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Capítulo 1
El momento de la jubilación
¡Hola, somos nosotros!

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¿Y si se trata de unos padres algo invasores, de esos que siempre han centrado todo en la familia? Desde el primer día de inactividad, correremos el riesgo de que se presenten en nuestra casa sin avisar para pasar su primera semana de vacaciones, es decir, su primer mes. Algunos, sin decir nada, parecen clamar, para culpabilizarnos: «Hemos trabajado mucho y ahora tenemos derecho a disfrutar de ti, de tu familia y de nuestros nietecitos». Es el momento de ser claros y de no dejarnos atrapar por esa espiral de culpabilidad. Si su presencia nos resulta pesada, mejor decirlo enseguida antes que esperar a que la situación se vuelva insostenible; en ese caso corremos el riesgo de decir cosas terribles a causa de los nervios. Es mejor explicarles con calma que estamos encantados de verlos de vez en cuando pero que nosotros tenemos nuestra propia vida de familia o de pareja; así, pueden venir todos los miércoles, cada quince días, una vez al mes… Nos corresponde a nosotros fijar esto hablando con ellos, y no a ellos imponer sus visitas bajo el pretexto de que es para ayudarnos. ¡Estamos en nuestra casa! ¿Y si nos proponen, con demasiada frecuencia, cuidar de nuestros hijos sin instalarse en nuestra casa? Se lo agradeceremos amablemente diciéndoles lo que apreciamos su ayuda, pero les explicaremos que también es importante que nosotros mantengamos una parte de nuestras obligaciones y que, por lo que a ellos respecta, así pueden conservar tiempo para sí mismos. Procuraremos no tratarlos con brusquedad para evitar menospreciarlos con frases como: «No necesitamos a nadie para ocuparnos de nuestros hijos». A veces, algunos abuelos quieren recuperar lo que creen que se perdieron con sus hijos (es decir, nosotros) y pueden vivir muy mal el ver que los alejan; si creen que les impedimos «rectificar», se sentirán frustrados. El hecho de tener esto en cuenta puede ayudarnos a repartir el pastel, considerando sus apremiantes demandas y nuestros propios deseos. En definitiva, puede ser el sentimiento de soledad, la falta de relaciones sociales o incluso los celos (inconscientes) lo que los lleve a mostrarse invasores. Envidian nuestras actividades, nuestras relaciones, y tienen nostalgia de su vida anterior. En este caso, tendremos que echarles una mano para que expresen su malestar si lo desean, y deberemos armarnos de una buena dosis de paciencia y diplomacia… ¡mientras esperamos que recobren la energía para conquistar otros territorios más allá de nuestra casa!

Cuando el carácter se vuelve difícil con la edad

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