Читать книгу Cuando el carácter se vuelve difícil con la edad - Claudine Badej-Rodriguez - Страница 14

Capítulo 1
El momento de la jubilación
¡Moveos!

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Puede suceder también que nuestros padres, una vez jubilados, no hagan gran cosa. Si siempre han sido bastante caseros y su vida parecía gustarles, no hay motivo para inquietarse, aunque eso nos ponga de los nervios y nos entren ganas de zarandearlos porque preferimos verlos activos, luchadores, abiertos a los demás. Nuestros padres no harán nada cuya semilla no estuviera ya en ellos. No van a volverse curiosos cuando todos sus intereses han girado siempre en torno al bricolaje y a la televisión. Tomarse su desayuno al sol leyendo el periódico, hacer punto, ocuparse del jardín, hacer chapuzas en casa…; todo esto no tiene por qué ser menos importante que ir de actividad en actividad. Por el contrario, si siempre los hemos visto activos y con curiosidad por todo, y ahora se quedan pegados a la tele, nuestra inquietud puede llevarnos a proponerles: «¿Por qué no te compras un ordenador? Así te enviaría mensajes y tú podrías navegar por Internet», «¿Por qué no te apuntas a un club que organice excursiones? Te iría bien andar un poco…». A veces podemos llegar a ponernos un poco nerviosos, porque nos gustaría disponer del tiempo que ellos tienen: «¡Ay, si yo estuviese jubilado…! ¡Ni te cuento todo lo que haría!». Pero, cuidado: ya hemos dicho que la jubilación implica necesariamente un periodo de duelo por la vida anterior. La inactividad de nuestro padre puede ser solamente la señal de que el cambio está a punto de producirse, de que necesita retirarse y tomarse un respiro para zarpar de nuevo. De nada sirve entonces bombardearlo con ideas, consejos, informaciones sobre las actividades propuestas por una u otra asociación; corremos el riesgo de reforzar el sentimiento de culpabilidad que tal vez ya experimenta al sentirse así. Podemos limitarnos a mostrarle nuestra empatía diciéndole, por ejemplo: «Ciertamente, no debe ser fácil esta etapa. Entiendo que te haga falta un tiempo para adaptarte». Aunque no responda, porque le resulte difícil hablar del tema, habrá visto que lo comprendemos. Expliquémosle que los hiperactivos que se han jubilado rápidamente, sin ninguna dificultad, sortean esta etapa de transición, pero a veces un par de años después experimentan una tristeza inexplicable, precisamente porque no se han tomado el tiempo de pararse a reflexionar en esta nueva etapa de su vida. Porque la gran pregunta al jubilarse no es tanto: «¿Qué voy a hacer con mi tiempo?», sino: «¿Quién quiero ser hoy?». Es una auténtica crisis de identidad, similar a la que se vive en la adolescencia o en la mitad de la vida.

Sin embargo, la jubilación mal vivida puede convertirse en resignación, terreno abonado para el aburrimiento y el ocio, donde uno se dedica sólo a matar el tiempo, y puede incluso que la depresión aceche. Si nuestro padre se pasa el día sentado en el sillón, con aspecto triste, sin ganas de nada y está siempre cansado, animémosle a consultar con un médico.

Cuando el carácter se vuelve difícil con la edad

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