Читать книгу Lenguaje, conocimiento y educación superior - Carlos Julio Restrepo Velásquez - Страница 18

Lengua

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La lengua, en cuanto fenómeno sociocultural, conlleva la cosmovisión particular de un grupo identificable; es intangible por ser patrimonio inmaterial, dinámico y complejo. Tomemos el caso del idioma inglés para ilustrar este asunto: se habla en Inglaterra, Escocia, Irlanda, Estados Unidos, Australia, India, Canadá y otros lugares, pero existen grandes diferencias culturales entre la India y Estados Unidos, aunque, por ejemplo, se hable inglés en ambos países. Se debe a que la forma de entender el mundo, sus sistemas de pensamiento, y su comprensión de la realidad, la historia, lo sagrado, el poder, la paz, la guerra o la muerte son conceptos que ya estaban ahí como parte de la cultura y la lengua o las lenguas nativas de la India cuando Inglaterra impuso el idioma inglés y sus propias interpretaciones de esos mismos conceptos. Igual ocurrió con las tribus precolombinas cuando España trajo el castellano a América, o los romanos llevaron el latín por Europa y Eurasia. Entonces, con la comprensión del idioma se facilita la comunicación; con la comprensión de la lengua se comprende la cultura.

Otro aspecto que puede ayudar a comprender la diferencia entre idioma y lengua es que muchos términos de un idioma no se pueden traducir a otro de manera correspondiente, coherente y precisa. Esto obedece a que el concepto no existe previamente en la lengua de ambos; y, cabe advertir, ninguna lengua es superior a otra, del mismo modo que ninguna cultura lo es. A propósito de este asunto, la revista El Correo de la Unesco, en una edición de 1993, publicó un reportaje llamado “¿Qué muere cuando muere una lengua?”, en el que se documentó el siguiente caso: los antropólogos europeos de finales del siglo xix que llegaron a la Polinesia en el Pacífico sur encontraron comunidades con un alto índice de fraternidad, convivencia y calidad de vida social. Tuvieron serias dificultades para que los nativos comprendieran términos como “mi”, el pronombre posesivo, o sustantivos como “género” o “huérfano”.

Por eso al traducir esas cuatro palabras a un solo “mi” del español o el inglés, se desconoce la cosmología de esa lengua. Algo que a todas luces obliga a admitir que el inglés, el español y muchos idiomas se quedan cortos para expresar la cosmogonía de las lenguas nativas. También en la misma investigación se hallaron profundas diferencias en la forma de nombrar conceptos como “hijo”, “sobrino” y “niño”; solo existía una palabra en esa lengua y era el equivalente a “hijo”, por lo que todos los adultos consideraban que todos los niños de la comunidad eran sus “hijos” y así los cuidaban. Por lo tanto, no era posible comprender el término “huérfano”, porque en la Polinesia ningún niño quedaba solo y desamparado si sus padres biológicos morían, pues en la lengua de esa comunidad todos los niños eran hijos de todos los adultos. Así funciona la lengua como fenómeno cultural, portador de la cosmogonía.

Como corolario, es preciso reconocer que el conocimiento, como acervo universal, pierde un horizonte inconmensurable al estandarizar las culturas, ignorando la riqueza de las culturas ancestrales. Tal riqueza se evidencia, en gran medida, en una lengua que porta conceptos filosóficos y que muchas veces no se pueden traducir. Por eso, el concepto de idioma está más cerca del término país, y el de lengua es más afín a nación, pues existe concordancia en el campo simbólico de los pares relacionados: idioma-país y lengua-nación.

En orden cronológico, primero surge la lengua como sistema de símbolos representados en forma natural, primitiva y hasta precaria; suele desaparecer al no alcanzar un número significativo de cultores que le permitan seguir madurando hasta llegar a ser plasmada o escrita. Luego surge el idioma oral y escrito, unas veces en jeroglíficos, otras en ideogramas o en grafemas. Después aparece la gramática, un ámbito funcional y pragmático del idioma, que estudia sus estructuras, condiciones, relaciones, determinaciones, con el fin de reconocer generalidades y establecer sus reglas, origen, creación, combinación y corrección. Finalmente, en un contexto interdisciplinario, conceptual, surge la lingüística como una aproximación científica al origen, estructura y dinámica de los idiomas y las lenguas, con un alcance más universal. En su evolución, desde los setenta del siglo pasado y hasta donde avanzan los estudios en este siglo xxi, la lingüística está concentrada en formular una teoría general que explique el origen, la dinámica y las leyes de generación del lenguaje, a partir del estudio de las lenguas naturales y su evolución histórica.

Los nativos polinesios tenían varias palabras en su lengua nativa para nombrar las relaciones de propiedad, por lo cual tenían una palabra “mi” que se pronunciaba diferente para cada concepto. Tenían una palabra para referirse a los hijos: “Mi1 hijo”, porque dependían de ellos; otra para referirse a la naturaleza: “Mi2 bosque”, porque ellos se consideraban parte del bosque y no propietarios; otra palabra para nombrar a su pareja: “Mi3 esposa”, porque no había relación de propiedad, sino de compañera con la cual hallaron la felicidad, y se consideraban complementarios; y otra para nombrar las herramientas y cosas que ellos hacían con sus manos: “Mi4 lanza”. Cada una era diferente y sus significados portaban la visión particular de su propiedad o su relación.

En El lenguaje como semiótica social, Halliday (2017) propone tres conceptos clave para el estudio de las relaciones entre lengua, lenguaje, gramática, idioma: la lengua como conocimiento, la lengua como comportamiento y la lengua como sistema. Cada concepto se estructura en ámbitos que comparten aspectos entre sí, cuando se desagregan al detalle. En este caso, solo se tomarán ciertos elementos con respecto al primero.

El idioma se define como un código ordenado por una gramática y un léxico propios. Existe la gramática del idioma español, la del inglés, del alemán, y todas difieren en estructuras, normas, componentes y dinámicas. Aunque, en cuanto concepto universal, la gramática es una sola desde que los griegos comenzaron a nombrar y ordenar el mundo con base en reglas, estructuras, elementos, relaciones y funciones creadas, su evolución paralela a la de la lingüística es innegable. Se puede afirmar que el idioma tiene un número finito de términos, los cuales pueden combinarse en una relación exponencial de conceptos tan grande que es imposible cuantificar, por lo que algunos autores dicen que es infinita.

La gramática, entendida como el ordenador del idioma y, por extensión, de la lengua, forma parte de la lingüística. Ha evolucionado desde la básica función prescriptiva, enfocada en las formas correctas, hasta una visión psicolingüística, soportada en enfoques que combinan la lógica matemática y la cibernética. La gramática generativa promovida por Noam Chomsky es un ejemplo: logra incorporar, en dispositivos informáticos, funciones del pensamiento autónomo, conocidos como algoritmos, fundamentos de la inteligencia artificial. En este libro, el concepto de gramática es esencial como ordenador del idioma, en función del conocimiento que se puede generar. En otras palabras, se trata de la relación entre dominio, amplitud y flexibilidad del idioma, reconocimiento de la lengua y calidad de la educación.

Lenguaje, conocimiento y educación superior

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