Читать книгу Cuando el carácter se vuelve difícil con la edad - Claudine Badej-Rodriguez - Страница 18
Capítulo 2
La dificultad de verlos envejecer
ОглавлениеLa mayoría de las veces, el hecho de ver envejecer a nuestros padres nos altera. Cuanto más mayores se hacen, más trabajo nos cuesta verlos menos atrevidos que antes. Y a veces este cambio nos sumerge en un mar de preguntas personales…
¡Prohibido envejecer!
Sí, hemos leído bien. Esta exclamación es el eslogan de una conocida marca de cosméticos destinada a combatir las arrugas y los signos de envejecimiento: «Prohibido envejecer» señala la obligación de detener el tiempo, como si eso dependiera de la simple voluntad. ¿Cómo mantener la sonrisa en esta sociedad que ensalza en exceso los valores de la juventud y tiembla de miedo ante los efectos del paso del tiempo? ¿Cómo no sentirse culpable por no detener un proceso ineluctable como es el envejecimiento? En este contexto no resulta extraño que, cuando vemos a nuestros propios padres ralentizar su ritmo, mermar física o psíquicamente, ganar peso o encorvarse – en definitiva, no parecerse ya a los padres dinámicos que conocíamos–, el choque sea fuerte. En las sociedades tradicionales donde la figura del anciano está más valorada, donde la sabiduría reconocida por todos suple el sufrimiento de las carencias físicas, sociales, afectivas, la transición seguramente resulta más fácil. Pero, en la sociedad occidental, la respetabilidad de las personas ancianas y su experiencia no son tenidas en cuenta. Es peor todavía: se consideran superados, es decir, inútiles; son una carga para la sociedad e incrementan el déficit de la Seguridad Social. ¿Y queremos que nuestros padres estén alegres, simpáticos y sonrientes? Hoy deben mantenerse luchadores, sin arrugas, llenos de proyectos, de actividades, de viajes: no tienen derecho a abandonarse, a tener dolores, a quejarse… Están obligados a hacer como si fuese estupendo envejecer. ¿Para ser más felices? Seguro que no. ¡Para tranquilizar a la generación que viene detrás, ciertamente! Porque ese espejo que se va marchitando poco a poco ante nuestros ojos nos remite a nuestro propio envejecimiento, a lo que nos espera de aquí a unos años. Y eso no lo queremos ver, no queremos saber nada de este tema… Queremos verlos envejecer como nos gustaría hacerlo a nosotros mismos. En el cuerpo deteriorado por los años de nuestros padres creemos ver nuestro propio destino.
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