Читать книгу La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras - Страница 10
Una de las tantas raíces de la ceiba.
Pensamiento y acción del EZLN
a través de algunos papeles antiguos
de sus padres-madres
ОглавлениеMiguel Vassallo
Vayan ustedes a saber por qué o cómo, pero el caso es que el EZLN salió muy otro. Tal vez haya sido por la extraña mezcla de norte, centro y sur de México que animó sus primeros pasos. O tal vez por la inmensamente mayoritaria sangre indígena de sus dirigentes, dirigentas, soldados y soldadas, bases de apoyo, y autoridades autónomas. O tal vez por el largo y complicado puente que une, a pesar de los años, la distancia, los dolores, las desapariciones y las muertes, a esta casa, hoy sede de la Casa Museo Dr. Margil A.C. [actualmente La Casa de Todas y Todos] con las montañas del sureste mexicano. O tal vez sea por el amasijo de todas esas cosas, que fueron y son la argamasa que nos da identidad, raíz histórica, aspiración y modo a las zapatistas, a los zapatistas.
SCI Marcos
Monterrey, 17 de noviembre de 2006
Más allá de que “la realidad tiene una aterradora multiplicidad” (Lawrence Durrell dixit) los procesos históricos no emanan de una fuente única ni irrumpen por generación espontánea. Es por ello que al mostrar algunos aspectos del origen, pensamiento político y estratégico de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) —que por razones tácticas y de seguridad permanecieron mucho tiempo en la sombra— se hace más cabal la comprensión del zapatismo.
En documentos de esta organización redactados en las décadas que van de los sesenta a los ochenta, está el primordio de algunas partes fundamentales de su pensamiento; verbi gratia, en un documento de febrero de 1976 se encuentra la mención más temprana del “Mandar obedeciendo”, en otro de 1971 se habla de la “dignidad” como una demanda central del pueblo mexicano. No son simples coincidencias de palabras sino los conceptos en sí que posteriormente serían centrales en el pensamiento y ética zapatista. Además es una parte poco conocida de nuestra historia nacional; así, a partir de sus propios documentos podremos ver claramente una genealogía de su origen como organización y, también, las experiencias políticas previas de algunos de sus primeros militantes, además de otros hechos tal vez desconocidos narrados por ellos mismos; por ejemplo, la invitación a sus fundadores de recibir entrenamiento militar en Corea del Norte o el papel de Heberto Castillo en la formación de grupos afines a la lucha armada. Recurrir a los documentos generados por las FLN se hace imperativo, pues la mayoría de las veces que se ha escrito sobre ellas ha sido desde la óptica contrainsurgente o, bien, desde el revisionismo —histórico, no político.
En una plática con Yvon Le Bot, el entonces subcomandante insurgente (SCI) Marcos señaló atinadamente la complejidad que hizo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) una experiencia tan singular:
El zapatismo no era el marxismo-leninismo, pero también era el marxismo-leninismo, no era el marxismo universitario, no era el marxismo de análisis concreto, no era la historia de México, no era el pensamiento indígena fundamentalista y milenarista, y no era la resistencia indígena: era una mezcla de todo esto, un coctel que se mezcla en la montaña y que cristaliza en la fuerza combatiente del EZLN, es decir, en la tropa regular (1997, p. 197).
La historia de las primeras etapas de las FLN es uno de los ingredientes que conforman ese coctel y, aunque no es muy tomado en cuenta, es fundamental para la composición de esa molotov que le estalló al país el mero día en que inició 1994.
Antes de intentar bosquejar esta escena es necesario hacer una breve toma de posición que explique el lugar desde donde escribo: en política soy maniqueo y, a contracorriente del pensamiento de las élites dominantes, tengo problemas de lateralidad. Además muchas expresiones políticas que son englobadas dentro de las izquierdas me parecen francamente de derecha. En el corrimiento a la derecha de muchos pensadores y actores políticos, mantener ciertas posiciones éticas, ideas, posturas y toda una cosmovisión que compartía “la [llamada] gente pensante o consciente” de mi estrato social durante mi niñez, me ha transformado, sin moverme, cada vez más en un “ultra”… y desde ahí escribo.
No escribo desde la coartada de la neutralidad académica, en la que se escudan muchos intelectuales para disfrazar una actitud claudicante o francamente reaccionaria. Escribo desde lo que soy, y dentro de ello una parte muy importante de mi vida familiar, académica y militante está indisolublemente ligada geográfica y emocionalmente a lo que la gente del centro de México llama el Sureste. Por mi historia de vida estoy muy dentro del proceso y el lugar; sin ir más lejos, lo tengo incorporado ya que fui jornalero agrícola por un breve periodo en el Chiapas de fines de los años ochenta… y viví desde dentro y de muy cerca muchos eventos de la historia reciente de ese estado de la República.
Tal vez por ello me invitaron a participar en una mesa del coloquio “La izquierda mexicana en el siglo XX. Trazos y perspectivas”, intitulada “De Canek al Subcomandante Galeano”. Ante el nombre del coloquio creo haber hecho una toma de posición, o más bien una profesión de fe en párrafos arriba. Por otro lado, el nombre de la mesa me permite apuntalar la explicación del lugar desde donde escribo. No lo hago desde la ya teóricamente superada —desde hace mucho tiempo— historia de bronce. Y el título que llevaba la mesa estaba permeado de esta visión de la historia. De ninguna manera niego o minimizo el papel preponderante, ni de Jacinto Uc (Canek) en la rebelión de los mayas peninsulares, ni del SCI Galeano (antes Marcos) en el levantamiento de los mayas chiapanecos; pero, como estos dos procesos muestran claramente, la historia la hacen los pueblos y no los individuos; lo afirmo sin negar a la persona, pero sin sobredimensionarla.
Cabe anotar que entre las vidas de Canek y de Galeano en esas mismas tierras, hay otros actores que fueron partícipes centrales de las rebeliones recurrentes de ambas zonas y que debemos recordar. Algunos de ellos son Jacinto Pat, Cecilio Chi, Macedonio Dzul y Manuel Antonio May para los mayas de la Península, y Agustina Gómez Checheb, Pedro Díaz Cuscat, Manuela Pérez Jolcogtom y Jacinto Pérez Pajarito para Chiapas. Si bien todos ellos fueron indígenas, la participación de ladinos —incluso como dirigentes— en los levantamientos indígenas no es una innovación con la aparición pública del SCI Galeano. El maridaje entre citadinos revolucionarios e indios rebeldes es de larga data; muchos años antes hubo personajes como el sargento yucateco José María Barrera, que desertó del Ejército para unirse a los mayas rebeldes y que a la postre fue comandante de sus fuerzas y fundador, junto con Manuel Nahuat, en 1850, del Estado autónomo maya de Chan Santa Cruz y de su capital, Noh Cah Santa Cruz Balam Nah Kampocolché Cah. En Chiapas tenemos al anarquista Ignacio Fernández Galindo, a Luisa Quevedo y a Benigno Trejo, que participaron de manera destacada en la rebelión chamula de 1869. De nuevo personas, mujeres y hombres sobresalientes; dirigentes cuyos nombres no debemos olvidar, pero ultimadamente, así sea con siglos de diferencia, son los pueblos los únicos actores que aparecen en cada rebelión y no estamos hablando de un actor de reparto o secundario sino siempre protagónico, la estrella pues.
Así que este texto no intenta seguir un guión del estilo “muchacho chicho de la película gacha”, sino más bien ser como una peli de la primera época de Serguéi Eisenstein donde, aunque aparecen personas, el individualismo se diluye y brilla en su esplendor el protagonismo de las masas, de los pueblos, de sus organizaciones… Dogmático, anquilosado y demodé como soy, para explicar parte de mi visión de la historia recurro a Brecht y a sus Preguntas del obrero que lee.
Por tanto no me voy a centrar en los héroes y villanos, ni voy a escribir una hagiografía sobre los personajes del título de la mesa, pues no son santos, son políticos. Además se han hecho unas muy buenas y otras no tanto —cabe anotar que en las antípodas también hay textos, que van de lo mediocre a lo pésimo, escritos desde la demonología—. Tampoco voy a escribir un ditirambo del tipo: “En el amanecer del primero de enero de 1994, mientras el arriba celebraba el Tratado de Libre Comercio, el abajo con su digno caminar”. Mi acercamiento a esta parte de la historia no es el de los estudios que han privilegiado como fuente los informes policiacos y las entrevistas con desertores y detractores del EZLN. Estas investigaciones, bajo la coartada del periodismo o la academia, son realmente una pieza de la táctica contrainsurgente de desprestigiar al enemigo.
Sobre el levantamiento zapatista se ha escrito mucho (desde filias y fobias), pero, a mi juicio, poco realmente profundo, trascendente. Aunque escasos, existen por fortuna trabajos que son realmente de suma importancia, escritos con maestría, experiencia, erudición, seso o corazón y desde distintas disciplinas de las ciencias sociales, la literatura, o bien desde la óptica política y militante. Pero buenos escritos sobre el zapatismo son los realizados por los propios zapatistas, que han producido cientos de documentos y testimonios. Sin embargo, para entender el zapatismo no sólo hay que leer sus escritos, hay que observar su práctica, ya que como ellos mismos señalan (SCI Marcos, 2003, p. 5) la metateoría zapatista es su propia praxis.
Como artículo de fe creo que, como nos fue revelado en el Manifiesto del Partido Comunista, “La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases”. De ahí la importancia del estudio de la historia en general y de las rebeliones de los pueblos indígenas en particular.
Y a pesar de que en muchos sectores urbanos de izquierda exista un fuerte antiintelectualismo, creo vehementemente que todo buen revolucionario debe estudiar la historia universal, que no es la historia de Occidente vista desde Francia, como las escuelas enseñan, sino la historia de los pueblos todos.
Mucho tiempo después de haber escrito el párrafo anterior y buceando en documentos históricos de las FLN encontré el siguiente fragmento de un texto escrito en 1982 por Lucha, una militante de dicha organización; al leerlo sentí que mi párrafo estaba en sincronía con éste, lo que acentuaba en mí la sensación de que tengo un pensamiento arcaico, y no me resistí a realizar la siguiente adenda que proviene del periódico Nepantla (“Órgano de agitación y comunicación interna de las FLN”):
El estudio es un arma indispensable del revolucionario por medio de él conocemos nuestra realidad interna, nuestra realidad nacional y la realidad internacional, el estudio como práctica para no repetir errores nos es fundamental. Aquí lo que está en juego es la vida del revolucionario y el futuro del proceso en su conjunto: “sin [sic] teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria”, decía Lenin y para nosotros la teoría se inicia con el estudio. Estudiar planificadamente textos marxistas, históricos, militares; analizar nuestra realidad a su luz y el surgimiento de la teoría revolucionaria es todo uno.
Ahora que señalo la importancia de conocer la acción y pensamiento de los miembros de las FLN tampoco me puedo resistir a citar a Mario Marcos —un destacado miembro de las FLN de los años ochenta—1 cuando, en la introducción a un estudio sobre la experiencia y propuestas de los guerrilleros encabezados por Arturo Gámiz, escribió algo que bien podría haber escrito para sí mismo y su organización:
El revolucionario caído no necesita de apologías para recordar su memoria. Sus obras y concepciones políticas lo hacen vivir. Para comprender el quehacer revolucionario de quienes por primera vez en la historia del proletariado emprendieron el camino de la liberación nacional empleando la violencia revolucionaria armados antes que nada de la teoría científica de la revolución; tenemos obligación de estudiar su pensamiento, sus concepciones sobre la lucha de clases en nuestro país, sobre las relaciones de la situación nacional y la internacional; tenemos que estudiar la crítica despiadada que hicieron de las enmohecidas organizaciones de izquierda a las que premonitoriamente calificaron como propensas a ubicarse en lo que hoy conocemos como “reforma política”, sus planteamientos organizativos y previsibles maniobras intervencionistas del imperialismo yanqui en nuestro país (Mario Marcos, 2007, p.12).
Antes de continuar debo hacer patente que no me cabe la menor duda de que, a lo largo de su historia, la enorme mayoría de los grandes cambios sociales de nuestro país se han generado desde las despreciadas periferias. Y no me refiero a los grandes cambios impulsados desde el poder, el arriba, desde el México imaginario para decirlo en términos bonfilbatallescos, ésos siempre han venido del centro siguiendo modelos exógenos de moda por las necesidades del sistema. Me refiero a los cambios impulsados desde el pueblo, el abajo, el México profundo. Cambios que, las más de las veces, han quedado truncos, traicionados, capitalizados por las mismas o nuevas élites. Aunque sea un lugar común decirlo, hay que decirlo, la plebe ha puesto el corazón y los muertos en las grandes gestas emancipadoras de nuestra patria. Y generalmente el poder ha logrado, por medio del gatopardismo, seguir adelante con su agenda. Para los rebeldes, contumaces, el arriba ofrece dos opciones, cooptar o madrear. En contra de esa agenda y pertinazmente de tanto en tanto nos reorganizamos, no solamente para resistir sino para intentar de una vez por todas acabar con el orden imperante.
Hace relativamente pocos años fui a Ayutla de los Libres, en Guerrero, que está real y simbólicamente lejos de la ciudad capital de la República, y en el siglo XIX lo estaba aún más; también lo han estado Tomochic, Dolores, San Luis Potosí, Villa de Ayala, Tzajaljemel, Río Blanco, Chilpancingo, San Luis de Lozada, Cananea, Columpich, Apatzingán, Tehuantepec, Bacum, Chalco, Aguascalientes… Si los levantamientos de la Independencia, los liberales y la Revolución partieron desde la periferia al centro del país, las resistencias más persistentes y los levantamientos anteriores y posteriores más significativos contra el statu quo también. Por supuesto, no niego el papel central de la lucha de los estudiantes chilangos en el 68, pero es una bella excepción a la regla.
Es por ello que la sacudida que implicó el levantamiento indígena chiapaneco finisecular se ajusta a esta dinámica. Es pertinente aclarar que la dicotomía que percibo entre periferia/centro no es totalmente equivalente a campo/ciudad. En el origen de la insurrección de los pueblos mayas de Chiapas confluyen felizmente las dos periferias que mencioné anteriormente.
Dicho todo lo anterior y habiendo hecho una explícita toma de posición paso a delinear una de las escenas la película que aún no termina y que nos tiene cautivados y en suspenso.
La historia de los movimientos armados de izquierda en nuestro país durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta aún espera ser contada en muchos aspectos. La versión más simple nos dice que un puñado de jóvenes soñadores, que vieron cerrada la lucha democrática, ingenuamente se lanzaron a la lucha armada y fueron derrotados con métodos crueles; desde la izquierda, si acaso, se habla de la guerra sucia que emprendió el Estado mexicano contra ellos… Pero, ¿cuáles eran estos grupos?, ¿cuáles sus diferencias?, ¿sabemos a ciencia cierta qué pensaban, qué planteaban?, ¿nos sirve de algo su experiencia, sus reflexiones?
No todas las organizaciones fueron erradicadas; por lo menos tres sobrevivieron y continuaron la lucha —teniendo un papel importante en el México actual—; éste fue el caso de las FLN. Tampoco queda muy claro si estas organizaciones eran herederas de otras luchas. Los guerrilleros de aquella época, ¿eran simples ingenuos llevados al martirio? ¿por qué sus historias son poco conocidas, tanto que ni los mismos militantes de izquierda las conocen a fondo?
