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T. S. Eliot: el británico adoptivo

El traslado en 1914 de Thomas Stearns Eliot (San Luis, Missouri, 1888-Londres, 1965) a Inglaterra desde Harvard, donde se había doctorado y le esperaba un puesto de profesor que acabaría rechazando, también fue un viaje a la literatura de ese país. Amigo del grupo de Bloomsbury, editor de Faber & Faber, convertido al anglicismo y con ciudadanía británica en 1927, Eliot se europeíza hasta el punto de que lleva su inquietud intelectual, como autor y crítico, a tres momentos álgidos de la poesía del Viejo Continente que están representados en esta selección de sus ensayos, La aventura sin fin (Lumen, 2011): las letras inglesas (Marlowe, Shakespeare, Milton, Blake, Byron, Marvell, Yeats, autores menores metafísicos y dramaturgos isabelinos), la Comedia de Dante y la obra de Baudelaire.

La aventura sin fin —frase tomada del ensayo «La música de la poesía»— presenta una serie de textos escritos entre 1919 y 1961 poco conocidos que complementarían los libros ensayísticos de Eliot que ya teníamos al alcance: El bosque sagrado (1920) y Función de la poesía, función de la crítica (1933). Eliot empezó a publicar muy joven reseñas en la prensa y se postuló en contra de los críticos victorianos, cuya mirada literaria consideró provinciana por apreciar que se movían más por idolatrar a los autores canónicos que por tener una mirada crítica y renovada ante ellos. Él marcó otro camino, «basado en una lectura muy apegada al texto —el “close Reading” que inspiraría a la escuela del “new criticism”», como explica el editor Andreu Jaume.

Como no podía ser de otra manera, los textos más interesantes son los que abordan al intocable Shakespeare —el ansia por singularizarse de Eliot le llevó a provocaciones, como su preferencia de Marlowe— y al divino Dante; en el primer caso, comenta con mucha ironía tres trabajos de eminentes escritores de su tiempo sobre el Bardo, y en el segundo, explica cómo es de sorprendente que la poesía del florentino sea «extremadamente fácil de leer». El autor de Prufock y otras observaciones siempre llevaba un ejemplar de la Comedia a todas partes, pues no en balde para él «es la única escuela universal de estilo para la escritura poética en cualquier idioma». Asimismo, denuncia la poca valoración que se le tiene a Baudelaire como prosista, y junto a ello, hallamos ensayos estimulantes como «¿Qué es un clásico?», en el que se centra en Virgilio, y «Poesía y drama», donde reflexiona sobre el género teatral, que él cultivó considerablemente. Libro erudito y magníficamente preparado del premio Nobel 1948, pues, del que ha acabado por considerarse el mayor crítico de poesía del siglo XX, con su técnica enemiga de las generalidades y explicaciones biográficas, centrándose en estudiar la métrica de cada poeta para entender bien su arte.

El fruto de la vida diversa

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