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El Consejo de Guerra del Socorro Antecedentes y desarrollo

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En junio de 1972, en la quebrada de Inanea, en el desarrollo de los operativos que el Ejército adelanta contra el ELN, es decomisado el equipo de Fabio Vásquez Castaño, el cual contenía información de las redes urbanas y los grupos guerrilleros rurales, una abundante correspondencia de las relaciones entre la ciudad y el campo, información de las operaciones militares realizadas, planes tácticos y estratégicos. Como consecuencia de esta situación, se desmantelaron algunas de las principales redes urbanas, siendo detenidos 210 militantes, simpatizantes y colaboradores del ELN, principalmente en Aguachica, Charalá, Bucaramanga, Socorro, Bogotá, Medellín, San Vicente de Chucurí y Barrancabermeja. La mayoría de los detenidos salió libre seis meses después, consolidándose para el proceso un grupo de 48 integrantes del ELN, entre los que se encontraban cuatro mujeres.

El consejo se inició entre finales de febrero y comienzos de marzo de 1973. En el desarrollo del juicio se fueron presentando divisiones al interior del grupo, que terminó con configurar dos posiciones frente a la actitud que debían asumir los revolucionarios en estos casos: la primera posición defendía la “ruptura” (desconocimiento del ejercicio de la justicia del régimen que se confronta). Esta es una tesis de los argelinos, que plantea el aceptar que se han cometido delitos contra el Estado y la legislación vigente, porque se desconoce por parte de los revolucionarios su legitimidad. Esta posición estuvo liderada y defendida por los hermanos Ojeda y un grupo de militantes que se agruparon a su alrededor. La segunda posición sostenía que el “proceso de ruptura” se debía dar en momentos concretos de la lucha, en los que las fuerzas revolucionarias estuviesen relativamente fortalecidas, esta posición fue liderada por Fernando Chacón y otros militantes. Las dos actitudes frente al juicio generaron entre los grupos enfrentamientos. El balance que el ELN hace de estas posiciones es el de que tras de ellas se escondían las deficiencias, y los errores, que se habían cometido en las indagatorias en que la delación estuvo presente, generando dificultades para algunos de los implicados y nuevas detenciones. Esto, en alguna medida, se evidencia cuando los abogados denuncian una serie de errores procedimentales, arbitrariedades en el derecho a la defensa y en el trato con los detenidos, lo que obliga a suspender el juicio en el mes de mayo. El proceso se reactiva meses después en la ciudad de Bogotá. Para entonces, ya se había adelantado la Operación Anorí y un nuevo grupo de militantes detenidos durante las operaciones como resultado de distintas circunstancias es vinculado a este juicio, entre ellos, en el mes de noviembre, Ricardo Lara y Domingo Rodríguez.

La experiencia de la cárcel, los consejos de guerra, los interrogatorios violentos, las prácticas de intimidación permanente, enfrentaron a muchos de los militantes a situaciones que solo pueden entenderse en el marco de un análisis del comportamiento humano ante la adversidad extrema. El prototipo de “hombre nuevo” de “revolucionarios verdaderos”, encontraba en aquellas circunstancias, un cuestionamiento práctico que no siempre fue bien sorteado y generó actitudes de doble moral, donde solo cada cual sabía exactamente hasta donde había cumplido con las premisas de lealtad y sacrificio que la Organización les había trazado. Así como hubo gestos de sacrificio inmensos, en los que se les fue la vida, también se presentaron situaciones y actitudes que desvirtuaban cualquier propósito revolucionario.

El Consejo de Guerra, se prolongó durante más de un año, tiempo en el que la coyuntura política nacional se fue transformando y permitió que, al levantarse el estado de sitio para las elecciones de 1974, los detenidos pasaran a la justicia ordinaria y encontraran allí los caminos de su libertad.

Entre los que quedaron detenidos se encontraba Ricardo Lara Parada, que contó con el tiempo para elaborar conjuntamente con otros militantes del ELN, que estuvieron a su lado e influyeron en su determinación, un proceso de autocrítica que generó entre algunos una situación difícil frente al cumplimiento de las orientaciones dadas por Fabio en el sentido de llevar adelante el ajusticiamiento de Lara, por deserción, delación y traición. Como consecuencia de este proceso y por razones que esta investigación no pudo precisar se produce el suicidio de Fernando Chacón.

Un grupo importante de quienes salieron libres del proceso se integraron nuevamente a la Organización y cumplieron hasta su muerte las tareas y orientaciones marcadas por esta; son los casos de Lázaro Pineda Guerra, Eleuterio Ortiz y Fernando Chacón, entre otros. Algunos se retiraron definitivamente de la Organización y se dedicaron a desarrollar sus vidas al margen de esta. Un tercer grupo, fue el de aquellos, que al quedar libres regresaron al campo para posteriormente en otro contexto abandonar definitivamente la Organización; es el caso de Alonso Ojeda.

Durante este periodo, el Ejército y los organismos de seguridad contaron con gran cantidad de información que obligó a muchos de quienes estaban a cargo de las actividades urbanas a trasladarse a otras regiones y a articularse al grupo armado en el campo. Así, se conocía el nombre de los responsables de la dirección del trabajo urbano cuyas cabezas más destacadas eran Carlos Uribe Gaviria, Orlando Romero y Armando Montaño, quienes, con otro miembro de responsabilidad, Jaime Andrade Sossa, sortearon en ese momento las detenciones; todos ellos murieron meses y años después en distintas circunstancias de la lucha revolucionaria.

Los tres consejos de guerra que se llevaron a cabo contra el ELN desde sus orígenes hasta 1974 marcaron profundamente la Organización, modificaron algunas prácticas, afianzaron otras, y aplazaron para otros tiempos discusiones que constituían la base fundamental en la caracterización de su crisis y el camino para redefinir su línea política. Esta no encontraba aún los argumentos suficientes en el desarrollo de las asambleas que la guerrilla realizó para tratar sus más álgidos problemas.

Igualmente, los consejos de guerra sirvieron para darle un carácter de presos políticos a quienes, equivocadamente o no, convencidos de la justeza de su causa, habían decido el camino de las armas para trasformar la sociedad colombiana123.

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