Las mismas preguntas se hizo Marcos Mario sobre los guerrilleros que atacaron el cuartel de Madera en Chihuahua el 23 de septiembre de 1963. Este maestro y guerrillero de alguna manera logró obtener información y documentos de primera mano para recuperar esos hechos y escribir un texto titulado Nada es gratuito en la historia; además de recuperar documentos de la organización que encabezó Arturo Gámiz, logró obtener el diario de campaña de Óscar González Eguiarte (quien continuó la lucha armada fundando y dirigiendo el Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz”), y a partir de estas fuentes primarias construyó una historia que va más allá de una simple descripción de los hechos. Las preguntas y razones que lo impulsaron a investigar y escribir son casi las mismas que podemos aplicar a la historia de su organización, las FLN:
Del ataque al cuartel de Madera se escribió mucho en su momento y aún algunos años después. Posteriormente vino el silencio. Y lo más característico de aquella abundante literatura es que nada de lo que se escribió se hizo a la luz del marxismo; es decir, no se hizo ningún análisis clasista, desde el punto de vista de la clase obrera. Todo quedó reducido a textos hechos en base a notas periodísticas, a anécdotas y a las notas biográficas —magníficas por cierto— sobre los participantes en el ataque. No ha habido tampoco el análisis o la difusión del pensamiento político de los atacantes al cuartel, ni se han estudiado las concepciones políticas que sustentaban quienes fueron consecuentes con ellas hasta el punto de dar su vida por la revolución.
Que el régimen haya callado no es extraño. Nada espanta tanto a la burguesía como que se difunda la verdad revolucionaria. Pero la izquierda, ¿por qué? Ni suicidas ni aventureros, irresponsables o desesperados como los llegó a calificar la izquierda mexicana de aquella época. A lo sumo accedió a llamarlos “equivocados” con la silenciosa advertencia, a todo aquel que quisiera seguir su ejemplo, que se podría traducir en algo así como “ya ven lo que les pasa a los desesperados” (Mario Marcos, 2007, pp. 5-6).
Las FLN y su creación el EZLN, han firmado al final de sus documentos con una frase de Vicente Guerrero. Cabría retomar la explicación de ello ya que ilustra muy bien el por qué son organizaciones sui generis:
Nuestros fundadores tuvieron la visión y la inteligencia de verlo así. Sin haber sido guerrilleros, conocían la realidad mexicana. Sí algún día la comandancia del EZLN te permite hurgar en nuestra historia escrita y acudir a nuestros comunicados, verás cómo ellos, los fundadores, recurrieron básicamente a la figura de Vicente Guerrero, ese guerrillero mexicano que culminó nuestra independencia. Él fue nuestro guía moral, histórico, porque fue el que mantuvo las guerrillas hasta la caída del virreinato. Toman de él la frase que está en el Panteón de San Fernando como nuestro grito de guerra: “Vivir por la patria o morir por la libertad”. No fue “Patria o muerte venceremos” ni “Hasta la victoria siempre”. El primer núcleo se llamó “Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata”; se recurrió a otra figura nacional, cien años después, un guerrillero que no sólo fue un agrarista, como lo quisieron encasillar los gobiernos del Revolucionario Institucional (PRI) durante tantos años, sino que fue un militar, un estratega que logró mantenerse en los combates, que nunca se vendió, que peleó hasta que lo mataron a traición (Rebeldía, 4, p. 59).
Aclaro de inicio que a pesar de que al comienzo de este texto señalé que no intentaba centrarme en individuos sino en los procesos vividos por el pueblo, en esta segunda escena aparecen personajes, mujeres y hombres, integrantes de las FLN -individuos como los que aparecen en el capítulo “Vivir como los santos” del libro Adiós muchachos de Sergio Ramírez. Estas personas dieron su vida por transformar la patria y no lo hicieron pensando en si serían recordados en una estatua, no escogieron la fama sino el anonimato; mas al morir lograron el derecho a salir de esa condición, a ser recordados por sus compañeros; así lo muestran los documentos de las FLN: “[…] esta revolución que habrá de llevarnos toda la vida, pero que, lejos de consumirla, la consumará […]” (Dignificar la historia II, p. 102).
Creo que haciendo justicia a su memoria debemos saber quiénes fueron, pero congruentes con su teoría y práctica debemos abordar su recuerdo como parte de un proceso y de una organización que intentaba encarnar al pueblo. Tal vez las siguientes líneas contenidas en un comunicado de su organización reflejen cómo el individuo aparecía al morir y cómo, sin perder su personalidad, se le reconocía por ser parte de la lucha. El documento en cuestión fue escrito el 21 de noviembre de 1976 (Dignificar la historia II, pp. 101-102), escrito con la finalidad de recordar “al compañero Alberto Anselmo Ríos Ríos” —con nombre de guerra Gabriel—, que había sido asesinado por el Ejército federal en Nepantla el 14 de febrero de 1974. “Hoy celebramos el 27 aniversario de su natalicio: no conocen aún nuestros pueblos lo perdido, pero habrán de conocerlo, y cuando lo hagan, sépalo y tema el opresor, pues los humildes del mundo habrán de cobrarle sus arteros actos canallescos”.
Es necesario subrayar el hecho de que las FLN elaboraban documentos donde evocaban a sus militantes caídos en la lucha; estos contenían sucintos datos biográficos y así publicaban dentro de su organización quiénes habían sido y cuáles eran sus aportes a la lucha revolucionaria —antes y durante la vida en la clandestinidad—. De este modo, con la muerte adquirían cierta visibilidad2 y recuperaban la personalidad a la que habían renunciado —reuniendo de nuevo su vida civil y clandestina en una sola—. Así cuando la organización cuenta (para consumo interno) fragmentos de la vida y militancia de Gabriel —de formación normalista, maestro de primaria,3 que paralelamente había iniciado estudios de antropología y que dentro de Las Fuerzas se formó técnica y políticamente—, nos dice que él sostenía la idea de que: “el triunfo de la revolución es cierto y que no son casualidades, héroes individuales o accidentes históricos los que llevarán a nuestro pueblo a la victoria”. Pero por otro lado y sin que fuese contradictorio se reconocía con el escrito y, sobre todo con la memoria, a la persona, pues “no hay nada más importante que los compañeros” decían en esa organización. En uno de sus primeros comunicados, de 1969, las FLN asentaron que: “Partiendo de todos estos conceptos, cada compañero militante de nuestra Organización es de un valor incalculable y dependerá su combatividad de la medida con que sepa llevar a la práctica los principios” (Dignificar la historia I, p. 48). Esta ética es diametralmente opuesta a la concepción de las organizaciones que utilizan a sus miembros como artículos desechables, idea que se concreta en la siguiente frase que emiten ciertos dirigentes: “Nadie es indispensable [excepto yo]”.
Como ya he señalado, la mayor parte de escritos sobre la cuestión se han realizado a partir de la contrainsurgencia —en su faceta de desprestigiar al enemigo— o del revisionismo (pseudocientífico). En las antípodas de lo anterior están ciertos comunicados y discursos del EZLN donde se reconoce la matriz que son las FLN para esta organización, u otros donde se hace un homenaje a estos sus padres-madres. Entre lo más destacado están las palabras del SCI Marcos. Una parte importante de su valor estriba en que sintéticamente apunta los principales aportes del pensamiento de las FLN al ulterior EZLN:
Hoy el EZLN es el cumpleañero. Pero en nuestro modo hay que celebrar a quien nos engendró. Por eso hoy, en nuestro 23 aniversario, quiero nombrar y celebrar a quienes, en estas tierras norteñas, formaron y cuidaron a la organización madre de lo que hoy es conocido públicamente como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En Monterrey, Nuevo León, hace más de 37 años, un pequeño grupo de personas nacieron lo que llamaron Fuerzas de Liberación Nacional. Desde su origen, dotaron a la organización de una ética de lucha que después heredaríamos quienes somos parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Ni secuestros ni asaltos fueron fuente de sus recursos. En cambio, sustentaron su economía y su tamaño en el trabajo político entre la población explotada, despojada, despreciada, reprimida. Ni acciones espectaculares, ni golpes de mano marcaron su andar. En cambio, alimentaron lo que llamaron “acumulación de fuerzas en silencio”, esperando el momento en que el pueblo, nuestro pueblo, requiriera de los modestos esfuerzos de una organización marcada por la frase del general insurgente, Vicente Guerrero, de “vivir por la patria o morir por la libertad”. No asentarse donde tenían el apoyo, el conocimiento, la costumbre de vivir, trabajar y luchar, sino cruzar el país e irse al último rincón de nuestra Patria: las montañas del sureste mexicano. No engañar, sino hablar con la verdad sobre caminos y dificultades. No el culto a la muerte, ajena o propia, sino la lucha por la vida, pero por una vida mejor para quien sólo conoce la supervivencia adolorida del que nada tiene. No calcar manuales e importar teorías, análisis y experiencias extranjeras y extrañas, sino enriquecer las ciencias y las artes de la lucha con la historia de México y el análisis de nuestra realidad concreta. No imponer, ni con armas ni con argumentos, la idea propia, sino escuchar, aprender, convencer, crecer. No seguir el calendario de arriba, sino ir construyendo el calendario de abajo. No dejarse imponer coyunturas ajenas, sino trabajar para tener la posibilidad de crear las propias, abajo y a la izquierda. La ética del guerrero que se forjó en una casa de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México, habría de encontrarse años después con la ética de los guerreros de raíz maya en las montañas de Chiapas. De esa mezcla habría de nacer no sólo el EZLN, también la palabra hecha arma, escudo y espada de los más olvidados de la Patria: los pueblos indios zapatistas (Rebeldía, 48, 2006, pp. 8-9).
De nuevo, no pondero esto por una obsesión embriogénica sino porque es preciso conocer los procesos históricos de nuestra patria. Ni capitalista, ni neoliberal, ni positivista; soy, por el contrario, anticapitalista, neoconservador y negativista. Señalo lo anterior pues podría parecer que soy un positivista empedernido. Mas debo asentar que si bien por otras razones —entre las cuales están mi formación como etnohistoriador, mi trabajo en archivos y mi fascinación por las fuentes— tengo un amor profundo por los documentos y creo relevante su estudio, el cual debe de hacerse de manera crítica. Soy también un ferviente creyente de que cuando citamos los documentos, éstos nos hablan… y al parar la oreja ¿qué le dicen a los revolucionarios de hoy los documentos de las FLN generados en el siglo pasado?
Antes de responder a la pregunta debemos ponderar que ahora la palabra escrita hace largo tiempo pueda hablarnos públicamente, ya que dichos documentos permanecieron ocultos muchas décadas, al ser generados para consumo interno de una organización clandestina. Con excepción de lo publicado en Rebeldía, carecíamos hasta hace poco de fuentes primarias confiables para conocer este periodo de la historia de la lucha por la liberación de México.
Afortunadamente disponemos en este momento (verano de 2017) de los dos primeros números —de tres prometidos— de los llamados Cuadernos de trabajo. Dignificar la historia, publicados por el Comité editorial de La Casa de Todas y Todos —institución que resguarda los archivos originales de las FLN4—. Este trabajo editorial hace públicos algunos documentos de las FLN generados entre 1969 y 1977 —divididos en dos periodos con un corte en 1974—. La primera entrega son una serie de comunicados internos y la segunda son otros tantos comunicados y partes relevantes del diario de campaña del compañero Alfredo —quien fuera máximo dirigente de las Fuerzas‒ realizado en la Selva Lacandona. Afortunadamente el corpus documental de las fuentes primarias para el estudio de la historia de las FLN se acrecienta recurrentemente, ya que el mencionado Comité editorial desclasifica y publica periódicamente documentos originales. Cabe señalar que en la primavera de 2017 dicho Comité comenzó la desclasificación de un documento que se conocía sólo en parte; los que lo han citado fragmentariamente —y no sabemos si alterado—, lo han hecho a partir de fuentes o archivos militares o policiacos. El documento en cuestión se intitula Nuestra historia y fue originalmente publicado en el periódico interno de las FLN, Nepantla —su primera entrega fue en el número 4 (26 de mayo de 1979)—; se trata de un documento interno que narraba, a los nuevos militantes de la organización, la versión oficial del pasado de las FLN. Por desagracia para los efectos de este escrito, la publicación electrónica se hará también en entregas —que no han sido regulares como fue prometido— y por el momento no se puede leer íntegro.
Esta parte de mi escrito no intenta más que ser un eco, mínimamente comentado, de fragmentos de dichas publicaciones —citadas in extenso—, con la esperanza de que sirva como aliciente para leerlas en su totalidad. Al hacerlo, a cada quien le dirán algo.
El SCI Marcos señaló en una carta dirigida a Fernando Yáñez el papel que éste tenía como guardián de la memoria por su trabajo en lo que se llamaba en ese momento la Casa-Museo del Dr. Margil y hoy es nombrada La Casa de Todas y Todos:
Como sabemos, usted trabaja, junto con otros hombres y mujeres honestos, en el cuidado de la memoria de lucha de nuestro pueblo. Parte importante de esta memoria está guardada en la Casa Museo del Doctor Margil, en la Ciudad de Monterrey, Nuevo León, México. En esta casa museo, se encuentran testimonios de una parte fundamental de nuestra historia como zapatistas, historia de la que estamos orgullosos y, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de honrar (La Jornada, 30/IX/02).
El Comité editorial supra mencionado, al reflexionar sobre el por qué hacer ahora públicos ciertos documentos internos nos dice: “Respetuosos y conocedores de la historia universal, que pertenece a todos los pueblos, no a una persona o grupo social en particular, hemos considerado siempre que no debe ser mutilada, tergiversada, agredida como ocurre frecuentemente cuando se refieren a la historia de las FLN […] no tenemos temor al juicio de la historia” (Dignificar la historia, 2015, p. 8). En un mensaje emitido por el Comité, para celebrar el 48 aniversario de la fundación de las FLN, sus miembros refuerzan la idea de que el develar sus documentos es para que iniciemos un juicio histórico de su actuación:
[…] Es por eso que no tenemos empacho en dar a conocer estas historias, la verdad debe fluir libremente entre las generaciones presentes y futuras. Se nos critica por dar a conocer la historia de vida, y de muerte de los militantes de las FLN, pero quienes nos critican no dicen por qué esta historia ya “no sirve”, ¿es mejor olvidar y perdonar a los asesinos? Dejamos ese trabajo a los historiadores, ellos sabrán argumentar una u otra valoración y ustedes podrán externar la suya. Dejemos que la historia juzgue.
Se debe anotar que en la luminosa historia de las FLN también hay oscuridad, y que entre los muchos aciertos también hubo yerros. En la presentación original de Nuestra historia podemos leer claramente la posición de esta organización respecto a las fallas: “Nuestro recuento de los hechos procura ser lo más objetivo posible, y cuando se han cometido errores, así lo señalamos; sólo quienes no actúan no se equivocan”. Más allá de curarse en salud, el fragmento anterior nos habla de una organización que se concibe como imperfecta y que asume el “echando a perder se aprende”. Lamentablemente, y esto es aplicable tanto a personas como a organizaciones, ciertos errores que no se ven o no se asumen a tiempo tienen costos éticos y políticos muy altos. Sólo con el paso de los años se puede ver que lo fueron y el impacto que tuvieron.
Las FLN siempre fomentaron la autocrítica y, sin evadir su responsabilidad como organización, muy temprano señalaron, en 1969, año de su fundación, que
[…] nuestra actitud de autocrítica en este proceso de lucha constante, intransigente e irreversible, es ejemplo y motor de victorias políticas […]. Es por esto que nuestra organización político-militar, compuesta por compañeros como tú, como yo, sin prestigio nacional ni internacional, declaremos desde hoy y para siempre que somos los únicos responsables de los errores que se cometan. Las victorias son ya de nuestro pueblo, principio que nos obliga a ser cautelosos y estudiosos de cada paso (Dignificar la historia I, p. 49).
