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La asamblea de “Campo Línea” (1973)

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No obstante los permanentes balances, las constantes críticas y los enjuiciamientos sobre las deficiencias y errores que se cometían, estos seguían produciéndose, sin que la Organización encontrara una dinámica para superar lo que se estaba constituyendo en una crisis crónica. En 1973, se reúnen nuevamente los grupos de Ricardo Lara y Fabio Vásquez, para evaluar los últimos acontecimientos de la guerrilla, los que le habían generado serias dificultades en el desarrollo de su funcionamiento interno y de su proyección política y militar.

La asamblea se desarrolló en medio de una situación tensa y difícil, en razón de que ambos dirigentes habían cometido serios errores que traían tras de sí lamentables consecuencias. En el caso de Fabio Vásquez, la pérdida del equipo en la Inanea, que dio origen a una serie de detenciones que sirvieron como base para el Consejo de Guerra del Socorro y Bogotá. En el caso de Lara Parada la descomposición del grupo y la pérdida de objetivos militares, considerados de máxima importancia para el desarrollo de la Organización en su conjunto, en particular, el menoscabo debido a la falla en el secuestro de Posada, quien se le escapó a la guerrilla, siendo Ricardo Lara el responsable de su cuidado y el fracaso de la emboscada de La Humareda en donde murió el campesino que iba a avisar al grupo.

Desde el encuentro de los dos grupos el ambiente fue de mutua desconfianza y resentimiento. Los dos dirigentes eran conscientes de su situación frente al otro. Esta asamblea duró cincuenta días, y en ella se trataron principalmente los errores de la comisión de Ricardo Lara, aun cuando estaba claro que las deficiencias de Fabio, en concreto la pérdida de su equipo, tenían un alto costo para la seguridad del proyecto en su conjunto. Toda la comisión de Ricardo Lara fue enjuiciada, pero principalmente él, Germán Sarmiento e Iván Forero. La asamblea puso al descubierto los comportamientos y “desviaciones” de Ricardo Lara y la forma como el grupo iba sufriendo su proceso de descomposición. Se les enjuició por rebajar las medidas de seguridad, dormir en las casas, utilizar permanentemente los caminos, realizar partidos de fútbol dejando abandonadas las armas y participar en bailes programados por ellos mismos a costa incluso de las tareas militares. A esto se le sumó un duro enjuiciamiento, por permitir que los miembros del grupo violaran y establecieran relaciones personales con las mujeres campesinas, e igualmente fue objeto del enjuiciamiento el consumo permanente de licor en la que se comprometía el conjunto del grupo.

Durante el desarrollo del proceso se llamó la atención por la pérdida de secuestrados, el amedrentamiento y el fusilamiento de campesinos sin causas suficientemente claras. Todas estas sindicaciones hubiesen dado como resultado, en el marco de las lógicas anteriores, el fusilamiento de los enjuiciados. Aunque el conjunto del grupo solicita para ellos la pena máxima, Fabio decidió concederles una nueva oportunidad y dictaminó sanciones menores, tales como el desarme y la pérdida de la investidura de responsables. Los demás miembros de la comisión también fueron sancionados, la mayoría por haber participado en la ejecución de errores graves y el resto por haber permitido que estos se cometieran.

La comisión de Fabio y la valoración de sus errores fue menos analizada, en la asamblea quedó claro el poder concentrado por este; su defensa se erigió sobre los logros militares de su comisión, los que se concretaban en el secuestro de los Mora y la consecución de armas provenientes de la ciudad. El radicalismo y la verticalidad de Fabio salieron fortalecidos de la asamblea de “Campo Concentración”, con la misma fuerza con que se desnudó la “doble moral” de Ricardo Lara130. Allí se hicieron presentes actitudes y comportamientos que contribuían, más que a resolver la crisis, a alimentarla con una buena dosis de inconformidad y resentimiento.

Existen algunos rasgos comunes en las dos asambleas que se desarrollaron durante este periodo, que permiten, en gran medida, percibir el proceso de crisis que está viviendo la Organización en ese momento, y cuya manifestación más clara es la forma reiterativa de las actitudes y acciones que permanentemente se están enjuiciando y que no logran encontrar una transformación significativa. Común a las dos asambleas es el hecho de que los enjuiciados fueron condenados a pena de muerte y esta se les conmutó por sanciones menores. Esta situación obedecía a que, en el fondo, todos sabían que los análisis estaban hechos sobre bases supremamente subjetivas, en las que los argumentos más contundentes, constituían solo suposiciones. Pero igualmente, allí, se jugaba un aspecto ético (cristiano) que convocaba inconscientemente al arrepentimiento, con la potencialización de una doble moral que deja entre los juzgados y quienes juzgan una carga de conciencia que resulta difícil sobrellevar.

En general, se aplicaron sanciones a todo tipo de “errores”, desde los que se originaban en la cotidianidad misma de la lucha guerrillera (dormirse en la guardia), hasta aquellos que comprometían la vida personal y afectiva de los integrantes de la guerrilla. No se analizaron a fondo y objetivamente las causas de los errores, ni de posibilidad alguna de formación para quienes los cometían, sino que, por el contrario, se inducía con actitudes arbitrarias a la desmoralización y la deserción, máxime cuando en las sanciones se daban tratos preferenciales a los responsables y sus allegados. Muchos sacrificios inútiles de hombres inocentes se cometieron durante esta época, para encubrir las deficiencias políticas de la Organización, y las arbitrariedades y comportamientos inmorales de algunos de sus dirigentes. Todo esto fue posible porque en medio de las dificultades, la Organización seguía creciendo y desarrollándose militarmente.

Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018)

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