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FUENTES 23

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Respecto al tema de las fuentes, lo primero que hay que negar es que Apuleyo se haya servido de alguna fuente griega intermedia para componer su tratado demonológico, como sí hizo en cambio con el De mundo o, presuntamente, con las Metamorfosis. Los motivos alegados son en esencia la organización y elección del material, que refleja unos intereses y una perspectiva muy personales 24 .

De otro lado, como en cualquier otro tratado de demonología antigua, la fuente primera procede de la obra de Platón, en particular de tres de sus diálogos: el Banquete, Fedro y las Leyes. Pero el hecho de que en este tratado Apuleyo atribuya al maestro más cosas de las que realmente dijo, nos obliga a suponer también otras fuentes, en particular Jenócrates y el autor del Epínomis, cuyas especulaciones contribuyeron a sistematizar las vagas alusiones contenidas en los diálogos platónicos 25 .

Del platonismo, la doctrina demonológica pasó al resto de escuelas, entre ellas el estoicismo, el cual dejó también sus huellas en el tratado de Apuleyo. Aunque a principios del siglo xx la crítica exageró la deuda del Madaurense respecto a los estoicos, en particular a Posidonio, hoy día se matiza mucho más y se reduce a algunos argumentos, como el esquema en el que se presentan los planetas, o la teoría sobre el equilibrio físico de los cuerpos o los temas de la diatriba que sirven de conclusión a su exposición.

Junto al influjo platónico y estoico se han señalado elementos de origen aristotélico, como la idea de la eternidad de los dioses tanto en el pasado como en el futuro —cuando Platón, con excepción del Demiurgo, consideraba a los dioses como engendrados—, o su creencia en la impasibilidad y el alejamiento de los dioses que le acercaba al epicureismo y que le servía para justificar la existencia de los démones como divinidades intermedias. Esta presencia del aristotelismo se confirmará luego en el resto de opuscula filosóficos.

Asimismo, es posible entrever algunos influjos pitagóricos, como la correspondencia entre las tres partes en que divide el mundo y las tres categorías de seres superiores que las habitan, así como la insistencia en que el demon de Sócrates era visible para éste, algo en lo que coincide con Plutarco (De genio Socr. 580c).

Se ha especulado sobre el alcance de la influencia de la demonología del platonismo medio que, sin duda, Apuleyo debía de conocer. Pero si comparamos el De deo Socratis con los aspectos demonológicos recogidos en el Didaskalikos de Alcínoo, las diferencias son notables: en este último los démones están presentes en los cuatro elementos (algo que Platón, evidentemente, no dijo), no aparecen clasificados y se cree en la reencarnación, extremo éste que rechaza Apuleyo.

Dentro del medioplatonismo, a pesar de la deuda que Apuleyo reconoce que tiene con Plutarco (Metamorfosis 1, 2) y de las coincidencias puntuales que en el terreno de la demonología ambos mantienen —como la clasificación de los démones en tres grupos o el aludido carácter visible del demon de Sócrates—, una parte importante de la crítica no cree en la influencia directa de Plutarco sobre el Madaurense 26 .

Entre los autores latinos, uno de los que más parece haber influido en el De deo Socratis es Lucrecio 27 . Esta influencia no se reduce a citas puntuales, sino que impregna toda la obra y es fruto de una lectura detenida del De rerum natura, a través de la cual Apuleyo habría llegado a percibir el sentido religioso que anima al poema por encima de sus sonoras declaraciones de ateísmo.

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