Es por eso que después los zapatistas dicen: “Los aciertos son de todos, los errores tienen nombre y apellido [o pseudónimo y/o nombre de guerra]”. Así podemos decir que, de acuerdo con su filosofía, cuando la historia juzgue a ambas organizaciones, sus aciertos serán colectivos y sus errores personales.
Extirpar la rebeldía ha sido un esfuerzo estéril del arriba. Siempre quedan reductos, el espíritu vivo; los relapsos, los irredentos, los sobrevivientes, los aferrados. Después de las derrotas quedan principalmente dos caminos a los sobrevivientes: el cargarla a cuestas con amargura, algunas veces apostando a la amnesia y al cinismo, o bien intentar lanzarse de nuevo a crear semillas para un intento futuro. Por otra parte, aunque ciertas experiencias organizativas no fructifiquen, para los perseverantes en tumbar al sistema siempre son formativas. Cuando sobreviene la derrota o la autodisolución, el análisis de la experiencia vivida será imprescindible al inicio de nuevos esfuerzos por organizarse.
Las FLN sufrieron varios embates por parte del Estado que bien podrían haberlas eliminado por completo —para conocer in extenso y en la versión propia de las Fuerzas estos hechos, invito de nuevo a la lectura de sus documentos desclasificados—.Simplemente, en Chiapas se pueden contar tres intentos previos de iniciar un núcleo guerrillero antes de que fructificase por completo. Es sorprendente la tenacidad de las mujeres y hombres que militaban en esa organización para recomponerse y continuar con su estrategia. Las palabras del compañero Pedro (César Germán Yáñez Muñoz) parecen ser proféticas cuando, en marzo de 1970, habla sobre la cooptación de nuevos militantes:
Téngase presente que lo que esencialmente distingue a nuestros combatientes del enemigo, es la moral; ésta es no sólo nuestra íntima convicción de la necesidad de esta lucha, sino la disposición de entregar a ella todo, vida, bienes, comodidad, familia. Es nuestra primera obligación que de este modo piensen siempre, sin alteraciones, todos los integrantes de las Fuerzas de Liberación Nacional.
Por ello, a los candidatos no se les debe aceptar si no tienen fija tal idea. Y si así no fuera, dejarlos como simples cooperadores; por tal motivo, al invitar a cualquier persona, no se le debe ocultar la gravedad del futuro compromiso, debe quedar clara su entrega total y sin reservas a esta empresa por encima de su situación económica, familiar, o de cualquier otro tipo. No se le debe ilusionar con la idea de un triunfo rápido o sin esfuerzo, ni con la promesa de impunidad o recompensas futuras, sean del tipo que fueren, sin exagerar nuestras condiciones para hacerlas bonacibles [sic] o siempre mejorables, al contrario, que se entienda que habrá y hay problemas muy graves y periodos de retroceso inevitables, pero también que sólo con nuestros esfuerzos, nuestra capacidad para sobreponernos y asimilando las experiencias adquiridas, podremos vencer cualquier dificultad (Dignificar la historia I, pp. 64-65).
Se podría trazar una genealogía inferida de las FLN, pero a partir de sus propios escritos podemos tener por cierto que las Fuerzas fueron fundadas por sobrevivientes de otra organización anterior llamada Ejército Insurgente Mexicano (EIM). Esto sería a nivel grupal; mas para hablar sobre las experiencias individuales previas de sus primeros miembros podemos decir que cada uno de ellos había participado además en organizaciones con formas de lucha abierta —mal llamada legal, no olvidemos los derechos que nos otorga el artículo 39 constitucional— antes de optar por la vía armada. Puedo afirmar que tanto a nivel colectivo como individual esta organización era heredera y había sido partícipe de otras experiencias políticas, tanto pacíficas como militares.
Fernando Yáñez Muñoz5 —quien fuera conocido con el nombre de guerra de Germán— sería el único sobreviviente de la primera generación de militantes de las FLN y por lo tanto testigo presencial de su historia temprana. Habló públicamente en dos ocasiones sobre la experiencia previa de los fundadores de las Fuerzas en otra organización político-militar, revelando además que como grupo habían estado asentados en la selva de Chiapas.
La primera fue en una entrevista que le hizo la revista Proceso en casa de Rosario Ibarra, realizada por Álvaro Delgado —fue publicada el 4 de noviembre de 1995—. Y fue hecha tiempo después de que Fernando fuera liberado tras haber estado preso en el Reclusorio Oriente. Veamos el fragmento de la entrevista donde Yáñez dio pistas sobre la participación de miembros de las FLN en el EIM; el fragmento proviene de la parte donde menciona al impulsor de la experiencia previa:
Meses antes de la constitución de las FLN, César Germán Yáñez, Alfredo Zárate y otros fundadores habían estado en Chiapas. Fue por invitación, dice Fernando Yáñez, del periodista Mario Menéndez, actual director del diario Por esto de Yucatán: “Los citó en la Selva Lacandona, lugar adonde, creo, nunca asistió. Se quedaron como las novias de rancho: vestidos y alborotados en la selva, pero con la idea de regresar ya que pensaron que era un buen lugar para prepararse y algún día comenzar la lucha armada en México”. De Mario Menéndez vuelven a saber en 1971, cuando fue detenido y se conoce la identidad de quienes habían estado en la selva. ¿Él los delata? Yo no sé si él o algunos otros que, con él, fueron aprehendidos, pero lo cierto es que comienzan a buscar a nuestros compañeros, sin que se supiera que ya habíamos fundado la organización. Recuerda que las FLN continuaban creciendo, “formando una pirámide”. En julio de 1971 se produce un enfrentamiento con la policía en Monterrey, la cual confunde a los militantes con traficantes de droga. No registran bajas, pero la organización es descubierta. Perseguidos, huyeron ese mismo mes a la ciudad de Puebla, donde los recibió Julieta Glockner. En esa ciudad permanecen unos tres meses […] (Proceso, 992, 4/11/1995).
La segunda ocasión fue cuando, entrevistado por Blanche Petrich a principios de 2003, claramente volvió a señalar que los miembros fundadores de las FLN ya habían estado en Chiapas con otra organización guerrillera que “abandonó el esfuerzo”. Tenemos dos versiones de la entrevista: la primera —que es una versión resumida— apareció en La Jornada (20/I/2003) y la segunda —más extensa— en la revista Rebeldía (4, febrero de 2003). En la versión larga Fernando Yáñez narró: “En el año 69, después de una experiencia de nuestros compañeros —y las fotografías están por ahí— ellos entran en la clandestinidad” (p. 52). Posteriormente, a pregunta expresa de Petrich sobre si antes de la fundación de las FLN el núcleo inicial ya había estado en Chiapas, Germán contestó: “En parte invitados por otros. Había otras estructuras, gente que había andado en otras actividades guerrilleras y que quisieron hacer lo mismo, pero al final no lo hicieron. No es crítica ésa es la historia” (p. 53). En aquella entrevista Yáñez no dijo de qué organización o estructura se trataba. Tendrían que pasar casi tres lustros para que tuviéramos la certeza, emanada de los propios participantes en aquel proceso, de saber que se trataba del EIM, así con todas sus letras. En el segundo “comunicado confidencial” desclasificado6 dirigido “a todos los militantes” de las FLN y titulado “Sobre la militancia” —fechado consignando únicamente mes y año: marzo de 1970— (Dignificar la historia I, 2015, pp. 55-59) aparece una reflexión sobre la aprehensión por parte del gobierno de algunas personas que habían militado en el fallido intento del EIM; además se evalúa dicha experiencia, proponiendo no repetir algunos de sus errores y se reconoce explícitamente que ciertos militantes de las FLN participaron con anterioridad en el EIM. La importancia de la publicación de este documento no solamente radica en que se reconoce la participación de los primeros militantes de las FLN en el EIM; el documento no se queda en una mera descripción de hechos o crítica, sino que a partir de una suerte de balance planteó directrices a seguir que marcaron ciertas prácticas ulteriores de las FLN. En el documento de marras se trasluce una ética diferente a la de organizaciones revolucionarias coetáneas.
Por otra parte, en el onceavo “comunicado confidencial” que se dirigió también a “todos los militantes” de las FLN (Dignificar la historia II, 2016, pp. 87-89) y fechado el 10 de junio de 1976, podemos leer cómo en la “Evocación del C. Mario Sánchez Acosta” —regiomontano y uno de los fundadores de las Fuerzas, quien fuera asesinado por el Ejército federal en Nepantla— se refleja en la vida de uno de sus militantes el paso por experiencias organizativas previas y la participación de algunos de los fundadores de las FLN en el EIM:
Durante su vida civil recorrió, como muchos de nuestros compañeros, innumerables caminos buscando la solución definitiva a los problemas de su pueblo hasta comprender por fin que sólo la lucha armada en una guerra por desgracia larga y cruenta, podría conducir al pueblo al poder.
Entendido aquello, avocó todas sus fuerzas y medios para hacerlo posible y en febrero de 1969, se incorpora a un grupo de elementos (algunos de ellos hoy son compañeros nuestros también) al Ejército Insurgente Mexicano, dirigido por Mario Menéndez, adopta entonces su primer pseudónimo: Benigno. Sus peculiaridades para adaptarse al medio —la montaña selvática— y su personalidad, lo conducen a tener mando en ese efímero grupo que pronto, por la baja calidad moral de algunos de sus integrantes y la deshonestidad de su dirigente se desintegra. Benigno, actuando en consecuencia con su pensamiento, sigue en la clandestinidad y junto a quienes demostraron tener los empeños suficientes para seguir adelante, funda el 6 de agosto de 1969 nuestras FLN.
Una versión más sintética sobre la experiencia previa en el EIM y su impacto en la fundación de las FLN se encuentra en Nuestra historia III (Nacen las FLN s/p):
La concreción del proyecto revolucionario se asienta en dos premisas: la comprensión objetiva de la coyuntura histórica que vive el país y la militancia en la fallida organización guerrillera denominada Ejército Insurgente Mexicano, disuelto por su propio dirigente, el periodista Mario Menéndez.
Esa combinación de experiencia y conciencia alienta al grupo de jóvenes que reunidos en la ciudad de Monterrey deciden continuar la lucha armada, pero subordinada a claros lineamientos políticos (tanto teóricos como prácticos) que impidan los errores y desviaciones que culminaron con la desintegración del EIM. La fecha: 6 de agosto de 1969.
Entrambos fragmentos nos muestran otra parte del balance de la experiencia que significó el EIM. Por otro lado quiero llamar la atención sobre algo que ha sido poco registrado y que es de suma importancia: la participación de algunos fundadores de las FLN en otras organizaciones que buscaban impulsar la lucha armada antes de 1968, algo que veremos párrafos adelante.
Existe la premisa de que la cruenta represión del gobierno al movimiento estudiantil —cuyo nefasto pináculo fue el 2 de octubre de 1968— fue la causa principal que llevó a muchos jóvenes a incorporarse a la lucha armada, dada la cerrazón del gobierno a permitir la lucha por la llamada vía legal. Sin embargo muchas personas habían escogido anteriormente la vía armada ya que la actitud del Estado es secular y, si bien se abren ciertos espacios democráticos, siempre que algún esfuerzo organizativo legal ha atentado de manera real contra el poder económico y político, ha sido destruido a sangre y fuego por “las fuerzas del orden” —imperante diría yo.
Aunque sus miembros habían participado en luchas abiertas, las FLN consideraban que sus miembros debían alejarse de éstas; también creían que la lucha legal estaba agotada. Pero no parece ser que los sucesos de 1968 fuesen el principal determinante para este análisis; al parecer venían cargando muchas derrotas en la lucha abierta:
Debemos insistir a nuestros compañeros que su participación en luchas abiertas, democráticas, no sólo es inútil, sino perjudicial, pues sus resultados son la vigilancia policíaca cuando no la cárcel o la muerte; que su asistencia a un mitin, protesta o reunión abierta, sólo los señala como presuntos enemigos del régimen, que su firma en un desplegado, volante o carta es, en manos del enemigo, sólo una prueba de delitos contra el Estado, que hablar a una multitud que vuelve a sus problemas personales, es “arar en el mar”, en resumen, que la lucha armada nos ha sido impuesta por una dictadura y no por nuestra voluntad, que aquélla reprimirá a sangre y fuego cualquier acto legal que amenace sus intereses, que es más provechoso un peso a la organización, porque representa una bala o una medicina (que es un día más de combate efectivo), que todas las protestas, manifestaciones, volantes o formas pacíficas de resistencia; que cinco minutos en el desempeño de una comisión o en captar a un candidato, nos acercan más a la victoria que una huelga de nueve meses perdida de antemano.
Que nuestra obligación es prepararnos para resistir los mayores embates del enemigo y no desahogar nuestra ira con palabras y actitudes inútiles que no impiden reprimirnos.
No se trata de manifestar nuestra inconformidad, sino apropiarnos de la ajena y tras un proceso de lucha constante, lenta, silenciosa, hacer que afloren en toda la población, para que con actos eficaces destruya las causas que la provocan” (Dignificar la historia I, pp. 66-67).
No quiere decir que a las FLN y a sus miembros no les afectara lo ocurrido en Tlatelolco, y que ello no fuese una de las causas para incorporarse a la lucha armada; podemos ver que lo acaecido en Tlatelolco formaba parte del análisis del por qué la consideraban la única vía posible:
El capitalismo monopolista de Estado lleva ya años enteros de constituir la estructura económica dominante. La dependencia del imperialismo configura los extremos que oculta el eufemismo “subdesarrollo”: analfabetismo, desempleo, miseria, desnutrición, enfermedad, hacinamiento, corrupción, etc., etc. Un eslabón y no el más débil del sometimiento, es el dominio ideológico, que ubica a la revolución en el irrealizable reino de las buenas intenciones. Y sin embargo, la observación científica desemboca una y otra vez en el camino de la revolución. En efecto: un movimiento obrero manipulado desde su institucionalización, sin organizaciones independientes de importancia (para no hablar de un partido de clase); una intelectualidad prostituida que en vez de organizar al proletariado para asumir su tarea histórica, se vende por un plato de lentejas, acabando por incrustarse burocráticamente en la ubre presupuestal; un gobierno que no ha vacilado en desembozar su naturaleza clasista, reprimiendo a sangre y fuego el movimiento de ‘68; en fin, férreo monopolio de poder que maniata al pueblo impidiéndole la actividad política independiente… Y por otra parte, un capitalismo dependiente, en una crisis de la que ya no habrá de recuperarse; una situación popular de miseria y explotación que ha llegado al límite, un ejército de desempleados que amenaza con transformarse, efectivamente, en un ejército del pueblo; y la conciencia de que las alternativas seudo democráticas no ofrecen perspectivas; una conciencia extendida a partir de ‘68 de que las estrechas vías legales de la burguesía no pueden conducir a transformaciones de base; un campesinado con una tradición combativa que se remonta a la resistencia indígena ante la conquista, que dadas las condiciones de miseria lo hacían, junto al medio geográfico propicio para la guerra de guerrillas, el mejor aliado del proletariado […] (Nuestra historia, Nepantla, 4, 26 de mayo de 1979).
Otro ejemplo está en el comunicado que evoca a Anselmo Ríos (Gabriel); se nos dice que “Participó en los sucesos de 1968 en México, y ahí entendió que sólo respondiendo con la violencia revolucionaria a la violencia reaccionaria del gobierno opresor, podían nuestros pueblos sacudir el yugo, deshaciéndose de sus opresores, y emerger hacia formas superiores de desarrollo de la sociedad” (Dignificar la historia II, p. 101).
