Читать книгу Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018) - Carlos Medina Gallego - Страница 54
El ELN: balance del periodo 1966-1974
ОглавлениеEn el periodo comprendido entre 1966 y 1974, el ELN ve reducirse aceleradamente sus fuerzas, como consecuencia de los operativos militares desarrollados por el ejército. El cuerpo de la guerrilla es diezmado en un 70 %, las muertes de los guerrilleros, se acompañan de capturas y deserciones y de una disminución de la moral de combate.
A las dificultades que están atravesando en el campo militar, la Organización, en este periodo de menos de una década, tiene que afrontar las crisis políticas internas, las cuales resuelve, generalmente, por la vía militar, eliminando las contradicciones internas a través de “consejos de guerra revolucionarios”, y fusilamientos, o mediante el incremento de los operativos militares, con la idea que en el desarrollo de la guerra y obteniendo resultados, se van resolviendo en la práctica las contradicciones políticas.
El ELN convierte en principio la lucha política abstencionista y mantiene la doble negativa de no partido, no elecciones. Para el ELN, este periodo esta caracterizado como de auge militar y contradicciones internas, contiene una serie de acontecimientos y desarrollos organizativos que sería necesario puntualizar para hacerse a una valoración más objetiva de esta etapa de la historia de esta organización, en los aspectos político-ideológicos, organizativos y militares.
Un balance de este periodo para el ELN, en los aspectos político-ideológicos, señala que la contradicción fundamental sigue siendo la primacía de lo militar sobre lo político y el fortalecimiento de lo rural sobre lo urbano. Esto se sustenta desde una perspectiva de guerra revolucionaria, que no logra desprenderse aún de la concepción foquista, a pesar de que se mueve en el discurso de la guerra popular prolongada. Sobre la base de lo anterior, durante este periodo la Organización logra crecer y fortalecer su aparato militar, pese a las contradicciones y a los conflictos internos, en un proceso que podría definirse como de crecimiento cuantitativo sin desarrollo cualitativo.
La historia del ELN se dirige en estos años, más hacia su interior, hacia la solución de contradicciones políticas, las cuales se aplazan indefinidamente —a las que se les suele dar salidas militares, cuando lo que están demandando son salidas políticas (transformaciones en la concepción de la lucha revolucionaria, en el contexto de una realidad histórica como la colombiana)— y, por otro lado, al tratamiento de deficiencias militares que se ocultan cuando son de los responsables de la Organización y se sancionan ejemplarmente cuando están articuladas a conflictos políticos o provienen de la base guerrillera.
Al asumir rígidamente los principios que dieron origen al proyecto guerrillero sin profundizar en ellos en el contexto específico de la sociedad colombiana, de su cultura y de sus conflictos, se fue incurriendo en prácticas que lejos de fortalecer cualitativamente a la Organización, preocupación de Víctor Medina Morón y Manuel Vásquez en distinta época y concepción, la fueron erosionando políticamente, en un proyecto cuyo cuerpo crecía pero cuya cabeza se hacía cada vez más pequeña y unilateral.
Esta situación, en la práctica, aleja al ELN del movimiento de masas y de los conflictos sociales y políticos de los sectores populares, en la medida en que la Organización, metida en sus propios conflictos internos, tiene serias limitaciones para consultar y explicar las condiciones del desarrollo económico y social del país, elemento esencial para el trabajo político y organizativo de masas, sobre el cual la Organización tiene serias objeciones dada la naturaleza reformista de este tipo de trabajo.
Desde luego, en el aspecto político, la Organización ha hecho sus planteamientos fundamentales en materia de estrategia, táctica, programa y organización, que no por poco elaborados le impiden desarrollarse a un nivel y hasta un momento determinado. Sin embargo, al no constituir estos un cuerpo homogéneo y coherente de planteamientos, se dio pie a distintos enfoques e interpretaciones que se constituyen en la fuente esencial de los conflictos internos.
Las deficiencias en la formación ideológica y el marginamiento de aquellos que mayor capacidad tenían para aportar a ese respecto, dio cabida al mal trato de las contradicciones y al impulso de prácticas que terminaron convirtiéndose, en lenguaje guerrillero, en “gravísimas desviaciones”: un arraigado “militarismo” que limitaba o reducía la lucha política a la lucha militar; un desarrollado “caudillismo”, que terminó por depositar el mando en un solo responsable, que se comportaba como autoridad suprema y cuyas deficiencias eran minimizadas; un extremo “vanguardismo” que desconocía la importancia y el papel que jugaban otros actores sociales y políticos en el proceso de transformación propuesto, y una sobrevaloración del papel del “campesinado”, el que se sigue ubicando como clase rectora del proceso revolucionario; entre otras deficiencias que en el lenguaje de la época se cuestionaban como, el foquismo, el autoritarismo, el seguidismo, el amiguismo, todas desviaciones pequeño burguesas y contrarrevolucionarias.
