calidad de vida. Las mujeres tienden a reportar más baja la calidad de vida relacionada con el peso (Patrick, Bushnell y Rothman, 2004), y los efectos negativos de la obesidad sobre la CVRS son más pronunciados. Del mismo modo, los beneficios de un cambio de comportamiento en la CVRS pueden ser más pronunciados para las mujeres: al menos un estudio ha demostrado que existe la asociación entre mayores niveles de actividad física y una mayor CVRS solo para las mujeres (Brown et al., 2000). Sin embargo, no hay estudios longitudinales que hayan examinado las diferencias de género en las asociaciones de IMC y la actividad física con la calidad de vida relacionada con el peso.

El efecto neto de sobrepeso y obesidad en la morbilidad y la mortalidad es difícil de cuantificar. El mayor peso corporal se asocia, por una parte, tanto a un aumento de la incidencia y prevalencia de numerosas enfermedades, incluyendo hipertensión, diabetes mellitus, dislipidemia, ciertos tipos de cáncer, trastornos musculo-esqueléticos y enfermedades cardiovasculares, con un mayor riesgo de discapacidad (Kolotkin, Crosby y Williams, 2002), como con un mayor riesgo de mortalidad en general, y específicamente de la cardiovascular. Por otro lado, este aumento de peso corporal se relaciona también con algunos beneficios, incluyendo el aumento de la densidad ósea y por lo tanto una menor tasa de osteoporosis y de fracturas.

Aunque la obesidad es considerada una condición multifactorial, a menudo es vista unidimensionalmente y es descrita y estudiada como una simple cuestión de peso corporal. Siempre y desde la epidemiología tradicional, se ha prestado atención al peso corporal y al IMC. El peso corporal se mide fácilmente y se puede obtener a través de autoinforme, por lo que es factible para estudios a gran escala; sin embargo, el énfasis en el peso corporal en los estudios epidemiológicos puede ser algo engañoso. Factores de riesgo de salud no pueden ser capturados adecuadamente mediante mediciones o informes de peso corporal simple, especialmente cuando el peso se mide solo en un solo punto en el tiempo.

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