Pero en su análisis las Fuerzas pensaban que la respuesta no debía darse desde el inmediatismo, la improvisación, etcétera, sino desde una larga lucha con visión estratégica, esto lo vemos claramente en un comunicado escrito al año siguiente de los funestos sucesos:
El recordar la masacre perpetrada a mansalva a nuestro pueblo unido a su vanguardia de estudiantes mártires, debe ser incentivo para unirnos todos los militantes organizados y disciplinados; haciendo a un lado las tendencias de improvisación y el sabotaje indiscriminado y sin contenido político; controlando y sabiendo administrar nuestro odio y amor por caminos claros y científicos que nos aseguren un avance hacia la toma del poder y la derrota del enemigo común. Evitar derramamientos de sangre inútiles y desilusiones a nuestro pueblo, es combatir como verdadero militante (Dignificar la historia I, p. 49).
En otro documento hacen una critica a los miembros del Comité de Lucha Revolucionaria (CLR) —liderado por Ignacio González, un desertor del EIM—, que realizaron actos terroristas, algo que las FLN consideraron contraproducente; además se les culpa directamente de las delaciones contra Mario Meléndez —que pusieron también en peligro a miembros de la naciente organización—. Más allá del evento coyuntural, las Fuerzas extraen enseñanzas estratégicas de estos actos y se deslindan de ciertas prácticas, como el uso indiscriminado del terrorismo que se puede convertir, además y erróneamente, en el método central de lucha. Veamos lo que escribió, en marzo de 1970, el compañero Pedro —máximo dirigente de la organización— en un “Comunicado confidencial a todos los militantes de las FLN”:7
Sobre el sabotaje y el terrorismo en las ciudades, recordemos que de acuerdo con nuestros planes, éstos ocupan un lugar importante pero secundario en el desarrollo de la lucha; su finalidad es distraer las fuerzas activas del enemigo en cuidar sus instalaciones, medios de transporte y comunicación, reservas de armas, municiones y equipos, evitando siempre dañar a la población en su vida, bienes o medios de trabajo […] téngase presente siempre que ésta es una lucha política y que sólo ganando el apoyo de la población podemos vencer […] el desprecio a la vida de la población, permite al gobierno opresor predisponer al pueblo contra un método de lucha de gran eficacia y desatar una persecución contra sus enemigos. Además, reflexiónese en el hecho de que la simple labor terrorista no puede conducir a la victoria, no puede derribar al gobierno opresor, no permite la integración del pueblo mexicano a la lucha armada (ibid., pp. 56-57).
Las Fuerzas renunciaron a los secuestros, asaltos (llamados eufemísticamente en la jerga de los revolucionarios de entonces “recuperaciones revolucionarias”) y al terrorismo, razón por la cual los zapatistas tienen estas premisas como parte importante de su accionar; en 2003 Fernando Yáñez apuntó:
[…] no es tanto la concepción de larga duración del proceso sino que nuestros primeros responsables históricos nos hicieron ver que el movimiento parte de la conciencia, no nuestra, de los que estábamos ahí, sino de la conciencia de nuestro pueblo, en entender lo que se estaba proponiendo. Mi hermano César decía en sus escritos que “vamos a actuar conforme a las pretensiones del pueblo, no importa lo que nos tardemos”. Cuando esos artículos de análisis crítico, histórico de la época se den a conocer, van a darse cuenta porqué es una política actual de los zapatistas el no recurrir a métodos violentos para obtener fondos, armas y todo lo que la lucha requiera. Eso es lo importante. Si lees la obra del Che en el Congo, cómo llega él cuando ya había un trabajo profundo, él a lo que iba era a combatir y en pocos meses se demuestra que su opción era inviable en ese momento. Él dice: en ese momento lo que hicimos fue sembrar esto y la lucha va a seguir y a otros les va a tocar la liberación del Congo. Esto lo estamos platicando tú y yo treinta y tantos años después de que el Che lo escribió y después de 33 años de que mi hermano y Salvador, que eran los que escribían los comunicados en esa época, dijeron algo parecido y sentaron un camino. Fíjate cómo un gobierno como el gringo no puede acusar a los zapatistas actualmente de ser un grupo terrorista. Ellos que califican y clasifican todos los movimientos del mundo y tienen las armas, el poder y todos los recursos, hoy, en el año 2003, en los primeros días de este año, no lo pueden invocar en contra nuestra. Porque no hay una sola acción, no hay un solo testigo protegido, alguien a quien puedan comprar para que pueda decir que este movimiento recibe dinero de terroristas, o secuestra o roba o utiliza simplemente la violencia para obtener ni cinco pesos. No lo pueden hacer porque hace 33 años nuestros dirigentes decidieron que eso no lo podemos hacer porque eso no lo entiende nuestro pueblo. Nuestros primeros dirigentes dijeron: “El que quiera llegar aquí a hacer las cosas rápido, a corto plazo, díganle que no, que no se puede, que en esta organización no es nuestro plan”. Y existen otros lugares donde sí se pueden hacer (Rebeldía, 4, p. 58).
En un documento de carácter fundacional, redactado en 1969 y que lleva por nombre “Comunicado confidencial a los militantes de las FLN sobre la militancia” (Dignificar la historia I, p. 48), el compañero Pedro escribió tajante: “[…] esta guerra revolucionaria, más que ninguna exigirá el combate en todos los frentes. Nuestra arma fundamental: la ideología”. Desde su nacimiento las Fuerzas abjuraron del imperante fetiche de las armas. En otro documento, escrito en 1971, se dice claramente: “Esta estrategia exige que el criterio anterior se anteponga a las cuestiones que vaya planteando la lucha, para resolverse siempre con un criterio político antes que militar, pues en ese aspecto nuestra posición es muy superior a la del enemigo […]” (Dignificar la historia I, p. 76).
La importancia de preservar la vida sobre los recursos fue parte central del ideario de las FLN, esto se ve claramente en el cuarto8 comunicado a los militantes, donde se evaluó el primer enfrentamiento armado con las fuerzas gubernamentales.
Aunque es preciso anotar que en el documento se consigna que la organización daba la directriz de que en caso de un enfrentamiento desfavorable con las fuerzas gubernamentales era preferible morir a caer preso, para no comprometer la seguridad y por lo tanto la vida de los demás compañeros.
Dicho lo anterior, y retomando el hilo de las experiencias previas, es de resaltar que los fundadores de las FLN no solamente fueron parte del EIM sino que participaron antes del 68 en otras organizaciones que apostaban por la vía de las armas. Una prueba de lo anterior se encuentra en una parte del doceavo9 “comunicado confidencial”, fechado el 10 de agosto de 1976, que se dirigió de nuevo a “todos los militantes” de las FLN. Este documento se redactó en “recuerdo del C. Alfredo Zárate Mota, Salvador” (quien también fue asesinado por el Ejército en Nepantla):
[…] y comprendió que sólo a través de la lucha armada se podría derrotar al enemigo que respondía con invariable violencia a los reclamos de los desposeídos.
Después de participar en la huelga nacional de médicos, conoció a Victor [sic por Víctor] Rico Galán quien en varias ocasiones lo visitó en el puerto de Veracruz plantéandole [sic por planteándole] sus actividades de integración de un grupo que por la vía armada se enfrentase a quienes detentan el poder. Aceptadas las premisas de Rico Galán, contactó Salvador en Veracruz a varios elementos que, como él, sabía honestos y dispuestos a hacer coincidir sus pensamientos con los hechos. La aprehensión casi inmediata de Rico Galán y otros elementos, cerró definitivamente las posibilidades de actuar en ese grupo (Dignificar la historia II, pp. 90-92).
El comunicado continúa con la visión de las FLN sobre las repercusiones que tuvo Olas10 en México y un breve balance del esfuerzo local por implementar sus directrices:
A través de un honesto amigo común —quien murió poco después accidentado, Angel [sic] Gutiérrez— conoció en 1968 a Heberto Castillo, quien respaldado por una descollante intervención en OLAS, fomentó en varios estados la creación de grupos que encauzaran sus actividades a iniciar la lucha armada; sin embargo, después de los sucesos políticos de fines de 1968 en México, Castillo traicionó a los elementos que había contactado.
Inmediatamente después el documento nos habla del paso de Zárate por el EIM:
A raíz de esos políticos de 1968, Salvador conoce a Mario Menéndez quien le plantea, para ya, su integración a un grupo que subiría a la sierra chiapaneca a iniciar la lucha armada contra el gobierno. Se integra así, con otros elementos al llamado Ejército Insurgente Mexicano. Conocidas son las posiciones que posteriormente sostuvo Menéndez y que llevaron finalmente a que se desintegrara el EIM. Se fundaron entonces, por los compañeros que así entendieron era su deber, nuestras Fuerzas de Liberación Nacional el 6 de agosto de 1969. En ese momento Salvador es designado Segundo Responsable de nuestra organización.
En una oda escrita por quien es actualmente el SCI Galeano se habla de la fundación de las FLN y se rinde homenaje a esos padres-madres del EZLN. Fue hecha pública, muchos años después de que fuese escrita, en una carta dirigida a Fernando Yáñez, con motivo del 33 aniversario de la fundación de las Fuerzas (La Jornada, 30/X/2002).
RELACIÓN DE LOS HECHOS
Hoy, día sexto del mes
de agosto del año
mil novecientos sesenta y nueve,
estando prevenida la historia,
el café amargo,
el tabaco por terminarse
la tarde por fenecer
y todo adecuado para conspirar
contra las sombras y tinieblas
que opacan el mundo y su sol,
los abajo firmantes comparecen
ante mí, la patria, para
declarar lo siguiente
Primero. Que los abajo firmantes
renuncian a su hogar, trabajo,
familia y estudios y a todas las
comodidades que, sobre la miseria
de los más, se han acumulado
en manos de los menos.
Segundo. Que los abajo firmantes
renuncian a un futuro,
vendido en abonos para
disfrute individual.
Tercero. Que los abajo firmantes
renuncian también a la coraza
de indiferencia frente al sufrir
de otros y a la vanagloria de un
lugar entre los poderosos.
Cuarto. Que los abajo firmantes
están dispuestos a todos los sacrificios
necesarios para luchar calladamente
y sin descanso para hacerme a mí,
la patria, libre y verdadera.
Quinto. Que los abajo firmantes
están dispuestos a padecer persecusión, [sic por persecución] calumnias y torturas, e incluso a morir si es preciso para lograr lo señalado en el punto Cuarto.
Sexto. Que yo, la patria, sabré
guardarles su lugar en la historia
y velaré por su memoria
como ellos velaron por mi vida.
Séptimo. Que los abajo firmantes
dejan bastante espacio debajo de sus
nombres para que todo hombre y
mujer honestos firmen este
documento y, llegado el momento,
lo rubrique el pueblo entero.
No habiendo más que decir
y sí mucho por hacer, los
abajo firmantes dejan su
sangre como ejemplo y
sus pasos como guía.
Heroica y Respetuosamente.
VIVIR POR LA PATRIA O MORIR POR LA LIBERTAD
Manuel, Salvador, Alfredo, Manolo, María Luisa,
Soledad, Murcia, Aurora, Gabriel, Ruth, Mario,
Ismael, Héctor, Tomás Alfonso, Ricardo...
Y siguen firmas de los
que habrán de morir y
de los que habrán de vivir
luchando en este
país de dolorosa historia
llamado México, abrazado
por el mar y, pronto,
con el viento a su favor.
El Capitán. [Ése era el grado militar en aquel entonces del SCI Marcos (hoy Galeano)]
Cabe señalar que si bien los nombres que aparecen en la oda —todos de fallecidos— son de miembros de la organización en su primera etapa, no todos fueron fundadores de la misma. Yáñez Muñoz, en la entrevista que concedió a Proceso en 1995, detalló que las FLN fueron fundadas en Monterrey “el 6 de agosto de 1969, en una casa ubicada en la calle 15 de Mayo, casi esquina con Diego de Montemayor y rentada por mí. Asimismo mencionó que los fundadores fueron además de él (entonces tenía el nombre de guerra de Leonardo y no era militante profesional, por lo que sólo participó en calidad de testigo) y su hermano César Germán (Pedro y Manuel), Alfredo Zárate Mota (Marcos y Salvador), Carlos Arturo Vives (Ricardo), Graciano Sánchez Aguilar (Gonzalo), Raúl Morales (Lucio), Raúl Pérez Gasque (Alfonso), Mario Alberto Sáenz (Abel y Alfredo) y Mario Sánchez Acosta (Benigno).
La casa donde fueron fundadas las Fuerzas fue derruida —junto con otros predios adyacentes— para construir el Museo de Historia Mexicana, como vemos en el siguiente fragmento de una nota del periódico La Jornada, publicada el 20 de marzo de 2002:
Cosas de la vida: los presidentes de México y de Estados Unidos se reunirán este viernes para hablar a solas, en la misma calle y en el mismo lote del centro de Monterrey donde el 6 de agosto de 1969 nacieron las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), de cuyas filas, el 17 de noviembre de 1983, en algún lugar de la selva chiapaneca, surgiría el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En efecto, en la esquina de las calles 15 de Mayo y Diego de Montemayor, en lo que ahora se llama el Barrio Antiguo, frente al adefesio de la Macroplaza, el gobierno de Nuevo León construyó en 1996 el fastuoso Museo de Historia Mexicana, sobre las ruinas de una casa solariega donde 27 años antes los hermanos Yáñez Muñoz y otros románticos soñadores fundaron una de las organizaciones político-militares más originales del mundo.
Así pues, las Fuerzas son fundadas no en el centro del país sino en una esquina de éste —por cierto la noreste— y son conformadas en un inicio por puros provincianos: una mayoría de regios —la mitad—, dos jarochos, un coahuilteco y un yucateco. Ellos formaron la propuesta de organización político-militar que rompió con muchos paradigmas imperantes en las estructuras de ese tipo en aquel tiempo.
Si bien la organización había sido fundada por varones provincianos, rápidamente se fueron incorporando mujeres —en “Nuestra historia” se consignó que para 1971, de una veintena de militantes profesionales, seis eran mujeres (Nepantla, 6, 22 de julio de 1979). Cabe resaltar que no como adelitas ni en los roles clásicos de acompañantes de los guerreros, es decir de cocineras, enfermeras, afanadoras y putas. Habiéndose incorporado en un principio como colaboradoras, se fueron involucrando aún más y se convirtieron en militantes profesionales. Inicialmente fue una decisión logística, que era dar una cobertura más creíble a las casas de seguridad si al exterior se mostraba que estaban habitadas por parejas y no únicamente por varones jóvenes. Esta decisión operativa tuvo consecuencias insospechadas.
Podemos ver las trazas de esta incorporación y sus razones iniciales en la segunda y tercera entregas de “Nuestra historia”. Casi al final de la entrega publicada en Nepantla (5, 22 de junio de 1979) dice: “Para terminar, señalemos que la falta de mujeres entre las filas de los profesionales, trajo consecuencias negativas, como veremos más adelante”. La historia oficial de las Fuerzas consigna que el primer enfrentamiento con fuerzas gubernamentales fue fortuito, debido a que los guerrilleros fueron confundidos con narcotraficantes, y también que la falta de mujeres en las casas de seguridad fue una de las causas de que dichos espacios fueran sospechosos a los ojos de los vecinos:
Las tareas tendientes al establecimiento del núcleo guerrillero se desarrollaban aceleradamente en aquel año de 1971 […] Como parte de este tren de actividades, la constante entrada y salida de varios vehículos en nuestra casa de seguridad de la zona norte, aunada al hecho de que en ella habitaban únicamente hombres (pues aún no había mujeres como militantes profesionales), dio lugar a que unos vecinos fisgones notificaran a la policía opresora sobre “movimientos extraños” en esa casa. Los resultados fueron los acontecimientos del 19 de julio […] (Nepantla, 6, 22 de julio de 1979).
