Читать книгу Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426) - Cicéron - Страница 21
172 (IX 6) (Finca de Formias, 11 de marzo del 49)
ОглавлениеCicerón saluda a Ático.
Nosotros, todavía nada desde Brundisio. Desde Roma Balbo me ha escrito que a su parecer el cónsul Léntulo ha hecho ya la travesía sin llegar a entrevistarse con Balbo el menor, dado que éste se había enterado de la noticia ya en Canusio, desde donde le escribe; que las seis cohortes situadas en Alba se han pasado junto a Curio por la vía Minucia; que así se lo ha escrito César, y también que en breve tiempo estará en las inmediaciones de la Urbe 63 . Así pues seguiré tu consejo y por el momento no me refugiaré en Arpino, aun cuando, como es en Arpino donde quiero imponer a mi Marco la toga blanca, voy a dejar esta misma excusa para César. Pero tal vez con esto mismo se ofenda: ¿por qué no mejor en Roma? Con todo, si hay que encontrárselo, mucho mejor aquí. Entonces veremos lo demás, o sea, a dónde, por dónde y cuándo.
Domicio, según oigo, está en su finca de Cosa y, por [2] cierto, según dicen, preparado para hacerse a la mar; si es a Hispania, no lo desapruebo; si junto a Gneo, lo alabo. Adonde sea desde luego antes que a ver a Curcio, a quien yo, su patrono 64 , no puedo echarme a la cara. ¿Y a los otros? En mi opinión, mejor me quedo quieto, para no hacer patente mi falta, ya que, por amar a la Urbe, o sea, a la patria, y pensar que habrá un compromiso, he actuado así y ahora me encuentro totalmente interceptado y preso.
[3] Escrita ya la carta, me traen una de Capua en estos términos: «Pompeyo ha cruzado el mar con todos los soldados que tenía consigo. Su número es de treinta mil hombres 65 , más los dos cónsules, los tribunos de la plebe y los senadores, todos los que estaban con él, junto con sus mujeres e hijos. Se dice que embarcaron el 4 de marzo. A partir de ese día hubo vientos del norte. Dicen que hizo pedazos o incendió todas las embarcaciones que no utilizó. Sobre este hecho ha sido llevada una carta a Capua al tribuno de la plebe Lucio Metelo, de Clodia, su suegra, que también realizó la travesía».
[4] Hasta el momento estaba preocupado y angustiado, como imponía sin duda la situación misma, al no poder conseguir nada con mis reflexiones; pero ahora, una vez salidos de Italia Pompeyo y los cónsules, no estoy angustiado sino lleno de ardiente dolor,
‘mi corazón no
está firme, la angustia me invade ’ 66 .
No soy, te lo digo, créeme, dueño de mi espíritu, tan grande me parece el deshonor que he cometido: ¡que yo no esté en primer lugar con Pompeyo, cualquiera que sea su plan, y luego con los buenos, por temerario que haya sido su planteamiento de nuestra causa! Sobre todo cuando las mismas personas por quienes yo tenía más reparos en confiarme a la suerte, mi mujer, mi hija, los niños, preferían que yo siguiera aquello y pensaban que esto era vergonzoso e indigno de mí. Pues mi hermano Quinto desde luego aseguraba que le parecía correcto cuanto yo decidiera y lo seguía con la mayor tranquilidad de espíritu.
Ahora leo tus cartas desde el principio; me reaniman un [5] poco. Las primeras me aconsejan y me piden que no me precipite; las más recientes muestran tu alegría por que me haya quedado. Cuando las leo me parece que soy menos indigno, pero sólo mientras las leo. Luego aparece de nuevo el dolor y la ‘visión de mi infamia’. Por lo tanto, te lo ruego, mi querido Tito, arráncame este dolor, o al menos alívialo con tu consuelo, con tu consejo o con lo que puedas. Pero, ¿qué podrías hacer tú o qué cualquier otra persona? Apenas, ya, un dios.
Por cierto, estoy preparando lo que tú me aconsejas y [6] esperas que sea viable: que César me conceda estar ausente cuando se tome en el senado alguna decisión contra Gneo. Pero temo no conseguirlo. Ha venido Furnio de su parte; pues bien, para que conozcas quiénes son nuestros guías: anuncia que el hijo de Quinto Titinio 67 está con César… y en todo caso que éste se me muestra más agradecido de lo que yo quisiera. En cuanto a lo que me pide, en pocas palabras, desde luego, pero ‘autoritariamente’, conócelo por su propia carta. ¡Pobre de mí porque no te encontrabas bien!; habríamos estado juntos; sin duda no me hubiera faltado un consejo.
‘Cuando marchan dos juntos… ’ 68 .
[7] Pero no hagamos lo que está ya hecho; preparemos el futuro. A mí me han fallado hasta ahora estas dos cosas: al principio la esperanza de un acuerdo, logrado el cual quería disfrutar de la vía popular y librar de preocupaciones mi vejez; luego caí en la cuenta de que Pompeyo emprendía una guerra cruel y destructora; pensé que era mejor, a fe mía, soportar cualquier tortura como ciudadano y como hombre que instigar su crueldad o hasta participar en ella. Pero parece que hubiera sido mejor incluso morir que estar con éstos. Reflexiona, pues, en torno a estas cosas, mi querido Ático, o más bien busca una solución; soportaré cualquier acontecimiento con más entereza que este dolor.