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164 (VIII 14) (Finca de Formias, 2 de marzo del 49)

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Cicerón saluda a Ático.

No me cabe duda de que te resultarán odiosas mis cartas diarias, de manera especial cuando no te doy ninguna información nueva sobre cosa alguna ni, en definitiva, encuentro ningún nuevo tema para escribirte. Pero si, puestos a la obra, sin motivo alguno te mandara mensajeros con cartas vacías, actuaría como un necio; en cambio cuando parte alguien, sobre todo gentes de la casa, no puedo evitar confiarles unas letras para ti; al mismo tiempo, créeme, descanso un poco en medio de estas miserias cuando, por así decirlo, hablo contigo 27 y sobre todo mucho más cuando leo tus cartas. Tengo perfectamente claro que no ha habido ningún momento desde que empezaron nuestras huidas y temores más digno de quedar mudo de cartas, sobre todo porque no se oye nada nuevo ni en Roma ni en estos lugares que están más cerca que tú de Brundisio dos o tres días. Y es precisamente en Brundisio donde se desarrolla todo el conflicto de este período inmediato, una expectativa que sin duda me atormenta. Pero lo sabremos todo antes del 7, pues veo que César salió de Corfinio después del mediodía en la misma fecha, los Feralia 28 , en que lo hizo Pompeyo de Canusio por la mañana. Lo que ocurre es que César se mueve de tal modo, e incentiva la rapidez de sus soldados con tales raciones, que temo que alcance Brundisio antes de lo conveniente.

Dirás: «¿y qué provecho le sacas a anticipar el [2] sufrimiento por algo que conocerás dentro de tres días?». Ninguno, por cierto; pero, como he dicho más arriba, me encanta hablar contigo, y además has de saber que se debilita aquel plan mío que parecía ya bastante firme. No me resultan muy adecuados los modelos que cuentan con tu aprobación 29 : en efecto, ¿ha existido nunca una acción valiosa de ellos en asuntos públicos? o ¿hay quien espere de ellos algo digno de alabanza? Por Hércules, no creo que merezcan elogios quienes han cruzado el mar para preparar la guerra, a pesar de que la situación aquí es insoportable; veo, en efecto, cuán grande y repugnante será esta guerra. Pero sólo me mueve un hombre de quien me considero obligado a ser compañero en la huida y aliado en la recuperación de la república. «¿Tantas veces, pues, cambias de opinión?». Yo hablo contigo como conmigo mismo y ¿hay alguien que no discuta consigo mismo en un sentido o en otro sobre asunto tan importante? A la vez estoy deseando sonsacarte tu opinión: si es la misma, para mantenerme firme; si ha cambiado, para adherirme a ti.

En todo caso, al objeto de mis dudas atañe que sepa qué [3] va a hacer Domicio, qué nuestro Léntulo. Sobre Domicio he oído varias cosas: que está ora *** 30 , ora en su finca de Tíbur o en la de Lépido, con quien habría llegado a la Urbe, lo cual es igualmente falso, según veo, pues dice Lépido que se ha internado con no sé quién por caminos ocultos para ocultarse o por ver si alcanza el mar (también eso lo ignora); no sabe nada ni de su hijo 31 . Añade una cosa muy preocupante: no se le ha devuelto a Domicio una suma bastante considerable que tenía en Corfinio 32 . Por otra parte, respecto a Léntulo no hemos oído nada. Quisiera que investigues estas cosas y me escribas con detalle.

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

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