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Lenguaje y calidad educativa

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Desde que Wittgenstein (1921) planteó en su Tractatus Logico-Philosophicus que el alcance de la filosofía estaba determinado por la capacidad del lenguaje, se inició un camino de sucesivas investigaciones y descubrimientos sobre las relaciones entre conocimiento y lenguaje. Así, se han suscitado hitos importantes, no solo por la apertura e incursión de la filosofía en nuevos campos, sino con la combinación de campos de conocimiento, como la informática en la educación y el aprendizaje. Uno de los hitos más significativos ocurrió en los años cincuenta, cuando surgió la lingüística de corpus —llamada también computacional— y se sentaron las bases teóricas de la traducción automática. Hubo otro hito en los sesenta: el surgimiento de la inteligencia artificial y lograr por primera vez la identificación de los idiomas por sus grafemas y la traducción automática.

Desde entonces, numerosos desarrollos han ampliado el número de idiomas estructurados en plataformas digitales y de interacciones entre idiomas, la diversificación de las bases de datos, los términos incorporados por estudios lexicográficos, la velocidad de procesamiento y la profundidad semántica. Tanto así que ahora se dispone de traductores en línea, por demanda y por oferta, para más de 30 idiomas, así como numerosas aplicaciones para aprender idiomas o traducir frases de forma instantánea.

A pesar de estos y otros importantes avances tecnológicos, filosóficos, científicos y políticos, la calidad educativa no parece ir al mismo ritmo. Con demasiada frecuencia, las pruebas estructuradas que se aplican en países afiliados a organismos multilaterales evidencian brechas muy amplias en los resultados por bloques de países. Oppenheimer (2010), en su libro ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro, compara varios modelos educativos de diferentes países. Entre otras conclusiones respecto a los más exitosos en calidad, cobertura, efectividad y sostenibilidad, destaca las siguientes: la formación académica de los profesores; el apoyo de los gobiernos para elevar el reconocimiento profesional de la carrera profesoral; el dominio de al menos dos idiomas; el fortalecimiento de la identidad nacional hacia el pensamiento científico, y el fomento del emprendimiento temprano de los egresados de pregrado en iniciativas de base tecnológica. Estas cinco conclusiones son una aplicación del conocimiento desde diferentes campos y áreas de conocimiento.

Tal como se estableció en los primeros párrafos de este capítulo, el lenguaje es una capacidad humana compleja, que integra fisiología, neurología y psicología. A manera de analogía, la educación es una capacidad compleja que integra todos los campos del conocimiento, desde economía política hasta humanidades. Es impensable un modelo educativo único para todos los países, porque la educación es ante todo una función cultural, y está claro que la educación de calidad no puede lograrse sin el concurso de todos los agentes de la sociedad. En el capítulo cinco se describirá el Modelo Educativo Crítico con Enfoque de Competencias, pues centra la dinámica del conocimiento en el avance de los estados de desarrollo de la competencia, con base en el dominio del lenguaje, por parte de profesores y alumnos, en un contexto disciplinar.

Lenguaje, conocimiento y educación superior

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