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CAPÍTULO LXXX

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CÓMO EL GRAN MONTEZUMA ENVIÓ CUATRO PRINCIPALES HOMBRES DE MUCHA CUENTA, CON UN PRESENTE DE ORO Y MANTAS, Y LO QUE DIJERON Á NUESTRO CAPITAN.

Estando platicando Cortés con todos nosotros y con los caciques de Tlascala sobre nuestra partida y en las cosas de la guerra, viniéronle á decir que llegaron á aquel pueblo cuatro embajadores de Montezuma, todos principales, y traian presentes; y Cortés les mandó llamar, y cuando llegaron donde estaba, hiciéronle grande acato, y á todos los soldados que allí nos hallamos; y presentado su presente de ricas joyas de oro y de muchos géneros de hechuras, que valian bien diez mil pesos, y diez cargas de mantas de buenas labores de pluma, Cortés los recibió con buen semblante; y luego dijeron aquellos embajadores por parte de su señor Montezuma que se maravillaba mucho estar tantos dias entre aquellas gentes pobres y sin policía, que aun para esclavos no son buenos, por ser tan malos y traidores y robadores, que cuando más descuidados estuviésemos, de dia y de noche nos matarian por nos robar, y que nos rogaba que fuésemos luego á su ciudad y que nos daria de lo que tuviese, y aunque no tan cumplido como nosotros mereciamos y él deseaba; y que puesto que todas las vituallas le entran en su ciudad de acarreo, que mandaria proveernos lo mejor que él pudiese.

Aquesto hacia Montezuma por sacarnos de Tlascala, porque supo que habiamos hecho las amistades que dicho tengo en el capítulo que dello habla, y para ser perfectas habian dado sus hijas á Malinche; porque bien tuvieron entendido que no les podia venir bien ninguna de nuestras confederaciones, y á esta causa nos cebaba con oro y presentes para que fuésemos á sus tierras, á lo ménos porque saliésemos de Tlascala.

Volvamos á decir de los embajadores, que los conocieron bien los de Tlascala, y dijeron á nuestro capitan que todos eran señores de pueblos y vasallos, con quien Montezuma enviaba á tratar cosas de mucha importancia.

Cortés les dió muchas gracias á los embajadores, con grandes caricias y señales de amor que les mostró, y les dió por respuesta que él iria muy presto á ver al señor Montezuma, y les rogó que estuviesen algunos dias allí con nosotros, que en aquella sazon acordó Cortés que fuesen dos de nuestros capitanes, personas señaladas, á ver y hablar al gran Montezuma, é ver la gran ciudad de Méjico y sus grandes fuerzas y fortalezas, é iban ya camino Pedro de Albarado y Bernardino Vazquez de Tapia, y quedaron en rehenes cuatro de aquellos embajadores que habian traido el presente, y otros embajadores del gran Montezuma de los que solian estar con nosotros fueron en su compañía; y porque en aquel tiempo yo estaba mal herido y con calenturas, y harto tenia que curarme, no me acuerdo bien hasta dónde allegaron; mas de que supimos que Cortés habia enviado así á la ventura á aquellos caballeros, y se lo tuvimos á mal consejo, y le retrujimos, y le dijimos que cómo enviaba á Méjico no más de para ver la ciudad y sus fuerzas; que no era buen acuerdo, y que luego los fuesen á llamar que no pasasen más adelante; y les escribió que se volviesen luego.

Demás desto, el Bernardino Vazquez de Tapia ya habia adolecido en el camino de calenturas, y como vieron las cartas, se volvieron; y los embajadores con quien iban dieron relacion dello á su Montezuma, y les preguntó que qué manera de rostros y proporcion de cuerpos llevaban los dos teules que iban á Méjico, y si eran capitanes; y parece ser que les dijeron que el Pedro de Albarado era de muy linda gracia, así en el rostro como en su persona, y que parecia como al sol y que era capitan; y demás desto, se lo llevaron figurado muy al natural su dibujo y cara, y desde entónces le pusieron nombre el Tonacio, que quiere decir el sol, hijo del sol, y así le llamaron de allí adelante, y el Bernardino Vazquez de Tapia dijeron que era hombre robusto y de muy buena disposicion, que tambien era capitan; y al Montezuma le pesó porque se habian vuelto del camino.

Y aquellos embajadores tuvieron razon de comparallos, así en los rostros como en el aspecto de las personas y cuerpos, como lo significaron á su señor Montezuma; porque el Pedro de Albarado era de muy buen cuerpo y ligero, y facciones y presencia, y así en el rostro como en el hablar, en todo era agraciado, que parecia que estaba riendo; y el Bernardino Vazquez de Tapia era algo robusto, puesto que tenia buena presencia; y desque volvieron á nuestro real, nos holgamos con ellos, y les deciamos que no era cosa acertada lo que Cortés les mandaba.

Y dejemos esta materia, pues no hace mucho á nuestra relacion, y diré de los mensajeros que Cortés envió á Cholula, y la respuesta que enviaron.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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