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UN ESLABÓN EN LA CADENA

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Queridas Mentes Insanas:

Hace unos días estuve en Ferrol dando una conferencia con motivo del Orgullo Crítico, que están las compañeras en plena ebullición y os recomiendo encarecidamente que sigáis las cosas que están haciendo los colectivos por allá, que solo nos fijamos en las grandes ciudades y así acabamos, viviendo de puro refrito del refrito del refrito.

Después de la charla se me acercó una mujer y me contó que una amiga suya había querido extirparse los pechos por riesgo de cáncer de mama, pero que «la medicina», así, en abstracto, no la había dejado. Me explicó que te puedes aumentar las mamas o reconstruírtelas, pero que no te dejan extirpártelas por mucho que el cuerpo sea tuyo, y el riesgo sea tuyo, y el miedo sea tuyo, y la vida sea tuya y hasta la medicina sea la tuya porque la pagamos entre todas. Y venía a contármelo para que yo os lo contase a vosotras, Mentes, para que supiésemos que eso está pasando y para que hablásemos del tema. Porque su amiga había muerto de cáncer de mama y ella se había quedado con esa angustia dentro.

Justo me he traído de Galicia un libro que me tiene fascinada y que es de lo mejorcito que he leído, así en general. De lo mejorcito. Es de Susana Sánchez Arins, y en galego se titula Seique, y si tenéis la suerte de poder leerlo en ese idioma, a por él en formato original, que es una maravilla. Está traducido también al castellano bajo el título de Dicen.

Tiene un fragmento maravilloso en el que habla del anonimato. Vivimos en una época y un contexto en los que consideramos la visibilidad como un bien superior, como un bien en sí mismo y, por supuesto, como un derecho. Susana Sánchez Arins le da la vuelta a esa lógica y propone el anonimato como un derecho también. Que lo es, efectivamente. Y dice que hay cosas que no son dignas de anonimato, que no merecen el anonimato precisamente por su dureza. Mostafà Shaimi habla del derecho a la diferencia, sí, y también del derecho a la indiferencia.

Tenemos que transmitir nuestras historias porque solo nosotras las transmitiremos. Porque solo nosotras podemos hacernos cargo de todo ello y darle la importancia y la trascendencia que tienen, y porque todas merecemos esa transmisión de conocimiento, incluso desde el dolor, o especialmente desde el dolor. Porque las violencias que recibimos no merecen el anonimato y nosotras merecemos el anonimato del vivir sin violencias.

Para la compañera de Ferrol que no me dio su nombre sino su historia: aquí va también mi eslabón en la cadena que empezaste. Para que siga adelante.

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