Dadas las limitaciones existentes en la formación política e ideológica, maduró al interior del ELN una actitud maoísta en la que el único criterio de verdad que existía era la práctica inmediata, la que desbordaba en evidencias cualquier otra explicación; se descalificó la práctica racionalizada y la relación dialéctica entre la teoría y la práctica, fundamento supuestamente esencial de la concepción ideológica que se abrazaba.
El ELN, hace una particular valoración de lo ideológico, de esta etapa de su proceso de desarrollo, ubicando la contradicción esencial en la lucha entre las posiciones obreras (proletarias) y las posiciones pequeño-burguesas, las que, para ellos, a la postre resultaron triunfando y abriendo el camino para que se produjeran el conjunto de “desviaciones” y prácticas que caracterizaron el periodo147.
Este enfoque, según los balances hechos por la Organización, son los que dan origen a un tipo de práctica política interna en la que no se podía permitir ninguna contradicción, y en la que cualquier intento por cuestionar las definiciones y puntos de vista de la dirección eran considerados como provenientes de sectores desmoralizados y divisionistas. Bajo este criterio, durante esta etapa imperó una serie de medidas disciplinarias verticales, como medio para resolver las contradicciones políticas.
El ELN reconoce haber nacido en un momento histórico particular en el que se buscaba generar acciones revolucionarias, sobre la base de unos enunciados básicos, que pudieran darle al proyecto identidad para diferenciarlo de las luchas guerrilleras anteriores (liberal-conservadora), de los enfoques de la izquierda reformista, y colocarlo a la vanguardia de la lucha armada revolucionaria, para lo cual “se necesitaban acciones prácticas y no tanto elaboraciones teóricas y profundos análisis”.
Sin embargo, asegura el ELN, que la preparación teórica, el conocimiento de la realidad nacional, el reconocimiento de sus propio desarrollo histórico, de la estructura de clases de la sociedad, del movimiento y la lucha de los obreros, campesinos y sectores populares, superficial y suficiente para iniciar, no podía bastar para etapas posteriores y que si bien en un primer momento la práctica era lo principal, debía ser la racionalización de esa práctica el fundamento esencial para la elevación del nivel político e ideológico de la militancia.
Esta situación se desarrolló durante esta etapa difícil de superar, pues la hegemonía de un solo enfoque convirtió en permanentes los principios y fundamentos que debían irse transformando con el tiempo y con las circunstancias, lo que al no producirse redujo a la Organización a un extremo artesanismo político, cuando no al mutismo y al inactivismo por ausencia de orientaciones políticas; en el camino de evitar el teoricismo se cayó en el pragmatismo extremo (ELN, Periódico Simacota, 12, 1981, octubre, pp. 96-97).
Muchas de las prácticas que durante esta etapa se utilizaron para sortear las contradicciones internas, no encontraron oposición porque en su conjunto la Organización había sacrificado la formación política de su militancia y la había desplazado a un segundo plano, dando prioridad a aquello que a la luz de todos los niveles se constituía en su mayor fortaleza política: el accionar militar.
Inevitablemente, la confrontación política expresa básicamente el enfrentamiento entre los sectores intelectuales y dirigentes de la Organización y se constituye en una disputa permanente por espacios de poder, representados en intereses y enfoques colectivos o en particulares y específicos intereses individuales; en general la base guerrillera sufría de un profundo analfabetismo político, que los dejaba al margen de cualquier discusión de fondo148. En gran medida lo que se esta produciendo, en esta etapa, es una “guerra interna de cuadros”, en la que el ELN sacrifica parte significativa de su patrimonio intelectual, bien por la vía de la ejecución militar de las contradicciones políticas, pero también, en el desarrollo de las actividades de la lucha armada. Esto, en las condiciones existentes y careciendo de una política permanente de formación de cuadros, se constituía en un componente fundamental de la situación de crisis que se avecinaba, pues, la Organización fue acumulando un déficit creciente de cuadros, que en otras condiciones le habrían permitido ayudar a sortear situaciones de crisis.
Guiado por la concepción del foco, la que se había ido haciendo insuficiente dadas las particulares condiciones de la realidad colombiana y el mismo desarrollo de la Organización, el ELN no encuentra durante estos años una definición política que le permita articularse realmente al movimiento de masas, a su concientización, organización y movilización y entra en un profundo aislamiento que favorece las confrontaciones internas y alimentan el surgimiento de prácticas de autonegación y estancamiento149.
La concepción del foco había jugado en la primera etapa un papel importante cuando se trataba de consolidar un grupo guerrillero capaz de sostenerse, generar simpatía y concientizar a la población en relación con la lucha armada revolucionaria. Pero en una segunda etapa cuando en alguna medida la población había entendido el llamado y era necesario entrar a organizar, orientar y desarrollar el trabajo con la población, la concepción del foco no tenía respuestas para esa necesidad y la Organización no logra desprenderse de sus fundamentos, produciéndose un obligado divorcio entre la organización de “vanguardia” y los movimientos sociales.
