Читать книгу Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3) - Bernal Diaz del Castillo - Страница 74
CAPÍTULO LXX
ОглавлениеCÓMO EL CAPITAN XICOTENGA TENIA APERCEBIDOS VEINTE MIL HOMBRES ESCOGIDOS, PARA DAR EN NUESTRO REAL, Y LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.
Como Masse-Escaci y Xicotenga el viejo, y todos los más caciques de la cabecera de Tlascala enviaron cuatro veces á decir á su capitan que no nos diese guerra, sino que nos fuese á hablar de paz, pues estaba cerca de nuestro real, y mandaron á los demás capitanes que con él estaban que no le siguiesen si no fuese para acompañarle si nos iba á ver de paz; como el Xicotenga era de mala condicion, porfiado y soberbio, acordó de nos enviar cuarenta indios con comida de gallinas, pan y fruta, y cuatro mujeres indias viejas y de ruin manera, y mucho copal y plumas de papagayos, y los indios que lo traian al parecer creimos que venian de paz; y llegados á nuestro real, zahumaron á Cortés, y sin hacer acato, como suelen entre ellos, dijeron:
—«Esto os envia el capitan Xicotenga, que comais si sois teules, como dicen los de Cempoal; é si quereis sacrificios, tomá esas cuatro mujeres que sacrifiqueis, y podeis comer de sus carnes y corazones; y porque no sabemos de qué manera lo haceis, por eso no las hemos sacrificado ahora delante de vosotros; y si sois hombres, comed de las gallinas, pan y fruta; y si sois teules mansos, aquí os traemos copal (que ya he dicho que es como incienso) y plumas de papagayos; haced vuestro sacrificio con ello.»
Y Cortés respondió con nuestras lenguas que ya les habia enviado á decir que quieren paz y que no venia á dar guerra, y les venian á rogar y manifestar de parte de nuestro Señor Jesucristo, que es él en quien creemos y adoramos, y el Emperador don Cárlos (cuyos vasallos somos), que no maten ni sacrifiquen á ninguna persona, como lo suelen hacer; y que todos nosotros somos hombres de hueso y de carne como ellos, y no teules, sino cristianos, y que no tenemos costumbre de matar á ningunos; que si matar quisiéramos, que todas las veces que nos dieron guerra de dia y de noche habia en ellos hartos en que pudiéramos hacer crueldades, y que por aquella comida que allí traen se lo agradece, y que no sean más locos de lo que han sido, y vengan de paz.
Y parece ser aquellos indios que envió el Xicotenga con la comida, eran espías para mirar nuestras chozas y entradas y salidas, y todo lo que en nuestro real habia, y ranchos y caballos y artillería, y cuántos estábamos en cada choza; y estuvieron aquel dia y la noche, y se iban unos con mensajes á su Xicotenga y venian otros; y los amigos que traiamos de Cempoal miraron y cayeron en ello, que no era cosa acostumbrada estar de dia ni de noche nuestros enemigos en el real sin propósito ninguno, y que cierto eran espías, y tomaron dellos más sospecha porque cuando fuimos á lo del pueblezuelo Cimpacingo, dijeron dos viejos de aquel pueblo á los de Cempoal, que estaba apercibido Xicotenga con muchos guerreros para dar en nuestro real de noche de manera que no fuesen sentidos, y los de Cempoal entónces tuviéronlo por burla y cosa de fieros, y por no sabello muy de cierto no se lo habian dicho á Cortés; y súpolo luego doña Marina, y ella lo dijo á Cortés; y para saber la verdad mandó Cortés apartar dos de los tlascaltecas que parecian más hombres de bien, y confesaron que eran espías de Xicotenga, y todo á la fin que venian; y Cortés les mandó soltar, y tomamos otros dos, y ni más ni ménos confesaron que eran espías; y tomáronse otros dos ni más ni ménos, y más dijeron, que estaba su capitan Xicotenga aguardando la respuesta para dar aquella noche con todas sus capitanías en nosotros; y como Cortés lo hubo entendido, lo hizo saber en todo el real para que estuviésemos muy alerta, creyendo que habia de venir, como lo tenian concertado.
Y luego mandó prender hasta diez y siete indios de aquellos espías, y dellos se le cortaron las manos y á otros los dedos pulgares, y los enviamos á su capitan Xicotenga, y se les dijo que por el atrevimiento de venir de aquella manera se les ha hecho ahora aquel castigo, é digan que venga cuando quisiere, de dia ó de noche; que allí le aguardariamos dos dias, y que si dentro de los dos dias no viniese, que lo iriamos á buscar á su real; y que ya hubiéramos ido á les dar guerra y matalles, sino porque los queremos mucho, y que no sean más locos, y vengan de paz; y como fueron aquellos indios de las manos cortadas y dedos, en aquel instante dicen que ya Xicotenga queria salir de su real con todos sus poderes para dar sobre nosotros de noche, como lo tenian concertado; y como vió ir á sus espías de aquella manera, se maravilló y preguntó la causa dello, y le contaron todo lo acaecido, y desde entónces perdió el brio y soberbia; y demás desto, ya se le habia ido del real una capitanía con toda su gente, con quien habia tenido contienda y bandos en las batallas pasadas.
Dejemos esto aquí, é pasemos adelante.