Un documento más cercano a la fecha de los acontecimientos (2 de agosto de 1971) y que evaluaba este primer enfrentamiento, también señalaba el hecho de que casas habitadas exclusivamente por varones podrían ser sospechosas:
La causa fundamental que motivó los hechos ocurridos, fue consecuencia de la denuncia de un vecino del barrio […] y por supuesto, a la falta por parte nuestra, de pretextos razonables para justificar y encubrir nuestros movimientos en ese lugar. Sin embargo, debemos valorar con sentido crítico que el factor humano de intromisión del mencionado vecino fue de gran calidad, ya que lo único que le pudo parecer raro, fue que en esa casa vivían dos hombres solos y que periódicamente eran visitados por los coches que fueron denunciados; esto en cualquier otro lugar, no es objeto de ninguna alarma; no obstante, debemos recalcar que nuestro nivel de organización debe llegar a tal grado que no se despierte ninguna conjetura negativa acerca de nuestras casas y vehículos (Dignificar la historia I, pp. 71-72).
Después del enfrentamiento varios miembros de las FLN pasan a la clandestinidad total y se convierten en militantes de tiempo completo, llegando éstos a una veintena; por otro lado, los llamados militantes urbanos pasaron el medio centenar. El golpe de la policía trajo como consecuencia que las mujeres constituyeran, en muy poco tiempo, un cuarto de los militantes profesionales: “La afluencia de compañeras a las filas de los profesionales di[o] lugar a que el número de matrimonios creciera (sin explosión demográfica, por supuesto) fortaleciéndose así la organización” (Nepantla, 6, 22 de julio de 1979).
Aunque la decisión fue logística —para proporcionar coberturas más creíbles a las casas de seguridad y sobre todo por la necesidad de proteger a militantes urbanas—, causó un impacto enorme en el desarrollo de la organización, que logró que las mujeres tuvieran un papel igualitario dentro de ésta, algo que aún hoy en día resulta disruptivo. Las militantes también habían tenido experiencias políticas previas. Para ilustrar lo anterior podemos asentar que de acuerdo con el comunicado interno de las FLN, con fecha del 1 de octubre de 1976, Julieta Glockner (con nombre de guerra Aurora):
[…] participó en el Frente Electoral del Pueblo, y cuando procuraba, convencida ya de las incapacidades e impotencias de esos métodos, que el Partido Comunista Mexicano cambiase sus lineamientos, fue expulsada de las filas de la Juventud de ese organismo.
Visitó la República de Cuba en los primeros años del triunfo de la Revolución. Buscó afanosamente, sin lograr, pese a sus desvelos, conseguirlo, los contactos que le permitiesen participar en la lucha que el pueblo guatemalteco sostiene contra la dictadura, lucha que Aurora sintió también como propia y que motivaba en ella el deber internacionalista que, firmemente arraigado, poseía. Por ello cuando nuestras FLN la contactaron, su militancia urbana fue ejemplar […] (Dignificar la historia II, p. 98).
La segunda generación de militantes profesionales de las FLN fue también integrada por provincianos; recordemos por ejemplo que Julieta Glockner era poblana. Por otro lado, cabe plantearnos cuál era el perfil que buscaban en los militantes a reclutar y que en éste no había una selección por género. Las Fuerzas fueron pioneras en muchas cosas que hoy se ven como normales; por ejemplo, en la Ciudad de México por la Ley de Establecimientos Mercantiles del otrora Distrito Federal, publicada en enero de 2009, podemos ver unos letreros —ahí están aunque colocarlos sea lo único que se cumpla de la legislación— hasta en los lugares más modestos que rezan: “En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física o económica, ni por ningún otro motivo”. Esto nos parece lógico hoy, pero en aquellos días el que una organización que se asumía marxista escribiera algo como lo siguiente era realmente disruptivo:
Las Fuerzas de Liberación Nacional, compuestas por un núcleo guerrillero Emiliano Zapata, organizado en forma militar y vertical en donde se encuentra la comandancia político-militar, y las EYOL (Estudiantes y Obreros en Lucha), en los centros urbanos, con un primer responsable y una organización clandestina integrada en forma triangular de base y piramidal ascendente, que por razones de seguridad sólo es conocida por la Dirección; se nutren y crecerán éstas, con cualquier compañero sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, credo religioso o partido político, siempre y cuando esté en disposición de aceptar la militancia y de haber sido propuesto por un compañero urbano, de quien será absoluta responsabilidad. Para esta selección, debemos actuar con un criterio libre de sectarismos y a la vez inteligente […] (Dignificar la historia I, p. 50)
A las Fuerzas solamente les faltó incluir algo referido a la diversidad sexual,11 algo que es de justicia elemental, pero que no invalida de ninguna manera lo innovador del texto citado. De nuevo quiero subrayar el que una organización político-militar que luchaba por el socialismo fuera tan incluyente a finales de los sesenta, cuando muchas de ellas vedaban la participación por motivos como no ser ateo.
Otro aspecto poco conocido es el por qué las FLN, a pesar de estar integradas por personas que eran originalmente citadinas —y que veían al proletariado como la clase revolucionaria por excelencia—, consideraron de suma importancia desarrollar el trabajo de la organización también en el campo —donde además pensaban se iniciaría la lucha—. En el siguiente documento, escrito en marzo de 1970, vemos algunas de las razones esgrimidas como contraparte a la lucha terrorista urbana que desarrollaban otras organizaciones. En el comunicado de marzo de 1970, donde se criticaba el accionar del CLR, se habla de cómo los miembros de esta organización fueron arrastrados, por el fracaso como guerrillero de Ignacio González, a la lucha terrorista, tal vez legítimamente inspirados en grupos revolucionarios como los Tupamaros y otros “núcleos de acción directa centro y sudamericanos”, pero acabaron siendo “una verdadera caricatura de las muy respetables organizaciones mencionadas”, y acto seguido señalan:
Pero hay quienes argumentan sinceramente que la lucha en las ciudades es la forma correcta para triunfar en nuestro país porque: Primero.- En las ciudades vive más de la mitad de la población y tiende a crecer. Segundo.- Están las instalaciones industriales bancarias y comerciales más importantes. Tercero.- La explotación es más sensible, las clases sociales (ricos y pobres) están más definidas. Cuarto.- Núcleos de población más politizados (estudiantes, sindicatos) y homogéneos (iguales, con la misma lengua, costumbres, opiniones, problemas), lo que no sucede en el campo donde se dan grupos indígenas atrasados, con economía primitiva, escasos medios, comunicaciones, individualismo campesino marcado, ejidatario nylon, pequeños propietarios, dispersión de la población, analfabetismo, supersticiones, fanatismo religioso, etc. En resumen, la ciudad es el núcleo más avanzado, el campo representa el pasado reaccionario que pesa cada vez menos. Quienes de tal modo razonan, olvidan que la cadena se rompe por el eslabón más débil, y que precisamente por todos esos aparentes inconvenientes, producto de nuestra deformada economía, opresión política y miseria increíble y sin esperanzas, es donde el germen de la Revolución se agita con más fuerza, porque el campo reproduce, ampliado desmesuradamente, la real situación de la ciudad (Dignificar la historia I, pp. 57-58).
Cabe anotar que las Fuerzas se reconocían como parte de una larga lucha del pueblo mexicano y que por ello se planteaban la lucha tanto rural como urbana, el fragmento citado implica también una crítica al accionar de otras organizaciones revolucionarias:
Nuestra larga historia de lucha por la libertad, la tierra, la democracia, revivirá si sabemos tocar las fibras adecuadas de los problemas que lo aquejan y se alza con nosotros en contra de quienes lo sojuzgan; nuestra geografía, la incomunicación, son factores favorables que debemos conocer y explotar a fondo, el desengaño y la miseria lacerante de nuestros campesinos, el abandono de los núcleos indígenas; la desocupación de nuestra juventud sobre todo en el campo; hacen de la guerra de guerrillas el método más apropiado para el desarrollo de esta lucha. Las ciudades con su concentración fabril nos proveerán de una dirección obrera que hará de la lucha una radical transformación económica y social que principiará por volver insegura la retaguardia enemiga, pero cuyo papel principal será la derrota final del enemigo por falta de una base de sustentación.
No renegamos de ninguna forma de la lucha rural ni de la urbana, pero deben ser usadas cuando existan posibilidades de capitalizar en el aspecto político sus múltiples efectos; olvidarlo, dejarse llevar por la impaciencia o las facilidades que en un momento dado se presenten, es un desahogo de conciencia, o acto desesperado que sólo compromete el futuro de la revolución y no aporta nada positivo a la lucha. Se combate callando o gritando, caminando o detenidos, si se hace de acuerdo a las pretensiones del pueblo y fortaleciendo nuestra posición, no haciéndola más riesgosa o vulnerable. (Dignificar la historia I, p. 76).
Muchos años después Fernando Yáñez señaló sobre la elección del lugar donde las FLN instalarían su núcleo guerrillero:12
¿Por qué Chiapas? […] La respuesta es que ellos conocieron la situación de esa región, no sólo desde el punto de vista geográfico y estratégico que tenía y tiene para México, sino que constataron que las condiciones sociales, económicas y políticas, donde incluimos el racismo y todo lo que parece que no tiene que ver con la política pero sí tiene que ver, y que ahí prevalecía bien marcadamente. Vieron en su andar por ahí que era una situación feudal, de relaciones entre hacendados e indígenas con peones acasillados, con derecho a pernada. No dudaron que ahí tenía que crecer un movimiento. Nunca dudaron de los indígenas como potenciales aliados.
Entre los primeros indígenas que se sumaron a la lucha está un maestro, también desaparecido, Fidelino Velázquez, maestro del ejido Taniperlas. Cuando en el año de 1974 se producen los primeros enfrentamientos [en Chiapas] entre los compañeros y los solados [sic por soldados], él empezó a proveerlos de alimentación en la selva. Él también fue descubierto y tomado preso en el centro de Ocosingo y [fue] desaparecido [por el Gobierno] hasta la fecha (Rebeldía, 4, p. 53).
Por lo anteriormente citado vemos claramente la importancia que otorgaron las Fuerzas al trabajo político en el campo, y si aunamos a esto su experiencia previa en Chiapas —con el EIM— queda bastante claro el por qué eligieron esa zona del país para implantar su núcleo guerrillero.
En otro documento escrito casi siete años después, en febrero de 1977, (Dignificar la historia II, p. 105) se pondera de nuevo esta idea que se liga a un objetivo trazado por las Fuerzas en sus planes estratégicos y que se debe subrayar:
[Es] demostración plena de la óptima consecuencia de la línea política de desarrollar la lucha de guerra de guerrillas rural […] ahí donde esos regionales por sus peculiares condiciones económicas, forman “el eslabón más débil de la cadena”; ahí donde las dificultades son mayores; ahí donde el medio y las condiciones de subsistencia implican la forja permanente del revolucionario, ahí [es] donde surgirán pulidos, los dirigentes que deben guiar, firmes, al triunfo de nuestros pueblos.
Lo anterior se cumplió felizmente y con creces. Tal vez el documento pone énfasis en la gente de la ciudad que se iba a la selva, pero también menciona a los “regionales”; de ellos surgiría lo que hoy es la robusta y dinámica dirigencia indígena en el EZLN, sus herederos. Algunos trabajos de los mencionados nos hablan de la historia temprana de las FLN y de la cruenta represión de que fueron víctimas, que estuvo varias veces a punto de desaparecerlos. De nuevo reitero la invitación a leer, investigar y recuperar esta nuestra historia. Pero quiero centrarme en algunos aportes —que considero fundamentales—, que hicieron con su teoría y práctica (indisolublemente unidas) los miembros de esta organización.
A partir de entrevistas a militantes de las FLN Laura Castellanos escribió en su libro México armado (pp. 245-246) sobre la importancia que la organización daba a las tareas cotidianas:
La disciplina era férrea en la ejecución de las tareas cotidianas. Se vigilaba que hasta la tarea más sencilla, como el cocinar una olla de frijoles, se hiciera de acuerdo con las indicaciones. Si se olvidaba cuidar el agua o ponerle sal a la olla, ¿cómo podría asumir la persona responsable tareas de más envergadura? Si se desesperaba ante el rigor de la vida doméstica, ¿cómo aguantaría la presión de un combate en el cual estaba en riesgo su vida y la de los demás? En estas condiciones la autocrítica era apreciada por la dirigencia de las FLN.
Para mí una organización donde es tan importante el estudio del marxismo como la preparación de los frijoles de la olla, el estudio de la historia nacional y el cultivo de hortalizas, donde se pondera a los compañeros sobre el fetiche de las armas, es una experiencia luminosa que es parte fundamental de la historia patria y guía para seguir luchando por la liberación de los pueblos.
Eufrosina Rodríguez señaló atinadamente, en el prólogo al segundo cuaderno Dignificar la historia (pp. 43-44), que las FLN rompieron, no solamente a nivel teórico sino en su actuar, varias dicotomías de una manera dialéctica:
Teoría-praxis. El discurso de los comunicados donde se honra a los compañeros caídos tiene su correlato en el Diario del Compañero Alfredo y viceversa los relatos del compañero Alfredo, que muestran su praxis, están basados en el discurso teórico, es más, se vislumbra que los comunicados eran escritos basados en la práctica y desde la selva. Si bien es cierto que esta premisa no constituye nada nuevo, su importancia radica en que es un pensamiento vivido.
Hombre-mujer. Los comunicados nos dan cuenta del papel que juegan las mujeres en la organización. Encontramos a las mujeres ejerciendo liderazgos ganados por su eficiencia y compromiso y en puestos de responsabilidad. No se reducen a labores domésticas o el cuidado de animales y hortalizas o bien, de apoyo a las labores de los hombres. Es más, en estos documentos se conmina a sus militantes a evitar conductas abusivas, a superar el “machismo” y los “prejuicios tradicionalmente infundados y sumamente dañinos para la revolución”.
Pasado-presente. Se estudia a diario, pero lo innovador es que no sólo se le dedica tiempo a la reflexión sobre teoría marxista, la realidad económica-política y social de nuestro país, los movimientos de liberación en el continente y el mundo, sino algo que resulta un gran acierto: el estudio de la historia de México, pues solamente quienes conocen su pasado pueden construir su futuro. El estudio de la historia y la coyuntura permitieron generar una teoría y práctica ejemplares.
Aprender-enseñar. Es un estilo de vida saber que el compañerismo incluye la modestia para enseñar aprendiendo. También resulta destacable la manera de señalar errores a los compañeros sin abuso del poder y respetando la dignidad del otro, desde el compañerismo. Recuerdo a Freire y su máxima de que el educador también aprende: también que un maestro puede ser firme pero nunca prepotente.
Ciudad-campo. El trabajo se ejecuta tanto en la ciudad, con elementos de las EYOL, como en la selva con el núcleo guerrillero rural cuidando su interrelación. Los primeros acercamientos se hacen reclutando personas, hombres y mujeres. Profesionaliza a los más destacados haciendo que se prueben en la selva con entrenamientos de supervivencia en condiciones difíciles. Las FLN en su teoría y práctica borraron la dicotomía campo-ciudad comprendiendo que la contradicción es entre los de arriba y, lo que Mariano Azuela llamó, los de abajo.
