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El verbo nombrar

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Las tres acepciones de este verbo indican que su significado puede ser: ‘delegación de alguien en un cargo’, ‘dar nombre a algo’ y ‘decir algo’. Considerando la segunda acepción, en la relación entre conocimiento y lenguaje, nombrar es la capacidad que implica funciones como comprender, escuchar, saber, relacionar, pronunciar, recordar, conversar. Cada una de estas funciones determina una serie de procedimientos incorporados; por ejemplo, el acto de conversar hace necesario que, en simultáneo, las personas deban escuchar, observar, pensar, hablar. A veces, funciones como nombrar pasan desapercibidas o pueden parecer triviales. Sin embargo, en cuanto función esencial del intelecto, integra lenguaje, pensamiento, conocimiento y comunicación, y su complejidad suscita profundas reflexiones.

Todos nombramos todo el tiempo: situaciones, percepciones, emociones, objetos, personas, funciones, relaciones. Lo hacemos a partir de unos referentes básicos que aprendemos durante la vida; una especie de diccionario personal en el cual existen —más que significados académicos definitivos— emociones, experiencias, vivencias personales, en dinámica constante. Por eso, nombrar es un acto subjetivo y cambiante, una capacidad que todos los seres humanos desarrollamos, con mayor o menor agudeza. Para autores como George Steiner, solo se nombra lo que existe en nuestro conocimiento. Esto implica que el límite del conocimiento radica en la calidad del lenguaje; lo cual, a la vez, nos remite a la amplitud del idioma y la flexibilidad de la lengua.

A fin de explorar un poco más sobre las tendencias contemporáneas del estudio del lenguaje y su relación con el conocimiento, admitamos que el común de las personas no diferencia claramente entre idioma, lengua, lenguaje y habla. Sin embargo, aprenden, piensan y se comunican, algunos con mayor elocuencia que otros. Es posible que estudiosos del tema, como profesores universitarios, quienes sí los diferencian con precisión, tengan limitaciones para hacerse entender cuando los quieren transmitir. Por otro lado, muchas personas, que no saben leer ni escribir, enuncian sus pensamientos en forma fluida, resuelven problemas, toman decisiones, comprenden situaciones, argumentan en forma jerarquizada, escuchan y discuten con propiedad. Estos hechos nos obligan a reconocer que nombrar, como función esencial del lenguaje, tiene que ver con habilidades innatas, que no se aprenden. Esas características estructurales del sujeto no necesariamente se desarrollan en la academia sino en la vida cotidiana; y es posible que se relacionen de forma sutil con aspectos de orden fisiológico, anatómico, psicológico, neurológico; particularidades del intelecto del sujeto, se puede concluir.

Lenguaje, conocimiento y educación superior

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