Esta situación se agravó en la medida que el país se transformaba aceleradamente y los centros de poder y decisión, y la concentración poblacional se trasladaba del campo a la ciudad, donde el modelo capitalista de desarrollo localizaba los principales centros industriales y a su interior los núcleos de trabajadores. Frente a este nuevo ordenamiento poblacional, social, económico y político, el ELN se quedó haciendo llamados estratégicos, al margen de la población global y esperando que la clase obrera llegara a la Organización, transformada por la simpatía que despertaban sus acciones, convertida como ellos mismos afirman en sus reflexiones críticas en una “vanguardia sin retaguardia”.
La situación política que atravesaba el ELN se reflejaba ampliamente en las estructuras organizativas y en el control de estas, a una práctica política vanguardista se le hizo corresponder una organización aparatista; la carencia de una real vinculación con el movimiento social comenzó a suplirse con el montaje de un aparato militar mayor, que cada día costaba más sostenerlo, dada la separación real del movimiento de masas, el que en su comienzo había sido su principal fuente de apoyo. A esto había que adicionarle una dirección nacional centralizada en el campo, que pretendía dirigir todo el accionar de la Organización y que, por lo tanto, no creó órganos colectivos de dirección intermedia, que permitieran reproducir las orientaciones de la dirección central, y dinamizar cada una de las partes de una organización que pese a sus conflictos internos seguía creciendo.
El principio de un mando único político-militar centralizado y con sede en el campo, degeneró en el mando unipersonal, respaldado por la actitud caudillista del primer responsable que pretendía dirigirlo todo, con la consecuencia natural de que cada día se fue quedando todo sin dirección y la Organización se fue por el camino de la dispersión orgánica y política.
La carencia de cuadros de dirección altamente capacitados recargó el trabajo en los pocos existentes, generando una práctica que se conoció al interior del ELN como el “toderismo”. Esta consistió en que los pocos cuadros, o aquellos que tenían mayor capacidad de trabajo, se dedicaban simultáneamente a actividades tan diferentes como: dirección sindical, trabajo político clandestino, logística, accionar militar, elaboración y distribución de propaganda, educación, entre otras muchas actividades, que impidieron la cualificación permanente de la militancia en una bien articulada división técnica del trabajo, generando una dinámica de agotamiento que redujo a cero el tiempo para su propia formación. Como resultado de esta situación, al interior del ELN se fue creando una mentalidad autosuficiente, que impedía reconocer y corregir los errores y limitaba el ejercicio de la crítica y la autocrítica que tanto se defendía como fundamento de la Organización.
Por otra parte, durante este periodo, en unas condiciones totalmente distintas a la de los primeros años de lucha guerrillera, el ELN siguió aferrado de una manera rígida al planteamiento de que “el campo es el escenario principal de la guerra”, lo que llevó a trasladar, sin que ningún factor de fuerza mayor lo exigiera, la militancia que tenían ubicada al interior del movimiento de masas, al seno de la guerrilla, donde no siempre lograron adaptarse, restándosele posibilidades a la Organización, no solo de interactuar con los movimientos sociales, sino además, construir a su interior el proyecto revolucionario que pretendían desarrollar.
El crecimiento centralizado, de todas formas, fue generando una dispersión orgánica, que se constituyó a la postre en su mejor acumulado, pues cuando el modelo centralista se desplomó, los grupos dispersos se constituyeron en un importante recurso para la reconstrucción del proyecto, como se verá más adelante.
Por otra parte, durante este periodo, la unidad y la disciplina interna lograda en la primera etapa a base de fervor revolucionario, y teniendo como fundamento un conjunto básico de principios, se pretendió mantener sin desarrollo político y recurriendo a una disciplina militar que se colocaba por encima del nivel de desarrollo de la conciencia política, llegándose al extremo de la imposición autoritaria y vertical. Esto generó los conflictos que dieron origen a fusilamientos, deserciones y al fortalecimiento de la vía militar.
En el aspecto marcial, durante los años que preceden a la Operación Anorí, se desarrollan varias acciones en el campo, que se constituyen en “victorias” militares para la Organización, con sus correspondientes repercusiones políticas, incremento de simpatía (principalmente en las áreas de operación), desarrollo cuantitativo y logístico. Esto no significa que no se produjeran grandes reveses como se pudo ver en el desarrollo de esta parte del trabajo de investigación: la muerte de un número importante de dirigentes y militantes de la Organización, por la vía de la confrontación directa con el ejército en el desarrollo de la guerra, o por la vía del fusilamiento interno como consecuencia de las contradicciones existentes, al igual que la caída de las redes urbanas en 1968 y sobre todo en 1972, lo que constituyó un duro golpe para el ELN, y el punto de partida para una época de derrotas militares y profunda crisis política, así lo evidencian.
Pese a todo lo anterior, en medio de sus dificultades internas, sin poder encontrar una definición política que responda más a las condiciones de la época, el ELN sigue desarrollando su lucha político-militar, sobre la base de un sacrificio y entrega sin límites a una causa que está por definirse.