Sin enfrentar todavía a las fuerzas del Estado, las FLN se preparaban en casas de seguridad. La detención por parte del gobierno de Mario Menéndez, en febrero de 1970, forzó a los miembros de las FLN a cambiar de identidades y ciudad aumentando sus medidas de seguridad, pues pensaban que el dirigente del EIM los denunciaría, o bien lo habían hecho previamente los miembros del CLR aprehendidos por el gobierno. Los siguientes pasajes de Nuestra historia ilustran muy bien las actividades que realizaban los primeros militantes en las casas de seguridad:
Cuando se enteró de la detención de Menéndez, el compañero Pedro que a la sazón se encontraba en la Ciudad de México, junto con Salvador, Abel y otros compañeros, se comunicó a Monterrey y dio instrucciones al compañero Felipe, responsable de la casa de seguridad, que la abandonaran, se ocultaran y cambiaran su apariencia. (A decir verdad, algunos de nuestros camaradas pueden ser considerados pioneros del estilo “afro”, dicho sea con toda modestia.)
Las órdenes de aprehensión y las consiguientes pesquisas de los polizontes no amilanaron a los compañeros, quienes intensificaron su ritmo de trabajo para suplir carencias materiales que hubieran arredrado a otros.
La mayoría se concentró en una casa de seguridad en Puebla, en la que, a los ojos del vecindario, sólo aparecían dos compañeros. Los demás permanecían ocultos, sin siquiera asomarse por las ventanas. Dormían en el suelo, pues carecían de camas, mesas y sillas. Tampoco tenían estufa; calentaban su comida en una lámina sostenida por unos ladrillos.
Poco a poco, se consiguieron algunas herramientas y materiales casi de desecho, con los que pudieron hacer mesas, bancos, etc. A todo se le sacaba provecho. Una latita vacía se convertía en azucarera, en colador, o… en cenicero, para que los empedernidos fumadores (que desde entonces hacían pleno uso de su derecho a una cajetilla diaria) no ensuciaran la casa. Los clavos viejos, retorcidos y mohosos, se enderezaban con toda paciencia y volvían a ser útiles.
Y, por supuesto, el aprovechamiento del tiempo estaba regido por el mismo criterio revolucionario de no desperdiciar nada.
Así, se estudiaba en detalle el funcionamiento de las armas. Armándolas y desarmándolas una y otra vez, estudiando la función de cada pieza, cada perno, cada resorte: deduciendo la razón de ser de todas las ranuras, salientes y taladros, hasta llegar a armar y desarmar una carabina .30 M-1 en minutos… ¡con los ojos vendados!
El armamento se había incrementado y diversificado, aprovechando los contactos y relaciones de unos militantes urbanos muy conscientes. Se contaba aproximadamente con 15 pistolas (escuadras y revólveres) y unas 20 armas de alto poder, entre rifles, carabinas y subametralladoras. El parque consistía más o menos en 13 000 balas de diversos calibres.
Salvador, que a una vasta experiencia como médico unía un clarísimo criterio político, les daba clases de medicina, fijando nuestra posición ante enfermedades, medicamentos, etc. La auto-medicación, por ejemplo, quedó desde entonces desterrada, ya que en cada casa o campamento hay un compañero encargado de Sanidad, que es el único autorizado para administrar desde un simple analgésico hasta un tratamiento antibiótico.
Otro compañero, que por supuesto nunca había sido lingüista, daba clases de alguno de los dialectos hablados en la futura zona de operaciones. Los militantes urbanos obtenían los libros y folletos que servían de material para la “cátedra”. También se enseñaba colectivamente matemáticas y por supuesto, marxismo-leninismo. Esta última estaba a cargo del compañero Pedro, quien se esforzaba siempre por concretar la teoría marxista en las especificaciones de nuestro país.
Previendo la gran importancia que para la guerra de liberación tendrá la radiocomunicación, Jesús y Salvador se dedicaron a estudiar intensivamente radio, con limitaciones de equipo y materiales que desalentarían a cualquier aficionado.
La disciplina era muy estricta, pues si bien el compañero responsable se caracterizaba por su paciencia y respeto a sus camaradas, no dejaba de señalarles las faltas que cometían.
El rigor, las duras condiciones materiales, el intenso ritmo de trabajo, las charlas políticas del compañero Pedro, fueron templando aquel núcleo, transformándolos en verdaderos profesionales de la revolución. Salvador, Abel, Jesús, Felipe, Aquiles, Lucio, Alfonso… han sido pruebas vivientes de la capacidad de nuestro primer responsable.
Cuando consideró que esos compañeros podían a su vez hacerse cargo de la formación de nuevos militantes, el Co. Pedro los destacó a distintas ciudades: Monterrey, México, Veracruz, los resultados fueron muy positivos, pues las actividades de cada red se planificaron y desarrollaron con creciente disciplina y eficacia. Así, tras algunas incorporaciones y la depuración de las redes, la composición de la organización era aproximadamente como sigue: 16 militantes profesionales, 25 urbanos y 65 simpatizantes.
Se reglamentaron las aportaciones de los militantes urbanos, estableciendo cada uno de ellos mismos una cuota fija. Estos ingresos regulares ascendían a $12 000 mensuales y se complementaron con otras entradas, fruto del ingenio y la inventiva de los militantes urbanos: rifas, venta de objetos superfluos, etcétera.
Se antoja imposible que una organización tan pequeña levantara con el paso de los años, por medio de cuotas, trabajo, rifas y pequeños negocios, un ejército rebelde como el EZLN, pero lo logró con la organización y paciencia de sus militantes. El compañero Pedro señaló que a final de cuentas “militar es combatir organizada, callada, diariamente” (Dignificar la historia I, p. 52); es por ello que lo lograron…
Retomemos en este punto la importancia de las labores cotidianas, el interés en borrar la dicotomía manual-intelectual y el carácter formativo del trabajo. Aunque ulteriormente el grueso de sus militantes sabría qué era el trabajo manual —por su procedencia de clase mayoritariamente campesina— y debieron pasar por el estudio de lo intelectual, es preciso señalar que en las primeras etapas el grueso de los militantes eran de la llamada clase media y profesionistas. Así que debieron aprender a realizar y valorar el trabajo manual; esto se refleja en el comunicado de la Dirección Nacional de las FLN, fechado en febrero de 1976 (Dignificar la historia II, pp. 85-86), cuando habla de la compañera Deni Prieto Stock (otra de las asesinadas en Nepantla por el ejército federal a los 19 años):
La recordamos en Nepantla, en las tareas domésticas, enfrentándose a destazar un pollo, a asear una estufa, a chapear un pedazo de tierra y sembrarlo de alfalfa, a vigilar la higiene de las jaulas de conejos o pollos, y en todas sus tareas, teniendo presente la idea de la formación revolucionaria que estaba adquiriendo gracias al nuevo enfoque que adquiere el trabajo cuando hay que realizarlo con esfuerzos propios, aprendiendo a revalorar las cosas, los bienes, en lo que realmente son, en lo que realmente representan: tomando conciencia de las necesidades para con ello ser más plenos, más libres […]
Es importante resaltar que se mencionen los esfuerzos propios, ya que lo que sucedía en la cotidianidad era un reflejo de la ética y estrategia de las FLN, que creciendo en silencio, no recurrieron a robos, secuestros o acciones por el estilo para financiarse. Levantar a la organización con sus propios esfuerzos implicaba organización y trabajo, al correr de los años, sin recurrir al fetiche de la necesidad de dinero para la movilización política, las FLN pudieron levantar un ejército —el EZLN— sostenido por el trabajo y organización de personas indígenas y campesinas que vivían en la inopia. Así, el apotegma “la organización sólo es del tamaño de la organización” nos habla de que su nivel de desarrollo siempre será real. Pedro, el primer dirigente de la organización, delineó en un documento de 1969 cómo deberían sostenerse económicamente las FLN:
Para el mantenimiento económico de nuestra organización, cada uno de nosotros aportaremos una cantidad mensual que será entregada por los conductos debidos; ese dinero será producto del ingenio y del trabajo de cada militante, sin recurrir hasta nueva orden y en los casos en que se nos indique, a la violencia; en todos los demás casos, en este aspecto, cada cuadro desarrollará su libertad creadora para proveerse de dinero; en los casos especialísimos en que un simpatizante hace entrega de dinero, con conocimiento de causa debemos recordar que por ningún motivo se debe hablar de más de lo estrictamente previsto y que, de colaborador a militante, hay un largo camino que recorrer que debemos tomar en cuenta (Dignificar la historia I, p. 51).
En un documento, del año siguiente, dirigido a los responsables de las redes locales, el mismo dirigente nacional ordena que en este nivel se debe replicar esta forma de conseguir recursos económicos de militantes y futuros colaboradores:
En Finanzas, debe el responsable local fijar una cuota a cada uno de los miembros, según sus posibilidades económicas, sin excepción, pues aunque mínima, ésta permite formar un presupuesto fijo y trabajar sobre él, además hace sentir propia la organización y disciplina inconscientemente a quienes la aportan; debe formarse en cada localidad a un grupo de cooperadores que en aportaciones fijas o esporádicas, contribuyan con la organización (Dignificar la historia I, p. 63).
Sería en este punto importante recuperar un fragmento del texto “Nuestra historia” —en su primera parte, que narra los acaecido dentro de la organización en 1969—, donde se habla del papel de las cuotas como un paso importante en la consolidación de la organización. Cabe resaltar que para este momento no realizar “expropiaciones revolucionarias” era una medida que, aunque posteriormente sería permanente, se pensaba solamente aplicable a la fase inicial:
Los recursos materiales
Sin tener objeciones estratégicas contra las expropiaciones, se estableció que, en la fase inicial, el propio pueblo debe generar los recursos para su liberación, por lo que militantes urbanos y colaboradores aportaban voluntariamente una cuota para entregarla a la organización.
Estas aportaciones en efectivo sumaban $3,000.00 [El salario mínimo en 1969 era de $28.25 viejos pesos. Nota de la edición] a los cuales hay que agregar las compras de equipos y materiales, que fluctuaban alrededor de los $4,000.00.
Se estableció un presupuesto diario de $1.00 (frijoles y arroz gratuitos) para la alimentación de cada compañero profesional. (En la actualidad, ese presupuesto es de $18.00 por compañero y cubre las tres comidas del día.)
El armamento consistía en ocho armas de alto poder y ocho pistolas, mismas que se entregaron a cada militante profesional con la consigna de portarla en todo momento, para repeler una eventual agresión de las fuerzas represivas.
Había una sola casa de seguridad. No se disponía de ningún vehículo propio. Los viajes se realizaban en autos prestados, e incluso en autobuses.
A pesar de estas limitaciones, la invitación para que algunos miembros de la organización fuesen a Corea del Norte a recibir adiestramiento militar, corroboraba la factibilidad de que un grupo de mexicanos legos en el arte de la guerra, iniciase algún día la lucha por la liberación definitiva de nuestra patria.
Los primeros pasos
La magnitud de la empresa y su contraste con los escasos recursos disponibles no hicieron sino espolear el entusiasmo de aquellos compañeros, que compensaban su reducido número con tenacidad y capacidad de trabajo derivados de su alta conciencia.
Dentro de la casa de seguridad se inició la educación política sistemática, impartiéndose también clases de matemáticas y topografía. La instrucción militar se adquiría de manuales del ejército opresor y en escritos que nos prestaron militantes de otras organizaciones revolucionarias con las que se había hecho contacto.
Al exterior, los trabajos tendían a vincular a la organización con el pueblo, entrevistando en diversos puntos del país a personas de quienes se sabía que estaban a favor de un cambio revolucionario y cuya discreción daba cierta seguridad. De este modo, la organización creció rápidamente, pues cada nuevo compañero proponía uno o varios candidatos, los que posteriormente, al iniciar su militancia, presentaban a su vez a otros prospectos.
Y eso no era todo. Se cumplía una importante tarea político-organizativa trabajando el terreno aledaño a la zona de operaciones, con el fin de preparar la “subida” del primer grupo de futuros guerrilleros. Así pues, se restableció el contacto con habitantes de la zona (a los cuales se conocía desde los días del EIM), invitándolos a colaborar en la lucha, proposición que algunos de ellos aceptaron. Sin embargo, la imposibilidad de destacar permanentemente en la región a cuadros profesionales que se fundieran con ellos, politizándolos y elevando su conciencia, se tradujo posteriormente en una actuación con resultados más bien pobres (“Nuestra historia”, Nepantla, 4, 26 de mayo de 1979).
Por otra parte se deben subrayar ciertos datos, poco conocidos u oscuros y que el texto aclara inequívocamente: 1) La invitación —declinada— para que miembros de las FLN se entrenasen en Corea del Norte. En la ya mencionada entrevista que le realizó Blanche Petrich, Fernando Yáñez ya había dado pistas al respecto (sin llamar por su nombre a la República Democrática Popular de Corea):
En alguna ocasión hubo un ofrecimiento de entrenar a gente en Asia. No sé de parte de quien porque yo era un militante en ese momento que no tenía acceso a esa información. Pero sí supe que se les respondió con mucha cortesía que estábamos haciendo lo que este pueblo necesitaba y que agradecíamos el ofrecimiento pero que no, gracias. Nosotros estábamos en un trabajo de concientización, donde se requieren hombres, no armas. ¿De qué te sirve tener grandes conocimientos militares y un cañón si no hay quien los dispare? (Rebeldía, 4, p. 59).
2) En este documento interno se asume que las FLN tenían relaciones con otras organizaciones político-militares que por lo menos les proporcionaron manuales de carácter militar. 3) Que durante 1969 las Fuerzas iniciaron en Chiapas los preparativos para construir su “núcleo guerrillero”.
Si bien podemos ver la relación de las Fuerzas con otras organizaciones, también marcaron una clara distancia con otras tantas, criticando además sus métodos. Fernando Yáñez señaló:
Nuestros primeros dirigentes dijeron: “El que quiera llegar aquí a hacer las cosas rápido, a corto plazo, díganle que no, que no se puede, que en esta organización no es nuestro plan”. Y existen otros lugares donde si se pueden hacer […] Claro que hubo acelerados, así les llamábamos. Se escribió en esa época de eso, está en nuestros comunicados internos, con toda la argumentación táctica y estratégica de por qué se tenía que actuar conforme a lo que nuestro pueblo estaba entendiendo. Y luego se fijó como condición el no recurrir a la violencia para obtener fondos o armas. Quien estaba en un momento dado de su participación política con nosotros en situación de incorporarse como profesional, tenía que conseguir su arma por métodos pacíficos, tenía que pedirla prestada, regalada o comprada si ese [sic por esa] era su posibilidad, pero no podía decir es que yo ahora voy a hacer la lucha revolucionaria y le voy a quitar el arma al primer policía que vea en la esquina. No todas las organizaciones tuvieron en esa época esos principios (Rebeldía, 4, pp. 58-59).
Germán se refiere sobre todo al accionar de la Liga Comunista 23 de septiembre (LC- 23-IX), algo que nos queda claro si leemos un texto muy anterior de Marcos Mario. Cabe señalar que por otro lado reconocían el valor de otras experiencias guerrilleras en México:
Para los que en México queremos hacer la revolución, cumpliendo el imperativo de nuestra generación, es imperativo conocer la obra política de los atacantes del cuartel Madera esto se vuelve más importante en el momento en que la confusión política provocada por las fuerzas de izquierda, que se han sumado sin pudor al presupuesto oficial y abandonan todos sus proyectos —si es que los tuvieron— de independencia de clase, desviando a las masas de la comprensión de su misión histórica. Se hace necesario abordar el estudio de la obra política de Gámiz en momentos en que las concepciones de la violencia revolucionaria en nuestro país han sido rebajadas a la simple negación de la teoría científica de la revolución por quienes considerándose herederos políticos de los revolucionarios de Madera, han confundido la actividad político revolucionaria con el simple “echar bala” o con matar a un agente de crucero para obtener un revólver, etc., desconociendo —y negando de hecho— lo fundamental de las concepciones políticas sobre la liberación nacional en nuestro país que sustentaba el profesor Gámiz.
