Читать книгу Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426) - Cicéron - Страница 18

169 (IX 2a) (Finca de Formias, 8 de marzo del 49)

Оглавление

Cicerón saluda a Ático.

¡Qué situación, difícil y absolutamente irremediable!; ¡cómo nada se te escapa al dar consejos!; ¡cómo, sin embargo, no dejas ver en absoluto tu parecer personal! Te alegras de que yo no esté con Pompeyo y me haces ver lo vergonzoso que sería encontrarme presente cuando se le despoje de algo: «es impío aprobar tal cosa»; indudablemente. Entonces ¿qué?, ¿voto en contra? «Que los dioses», dices, «nos libren». ¿Qué se puede hacer, pues, si en lo uno hay un crimen y en lo otro un castigo? «Conseguirás», dices, «de César que te dejen mantenerte al margen y no hacer nada». ¿Debo, pues, suplicar? ¡Qué desgracia! ¿Y si no lo consigo? «También quedará en pie la cuestión del triunfo», dices. ¿Y si eso mismo me presiona?, ¿lo aceptaré?; ¿hay acción más fea? ¿Le diré que no?; creeerá que lo rechazo totalmente a él, incluso más que antaño en el vigintivirato 56 . Y cuando se disculpa suele hacerme a mí responsable de todo lo sucedido entonces: «mostré tanta enemistad hacia él que ni siquiera quise aceptar un honor de su mano»; ¡con cuánto mayor desagrado recibirá ahora algo igual!; tanto, sin duda, cuanto más importante es este honor que aquél y más poderoso él mismo.

[2] Y respecto a tu afirmación de que piensas sin lugar a dudas que Pompeyo está en este momento sumamente enfadado conmigo, no veo motivo para ello, al menos en este momento. Efectivamente, quien hasta que no se perdió Corfinio no me explicó por fin su plan, ¿se va a quejar de que yo no haya ido a Brundisio, cuando entre mí y Brundisio estaba César? Además, él sabe también que está ‘falta de franqueza’ su queja en este asunto; piensa que yo he tenido más vista que él en relación con la debilidad de los municipios, los reclutamientos, la paz, la Urbe, el dinero, la ocupación del Piceno. Pero si no acudo cuando pueda, entonces se enemistará conmigo. Lo digo, no por temor a que me perjudique (pues ¿qué puede hacer?;

‘quien no teme a la muerte, ¿va a temer ser esclavo?’ 57 ) ,

sino porque me causa horror la acusación de ingratitud. Confío, pues, en que mi llegada, sea cuando sea, le resulte, como escribes, ‘muy agradable’.

Y respecto a tu afirmación de que si éste actúa moderadamente me darás un consejo más madurado, ¿cómo puede actuar éste sino a la desesperada? Se lo impide su vida, sus costumbres, sus acciones anteriores, los planteamientos de la empresa iniciada, sus compañeros, las fuerzas de los buenos o incluso su perseverancia.

Apenas había leído tu carta cuando me llega Póstumo [3] Curcio 58 , a toda prisa en su busca y sin hablar más que de flotas y ejércitos. Le arrebata las provincias hispanas; ocupa Asia, Sicilia, África, Cerdeña; y lo persigue enseguida hasta Grecia. Hay, pues, que ir, y no ya para acompañarlo en la guerra sino en la huida. Pues no podré soportar las murmuraciones de ésos, sean lo que sean, que desde luego no son, como se ha dado en llamarles, hombres de bien. Pese a todo tengo gran interés en saber con detalle lo que dicen, y te ruego encarecidamente que me lo averigües y me lo hagas conocer. Yo hasta ahora no sé absolutamente nada de lo ocurrido en Brundisio. Cuando lo sepa, a la vista de los hechos y de la situación, haré mi plan, pero teniendo en cuenta el tuyo.

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

Подняться наверх