Ni locos ni suicidas ni mártires. Mártires los cristianos que se inmolaban en el circo romano, suicidas los kamikazes japoneses; locos, Hitler y Mussolini. El revolucionario no es suicida ni ama a la muerte. El revolucionario aspira a vivir para transformar las condiciones de vida miserable de su pueblo y si para lograrlo es necesario entregar la existencia, gustoso la da para que el pueblo siga viviendo.
El pueblo mexicano, en su lucha por el pan y por la tierra, por la solidaridad internacional y por el libro, por la defensa de las libertades políticas ha sido muy generoso en la entrega de mártires sacrificados en el altar del capitalismo. Jaramillo y su familia fueron asesinados, Román Guerra Montemayor fue asesinado, cientos de obreros y campesinos han sido reprimidos por el Estado mexicano. En todas sus luchas el pueblo siempre estuvo desarmado en tanto que el enemigo de clase siempre estuvo armado y por ende a la ofensiva.
Hasta el 23 de septiembre de 1965 la ofensiva estuvo siempre al lado de los opresores; el pueblo siempre actuaba a la defensiva ofreciendo el pecho a las bayonetas. A partir de esa fecha supo el Estado mexicano que el pueblo ya no estaba más en disposición de servir de silueta de tiro al blanco de los soldados. Nuevas experiencias guerrilleras surgieron después en todo el país: Genaro Vázquez y la ACNR, Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres; distintas y efímeras organizaciones que nacieron al calor de la represión desatada por el régimen contra los estudiantes en 1968 y el 10 de junio de 1971; hasta culminar con la aparición, vida y ocaso de la LC-23-IX que adoptó ese nombre en pretendido homenaje y continuación de la obra de los revolucionarios de Madera (Marcos Mario, 2007, pp. 11-12).
Retomando a la ya mencionada Deni Prieto (con nombre de guerra María Luisa) y el papel del trabajo manual dentro de la organización, podemos citar otro comunicado, en este caso fechado el 8 de septiembre de 1976 (Dignificar la historia II, p. 94) y dedicado por completo a recordarla:
[En] Sus tareas como profesional se vinculaba ya a traducciones de libros técnicos como a cultivar alfalfa para alimentar conejos de los que debía responsabilizarse temporalmente; tanto a aprender el manejo de las armas, como a cocinar alimentos para sus compañeros; tanto a estudiar para superar sus conocimientos, como mantener limpia la casa; todos ellos, trabajos cotidianos cumplidos con la sencillez del revolucionario […]
Aunque lo hacían porque debían y cumplían a cabalidad, no debe haber sido fácil para personas que no estaban acostumbradas al trabajo manual. En una entrevista, Gloria Benavides (una de las sobrevivientes de Nepantla) narró cómo era el ambiente en la casa de seguridad que las FLN tenían en aquella población (Castellanos, p. 245):
La casa era más o menos grande. Tenía un terreno mediano y había gallinas, conejos, que mandábamos a otros compañeros de la organización para que comieran. Si uno pensaba en las expectativas de venir de tan lejos, rompiendo con tantas cosas, dejando atrás amores y nostalgias para llegar a una casa donde no conocía a nadie, y en donde me ponían a labrar la tierra y a criar animales cuando estaba estudiando una carrera universitaria, el asunto no podía ser más desolador, deprimente. Pero nos enseñaban a revalorar el trabajo manual, doméstico, campesino.
No se trataba de un proceso tipo Pol Pot, que negara lo intelectual y citadino; se trataba de ser personas completas y de desarrollar todas las capacidades para poder sacar adelante el trabajo de la organización. Aunque parezca redundante, cabe retomar un fragmento de uno de los comunicados ya citados, el de febrero de 1976 (Dignificar la historia II, p. 84), en la parte que habla de la vida y militancia de Graciano A. Sánchez Aguilar (Gonzalo) —que cayó en combate junto con Julieta Glockner en Tabasco en febrero de 1975—. En la evocación se mencionan sus cualidades para el trabajo militar en el campo y la ciudad, su entrega, valentía y modestia. Pero también vemos el esfuerzo por borrar la dicotomía manual-intelectual; como condición sine qua non se podía llegar a ser personas completas y que la organización, por sus propios medios y con el desarrollo de sus militantes, lograra sus objetivos:
A pesar de su profesión, abogado, que no tenía relación alguna con la técnica, el entendimiento de la necesidad de crecer personalmente en ese sentido, lo llevó a realizar trabajos de soldadura que variaron desde jaulas para animales hasta piezas de nuestros instrumentos [se usa reiteradamente esta expresión como eufemismo de las armas], demostración plena de que ningún trabajo por intrascendente que parezca, es tal, de que no hay dificultad alguna que no pueda ser vencida por nuestros esfuerzos cuando se tiene una ideología marxista y el deseo consecuente de aplicarla en la práctica, de hacer avanzar con nuestro adelanto personal, la revolución que nuestros pueblos harán triunfar […]
Veamos, retomando otro documento, qué era acentuado del trabajo de los compañeros (ibid., p. 82):
Alfredo Zarate Mota (Salvador), médico veracruzano, fundador y segundo responsable de las FLN, recordamos su esmero en que los trabajos de los compañeros se realizaran además de en forma provechosa, con criterio revolucionario, atendiendo incluso más a la forma en que se hacían que a los resultados que de él se obtuvieran, recordamos el rigor revolucionario que tenía en sus actitudes personales, siempre precedidas de que la moral es lo que es bueno a la revolución […] Lo recordamos frente a su pequeña mesita de trabajo, que le servía de “taller” de radio, actividad técnica que la Dirección le encomendara y en la que alcanzó logros como la construcción de un transreceptor con alcance superior a los comerciales, a pesar de que en su vida civil jamás estuvo relacionado con esas técnicas y a pesar de que nuestra organización no podía poner a su alcance todos los adelantos que eran requeridos, lección de tenacidad que debemos reconocerle.
Es de subrayar cómo se resolvía otra dicotomía: personal-político, las personas que ingresaban en la organización no escindían lo que se considera estrictamente personal de su actuar político mostrando una congruencia ética ejemplar; subrayemos la parte donde se escribió en el fragmento anterior “la moral es lo que es bueno para la revolución”.
Se planteaba una diaria regeneración del carácter, una actitud autocrítica y modesta, pero sobre todo consecuente. Existe otro comunicado dedicado exclusivamente a la memoria de Graciano Sánchez —citado párrafos arriba, que evoca a varios militantes caídos—. El documento nos habla de su trabajo previo como abogado y como maestro en una escuela para trabajadores (Escuela Industrial Álvaro Obregón); podemos ver qué era lo que se ponderaba en el militante, el cual debía luchar consigo mismo, manteniendo en todo momento una moral impecable y congruente:
La vida militante de Gonzalo, su dedicación íntegra al desarrollo de nuestra revolución, sus actitudes diarias, su heroísmo cotidiano, su característica modestia, hicieron del suyo un ejemplo a seguir […] Honesto, invariablemente recto, nos dejó con su ejemplo en vida, con su lección frente a la muerte, el camino a seguir para quienes sobrevivimos […] El desprecio en que tenía, como Martí, las palabras que no van acompañadas de sus hechos, hace que Gonzalo, el 31 de enero de 1969, deje familia y trabajo y se incorpore a la lucha revolucionaria. El 6 de agosto de ese año funda junto a ocho compañeros, nuestras Fuerzas de Liberación Nacional. Pudo vencer a los enemigos más difíciles y emboscados: nuestras actitudes apartadas de lo que debe ser el comportamiento de un revolucionario (Dignificar la historia II, pp. 103-104).
El documento continúa ponderando su constante autocrítica y su actitud ante el trabajo. A pesar del tono hagiográfico del escrito, es de subrayar que se dice que el peor enemigo de la revolución son las actitudes que son contrarias a la moral revolucionaria, ya sean producto de la vida anterior o del ejercicio del poder.
Como había señalado, la moral era la primera cualidad del militante de acuerdo con el primer comunicado de 1969; el documento señala después la segunda —que sería mantenerla—, para rematar con la importancia de las labores pequeñas, que no solamente son formativas, ya que sin éstas no existiría la organización. Recuperemos al documento:
Nuestra segunda obligación es que todos los miembros de las FLN, mantengan esa idea, esa moral y que con sus hechos la reafirmen, y la hagan razón de su existencia […] Ser objetivos en las comisiones encomendadas, tener siempre la discreción es la mejor protección que poseemos y que practicarla es algo tan indispensable, que de ello depende nuestra existencia; ser discretos en todas partes, sin excepción, no hablar de más, ni hacer de más. No preguntar ni enterarse de nada que no concierna a la comisión asignada, ser puntuales y esmerarse en realizar el trabajo pedido, única medida de nuestra moral y disciplina y forma única también, de tener más comisiones y responsabilidades, única recompensa a la que podemos aspirar y única forma de acelerar la lucha y salir victoriosos en ella. La disciplina es discreción y cumplimiento, y la fuente de nuestros errores es olvidarlo.
Las labores pequeñas (recoger un donativo, enviar una carta, dar un informe, comprar hilo común, etc.) son los pasos que hacen correr a las FLN, son indispensables, forman la disciplina y sin ellas las acciones más riesgosas son imposibles de realizar (Dignificar la historia I, p. 65).
Es de subrayar que cuando se habla de la moral y su puesta en práctica vemos claramente cómo se intentaba borrar la dicotomía teoría-praxis.
Estoy cierto de que algo que aún hoy se debe combatir en todo el mundo es el machismo. El que campee en las organizaciones revolucionarias es una contradicción mayor, que mina su calidad moral y niega sus valores. Supongo que las primeras militantes de las Fuerzas debieron padecerlo, pero a partir de los documentos se aprecia que la organización intentó combatir esta clase de opresión dentro de sus filas. En un balance anual de actividades realizado el 6 de agosto de 1973 y firmado por el compañero Pedro (Dignificar la historia I, p. 95) se señala como una de las cinco “tendencias erróneas” a eliminar dentro de la organización. Vale la pena citarlo textualmente cuando escribió: “4.‒ El machismo, pues muchos compañeros le escatiman responsabilidad o menosprecian la serenidad o capacidad de las compañeras, sobre todo de las que son responsables, dejándose llevar por prejuicios tradicionales, totalmente infundados y sumamente dañinos para la revolución”.
Otro ejemplo de la lucha interna contra el machismo se encuentra el multicitado comunicado de febrero de 1976:
Julieta Glockner Rosainz [sic] (Aurora), una de las primeras compañeras que se integraron a las FLN […] Por sus claros criterios revolucionarios, la Dirección le encomendó la responsabilidad de una red urbana caracterizada por los desviacionismos de sus militantes debido al medio en que vivían. Sus criterios precisos y su metodología en la corrección de fallas a sus subordinados hicieron que pronto varios de sus elementos se integrasen como profesionales y que la red aumentara sus efectivos. Su condición de mujer y el carácter de responsable, hicieron que en varias ocasiones enfrentase problemas derivados de la actitud conocida como “machismo” de sus subordinados pero [por] la forma correcta de analizarlos y corregirlos y el apego a los lineamientos de la Dirección, fueron superados estos erróneos criterios. Siempre que tenía un “tiempo libre” de sus responsabilidades como jefe de red urbana la encontrábamos desarrollando algún trabajo manual o leyendo algún texto importante. La valentía y la audacia fueron rasgos sobresalientes de Aurora […] Su muerte, ocurrida en Cárdenas ante soldados del gobierno opresor, después de haber repelido junto con otros compañeros un ataque de policías judiciales, es también lección de heroísmo y consecuencia revolucionarios (Dignificar la historia II, p. 83).
Es de subrayar que el texto rompe con la retórica patriarcal al otorgar a Julieta adjetivos que tradicionalmente se ponen a los varones, y que además le son dados como persona, sin decir que los tiene a pesar de ser mujer o que son más meritorios por serlo.Otro documento (ibid., p. 99) la describe como sumamente capaz para enfrentar la hostilidad del terreno selvático, como una persona que en aras de la revolución tuvo que dejar lo más preciado que era su hijo Carlos, y también destaca:
Sus cualidades como organizador, la claridad de sus ideas políticas, la metodología en la corrección de fallas propias y de sus subordinados […] Se aplicó al estudio de la medicina y sus avances teóricos unidos a su meticulosa observación, le valieron para considerarla como el mejor “ojo clínico” de nuestros compañeros no profesionales del ramo médico.
Podemos destacar que no solamente se aprendían oficios tradicionales sino también habilidades como la medicina, que son generalmente asociadas con profesionistas.Esto me hace pensar que había una democratización del conocimiento en general, que logra que nadie sea indispensable si falta; todos los militantes sabían de historia, marxismo, el arte y práctica de la guerra, cocina, agricultura...
Por otro lado, tal vez en este documento (idem) se encuentra la mención más temprana de lo que será posteriormente el central y afamado concepto zapatista de “mandar obedeciendo”. No es una simple casualidad de palabras; aquí encontramos ya una frase hecha que encierra un concepto el cual décadas después será sumamente conocido y asociado con el zapatismo y sus voceros.
[…] basaba su superación personal en el trabajo y en la autocrítica: ambos factores influyeron decisivamente en los compañeros que personalmente la trataron.
Sabía mandar, porque antes supo obedecer.
Otro concepto que será toral en el pensamiento zapatista es la dignidad13 —algo tan importante como aparentemente subjetivo y difuso; algo que chocaba y choca con la objetividad de los marxistas dogmáticos—; las FLN lo incorporaron en su ideario desde temprano y es por ello que será central en el discurso ulterior del zapatismo. De nuevo no estamos frente a una mera coincidencia de palabras, sino ante la raíz del pensamiento del movimiento político más luminoso de los últimos tiempos.
Veamos cómo, al resumirlos, dentro de los objetivos principales de las FLN no solamente están cambiar el sistema económico y político sino también restablecer la dignidad y el respeto de los explotados:
En conclusión
Nuestra lucha es una guerra implacable contra la dependencia económica extranjera; contra el gobierno opresor representante de esos intereses; contra el ejército y la policía opresora, sostén material de esa situación; contra la miseria, la desocupación, la incultura y la insalubridad que esa situación nos arroja.
Por el establecimiento de una democracia popular permanente.
Por el restablecimiento de la dignidad y el respeto a todos los humildes y explotados de este país.
Por una nueva distribución de la riqueza, la entrega de la tierra a los campesinos y las fábricas a los obreros.
Por el respeto y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra.
VIVIR POR LA PATRIA O MORIR POR LA LIBERTAD
Compañero Pedro
Fuerzas de Liberación Nacional
Rep. de México, octubre 8 de 1971 (Dignificar la historia I, p. 77).
Con estas dos citas y de nuevo invitando a profundizar en el estudio de los documentos de las FLN quiero cerrar este texto, no sin antes decir que el cambio vendrá, estoy cierto, y si se apega a la historia no vendrá de arriba ni del centro, será de las periferias y de los abajos…
Bibliografía
Castellanos, Laura, México armado 1943-1981, México, ERA, 2007.
Las Fuerzas de Liberación Nacional y la guerra fría en México (1969-1974), Dignificar la historia I, México, Grupo editorial de La Casa de Todas y Todos, 2015.
Las Fuerzas de Liberación Nacional y los combates por la memoria (1974-1977), Dignificar la historia II, México, Grupo editorial de La Casa de Todas y Todos, 2016.
Le Bot, Yvon, La gran revuelta indígena, México, Océano, 2013.
Marcos, Mario, Nada es gratuito en la historia, México, ediciones Rebeldía, 2007.
Rebeldía, números 4 y 48.
SCI Marcos, “El mundo: siete pensamientos en mayo de 2003”, México, Rebeldía, núm. 7.
1 El SCI Marcos lo mencionó en su discurso del 17/XI/2006: “El compañero Mario Marcos, originario de Monterrey, Nuevo León. Caído en el cumplimiento de su deber en 1982, y de quien yo tomo el nombre”.
2 El actual EZLN ha hecho también este ejercicio pero de manera pública, aunque de forma limitada, ya que las partes reveladas de la vida de sus militantes muertos son aquellas estrictamente necesarias para reconocerlos y hablar de su papel en la lucha, sin afectar la seguridad de sus compañeros o de las estructuras y modos de su organización. En los últimos números de su existencia, la extinta revista Rebeldía publicó en sus portadas retratos sin pasamontañas de varios dirigentes zapatistas fallecidos. Estas publicaciones rompieron el paradigma de que los zapatistas se cubren el rostro para ser visibles, aunque, pensándolo bien, en un país tan racista como México el hecho de conocer los rostros de comandantes y destacados militantes indígenas del EZLN –y en algunos casos sus nombres reales– no provocó la más mínima reacción, ni en los medios ni en los círculos de la izquierda sedicente; tal vez ni siquiera en la izquierda radical o incluso en los simpatizantes cercanos del zapatismo. Ya ni por el morbo se comentó nada… Nadie intentó, que yo sepa, una exégesis de las implicaciones de hacer públicas las fotografías y parte de la biografía de tan destacados miembros de su organización. En el número 76 de la interfecta revista aparecen en su portada las fotografías de la luminosa comandanta Ramona –tsotsil, fallecida de causas naturales en 2006– y del comandante Hugo –tseltal caído en combate en Ocosingo en 1994–; del segundo aparece incluso su nombre legal (Francisco Gómez). En dicho número aparecen también las transcripciones de la segunda y tercera partes de un programa radiofónico transmitido en Radio Insurgente, donde diversos insurgentes, comandantes, el entonces TC Moisés y el SCI Marcos hablan sobre la vida y obra de estos dirigentes. En dicha emisión también se mencionó la muerte del comandante Abel –ch’ol–. En el número subsecuente de la revista de marras (77) aparece la fotografía de este dirigente con un pie de foto donde dice que falleció a causa del cáncer. La portada de la siguiente emisión de Rebeldía nos muestra al “Compañero Dionisio”, quien fuera miliciano zapatista aprehendido en Oxchuc en enero de 1994 y canjeado por el nefasto general Absalón Castellanos, prisionero del EZLN. El SCI Marcos insertó en una carta –cuyo destinatario era Luis Villoro– una emotiva semblanza de dicho compañero –que ilustra muy bien al militante zapatista, campesino, indígena, miliciano y autoridad local– de nombre legal Roberto Santis Aguilar, quien falleció en el trayecto hacia la marcha de apoyo al movimiento que encabezaba Javier Sicilia. El último número que se editó de la revista (79) lleva en su portada al comandante Moisés –tsotsil de San Andrés–, que también murió en un accidente automovilístico en un evento diferente, mientras se dirigía a trabajar en su cafetal. Al saber la noticia la prensa se movilizó, pero al ver que no se trataba del famoso TC Moisés, se dieron la media vuelta.
En otra parte de la correspondencia con Luis Villoro el SCI Marcos hace una conmovedora y breve biografía del líder tsotsil, que nos muestra claramente el papel destacado que tuvo en su región y en toda la organización, que sin gente como Ramona, Hugo, Abel, Dionisio y Moisés, carecería del valor y fuerza que tiene…
3 En un comunicado anterior (fechado en febrero de 1976) se consignó que Ríos Ríos, cumplía a cabalidad su labor de maestro y que sus obligaciones como tal retrasaron su incorporación de lleno a la vida clandestina: “Sólo una razón expuso como determinante del tiempo [para retrasar su conversión en cuadro profesional]: en la pequeña escuela donde era maestro, tenía a su cargo la caja de la cooperativa y no podía abandonarla ni entregar los fondos; sólo eso le preocupaba: tal era su gran honestidad, su nobleza, pensaba en sus compañeros, maestros como él, pobres como él, quienes le habían confiado sus pequeños ahorros y a quienes no podía defraudar” (Dignificar la historia II, p. 85).
4 En un editorial de su página electrónica podemos ver que hacen explícita su relación con las FLN. Por otro lado expresan algunas de las razones que los impulsan para hacer públicos parte de sus documentos: “El esfuerzo principal de la Casa de Todas y Todos ha sido el de recuperar la memoria de nuestra organización madre, las Fuerzas de Liberación Nacional. Hemos hecho un esfuerzo por dignificar su historia, oculta por décadas, para que los pueblos en su proceso de lucha y resistencia contra el imperio del capital, conserven en sus saberes algunos de los elementos prácticos que permitieron la construcción de un ejército del pueblo que, en su momento, encabezó una ofensiva popular a favor de sus más elementales derechos y libertades” (http://casadetodasytodos.org/4/IX/2017).
5 Blanche Petrich afirmó –a partir de declaraciones del propio Yáñez– en La Jornada (20/I/2003) que este personaje fue comandante general de las FLN y en su posterior formación, el EZLN, por más de una década (de 1979 a 1993). Cabe señalar que en Rebeldía (4, p. 61) la misma periodista consignó una fecha diferente para el inicio de esta responsabilidad (1977).
6 En los Agradecimientos de Dignificar la historia I el Comité editorial de La Casa de Todas y Todos anuncia que solamente serán desclasificados los documentos que “explicaban los motivos políticos y el tipo de organización que se estaba creando. Hemos omitido los documentos de tipo militar” (p. 8). Si lo anterior no se lee con atención pareciera que la numeración de los comunicados fue alterada, sobre todo si se ven las imágenes publicadas de los que corresponden a sus respectivas primeras páginas, pues en algunos se aprecian escritos a mano números: v.g., en el llamado segundo (en realidad el cuarto) comunicado de 1970 se aprecia claramente un número dos encerrado en un círculo, pero también un cuatro en la parte superior derecha, lo que podría generar suspicacias y llevar a pensar que se oculta información. Es por ello importante leer con detenimiento cada parte de estos libros que aportan datos clave para entender este proceso.
Ahora bien, ¿de qué versaban los otros dos comunicados omitidos? Podemos tener una idea bastante aproximada del primero y solamente el título del otro –tercer comunicado–. Lo anterior a partir de seguir la pista de lo escrito en “Nuestra historia I”, donde se mencionan los tres comunicados elaborados durante el primer año de existencia de las FLN: “BALANCE: Seguramente el principal logro de ese primer año de trabajo fue haber sentado, a nivel teórico y práctico, las bases organizativas de las FLN. Como parte importante de este inicio destaca la comprensión del concepto revolucionario de disciplina inherente a una organización político-militar. Los primero[s] comunicados emitidos por la Dirección reflejan la problemática con que se enfrentaba entonces la organización. El primero reproducía algunas cuestiones básicas de táctica guerrillera, tomadas de un libro del coronel A. Bayo, veterano de la guerra anti-fascista de España, primer instructor en México del grupo guerrillero de Fidel. El segundo comunicado ‘Sobre la militancia’ [ése sería el primero en la publicación] fija claramente normas que rigen el trabajo político y técnico de los militantes urbanos y rurales no profesionales. El tercero es un breve ‘Manual de explosivos’ que contiene los conocimientos generales indispensables sobre esta materia”.
Supongo que el llamado coronel A. Bayo es Alberto Bayo, cubano miembro del ejército español, que participó en la Guerra Civil y que en realidad no fue simplemente coronel sino que llegó a teniente coronel de la aviación republicana. Mismo personaje que se exilió en México, donde trabajó en la escuela de Aviación en Guadalajara para porteriormente entrenar a miembros del Movimiento 26 de Julio; por lo que al triunfo de la Revoución cubana, alcanzó el grado de general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (ejército cubano). Siendo esto así, el libro en cuestión sería 150 preguntas a un guerrillero [camarada en otras versiones], publicado originalmente en México en 1955. Seguramente las FLN siguieron las indicaciones de una nota de Bayo que en la página 6 escribió, adelantándose décadas al copyleft: “El autor de este manual, no se reserva para sí, en el extranjero ningún derecho de propiedad. Puede ser copiado, impreso, vendido en partes o en su totalidad por quienquiera, pues sólo pretende la divulgación de estos conocimientos para que no existan dictadores en el Mundo”.
7 Se trataría del cuarto que por el acomodo editorial aparece en Dignificar la historia como el “segundo”. Podemos saber que en el segundo año de labor de las FLN se elaboraron otros tres comunicados como señala la segunda entrega de “Nuestra historia”: “El primer comunicado emitido por la Dirección en 1970 analizaba la captura de Mario Menéndez y fijaba una serie de normas cuya eficacia se corrobora al paso del tiempo. Otro más, fijaba la estructura de la organización y las redes urbanas. Un tercero, que se ha perdido, hacía un balance del segundo año de actividades, balance que, realizado ahora, muestra la consolidación de las FLN mediante el desarrollo de sus militantes” (Nepantla, 5, 22 de junio de 1979).
8 En la numeración editorial, aunque sería el séptimo. Por “Nuestra historia” sabemos que éste sería el primero de tres comunicados que las Fuerzas redactaron durante ese año: “En 1971, la Dirección Nacional de las FLN emitió un comunicado analizando el enfrentamiento del 19 de junio; uno más explicando la entonces ‘nueva’ política de Echeverría y, finalmente, otro dedicado al Guerrillero Heróico [sic], Cdte. Che Guevara, analizando su tesis del carácter continental de la revolución”. Ese año también hicieron otras publicaciones: “Además, se reprodujo un libro vietnamita: “Sobre el problema de la Guerra y la Paz”, cuyas claras posiciones sobre el chantaje nuclear imperialista, la actitud socialista ante la posibilidad de una nueva contienda mundial, etc. lo han hecho muy útil para la formación política de nuestros militantes. Y en lo que toca al aspecto militar, se tradujeron y reprodujeron algunos manuales del ejército imperialista, para capacitarnos en el conocimiento de los equipos y armamentos que los yanquis venden a las fuerzas represivas del gobierno dependiente mexicano” (Nepantla, 6, 22 de julio de 1979).
9 Reitero que ésta es la numeración editorial, pero en realidad no se puede saber a ciencia cierta cuál es la real hasta que aparezca dicha información, si es que lo hace, en las próximas entregas prometidas de “Nuestra historia”.
10 En agosto de 1967 se creó en La Habana, Cuba, la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas), conformada por múltiples organizaciones revolucionarias, que se agruparon en dos grandes bloques, el tibio, representado por los viejos partidos comunistas, y el acelerado, que sería el mayoritario y que llevó a que este organismo se pronunciase por la lucha armada como el medio privilegiado para hacer la revolución en América Latina.
11 La izquierda en México era tradicionalmente homofóbica, aunque siempre había tenido entre sus filas a militantes lesbianas y homosexuales. El movimiento por sus derechos fue iniciado desde la izquierda –algo que se olvida frecuentemente–, donde se inició una reflexión al respecto por pequeños grupos militantes sin que en un principio involucrara a las organizaciones –posteriormente lo harían el PRT y el PCM–. Así se fueron gestando organizaciones que discutían en privado la cuestión. No sería hasta la marcha del 26 de julio de 1978 –que celebraba el ataque al cuartel Moncada en Cuba– que haría su aparición pública el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), siendo el primer contingente en México –en cualquier contexto público– que se mostró abiertamente homosexual. Tal vez inspirados en una organización francesa que se llamaba así y que planteaba entre otras cosas combatir la homofobia imperante en la izquierda y la ultraizquierda. El FHAR mexicano trabajó por lo mismo y es el pionero del hoy llamado orgullo gay –de hecho fue organizador de la primera marcha del orgullo homosexual en 1979. Esta organización enmarcaba su lucha dentro de la de clases y propugnaba por una liberación total; cabe retomar dos fragmentos de sus primeros documentos: “[…] un grupo de homosexuales y lesbianas conscientes y orgullosos de nuestra condición sexual que hemos decidido agruparnos en un Frente Homosexual de Acción Revolucionaria amparados en los derechos de reunión, asociación, libertad de expresión e información que, como ciudadanos mexicanos, nos otorga la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos” “[…] tomar la palabra homosexuales y lesbianas para luchar en contra de la discriminación social, política, cultural y económica, acabar con mitos y mentiras acerca de la homosexualidad, vincularse con la lucha de las mujeres y otros oprimidos, pues no seremos libres mientras haya oprimidos”. El FAHR, con otros grupos, formará el Movimiento de Liberación Homosexual que participó activamente en el apoyo a las revoluciones centroamericanas y en el Frente Nacional Contra la Represión.
12 Fernando Yáñez lo define de la siguiente manera ante la pregunta de si eran foquistas: “Núcleo. Nosotros formamos un ‘núcleo guerrillero’. La palabra foco creo que el Che Guevara nunca la utilizó. Habría que revisar su obra. No sé si él hubiera estado de acuerdo con la definición que después hicieron de su teoría como ‘foco’. Pero nosotros, César y Salvador, que era su segundo al mando, en sus escritos, lo definieron como núcleo guerrillero, que se iba a denominar Fuerzas de Liberación Nacional y que cuando creciese lo suficiente entonces se vería de ponerle el nombre de Ejército de Liberación Nacional. Se llamaba ‘Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata’. Lógico, cuando se convirtió en ejército, ya no les tocó a ellos ponerle el nombre, pero nosotros, y sobretodo los compañeros nuevos ya muchos años después, le pusieron Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Es decir, la palabra núcleo es la concepción de crecer en silencio y no dejar de realizar el trabajo político que permitiera el crecimiento aun en las condiciones más adversas y donde no había límite en el tiempo que tomase realizar ese trabajo. Era una visión largoplacista del trabajo revolucionario que requería profesionales que lo realizaran, por ello la estructura original se propone dentro de sus diversas actividades que existe un nivel profesional de militancia. Después viene uno de simpatizantes, y todos ellos pertenecían a esa organización. Después ya vienen las masas organizadas, estudiantes y obreros en lucha, se decía en ese momento, y con el tiempo iba a incluir a otras clases sociales. Estamos hablando de las mujeres organizadas, sindicatos, etcétera” (Rebeldía, 4, p. 57).
13 Este concepto es muy difícil de comprender por los poderosos. El mejor orador de los comandantes zapatistas (Tacho) explicó esto de manera magistral en un discurso de madrugada durante los Diálogos de San Andrés (entre el EZLN y el Gobierno federal). Lo recuerdo muy bien hablando frente al palacio municipal, rodeado de los Cinturones de paz y frente a cientos de indígenas. Explicó con sabiduría y sarcasmo cómo la delegación gubernamental les pedía a los zapatistas que plasmaran en un documento qué entendían por dignidad, para poder entender sus exigencias, y bueno, si el gobierno no entendía qué era, se trataba de personas que ni la tenían ni podían dar un trato digno a sus interlocutores y al pueblo en general.